El Amor de Mar

Que la amo

Termino por buscar todo y pago en caja, Diego me ayuda a meter las bolsas en el carro mientras yo le ajuntaba el cinturón a mi niña en la silla, mi teléfono suena y lo tomo contestando la llamada.

— ¿Dónde estás? — pregunta Alonso.

— Ya voy para la casa, nos detuvimos en el súper para comprar algo para hacer una cena — Alonso suspira — ¿Qué sucede? — pregunto alejándome de Rae.

— Me salió un viaje de negocio de imprevisto… — asiento respirando profundo — De verdad que quiero cena con ambas pero de verdad, cariño este negocio es importante — suspira.

— Está bien, que te vaya bien en el viaje — digo relajada.

— Gracias, dile a Rae que la amo — cuelga sin esperar respuestas, suspiro maldiciendo sabiendo que no son negocios sino un viaje con su secretaria, ruedo los ojos sin creer que incumple el contrato a pesar de no amarnos.

Regreso y entro al carro viendo que Rae está dormida, sonrío mirándola, Diego arranca hacia la casa y miro por la ventana.

Me he sentido sola estos días ahora que Bia no está, Alonso menos y más amigos no tengo, a los largos de estos 5 años no he tenido más amigos que Alonso y Bia aparte de Rae.

(…)

— ¿Papi no ha llegado? — pregunta mirando la puerta del comedor, suspiro tomando una rebana de pizza hecha en casa, por suerte pude desestresarme con la masa, ni Ana ni Esmeralda se atrevieron a pisar la cocina hasta que terminara de cocinar conociendo mi carácter.

— Papi tuvo un viaje de improviso y no se sabe cuando regrese — respondo poniendo la pizza en su plato, ella come.

— ¿Duermo hoy contigo? — pregunta con los labios y las mejillas sucias de salsa, asiento riendo por su cara, la limpio — Mañana es sábado… ¿Salimos al parque? — pregunta otra vez y asiento hasta que recuerdo lo que me dijo André esta tarde.

— Vamos a un evento y luego vamos al parque, ¿Te parece? — asiente comiendo, miro a Esmeralda quien se acerca a mí — Prepárale un vestido que combine con mi traje para el evento de mañana — asiente y se va.

— Ya termine… — dice tomando jugo, se baja de la silla y se va, Ana la sigue quedándome sola en el comedor, muerdo mi labio, tomo mi teléfono y llamo a mi hermana esperando que no esté ocupada.

— Hey, ¿A qué se debe tu llamada, chica exitosa? — río por su apodo, me levanto de la silla, salgo del comedor.

— Solo quería hablar con mi única hermana — entro a la sala y me siento en el sofá.

— Cuéntame… —  ordena sabiendo que tengo que contarle algo, suspiro y decido hablar nada más de lo que sucedió con Bia. — Dios… ¿Eso fue ayer? — asiento, se tapa la boca, al final decidimos hablar por video llamada. — ¿Y me lo dices hasta ahora? — río y niega casi molesta.

— Lo siento, fue un día algo sorpresivo, pues — asiente veo que la llamo y me mira — Ve, debe ser urgente — asiente y cuelga sin antes lanzarme un beso, dejo el teléfono a un lado, Esmeralda aparece y la miro.

— Deje todo listo para mañana, Rae esta bañada y cambiada, la espera en su cuarto — asiento agradecida y se va, suspiro levantándome para irme a dormir.

(…)

Sábado, 7, abril, 2029.

08:30 a.m.

Rae camina tomada de mi mano hacia el establecimiento de la clínica donde es el evento de caridad de la clínica para los niños especiales, la pelinegra miraba todo el lugar con emoción, Esmeralda caminaba tras de nosotras para cuando Rae quiera algo ella este pendiente, puede que no sea la mejor madre pero intento ponerle todo la atención a ella pero también a mi trabajo.

— Rae, luce muy bonita — halaga André llegando a nosotras — Gracias a los cielos viniste, 30 minutos tarde pero llegaste, ven, tengo que presentarte al director de la clínica — asiento sin soltar la mano caminamos siguiendo al moreno hacia un grupo hombre en batas — Señores, le presento a mi jefa Mar D’angelo — entrelazo mi mano con cada hombre presente hasta dar con Rio.

— Un gusto, señora D’angelo — dice con frialdad el pelinegro con sus ojos ámbar intimidándome con la miranda.

— Rae, ¿Quieres un dulce? — pregunta Esmeralda y miro a la pequeña que asiente y le suelto la mano, me agacho.

— No comas muchos dulces, recuerda que después vamos al parque — sonriente asiente.

— Vale, mami — asiento y le toma la mano a Esmeralda y se va, me levanto aun con las miradas de los hombres.

— El lugar muy bien decorado, me gusta cómo quedó, señor Russo — digo con mi mejor cara, André ríe nervioso sin saber que ha hecho.

— Qué bueno que le guste, contratamos al mejor decorador para este tipo de eventos — no deja de mirarme, ahora con más intensidad — Tiene una hija muy bonita — trago saliva, mi estómago se revuelve de los nervios.

— Gracias, es idéntica a su padre — declaro sabiendo que su padre es él y no Alonso.

— Bueno… vamos a ver los apartados y los juegos — se interpone André entre nuestros juegos de miradas, nos alejamos, podría respirar de nuevo — ¿Qué fue eso? — pregunta echándose aire con la mano.

— El diablo — maldigo caminando, diviso a Esmeralda con Rae jugando a lanzar pelotas pero no estaban solas sino que a un lado de ellas estaba Dante y su hijo, me acerco y Rae me mira.

— Mira lo que me consiguió el papá de Dario — dice alegre mostrándome un peluche amarillo.

— ¿Ya le diste las gracias? — pregunto agachándome a su altura, asiente feliz, sonrío, veo que Esmeralda está muy embelesada hablando con Dante, el niño se nos acerca y le da un dulce a Rae.

— Gracias, Dario — dice Rae y niego, no pueden ser nada, son primos, se va y le miro.

— Rae… ese niño no — digo, me mira sabiendo de que hablo.

— ¿Por qué? — pregunta, muerdo mi labio.

— Porque es tu primo — susurro en su oreja y abre la boca mirando, me da el dulce poniendo una cara de asco, río, Rae mira tras de mí y alzo mi mirada viendo de quien se trata.

— ¿Podemos hablar? — pregunta Rio, me levanto y llamo a André, saco mi chequera y pongo un monto y firmo..

— Dale esto a la directiva, es mi obra de caridad — digo y asiente yéndose — No podemos hablar, me tengo que ir — tomo la mano de Rae y avanzo pero me detiene del brazo.

— Mar, en serio, tenemos que hablar — ruedo los ojos mirando a otro lado.

— ¿Cómo para que vamos a hablar? No hay nada de qué hablar, tu simple frase me bastó — me suelto y me voy.