El lobo avanzó, y Alina sintió el latido de su corazón acelerar hasta un ritmo peligroso. Su cuerpo reaccionó antes de que su mente pudiera decidir qué hacer, y dio un paso atrás, tropezando torpemente con su propio pie.
El mundo pareció inclinarse y en un parpadeo cayó de golpe sobre el suelo de mármol, sus nalgas amortiguando el golpe.
Soltó un leve jadeo, no tanto por el impacto, sino porque el lobo seguía ahí, imponente, mirándola con ojos oscuros e inescrutables.
Alina no sabía si gritar, si levantarse e intentar correr o si quedarse inmóvil y esperar que la bestia no decidiera convertirla en su cena. Pero antes de que pudiera decidirse, la puerta de la habitación de Dante se abrió y Damien salió de ella.
El mafioso observó la escena y lejos de apresurarse, caminó con cautela has
