Diferencia de edad.
-¡Para mi es un honor!-Añadió ella con las mejillas rojas.
Isabella estaba emocionada por representar a Bustamante y Asociados en el congreso de Japón.Para la joven era un gran logro y no dudó en aceptar,le daría la noticia después a su novio Eduardo,aunque esa relación de ellos era muy poco formal,cada quién vivía su vida y realizaba sus proyectos sin inmiscuirse o indagar mucho en la vida del otro,Isabella sabía que su novio era de familia adinerada,más nunca les había conocido.
La voz del CEO rompió la burbuja de sus pensamientos.
-Sé que así será,señorita-dijo su jefe,Víctor Bustamante un hombre de unos 42 años,que no había pasado inadvertido el atractivo de Isabella,aunque la diferencia de edad era grande,la chica apenas tenía 22 años.
El viaje comenzó lleno de expectativas, con su talento y dedicación,Isabella había logrado ganar el premio a la empleada del año en una de las empresas más sólidas de Nueva York.
El CEO de la empresa, Víctor Bustamante, también viajaría a Japón. Él era un hombre atractivo y muy respetado en el mundo de los negocios. Desde el momento en que cruzaron miradas en la oficina, había una chispa especial entre Isabella y Víctor.
-¿Nerviosa,señorita?
-¡Emocionada!-Replicó ella con gran alborozo.
A medida que el avión sobrevolaba el océano, Isabella no podía dejar de pensar en lo emocionante que sería este viaje. Llegaron a Japón y se instalaron en un lujoso hotel en Tokio. Durante el día, asistieron a conferencias y reuniones de negocios, Isabella impresionó a todos con su inteligencia y carisma.
-Te felicito,Isabella. Tengo que reconocer que eres más brillante de lo que pensé,tenía mis reservas porque eres muy joven.
-¿Entonces me animó de dientes para afuera?
Él sonrió de forma pícara y la joven advirtió cierto galanteo en sus gestos.
-¿Son ideas mías o me mira con deseo?-Pensó ella.
Por la noche, Víctor la invitó a cenar en el mejor restaurante de la ciudad. Entre sushi y sake, conversaban sobre sus vidas, sueños y ambiciones. Isabella descubrió que detrás de la fachada de hombre de negocios exitoso, Víctor era un apasionado de la literatura clásica japonesa y la jardinería.
Una noche, bajo la luz de las linternas de papel en un jardín tradicional japonés, Víctor tomó la mano de Isabella y le confesó sus sentimientos. Isabella se sintió abrumada por la emoción, pero también se dio cuenta de que ella también había empezado a sentir algo especial por él.
Durante el resto del viaje, Isabella y Víctor se convirtieron en inseparables. Compartieron risas, confidencias y momentos de complicidad. Juntos exploraron los templos antiguos, los mercados callejeros y los paisajes impresionantes de Japón.
Al final del congreso, mientras contemplaban juntos la puesta de sol en el Monte Fuji, Víctor le pidió a Isabella que se quedara en Japón unos días más. Quería mostrarle un lado más auténtico de la cultura japonesa y, sobre todo, quería pasar más tiempo a solas con ella.
Isabella aceptó con una sonrisa y juntos emprendieron una aventura fuera de lo común. Descubrieron los secretos de los jardines, se perdieron en laberintos de calles estrechas y se sumergieron en la magia de un país tan diferente al suyo.
Al final de su estancia en Japón, Isabella y Víctor se despidieron con la promesa de que esta historia no había hecho más que empezar. Habían encontrado algo especial en el otro, algo que trascendía las fronteras y los negocios. Y así, entre las luces de Tokio y el aroma a flores de cerezo, Isabella comprendió que aquel había sido el viaje de negocios más extraño, pero también el más inolvidable y romántico de su vida.
Después de aquella romántica noche en el jardín japonés, el vínculo entre Isabella y Víctor se había fortalecido enormemente. Ambos sentían una conexión especial y una atracción mutua que era imposible de ignorar. Habían compartido risas, confidencias y momentos de profunda intimidad durante todo el viaje.
Una noche, mientras paseaban por las calles iluminadas de Tokio, Víctor tomó la mano de Isabella y la llevó a un pequeño y acogedor izakaya (taberna japonesa) donde disfrutaron de auténtica comida japonesa y del sake más exquisito.
Después de la cena, caminaron juntos por los callejones estrechos de la ciudad, rodeados por la magia de la noche y la energía vibrante de la ciudad. Fue entonces cuando Víctor miró a Isabella a los ojos y, con voz suave pero llena de pasión, le confesó lo que sentía por ella.
-Siento,algo más que una atracción por tí.-Su tono de voz le acariciaba.
-El sentimiento es compartido,jefe.
Isabella sintió su corazón latir con fuerza en su pecho, emocionada y abrumada por la intensidad del momento. Se acercó a Víctor y sellaron su amor con un apasionado beso bajo la luz de la luna.
-¡Quiero hacerte el amor!
-Yo quiero que me lo hagas,Víctor.
Decidieron regresar al hotel y, una vez en la habitación, el deseo que habían estado reprimiendo durante tanto tiempo se desató con una pasión ardiente. El amor que sentían el uno por el otro se manifestó en un momento de intimidad profunda y pura.
La habitación se llenó de susurros, caricias y besos apasionados. Cada gesto era una expresión de amor y deseo, cada mirada era un reflejo de la conexión única que compartían. En ese momento, Isabella y Víctor se entregaron el uno al otro en cuerpo y alma, en un acto de amor sincero y profundo.
La pasión los envolvió y los unió en un trance de éxtasis y felicidad. Aquella noche, entre sábanas de seda y promesas susurradas al oído, Isabella y Víctor vivieron el momento más íntimo y especial de sus vidas, sellando su amor de una manera única y eterna.
-¿Cómo se lo digo a Eduardo?-Piensa ella recostada del torso de Víctor.-De ésta semana no pasa que se lo diga.
-¿Qué piensas?
-Hay algo que no te dije de mí,Víctor.
-¿Afecta lo nuestro?
-No,lo nuestro no lo derriba nada.
-Entonces no me digas nada,vamos a seguir en lo nuestro.-Dijo llenándola de besos y caricias.