Capítulo 2

1250 Palabras
«¿Dónde estoy?» —¡Papá! «¿Sol?». El sol, borroso, parecía oleaginoso. Su refulgir era similar al foco de una lámpara. Las nubes no parecían de algodón, su apariencia resultaba sintética a la vista. El cielo era de papel, estaba arrugado, las marcas definidas dibujaban trazos de aquí y allá. Además, el ambiente no era normal. Como si un filtro sepia absorbiera la viveza de la pigmentación natural de las cosas, la coloración carecía de alma. —¡Despierta, papi! Su voz hacía eco en el lugar. Un Volkswagen rojo, aparcado en el estacionamiento del garaje. Las margaritas poblaban el jardín. Sol jugaban con un diente de león en sus mano. En la silla de ruedas, sentada, reía… Mi niña. —¿James? «¿Clara?». —¿Dónde está Jonast? Creí que regresaría contigo. —¿El tío Jonast dónde está, papi? Con esfuerzo, me levanté. Apoyé las manos en el césped. La rugosidad de la hierba, molestó mi tacto. Al incorporarme, sentí como si mi cuerpo no respondiera a los movimientos bruscos. Agitaba el brazo, pero tardaba en moverse. La acción mandada por el cerebro, tardaba en cumplirse. Fruncí el ceño. Un cañón sonó en el fondo. El sonido se esparció detrás de la casa. Un leve temblor sacudió la tierra. Clara y Sol parecían no haberlo percibido. Di un golpecito a mi testa. Parpadeé varias veces. Miré los pinos. Las aves volaban de un árbol a otro. ¿Por qué estaba en casa? —¿Estás bien, James? —preguntó una voz familiar. —¡Tío Jonast! —exclamó Sol. —¡Sol de mi vida! —bramó Jonast y corrió hacia mi hija. La cargó en sus brazos. Sol reía y sus dientes estaban blancos. Eran perfectos. Clara se acercó a mí, me atrajo hacia una mesa en el pórtico. Bajo la sombra del techo de teja, presenciaba la escena. ¿Qué era lo último que recordaba? «¡Objetivo fijado!». «Pull up». «¡Maldita sea, Jonast!». «Viper-2, derribado. Noctua-1, viper-1, localizado». «Misil… Misil… Misil…». La barahúnda en mi cabeza no me dejaba pensar con claridad. Veía los recuerdos como si estuviera sumergido en un lago. Alrededor era oscuridad, pero la superficie era luz. —¿Estás bien, James? —preguntó Clara. Su cabello caía sobre los hombros níveos. Las pecas mostraban manchitas marrones en sus mejillas pomposas. El vestido era largo, con patrones de lunares y de color azul. Cargaba la pulsera que le había regalado el día de la graduación. Era una pulsera de jade. —No, no estoy bien… «¡Jonast, responde la maldita radio!». Las voces, de nuevo. «Dile a Verónica que no podré llevarla al altar». «Misil… Misil… Misil…». «Objetivo fijado, Noctua-1, viper-1». «¡Maldición!». Golpes… Escuchaba golpes en el asiento del piloto. Yhanbidia, Urman, el vuelo nocturno de reconocimiento. La toma de Yhanbidia. Guerra, Calvior, Bianca. De nuevo, el cañonazo detrás de la casa. La detonación deja el eco demoníaco. Aroma a pólvora, mi nariz percibía la inconfundible pólvora. ¿Qué estaba sucediendo? —No estás muy conversador hoy, James —dijo Jonast con Sol en sus brazos. —Jonast, tú usaste el eyector a tiempo —dije, con los ojos entornados. —¿Eyector? ¿De qué hablas? No estamos en el F-16. Vamos, deja de decir tonterías. —El vuelo nocturno, la misión que debíamos cumplir. ¿Recuerdas? Dos Dassault Rafale versión M nos emboscaron. Eran negros y danzaban como dos dragones sincronizados. Nuestras maniobras no funcionaron, lograron derribar nuestros aparatos. —¿Estás loco? ¡Qué historia tan buena te has inventado, hombre! —exclamó Jonast con la sonrisa de costumbre. Sol y clara rieron. Yo no había reído, lo recordaba todo. No habíamos llegamos a Urman y dos Rafale M nos interceptaron en pleno vuelo. Además, el aeropuerto estaba tomado por el ejército de Calvior. Íbamos avisar a la base, pero no tuvimos tiempo. Los pilotos de los Rafale M eran inteligentes y peritos en el manejo de sus aparatos. Pilotaban como si hubieran nacido con el caza polivalente. Dos detonaciones. Se escuchaban más fuerte que antes. Quizás los autores de la batalla andaban cerca del perímetro. Yo no había regresado a la capital. Estaba inconsciente, atrapado en un sueño. —Ustedes no son reales —declaré con el dolor en el estómago. No sé por qué las emociones afectan el estómago. —¿Por qué dices eso, James? —preguntó Clara. —Debe ser el golpe que se dio en la cabeza. Fue duro, amigo mío. Más tarde iremos a tomar unas cuantas copas, ¿vale? —¡Nadie irá a tomar copas imaginarias! Explosión… El pitido en el oído… La pantalla negra… No veía nada… Estaba despertando. —¡James! —llamaba alguien—. ¡James, despierta! Intentaba abrir los ojos, pero un intenso dolor de cabeza tomaba posesión de mi frente. Mi brazo ardía. —¡Soy yo, Jonast! Vamos, hombre, levántate… ¡No vas a dejar sola a Sol! Ella necesita a su padre… —Verónica te necesita en el altar. —Escupí sangre. Sentí el sabor metálico del líquido humano. —Abre los ojos. La fuerzas rebeldes de Urman, están combatiendo contra el asentamiento calvarian en el aeropuerto. Los caza están sobrevolando el perímetro. Tengo una Glock con el cargador completo. Puedo darte la Beretta. —¿Dónde estamos? El calor, hedor a pólvora, carne quemada… Disparos, aullidos, muerte… Las turbinas de dos cazas resuenan en el cielo, como si un feroz animal rugiera… El miedo en la sangre aumenta la adrenalina. —A 189 kilómetros de Urman —informó Jonast—. El aeropuerto es el único asentamiento calvarian. Según los solados rebeldes, los enemigos esperan refuerzos. Están atacando con todo el armamento posible. Es todo o nada, James. Debemos participar en la toma del aeropuerto. Abrí los ojos. La poca iluminación que había, era causada por las llamas que ardían en el noroeste. Jonast me tendió la mano. Al incorpararme, sacudí las hojas. Estábamos ilesos gracias a los eyectores. Poe suerte, los cazas tuvieron clemencia por nosotros en el aire. Creí que pararíamos en manos enemigas, pero resulto ser al contrario. Jonast me habló sobre las fuerzas rebeldes de Urman. Nació de los soldados que no deseaban formar parte de las filas calvarian. Al inicio perdían la batalla, dado que el armamento era escaso. Además, las tropas de calvior contaban con unidades mecanizadas. La rebelión estaba en pañales, en términos concretos. Ni siquiera sabían organizarse. Después de una seria reunión, tomaron la decisión de desaparecer, entrenar y regresar con las nuevas tácticas de combate. Así, con estrategia, tomaron parte de las bases de Urman y pudieron hacerse con el armamento suficiente. —¿Y ahora qué? —pregunté. Escuché un cañón de artillería volar una casa. El sonido inconfundible del concreto destruído. —Debemos ir la zona del aeropuerto, pero debemos tener cuidado, las tropas de Calvior están por todas partes. Incluso parecen hormigas repelidas. En cuánto nos reunamos con el comandante de la ópera, podremos planificar robar uno de los cazas del aeropuerto. Sin embargo, mientras estén los dos Rafale en el aire, no podremos hacer mucho durante el despegue. Asentí, callado. Se suponía que yo era el líder, pero Jonast mostraba un mejor temple que yo. Dejé que procediera, necesitaba un apoyo emocional y moral. Mi mejor amigo podía transmitirlo.
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