No hay nada de miedo aquí
VANESSA
–Escucha, encontrarás a alguien más–
Mi compañera de piso… no, ahora ex compañera de piso mete dos vestidos brillantes de su armario en la maleta abierta en la cama. Me ofrece una sonrisa consoladora, como si se mudara cuatro días antes de que venza nuestro alquiler neoyorquino forma parte del paisaje habitual de vida.
Mi estómago toca fondo por tercera vez esta mañana mientras veo a mi amiga Penny prepararse para marcharse de nuestro apartamento de dos habitaciones en Brooklyn.
–No tengo dinero– grazno, con la boca seca como el desierto. –Yo…no hay manera–
Por qué no hay manera. Soy una recién llegada de Kentucky, con menos de seis meses de experiencia y el dinero justo cada mes para llegar a fin de mes. No tengo ahorrado ni un mes de alquiler. No tengo nada ahorrado, a menos que mis esperanzas y sueños pudieran convertirse en moneda de alguna manera. Me llevo una mano a la frente, deseando no haber optado por el vestido con cinturón esta mañana.
La presión alrededor de mi cintura me dan ganas de vomitar.
–Vanessa confía en mi– me grita Penny mientras me tambaleo por el pasillo en busca de aire fresco o un fajo de billetes escondido. –¡Encontrarás algo! La gente siempre lo hace en Nueva York–
–¿Qué demonios crees que voy a encontrar? – grito mientras me agarro a los bordes del lavabo en nuestro baño demasiado pequeño. Mi acento de Kentucky suena más fuerte que nunca mientras miro mi reflejo en el espejo. –¿Un trabajo como una stripper? ¡Penny, no tengo el cuerpo para ser stripper! –
Penny respira ruidosamente. –¿De que estás hablando, cualquiera puede ser stripper hoy en día? Todo lo que digo es que estés atenta. Publica una o dos cosas en r************* . A este precio, tendrás un reemplazo para mí en doce horas.
–Un reemplazo de asesino en serie, tal vez– respondo, estudiando los contornos familiares de mi rostro como una forma de tranquilizarme. Me había calmado de la misma manera de adolescente, cuando mi madre hablaba demasiado fuerte con su novio de la semana en la sala o la fiesta amenazaba con desbordarse y arruinar mi tranquilidad. Trazo la línea del cabello con los ojos, imaginando la punta de un lápiz siguiendo las curvas. Dibujo mi rostro en mi mente, imaginando el roce del lápiz contra el papel mientras reconfiguro mi propio rostro y cuerpo como un boceto de moda. Dibujar mi fantasía, a través del cuerpo perfecto, la ropa perfecta, la pasarela perfecta, es uno de mis intentos de método auténtico para calmar el zumbido ansioso en mi pecho.
Pero solo puedo contener la ansiedad por un tiempo. El alquiler vence en cuatro días.
–Estás subestimando el poder de Manhattan– dice Penny con voz cantarina mientras continúa empacando su vida y dejándome en la estacada.
Cierro los ojos con fuerza y dejo escapar un suspiro. –Estoy bastante segura de que no– murmuro para misma.
En todo caso, subestime el poder de la vida para lanzarme bolas curvas justo cuando estaba a punto de lograr algo. No estoy en Nueva York solo por diversión. Estoy aquí para empezar a juntar las piezas del rompecabezas de mi futuro. El rompecabezas que había dejado que otros me convencieran de que nunca podré resolver. El rompecabezas que incluso me había convencido a mí misma de que no debería resolver.
Estoy aquí para obtener mi certificado de diseño de moda y finalmente hacer realidad mi sueño secreto más profundo y guardando durante mucho tiempo: convertirme en diseñadora de moda para mujeres de talla grande, con un enfoque especial en vestidos que se vean increíbles.
Mi teléfono vibra en el bolsillo secreto que había cosido en el lateral de mi vestido. Busco torpemente para extraerlo de su posición contra mi muslo. La pantalla dice Eli.
–¿Hola? – intento mantener la voz serena. Eli sabe que algo pasa a la más mínima vacilación. Como un hermano mayor muy bueno siempre preocupado, es excelente para detectar problemas.
–¿Vanessa? – El familiar tono de barítono de Eli es tranquilizador, pero la pausa al otro lado me indica que ya me había descubierto. –¿Todo bien? –
Trago saliva. –Claro. ¿Por qué preguntas? – Desde el final del pasillo, Penny cierra la cremallera de su maleta ruidosamente. Miro mi reflejo en el espejo e imagino las líneas de lápiz.
–Suenas como si algo estuviera mal– dice.
–¡Bueno, solo soy yo! – Mi voz sale anormalmente brillante. Incluso un poco psicótica. –Solo, ya sabes, siendo yo misma–
–¡Vanessa, es hora! – La voz de Penny interrumpe mi lamentable intento de mantener la compostura. Dejo escapar un suspiro exasperado.
–Ves, sabía que algo andaba mal– dice Eli. –¿Llame en un mal momento? ¿Qué está pasando? –
–Nada– digo, todavía empeñada en mantener la artimaña. Salgo corriendo del baño, viendo como Penny lleva dos maletas con ruedas hasta la puerta principal de nuestra carísima caja de zapatos.
–¿Puedo llamarte luego? –
–De acuerdo, me voy para siempre– dice Penny dramáticamente, poniendo los ojos en blanco. Siempre ha sido propensa a la teatralidad, pero claro, ¿Qué actor con dificultades no lo es?
–¿Quién se va? – sisea Eli
–Te llamaré luego– Apago el teléfono antes de que pueda molestarme más. A mi familia le encanta pulular como buitres en mi aventura neoyorquina. Esperando la primera señal de podredumbre para poder zambullirse para destrozar el cadáver de mis sueños. Bueno, eso puede ser un poco fuerte para Eli. Pero mi papá, mi mamá y mi hermana mayor se relamen esperando a que fracase.
Cualquier excusa para decirme que empaque mis cosas y me devuelva a casa. Y días como este, me pregunto si tal vez tenga razón. Solo estoy esperando el momento oportuno hasta que el buitre de Nueva York venga a toda velocidad hacia mí.
–¿Estás segura de que quieres hacer esto? – le pregunto a Penny, extendiendo los brazos para abrazarla. Nos habíamos vuelto cercanas en nuestros meses juntas, tan cercanas como pueden serlo los pasajeros al azar en el autobús de la lucha en Nueva York, lo cual es algo casi familiar.
Vanessa, estarás bien. Yo solo tengo el sentido común suficiente para dejar el teatro. Tú, en cambio, tienes demasiados diseños que deberías colgar. Literalmente. En un perchero de las mejores boutiques de la ciudad. Yo pertenezco a Peoria.
–¿Peoria? – espeto.
–Si, Peoria. Illinois. Pagaré un tercio de lo que pagaba aquí y aún podre permitirme cocteles el fin de semana. Conseguiré un trabajo sirviendo mesas. Dios sabe que tengo mucha experiencia en eso aquí–
Aunque la odio por dejarme, también entiendo que esta es la constante agitación de la Gran Manzana, una agitación de la que pronto podría ser víctima.
–Buena suerte, supongo. Nos abrazamos fuerte, pero brevemente. Cuando nos separamos, me ofrece una sonrisa triste.
–Estarás bien– repite, metiéndose el pelo rubio detrás de la oreja como si el movimiento lo garantizara. Luego saco sus cosas de mi vida para siempre.
Una vez que la puerta se cierra tras ella, la ansiedad me taladra las entrañas como una expedición en busca de petróleo. Me llevo una mano a la frente. Esto se siente como una emergencia de cuatro alarmas.
Eli vuelve a llamar, justo cuando pienso que tal vez me desmayare. –¿Puedes hablar ahora? – pregunta en lugar de saludar.
–Mi compañera de piso se acaba de mudar– digo con los labios secos.
–Oh, mierda– ofrece Eli. –Era agradable, ¿verdad? –
Muy agradable– confirmo. –hasta toda esa decisión de ultimo minuto de mudarse de nuestro apartamento–
–¿A dónde se muda? –
–Peoria–
–¿Peoria? –
–Es en Illinois- digo como si no lo hubiera aprendido hace treinta segundos.
–Bueno, mírate, señorita Geografía. ¿Qué hay en esa ciudad que suena rara? –
Alquiler más bajo, supongo– refunfuño.
–Conozco un lugar que tiene un alquiler muy bajo– dice Eli prolongando su acento de una manera que me indica que una lección paternal está a la vuelta de la esquina.
–Oh, Eli no…–
–Se llama Oakville. ¿Has oído hablar del? –
Suelto un suspiro de hermana pequeña más molesto que puedo reunir. –No necesito tu descaro ahora mismo–
–Los alquileres son tan bajos que son gratis, hermanita– continua, ajeno a mis suplicas. –Tienes una bonita cama individual con tu nombre en mi casa. Además, Louisville no está muy lejos de Oakville. Es un viaje fácil y puedes disfrutar de muchas de esa “cultura urbana” que tanto te gusta–
Se refiere a la cama de su habitación de invitados que había usado brevemente después de romper con mi exnovio Liam. Parecía segura hasta que Liam empezó a aparecer entre los arbustos del jardín delantero de Eli todas las noches, golpeando mi ventana con el borde de su lata de cerveza y rogándome que lo perdonara. Una de las desventajas de quedarse con tu hermano en tu ciudad natal. No solo todos conocen tu nombre y tu historia, sino que tambien saben por dónde mirar cuando acosan a una exnovia.
Pero el perdón no estaba en orden después de descubrir las mentiras y la manipulación de Liam durante el final de nuestra relación.
–Esa cama individual ya no es un refugio– le recuerdo. –Demasiado cerca de Liam para mi comodidad–
–Liam ha seguido adelante– dice Jonah tras un suspiro.
–¿Lo ha hecho? – dudo mucho que mi ex pesadilla, que paso seis meses acosándome ligeramente después de que rompí con él, superara por completo a cualquier mujer que lo hubiera rechazado. En todo caso, estará inventando historias más complejas sobre porque yo era la perra, o incluso la marimacha. Le encantaba acusarme de ser lesbiana cuando no estaba de humor. Gran tipo Liam, cero de diez. No lo recomiendo.
–Todo lo que digo es que, si las cosas fracasan en Nueva York, siempre puedes volver a casa– Eli me ha dicho esto no menos de cincuenta veces desde que me mude a la Gran Manzana, lo que equivale aproximadamente a dos veces por semana. Aprecio el sentimiento. Es al menos mejor que lo que escucho de mi hermana mayor, Tanya, que generalmente suena como “Sabemos que no puedes con ello allí, así que ¿Por qué no te rindes ahora?”
–Gracias, Eli– murmuro. –Pero déjame al menos agotar mis opciones antes de meter el rabo entre mis piernas, ¿de acuerdo? –
–¿Cuáles son tus otras opciones? –
–T-todavía no lo se– balbuceo.
–Pero pensare en ellas. Penny me recordó que desnudarse siempre es una opción…–
–Vanessa Reinhart–
No me atrevo a molestar a Eli cuando usa su voz de padre. –Solo digo…–
Unos gritos al otro lado del teléfono me interrumpen, lo que me hace sonreír. Conozco esos chillidos de niña.
–¿Las chicas están en casa? – Eli suspira.
–Algún tipo de día de capacitación para maestros, no se. Tuve que pedir permiso en el trabajo para recogerlas–
–Porque Karla no fue a buscarlas? Pensé que trabaja en el turno rotativo–. Agradezco la digresión de mis propios problemas.
–Últimamente ha estado entrando temprano al trabajo– dice Elí.
–Bueno, diles que les mando saludos y que no voy a dedicarme al striptease, así que no se preocupen–
Mi hermano mayor deja escapar un largo y exasperado gemido. –¿Cuánto te queda en ahorros? –
Trago saliva con dificultad. Apenas había tenido ahorros para empezar. Había llegado a Nueva York con los humos de mi trabajo de salario mínimo como asistente de oficina en una empresa de soldadura. Tan pronto como pude escapar, lo hice. Todos mis fondos acumulados se habían destinado a pagar la escuela de moda y el triple alquiler, primer mes y último mes y un depósito de seguridad requeridos para entrar a mi apartamento. Eso era todo. No hay margen de maniobra.
–Tengo…– ¿Cuál es la forma menos aterradora de decir absolutamente nada? –Lo suficiente para sobrevivir–
–¿Así que tienes para el alquiler cubierto para el próximo mes? –
Eso es un no rotundo. –Ahhhh…bueno…–
–Jesús, María y José. ¿sabes que, Vanessa? Si no vienes a casa, enviaré ayuda. llamaré a Dominic–
Sus palabras caen como una manta de plomo. Extiendo la mano frente a mi para detener esta sugerencia, aunque él no está aquí para verme.
–Espera–
–¿Qué? –
–No puedes hacer eso– digo, con los labios secos por una razón completamente diferente ahora. –No necesitamos involucrar a los Hamilton–
–¿Por qué no lo haría? Son los mejores amigos que tengo y están a tres kilómetros de donde estas sentada. Vanessa, sabes que te ayudarían en un instante. ¿Por qué no puedo llamarlos? –
Mi pecho comienza a latir lentamente, indicando un ataque cardíaco inminente. Debido a que la sugerencia delata una verdad tan desagradable, preferiría lanzarme sobre una lanza que enfrentarla de frente.
Dominic Hamilton no solo es amigo de mi hermano mayor, sino que también es mi amor platónico de la preparatoria. El chico había acechado mis fantasías y manchado mis intentos de salir con alguien más en la preparatoria, para que Dominic no estuviera secretamente enamorado de mí y tomara mis citas como que no lo amaba de verdad, lo cual era cierto.
Y claro, soy una mujer de veintisiete años con suficientes curvas para hacer llorar a un selecto grupo de hombres adultos.
–¿Pero cuando se trata de Dominic? Siempre seré la pequeña estudiante de segundo año tonta y con sobrepeso a la que nunca miro más de un minuto.
–¿Y bien? – pregunta Eli. Mi silencio de sorpresa debió preocuparlo.
–Por favor no lo llames– digo débilmente, aunque sé que no servirá de nada. –Es tan humillante. Estoy arruinada y luchando. Él es rico y tremendamente exitoso. Probablemente ni siquiera me recuerda.
–Además…–
–Vanessa, ¿Cómo pudo olvidarte? Paso todo su último año en nuestra casa. sentado en el mismo sofá que tu–
Todo dentro de mí se desinfla. Odio lo mucho que todavía disfruto de esos recuerdos de Dominic y yo viendo The Big Bang Theory mientras Eli se divertía en otro lugar. A veces, nuestros codos se rozaban y me pasaba todo el fin de semana preguntándome como se sentiría ir a segunda base con él.
–Simplemente no quiero ser un caso de caridad– digo lentamente.
–Tú no eres un caso de caridad– dice Eli, con cierto regocijo acentuando sus palabras. –Eres familia–
No puedo negarlo: he encontrado su ángulo, la razón que desbarataría cualquier intento que haga para desviar su ayuda. lo odio por eso tanto como lo amo por eso. Eli no me dejará tambalear; tengo que reconocerlo. Incluso mi familia quiere que regrese a Kentucky como un mapache fracasado después de hurgar en botes de basura vacíos, Eli hace todo lo posible para ayudarme a llevar adelante este asunto de Nueva York. Y su contacto con Dominic técnicamente es una ayuda, aunque la mera idea me hace querer encogerme y morir de vergüenza.
–Voy a llamarlo ahora– anuncia Eli. –Espera un momento–
El teléfono se apaga. Gimo tan fuete que Penny probablemente me escucho de camino a Peoria. Los segundos pasan con una lentitud vertiginosa. Recorro cada centímetro cuadrado de mi apartamento una y otra vez. Por supuesto que se lo que hacen los Hamilton. Todos en Oakville, de hecho, todos en el área metropolitana de Louisville saben lo que hacen los Hamilton. Son prácticamente la familia Kardashian de nuestra zona, menos el levantamiento de trasero y el maquillaje recargado. Todos tienen una opinión sobre ellos también, pero una cosa es segura: nadie es más exitoso ni más interesante que los hermanos Hamilton.
Mi humilde y pobre trasero no encaja en su nuevo mundo. Y no quiero que Eli me meta con calzador allí.
Me devuelve la llamada veintitrés minutos después de que colgamos, no es que hubiera estado contando. Puedo oír la sonrisa en su voz. –Vanessa, tengo buenas noticias–
Hago una mueca, preparándome para lo que viene después. –¿Sí? –
–Tienen un trabajo esperándote–
Me doy una palmada en la frente. –¿De verdad? –
–¿Y adivina quién necesita una secretaria confidencial? –
Por favor, que sea cualquiera menos Dominic. –¿Quién? –
–¡Dominic! –
Asiento, con la mirada fija en el borde rizado del linóleo de la cocina. Esta es mi suerte. Weston no podía necesitarme. Ni siquiera Asher. Tiene que ser Dominic. El único chico frente al que apenas había podido hablar cuando tenía dieciséis años. Claro, he crecido y madurado desde entonces. Pero él me ha superado diez a uno en todos los aspectos imaginables. Si yo había sido la dócil e imperceptible estudiante de segundo año en aquel entonces, ahora soy aún más pequeña en la larga sombra de logros y experiencia mundial de Dominic. Por lo que había oído, el hombre tiene un chef privado, y yo ni siquiera puedo permitirme un bagel.
–Genial– incluso yo puedo escuchar mi falta de entusiasmo en el que estoy.
–Dijo que han estado buscando un nuevo empleado a tiempo completo. Vanessa, apuesto a que tendrás beneficios y todo. Dijo que puedes ir hoy. ¿puedes llegar a su edificio a las tres? Le Conté que tu compañera de piso se había ido, así que dijo que podía hacerte un hueco en el último minuto. ¿No es genial? –
Se me hace un nudo en el estómago. Una empleada a tiempo completo. Mierda. –Tan increíblemente amable–
–Vanessa, esto va a salir genial. deberíamos haberlo llamado tan pronto como llegaste a la ciudad. Pero no, insististe en hacer las cosas a tu manera. Vanessa tiene que hacer lo que Vanessa tiene que hacer–
Cierro los ojos entrecortadamente, algo enfermizo se agita dentro de mí. –Esta bien, Eli. Ya es suficiente. No me hagas amargar–
–Todo lo que necesito es “Gracias, hermano mayor, por ser el mejor”–
–Gracias, hermano mayor, por ser el más molesto. Ahora tengo que prepararme para esta entrevista–
Colgamos y vuelvo al espejo del baño, trazando líneas imaginarias en mi cara. Mis dedos ansían un lápiz de verdad. La verdad es que tengo casi quince diseños nuevos luchando por sacarme de la cabeza. Entre mis cursos semanales de moda y el trabajo a tiempo parcial que había encontrado en un restaurante a cinco cuadras al oeste, había tenido el tiempo justo para mantenerme al día con el trabajo del curso, ganar mi mitad del alquiler y esbozar nuevas ideas para mí. ¿Pero ahora? no sé cómo me las arreglaré con un trabajo de tiempo completo.
Había venido aquí específica y exclusivamente para el curso de moda para poder lanzar mi sueño de convertirme en diseñadora de moda. Pero no podría obtener el certificado si no puedo pagar el alquiler. La frustración me consume por completo y paso el resto de la tarde preparándome mentalmente para reencontrarme con los Hamilton. La última vez que vi a Dominic en persona fue en su fiesta de graduación, que fue hace casi trece años. Dominic, Asher y Weston tuvieron una fiesta de graduación conjunta en la granja de sus padres, la antigua a la que se habían mudado sus padres tan pronto como ganaron su primer billón de dólares.
Todavía recuerdo el cerezo otoñal cerca de su entrada, el árbol que se hacía pasar por normal, con columpio de llanta y follaje verde normal, hasta que llego septiembre, cuando se convirtió en una ardiente obra de arte enviada del cielo. Y por alguna razón, ese cerezo fue uno de los primeros indicadores de que los hermanos estaban destinados a brillar más y ser más hermosos que cualquier otra persona a su alrededor. Después de las extensa actualización de Deb Hamilton un día en el pasillo dos del supermercado sobre la búsqueda de Dominic de las encimeras de mármol perfectas para su tercera casa, supe que los hermanos ahora prefieren las cosas más finas.
Lo que significa que tengo que lucir como debo, incluso si no puedo actuar.
Hojeo los vestidos que cuelgan en el perchero con ruedas de mi dormitorio, seleccionando los mejores vestidos de segunda mano que tengo, así como algunos de mis propios diseños. Me decido por un vestido n***o de cintura alta con un aire de los años cincuenta y me dispongo a darle a mi cabello castaño claro unas suaves ondas con los dedos. Me miro de reojo en el espejo de cuerpo entero que cuelga detrás de mi puerta. Aquí vamos Vanessa. Encontremos una manera de que funcione>>.
El viaje en metro al distrito financiero es tan tranquilo como Nueva York puede ser; es decir, repleto de personajes fascinantes, gritos al azar, una cantidad nada sorprendente de axilas apestosas para finales de octubre con un clima inusualmente cálido. Halloween está a la vuelta de la esquina, lo que significa que Zombis callejeros vagan por el metro, junto con alguno que otro gatita sexy y la parca. Una vez que llego al edificio Hamilton, me tomo un momento para recomponerme frente al edificio alto y n***o.
Fuiste a la escuela con esa gente. Son viejos amigos. No hay nada de miedo aquí. No hay nada de miedo en ser la perra más pobre de Manhattan arrodillada en suplica ante uno de los dioses de Wall Street>> Dándome ánimos a mi misma respiro hondo .
Dentro, el vestíbulo brilla con suelos pulidos y costosos cuadros de arte. En el vigésimo piso, la zona de recepción de Hamilton Enterprises bulle de actividad, pequeños grupos de personas reunidas en intensas conversaciones. Una recepcionista toma mi nombre, revisa algo en su computadora y luego me hace seguirla. Me deja frente a una puerta cerrada que dice D. HAMILTON y luego se aleja, murmurando algo que no entendí por encima del hombro.
Respiro hondo para fortalecerme. Dominic Hamilton es un verdadero multimillonario ahora, uno con el que había ido a la escuela hace toda una vida y media. Esta mortificante dinámica no puede empeorar.
Giro el pomo de la puerta de su oficina y la abro, preparando la sonrisa brillante y el entusiasmo que necesito. La pesada puerta se abre para revelar una gran oficina decorada en gris mate y n***o. Ventanas del piso al techo con vista al río. Estanterías cubriendo las paredes. Un gran escritorio de madera se alza en el centro de todo.
Dominic Hamilton se reclina en su silla, con los ojos cerrados. Una morena se balancea entre sus piernas.
Me quedo boquiabierta, llevándome la mano a la boca. Sé al instante lo que está pasando, más por sentirlo en el aire que por cualquier otra cosa. Los ojos de Dominic se abren de golpe y su mirada drogada de placer se dirige hacia mí. La mujer entre sus piernas no se detiene.
Cada centímetro de mi interior se convierte en cemento. Siento que mis ojos están a segundos de salirse de mi cráneo. Cualquiera que sea la dinámica mortificante que había temido, acaba de empeorar infinitamente