— Te lo digo en serio. No creo que a tu esposa le agrade saber que le estás dando un aventón a otroa mujer a su casa. Traté de caminar con dignidad, pero esa dignidad se fue por un tubo de drenaje en cuanto quise dar mis primeros pasos. La verdad era que las ampollas me dolían horrores, y eso lo notó mi jefe provisional, que estaba casi segura que se había mordido la lengua con tal de no soltar una carcajada. — Eres una necia. —Susurró. Me detuve al tarcer paso, y me volteé hacia él con la frente fruncida por su comentario. — ¿Perdona? No sé tú, pero a mi me remuerde mucho la consciencia de saber que una mujer fue engañada por su marido. No estoy buscando ser la otra ¿O tengo cara de prosti**tuta? —Puse mis brazos en jarras. Él soltó el aire como si fuera un hombre insufrible. Se pa

