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2742 Palabras
El recuerdo de aquel día en que Safira le confesó lo de Lion se había convertido en un tormento gris para Loraine. Desde entonces, había pasado varios días recluida en su casa, sin ganas de salir de su habitación, ni siquiera para comer. Cada día, su madre, Marian, venía a verla y le preguntaba qué le pasaba, pero solo recibía de su hija la misma respuesta: “Estoy bien, solo tengo un poco de malestar estomacal”. A pesar de que Marian sospechaba que algo no iba bien y no le gustaba verla así, le daba su espacio, esperando que Loraine se abriera cuando estuviera lista. Pero los días pasaban y Loraine seguía sin poder reponerse. Lion le enviaba un mensaje o la llamaba cada día, pero ella solo ignoraba las notificaciones y apagaba su móvil al verlas. No quería ver a nadie, y mucho menos a él, el causante de su dolor interno. Sin embargo, sabía que debía darle una explicación e intentar terminar con él de una manera que no la lastimara. Mientras tanto, Loraine miraba cómo caía la lluvia por la ventana de su habitación. Cabe mencionar que en Cyville no era extraño que lloviera constantemente, ya que su clima era muy cambiante; un día podía ser lluvioso y al siguiente soleado. La joven estaba inmersa en sus pensamientos cuando el sonido de su móvil la interrumpió. Lo tomó sin ganas, esperanzada y ansiosa, solo para ver un mensaje de Lion. Suspira pesadamente al abrirlo y leer el contenido: LION: Hola, ¿puedes hablar o seguirás ignorándome? Al ver su mensaje, una oleada de miedo se instaló en su pecho. Loraine sabía que si no le contestaba, algo sucedería. Tomó aire para comenzar a escribir: LORAINE: Hola, Lion. Sí, perdona que no te respondiera antes, pero he estado ocupada con el cumpleaños de mi sobrina. Loraine envió el mensaje y esperó por su respuesta. A los pocos segundos, vio que él había leído lo que había escrito y comenzó a escribir, solo para recibir una contestación nada agradable: LION: ¿Piensas que soy tonto, Loraine? Algo te sucede, y eso me imagino que se debe a la influencia que tus amigas ejercen en contra mía. A Loraine le temblaron las manos al leer cómo hablaba de sus amigas. Tomó aire para no llorar y le respondió: LORAINE: No, Lion, estás equivocado. He estado ocupada por el cumpleaños de mi sobrina; como sabrás, ella es mi adoración. Envió el mensaje con miedo por la mentira que había tenido que decir. Apretó su móvil entre sus manos mientras esperaba su respuesta, que no tardó en llegar, ya que en ese momento recibió una llamada de él. Su corazón se aceleró de nerviosismo, pero logró calmarse y contestó con tranquilidad, ocultando el miedo que le provocaba. —Hola —dijo, mirando por la ventana. —Hola, Lora. Extrañaba escuchar tu voz —respondió Lion, y Loraine mordió su labio para evitar sollozar. —También yo, Lion —respondió la joven, mientras algunas lágrimas caían de sus ojos—. ¿Y qué haces? —Aquí en casa, recostado y pensando en ti —dijo Lion, suspirando—. Quiero verte, Lora. —Yo también te extraño —contestó Loraine, reteniendo un sollozo—. ¿Puedes juntarte mañana? —Sí, claro —dijo Lion, con emoción palpable en su voz—. Pero temprano, así pasamos más tiempo juntos. —Claro —respondió Loraine, reprimiendo su dolor—. Bueno, luego vemos dónde. Debo dejarte porque tengo que ir a comer —mintió, con la esperanza de poder desahogarse. —Está bien, ve tranquila —dijo Lion. Colgó la llamada y miró por la ventana, mientras lágrimas se deslizaban por su rostro y una fuerte opresión se asentaba en su pecho al recordar las palabras de su amiga. Decidió llamar a Safira. Quería hablar con alguien y ella era la única en quien podía confiar en esos momentos; si llamaba a Delfina o a Stella, comenzaría a escuchar su sermón y Loraine no estaba de ánimo para soportar regaños. Marcó el número de Safira entre sollozos, esperando que pudiera atenderla. A los pocos segundos, ella contestó con voz amable. —Hola —saludó Safira desde el otro lado de la línea. —Hola, Safi, ¿puedes hablar? —dijo Loraine, con una voz realmente quebrada. —Claro, Lora —respondió Safira, con preocupación—. Siento que estás mal, amiga, y lamento verte así, pero debías saber la verdad. —Lo sé, Safi, todavía me cuesta asimilarlo —respondió Loraine entre lágrimas—. No sé qué haré; mañana lo veré y pienso terminar con él. —Sabes que estoy aquí para cualquier cosa, Lora —dijo Safira—. No voy a dejarte sola, sobre todo ahora que sé que él es peligroso. —Gracias, Safi —dijo Loraine—. Si llegara a suceder algo, ¿podrías hacerme un favor? —Claro, dime —respondió Safira, atenta. Esas palabras eran las más dolorosas para Loraine, pero sabía que debía considerarlas en caso de que Lion atentara contra su vida o, peor aún, contra su familia. Al día siguiente, Loraine se acomodó el atuendo mientras lágrimas caían de sus ojos. Se miró al espejo, intentando asimilar lo que haría a continuación: terminar con Lion sería difícil, pero también necesario. Se puso una chaqueta y agarró su bolso para meter su móvil. Suspiró al mirar su habitación, consciente de que, después de terminar con él, podría volver con su familia o no. La joven tomó aire, lista para salir de su habitación. Miró su hogar y una profunda melancolía la invadió. Pidió un Uber para que la llevara a casa de Lion, mientras su mente se llenaba de nervios y palabras adecuadas que le diría. Miraba por la ventana mientras giraba el anillo que él le había regalado por su cumpleaños, sumida en sus pensamientos, cuando el sonido que indicaba que el Uber había llegado la sacó de su ensimismamiento. —Ya me voy, mamá —dijo Loraine sonriéndole a su madre. —Está bien, mi niña —respondió Marian, sonriendo en reciprocidad—. Cuídate mucho. Loraine sonrió melancólica y abrazó a su madre, pensando que podía ser la última vez que la vería y abrazaría. —Te amo, mamá —dijo Loraine, ocultando un sollozo. —Bueno, me voy; si no llegaré tarde a una entrevista de trabajo —mintió. Marian asintió, dándole su bendición y dejándola partir. Loraine salió de su hogar con una sensación de culpa por haber mentido a su madre. Subió al Uber y le indicó al conductor la dirección de Lion. Mientras el auto avanzaba, miraba su hogar con tristeza. Se sentía rota y destruida, pero sabía que lo que haría a continuación sería lo mejor para su bienestar emocional. Tomó aire y le envió un mensaje a Lion: LORAINE: Voy en camino en un Uber. Envió la respuesta y luego le escribió a Safira: LORAINE: Voy en camino a verlo. Te llamaré cuando regrese. Gracias por ayudarme, amiga. Presionó el botón de enviar y dirigió su mirada hacia el exterior del coche, atrapada entre el desánimo y la esperanza. Loraine mantenía un torbellino de emociones en su interior, pero sobre todo, necesitaba encontrar las palabras adecuadas para enfrentar a Lion sin alterarlo. Tomó aire nuevamente cuando su móvil sonó, desbloqueándolo para leer la respuesta de Safira: SAFIRA: Cuídate y si necesitas algo, no dudes en llamarme. Ya tengo lo que me pediste, por cualquier cosa. La joven sonrió con melancolía y le respondió rápidamente: LORAINE: Gracias, espero no tener que usarlo. Te quiero, Safi. Al poco tiempo, recibió un mensaje de Lion: LION: Está bien, llámame cuando estés fuera. Te espero. Loraine suspiró de tristeza, tratando de evitar contestarle, mientras su mente se sumergía en pensamientos oscuros. Unos minutos después, la conductora hizo parar a Loraine, indicándole que habían llegado. Ella sonrió a la chica para pagarle y bajó del Uber. Miró la humilde casa de Lion y suspiró, pero antes le dijo algo a la conductora. —¿Podrías esperar? Te pagaré —pidió Loraine, mirando a la chica rubia. —Claro, daré unas vueltas y tú me llamas cuando estés —respondió la chica con una sonrisa. Loraine asintió, sonriéndole de vuelta. La conductora se alejó para dar un par de vueltas, y Loraine, nerviosa, llamó a Lion para avisarle de su llegada. —Hola —saludó Lion del otro lado de la línea. —Estoy fuera —respondió Loraine, sintiendo miedo recorrer su cuerpo. —Ya salgo, Lora —dijo Lion. Colgó la llamada y, mientras esperaba, examinó detenidamente la casa del joven. El barrio era humilde y tranquilo, pero un poco aterrador, especialmente al ver cómo un hombre salió de una casa y comenzó a mirarla con morbo. La incomodidad creció cuando el hombre empezó a acercarse. Loraine sintió miedo y comenzó a temblar. Su ansiedad disminuyó al ver a Lion salir, quien la miró con una sonrisa que rápidamente se tornó preocupada al notar el estado de Loraine. Se acercó a ella y, tras darle un abrazo por la cintura, dirigió una mirada amenazadora al hombre que la observaba. —Vamos adentro —dijo Lion, intentando calmarla tras ese mal momento. Una vez dentro, Lion le ofreció un vaso de agua, a lo que Loraine agradeció. Bebió un sorbo, intentando calmarse para lo que vendría a continuación. Lo observaba detenidamente mientras él miraba hacia la ventana con una expresión de seriedad y enojo. —¿Sucede con frecuencia? —preguntó Loraine, temiendo la respuesta. —Solo cuando ven a alguien que no pertenece al barrio —respondió Lion, sin apartar su mirada de afuera—. ¿Te hizo algo mientras me esperabas? —No, solo me miró con deseo y luego comenzó a acercarse, pero justo saliste tú —explicó Loraine, mirándolo y dejando el vaso en la mesa. —Debiste avisarme desde el auto. No conoces el lugar —dijo Lion, mirándola seria—. ¿Por qué te bajaste del maldito auto? Loraine lo observaba con miedo y luego se levantó del asiento para hablarle. —La chica tenía que irse, no pensé que fuera peligroso —dijo Loraine, mirándolo—. No me advertiste nada. —No tenía que hacerlo —replicó con voz brusca—. Debiste imaginarte la situación al entrar en el barrio. —¿Siempre será así cada vez que venga a verte? ¿Ser acosada o entrar con miedo? —preguntó Loraine, nerviosa mientras lo miraba. Lion la observó con enojo y se acercó a ella. Loraine tembló al sentir la tensión, y él notó su reacción. —¿Me tienes miedo? —preguntó Lion, fijando su mirada en ella. —Sí, Lion —declaró Loraine, mirándolo con tristeza—. Tengo miedo de lo que eres —agregó, enfrentándolo—. Sé lo que eres, Lion. Eres un maldito y asqueroso traficante. La expresión de Lion se transformó en pura ira al escuchar sus palabras. La sujetó de los hombros, zarandeándola. —¡SÍ, SOY ESE MALDITO Y ASQUEROSO TRAFICANTE! —gritó, soltándola de golpe—. Pero tú estás metida en esto, porque si no, sufrirás las consecuencias. —No, no estoy metida en tu mundo —respondió Loraine, con lágrimas en los ojos—. Jamás perteneceré a este lugar. Loraine habló por última vez mientras recogía sus pertenencias, pero Lion la agarró del brazo, provocándole un gime de dolor por su fuerte apretón. —No te irás sin escucharme —aseguró Lion con una sonrisa siniestra—. Eres mía y muy pronto serás mi mujer, porque si no, tu familia sufrirá las consecuencias. —Jamás seré tuya. No amenaces a mi familia, porque verás quién soy realmente —dijo Loraine, mirándolo con desprecio. Lion rió de manera sarcástica, apretando su brazo con más fuerza. —Si haces algo, mataré a tu familia y luego iré por ti —advirtió Lion, con seriedad—. No te librarás de mí. Loraine sintió un miedo abrumador por sus palabras y se liberó de su agarre, intentando huir. Pero cuando trató de avanzar hacia la puerta, Lion intentó atraparla de nuevo. Ella, en un acto inesperado, sacó un spray de gas pimienta de su bolsillo y lo roció hacia él. Lion soltó un grito por el ardor, mientras la insultaba con furia. Loraine corrió hacia la puerta y, al instante, llamó a la conductora para que la recogiera. Cuando estaba a punto de marcar, alzó la vista y vio a la mujer esperándola en la puerta. La chica respiró aliviada y corrió hacia ella, justo cuando escuchaba los pasos de Lion acercándose por detrás. Se subió rápidamente al auto y la rubia la miró con confusión. —Por favor, arranca —pidió Loraine con lágrimas en los ojos. La conductora asintió rápidamente y pisó el acelerador, mientras los ojos de Loraine veían a Lion salir de la casa, furioso. —Acelera, por favor —suplicó la morena, presa del pánico. La rubia aceleró, y Loraine miró hacia atrás para ver cómo Lion le gritaba y la amenazaba. —¡Maldita perra! Te encontraré y te mataré, Loraine —gritó Lion con furia—. Te lo juro, desgraciada, me las pagarás. Las lágrimas seguían cayendo de los ojos de Loraine mientras se alejaban de ese horrible lugar. Llamó a Safira para contarle lo sucedido. En cuestión de segundos, su amiga contestó, y la angustia de Loraine se desbordó al hablar. —Lora, ¿qué pasó? —preguntó Safira a través de la línea—. Amiga, ¿estás bien? —El tono de su voz reflejaba su desesperación—. ¿Te hizo algo Lion? Loraine tomó aire mientras sollozaba al recordar lo ocurrido, y procedió a contarle su experiencia. —Lo que temía pasó. Lo enfrenté y se volvió violento —dijo, con el corazón en la garganta mientras revivía el momento—. Me amenazó con que, si lo dejaba, mataría a mi familia también —respondió, las lágrimas fluyendo con fuerza—. Debo escapar de él; ahora voy camino a buscar mis cosas para irme de aquí cuanto antes. —Sabes que cuentas conmigo. No hace falta que huyas —insistió Safira, intentando tranquilizarla—. Podemos denunciarlo y lograr que lo metan a la cárcel. —No, Safi, es mejor que me vaya —replicó Loraine, atrapada en la tristeza—. Pasaré por tu casa a través del pasaje. —Está bien, aquí te espero —concluyó Safira, susurrando. Loraine colgó la llamada y miró a la conductora que llevaba el coche. —Lamento que tuviste que ver esto —dijo Loraine, a lo que la chica respondió con una sonrisa comprensiva. —No te preocupes —dijo la rubia con calidez—. Mi nombre es Rosalía, pero puedes llamarme Rose —añadió, mirándola con aliento—. Y tranquila, hiciste lo correcto al enfrentarlo. Loraine asintió y dictó la dirección de su casa, iba a buscar sus cosas y marcharse. Tras un tiempo, llegaron y Lora miró a Rose para que esta hablara. —Ve, aquí te espero —dijo Rose con una sonrisa—. Te llevaré a tu amiga y luego al aeropuerto. Loraine le agradeció, tomó aire e ingresó a su casa. Sabía que sería duro despedirse de su familia, pero un impulso en su interior la instaba a protegerlos. Al entrar, su madre la observó con confusión, y Loraine sonrió para ocultar su dolor. —Me dieron el trabajo, mamá —anunció Loraine, llorando para ocultar su tristeza—. Me seleccionaron. —¡Oh, Dios mío! ¡Qué alegría! —exclamó su madre, abrazándola con emoción—. Qué bueno, mi niña —la miró con ternura—. ¿Cuándo comienzas? —Quieren que esté en Uraberg lo antes posible, así que debo viajar esta noche —explicó Loraine, con pesar. —¿Tan rápido? —preguntó su madre, sorprendida. —Sí, mamá, es que me necesitan con urgencia —dijo Lora, dirigiéndose a su habitación—. Tengo un Uber esperándome, así que debo apresurarme a empacar. Marian observaba a su hija, invadida por una nostalgia al ver a su pequeña partir a otro país tan repentinamente. La joven se encaminó hacia su cuarto, mientras el miedo recorría su cuerpo al recordar las amenazas de su expareja contra su familia y ella.
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