Librero
Terminé en la repisa más alta de un gran librero de madera, era de roble o tal vez pino, difícil de saberlo por tanto polvo acumulado. Mi compañía era una calavera de plástico que carcajeaba a mi lado derecho y, a mi otro lado, un libro sobre sexualidad para secundaria. El librero era parte del mobiliario de un salón, con 20 bancas enfrente mirando hacia una pizarra blanca. Ese salón era usado, mayormente, para exhibir películas. En las ventanas había cortinas que, cuando era necesario, cerraban, convirtiendo el lugar en un antro perfecto para disfrutar el séptimo arte. Pasé 5 años en ese anaquel, nunca me decidí a bajar, no es que hiciera falta. De vez en cuando, cada año, alguien recordaba limpiar el librero, y con rudeza me golpeaban con un paño mugroso, lleno de agua gris en toda mi entidad, haciendo que parte de esa inmundicia quedara impregnada hasta lo más adentro de mis fibras, oscureciendo los guantes blancos de mis manos, significando que mi semblante estaba igual de mal, solo entonces supe lo afortunada que era de no tener sentido del olfato en esa forma.
Pasé esos años en cavilaciones sobre mi vida y mi muerte, el si debía continuar y hacerme de una vida en este nuevo mundo (algo difícil) o seguir esperando a que me encontraran.
Yo no pertenecía a ese tiempo ni lugar, no sabría explicarme, solo diré que me perdí. Cuando llegué a este mundo, realidad y tiempo, caí en manos de un extraño y pasé a ser propiedad de diferentes dueños por un año. Ellos solo me veían como lo que aparentaba ser: un juguete, una escueta muñeca de trapo, una Adelita de cabellera de estambre oscuro, vestida con un traje regional, vestido rojo, con un rebozo gris, guantes blancos y un sombrero de paja. Armada con un chusco machete de madera tomado por mi mano derecha y un escudo de plástico en mi espalda tapado por el rebozo. Siempre, desde que llegué, fui un regalo que no merecía valor monetario, hasta que terminé en una caja como sorpresa para una escuincla que al verme solo me votó con furia contra la pared, entendible hasta cierto punto, ella quiera una muñeca de plástico, no una de trapo. Fui recogida y llevada a la escuela por su madre, una profesora, donde se olvido de mí. Una conserje, al verme en el escritorio abandonada, no lo pensó mucho y me puso en el librero.
La vida de una muñeca de trapo es tranquila, lo sé de sobra, aunque en mi caso no tan aburrida. A veces me entretengo en los dramas de los chavos que tienen tiempo de hablar entre ellos, otras veces quedo fascinada por las historias de las películas que pasan en proyección. Una vez quedé inmiscuida como confidente de una relación fugaz entre el director y la conserje; fue muy, muy pasional. Aun así, los momentos de más intensidad eran por las noches. Por algunas cuestiones, soy capaz de ver el mundo espiritual y, para mi suerte, en este lugar abundaban los espíritus, deambulando por todas partes, atravesando las paredes, murmurando, sollozando o gritando. La mayoría tenía una rutina y era fácil de anticipar, algunos otros eran erráticos, y eran los peores; si no te topabas con ellos después del crepúsculo, era señal de una noche tranquila. Esos me ponían la piel de gallina. Por alguna razón, si venían al salón, me rodeaban y me miraban fijamente hasta la llegada del sol.
Como siempre, yo pasaba el tiempo observando por las ventanas a los alumnos llegar a la escuela, iniciando así la rutina diaria de lunes a viernes. No parecía que nada fuese a cambiar, hasta que lo vi.
Entre los fantasmas existen diferentes tipos; aunque se dividen en dos ramas principales: están los espíritus 'Luxes', que son los fantasmas de aquellas personas con asuntos pendientes que no trascendieron a un más allá, usualmente inofensivos. Y los espíritus 'Fobos', ánimas encargadas de consumir a otras almas y atormentar a los humanos.
Entre los fobos del grupo Kryvo coexisten dos tipos de espíritus a los que siempre se les debe tener mucho cuidado por lo violentos que pueden llegar a ser y el impacto que tienen en los vivos: los 'Posesiones' y los 'Feos'. Nunca he visto a los Posesiones, ni conozco nada sobre su ciclo; sin embargo, los Feos los he vislumbrado ocasionalmente y sé de lo que son capaces de hacer.
La apariencia de los Feos es uniforme, con ligeras variaciones entre ellos. Miden entre un metro y metro y medio. Usan una gran corteza de tronco para taparse el frente desde la cabeza hasta los pies y se cubren el resto del cuerpo con la ayuda de una tela café o gris que los tapa por completo. Pueden sacar sus manos a través de agujeros que hay en la corteza, solo de la corteza, pero nunca levantan la tela bajo ninguna circunstancia, así tocan a su víctima, humanos que, cuando gozan de un momento lleno de felicidad, son asaltados por los Feos. Sacando su mano por la corteza, toman una fibra parecida a una tela de araña, blanca y fina, arrancándola con fuerza del ser vivo. Esa fibra es felicidad. No es muy seguro qué hacen después de obtener esa felicidad; solo la cogen y la esconden dentro de su corteza. Son aprensivos y solo atacan a una víctima a la vez, le drenan toda la felicidad, lo que perjudica a los vivos, orillándolos al s******o al quitarles cualquier motivación para seguir viviendo.
Una amiga mía tenía un parásito como ese, por fortuna fue salvada después de su segundo intento de inmolación. Fui parte de su salvamento y estuve cara a cara con el Feo que la atormentaba.
Durante estos cinco años nunca había visto a ningún Feo por los alrededores, solo meros espíritus luxes. Claro que mi panorámica no es la adecuada al estar encasillada en el librero, aun así, estaba segura de que esas criaturas no deambulaban por aquí, es por eso que me resultó muy impactante ver a un Feo entrar con los alumnos. Por la luz del sol, se volvía más difícil distinguirlo, ya que los espíritus se vuelven más translúcidos. Aun así, logré ver parte de su corteza y su manta café. Me empecé a sentir ansiosa, nadie, además de mí, sabía el peligro que representaba ese ente, fue así que pasé parte de esa mañana, desde la primera campanada de la primera clase hasta la última de la hora del receso, pensando en saltar del librero y buscar al Feo, tal vez podría ayudar a salvar una vida. Debo admitir que la idea me atraía inicialmente, aunque con el tiempo fue perdiendo su encanto. En ese momento era una muñeca, lo vea por donde se vea, no tenía nada, nada de poder, nada de energía y nada de credibilidad.
En memorables palabras que me dijo Quetzalcóatl: 'No siempre se puede salvar a todos', palabras que compaginaban con las dichas por Mictlantecuhtli: 'No se debe interferir en el caudal del destino'. Tal vez era necesario dejarlo pasar, tal vez era el mismo destino enseñándome mi lugar, el de una sola muñeca, una mísera Adelita de trapo.
Por mucho que me costó, terminé por aceptarlo y continué, dejando pasar el tiempo como era mi rutina. Sonaron las campanadas del término de la hora del receso y, como era costumbre, el alumnado regresó a sus clases. De la nada, la puerta del salón se abrió. Era la conserje. La mujer venía acompañada por 5 alumnos. Los chicos entraron al salón de clases y cerraron las cortinas. Ya conocía esa rutina: eran los mandados para tener todo listo y poder ver una película. Cerrar cortinas, acomodar pupitres, encender el proyector. Eso me ayudó a dejar de pensar en el Feo y empecé a emocionarme por la película que iban a proyectar.
Pasados 10 minutos, ya con el salón listo, se escuchó como varios alumnos se dirigían hacia el aula, todos esperaron fuera, a pesar de las cortinas cerradas podía ver sus sombras, habían hecho fila, eso me dio una idea de quienes se trataban.
Era un grupo muy característico, único, si se podía llamar así, los únicos que recibían órdenes y las acataban, órdenes venidas, no de un profesor, ni el director, sino de los jefes de grupo, ese hecho me pareció una hazaña excepcional, recuerdo mis años en la secundaria, mi salón de clases era un tremendo caos y muy pocos obedecían a los profesores, es normal, son adolescentes, hay hormonas y pensamientos existenciales y más hormonas. El hecho de que dos alumnos hayan conseguido la lealtad de sus compañeros era digno de mención.
—Los del C siempre son tan ordenados— escuché de una profesora fuera del salón a los alumnos que enseguida empezaron a hacerse alabanza a ellos mismos, fue un bullicio llenó de ingeniosas frases, risas y sarcasmo. La profesora los dejó pasar al salón, ella fue la primera en entrar y llegar hasta el escritorio, el escritorio había sido puesto de lado pegado a la pared como parte de la preparación del salón, enseguida, un grupo de cinco, entraron con rapidez y orden hasta sus butacas, después otros 5 y así continuaron hasta que 24 estudiantes ya estuvieron dentro, al final dos alumnos, un chico y una chica entraron, eran los jefes de grupo.
A simple vista solo son dos chicos nada espectaculares, el chico siempre mantenía las manos en sus bolsillos y cabizbajo, la chica es algo linda, aunque ella miraba a todas partes, como si observara a sus compañeros. Los dos poseían un firme y sereno semblante, no reflejaban ningún tipo de emoción. Se acercaron a la profesora.
—Tenemos un recado de… — habló el chico a la profesora.
—… Ángela. Nos pidió que le informáramos… — continuó diciendo la chica.
—… que estará ausente por petición del director — terminó de comunicar el chico.
—Sí, no hay problema — contestó la profesora.
Ese acto por parte de los jefes de grupo era extraño. De alguna forma, lo tenían muy bien ensayado, pero era algo tan usual en ese grupo que ya nadie lo tomaba como rareza o una mera broma, ni siquiera los profesores. Ellos no terminaban sus oraciones sin el otro. Incluso los he visto repetir algunas de sus acciones como un espejo, como cuando se rascan la cabeza, o comen alguna chuchería, o cuando bostezan. Creo que ni ellos mismos lo saben.
—Como ya se acerca el Día de Muertos —habló la profesora mientras buscaba en su bolso—, ¿qué les parece si vemos esta película? —sacó una caja de DVD—. Se llama "Socios". Es una película en blanco y n***o del año 1970 sobre un hombre que busca un padrino para su hijo. Sin embargo, recibe la visita de la Catrina. Después de haber rechazado a un ángel y al mismo diablo, la Catrina se convierte en la madrina cobrándose con la vida de su compadre y le otorga a su ahijado un poder muy especial.
La trama me pareció familiar, aunque el nombre estaba mal y varios elementos estaban cambiados.
Los chicos, sin embargo, se alborotaron negativamente, con abucheos y refunfuños; era claro que no querían ver esa película.
—Esa película ya está muy vista —dijo uno.
—Sí, la pasan mucho en estas épocas —departió otro.
—En verdad, ¿ya vieron esta película? —preguntó la profesora incrédula. Todos le aseguraron que sí la habían visto y que no tenían intención de verla.
—¿Qué le parece… —empezó a hablar el jefe de grupo a la profesora.
—… si vemos otra película? —concluyó la jefa de grupo.
—Uy, “Socios” es la única película que traje —advirtió la profesora—, así que…
La profesora se interrumpió cuando una chica entró por la puerta. Era una muchacha algo flacucha y pálida. La verdad es que no me hubiera fijado en ella para nada hasta que vi que estaba acompañada... y no precisamente por un amigo ordinario. Detrás de ella se deslizaba una figura inquietante, el mismo Feo que había avistado esa mañana.