A esa misma hora, pero del otro lado del mundo, sentado a la orilla de la piscina de la casa de Gelys decidiendo si iremos o no a la Convención cuya invitación me llegó a última hora, tomándonos un trago, discuto con él por la forma en que llegó la misma. Ya tenía previsto hacer un viaje a Colombia con Malcolm para finiquitar la entrega de varios lotes de armas, como me toca apersonarme en una de las empresas que tengo en ese país, decidí culminar esta negociación personalmente.
Después que el pequeño huracán desapareció, Malcolm quedó al frente de todas las negociaciones referidas al tráfico de armas, incluso en mis largos momentos de ausencia, donde la depresión no me permitía llevar una negociación con la racionalidad que se requiere, él se puso al frente, rindiéndome cuentas de todo cuanto sucedía, logrando llevarnos a la cima en el tráfico de armas. Desde entonces el chico se convirtió en uno más de nosotros, el menor de los hermanos de la familia que Gelys poco a poco sacó adelante.
- Ales decídete, debo coordinar hoy mismo el viaje –me dice en tono de voz fuerte, parece estresado-,
- No entiendo tu estrés hermano, es solo un viaje para escuchar a un grupo de estirados encorbatados hablar estupideces por horas –le digo imaginándome las largas horas de suplicio que duran esas exposiciones-.
- Deja la vaina Ales, tú y yo sabemos que esa Convención no es solo para tratar temas de negocios comunes y corrientes, bien sabes que esto nos servirá para impulsarnos, sobre todo a ti como líder de la mafia de este continente, sin duda alguna eres el primero que debe estar allá –me dice serio llevándose el vaso a la boca para tomarse de un solo sorbo el trago que le queda en el vaso-.
- ¿Y si soy tan importante por qué me llegó la invitación a última hora? –le pregunto mirándolo fijamente para ver qué responde-.
- Qué sé yo –me contesta bruscamente levantando una mano-, yo no soy el que está organizando ese evento, dime ¿Vas a ir o no para ver en cual avión nos vamos?
- Esa es otra cosa, para que tanto alboroto si solo estamos invitados tu y yo –le digo curioso-.
- Las chicas van a viajar con nosotros, aprovecharan que será en un Resort, dizque quieren conocer las playas de ese lado del planeta tierra –hace una pausa levantando los brazos-, imagínate que le diga a Antonella que no la llevaré, esa mujer me mata y me quita la ración de cariño nocturno por varios días y bien sabes que sin eso no vivo hermano –culmina poniéndose las manos en la cabeza-.
- Cualquiera cae que ella es capaz de privarte de aquello, esa mujer se desvive por hacerte feliz –le digo entre risas-.
- Hablando de atenciones y hacerlo a uno feliz en aquello hermano, hace días –camina al bar a buscar una botella-, mejor dicho hace años todos nos hacemos una interrogante que ha quedado suspendida en el aire… -es interrumpido-.
- ¿Qué hacen que no me llamaron? –es Ingrid que apareció con su personalidad avasallante moviendo su rubia cabellera de un lado a otro-, se van a quedar callados ahora que llegué, quiero de lo que te vas a servir –le dice a Gelys al tiempo que se sienta en una silla que tengo al frente-.
- Habla hermano –le pido para que termine la idea-.
- Ah ya, te decía que hace años todos tenemos una curiosidad, ¿qué mujer fue esa que metiste al despacho dos días antes de que el pequeño huracán desapareciera?, ¿no se suponía que por orden tuya ninguna mujer distinta de ella y las chicas ingresaría a La Quinta?
¡Wow, ahora sí que Gelys me dejó en mi sitio!, pienso asombrado, había olvidado por completo parte de las cosas que sucedieron después del rescate de Iliang y más la cantidad de locuras que hice para encontrarla.
- Hermano habla, cuéntanos quien era esa mujer –me entrega un vaso-, ¿era de la agencia?
- Rubio habla, ¿no digas que te avergüenza contar tus aberraciones porque estoy yo aquí? –me dice Ingrid tomándose un largo sorbo del trago que Gelys le acaba de entregar-, como si ya no te conociéramos, de la que se salvó mi amiga.
- Deja la vaina rubia –le digo molesto pues se empeñan en hacerme quedar como la verdadera bestia-.
- Entonces habla –me ordena-, no tengo toda la noche, recuerda que ojeras es lo que menos necesito lucir en este viaje –me dice cursando las piernas con sensualidad actuada y pasándose los dedos debajo del contorno de los ojos con coquetería, lo cual nos causa gracia, la condenada sabe sacarle el lado divertido a las situaciones por más álgidas que parezcan-.
- ¿Qué les digo?, si les dijera que recuerdo con claridad qué sucedió ese día les mentiría –hago una pausa para lograr llevar mi mente a ese momento o por lo menos a las escenas que tengo más frescas-, ese día estaba en el anexo y recibí una llamada de un presunto comprador de armas, como para ese entonces estaba mal por Iliang, pensando en qué hacer para solventar la situación con ella y dejar de ponerla en riesgo, me encontraba aturdido, no quise salir ni recibir a nadie en el anexo, por lo que cité al hombre a mi despacho. A la hora acordada entré en la casa, fui a mi despacho y pasado cierto tiempo entró Sabrina con una bandeja que contenía dos vasos y una jarra con jugo que según ella preparó Lucia -hago una pausa-, como ya saben lo intensa que es la muchachita, para sacudírmela recuerdo que le dije que dejara la bandeja allí, insistió en servirme jugo y que tomara un poco, como no vi maldad en eso y ante el calor tan fuerte que tenía, accedí a tomarme todo el contenido del jugo que ella me ofreció, al poco rato me sentí somnoliento y me recosté a esperar la visita en el sofá. Después de allí no recuerdo con claridad qué sucedió pero sí que tuve a una mujer entre mis piernas, como últimamente era lo que más hacia buscando olvidar a la condenada de Iliang no le di importancia a ese hecho que pensaba era un recuerdo aislado hasta ahora que lo sacan a relucir, ¿por qué la pregunta?
- Hermano porque esa pudo haber sido la razón por la que la pequeña desapareció ¿no has pensado que pudo haberte visto? –me dice Gelys pensativo-.
- Esa condenada de Sabrina –responde Ingrid pensativa con el rostro enrojecido-, ahora entiendo el por qué estuvo desaparecida por varios días después que Iliang se fue –dice Ingrid con los ojos centellantes de rabia-, tú no eres un santo porque bien sinvergüenza que eres –me dice señalándome acusadora-, pero mi coleguita no se merecía eso, de ser cierto lo que dice Gelys –me dice mirándome con ira-, que fastidio contigo y ese afán de meter esa cosa en cualquier hueco –me acusa molesta señalando mi entrepiernas y poniéndose de pie para retirarse-.
- ¿Y a esta qué le dio hermano? –le pregunto a Gelys sorprendido de ver como Ingrid se fue molesta sacudiendo el cuerpo-, algo que pasó hace tantos años y mira cómo reacciona –hago una pausa cruzando los brazos sobre mi pecho-, actúa como si estuviera sucediendo, además nunca metí a ninguna mujer en la casa, siempre respete esa promesa, no con el pequeño huracán dentro de casa.