El mismo idiota competitivo e infeliz

3041 Palabras
June. No voy a admitir cuantas veces me corrí el sábado y el domingo, imaginando a River mientras mi vibrador trabajaba horas extra. Sería vergonzoso. Debo añadir, sin embargo, este fue el mejor fin de semana que he pasado sola en mucho tiempo. ¿Su toque eléctrico siempre ha sido peligroso, pero cuando tocó mi punto dulce? Olvídalo. No sé cómo logró salir de mi casa con su pene intacto. Estuve a un suspiro de reclamarlo como mio. Ha pasado demasiado tiempo, soy la primera en admitirlo, pero ¿con la hermosa pared de River tentándome de esa manera, prácticamente exigiendo acción de mi parte? Podré estar amargada y hastiada, pero sigo siendo una mujer. Y, sinceramente, no me molesta que planee venir hoy. Ahora estoy afinando mi enfoque. Quiere llevar esto al terreno s****l, entonces podré jugar su juego. Levantare mis pechos tan alto que se tocaran con mi barbilla. Mis tacones harán las veces de vigas de un granero. Estoy a punto de ser la fantasía de todo hombre y no puedo esperar a que me vea y no me tenga. Tarareo para mí misma mientras me preparo para mi jornada laboral. Me despierto al amanecer porque me siento mejor en la mañana y me encanta ver el amanecer. Me pongo de mal humor si me pierdo una canción, porque no marca el tono adecuado para el día. Una vez que estoy vestida con un traje elegante, una blusa escotada con volados, una falda ajustada, tacones negros brillantes, me dirijo a la oficina, trabajo y miro el reloj en igual medida. Me pregunto cuando aparecerá finalmente. Si pondrá o no su mano en la parte posterior de mi rodilla y convertirá mi cuerpo en un doloroso estanque de deseo. Aprieto los muslos. Recibo algunas llamadas temprano y una vista inesperada de la repartidora de periódicos. Las horas pasan. Y finalmente, por suerte llega. Lo veo estacionar en la calle su Mercedez Benz n***o brillante, el tipo de auto que no se ve muy a menudo por estos lugares. Me pongo rígida cuando sale, con gafas de sol puestas, su figura alta y ancha cubierta con un sexy traje n***o sobre n***o. Vuelvo a centrarme en el ordenador. Siento que se acerca a mí. Se acerca cada vez más. Si. ¡Entra en la oficina River! Lo estoy atrayendo mentalmente. Excepto que las campanas nunca suenan cuando llega. Miro hacia arriba y observo la larga hilera de ventanas. No River. No está al frente. No atrapado en una conversación con nuestra habladora repartidora de correo que nos ha dejado a todos atrapados en medio de una gran prisa. No en la acera de la calle Bahía, que bordea mi oficina. Se ha ido. Se ha ido, maldita sea. Me levanto y me dirijo a la ventana para inspeccionar más a fondo lo que puedo ver del centro de la ciudad. sería un error salir y empezar a buscarlo, pero quiero hacerlo. Suspirando, camino de un lado a otro por la pared del fondo de mi oficina. Esta es la señal que necesito: me estoy volviendo loca. Esto tiene que parar. Inmediatamente. Salto cuando suena la campana. Me doy la vuelta rápidamente. River está en la puerta, soplando un vaso de café abierto. —Oh—digo, nerviosa porque mis piernas amenazan con ceder por completo. Como si estuvieran hechas de gelatina. Como si fueran miembros traidores que necesitan ser eliminados, para que no los asocien con River Parker. —Buenos días— dice, acercándose a mí con un paso rápido. Deja un segundo vaso de café con tapa sobre el escritorio sin decir palabra. Se hunde en el asiento que esta frente a mi escritorio. Trago saliva con fuerza, pero tengo la boca seca. No sé si este café es un caballo de Troya o una oferta de paz. Cualquiera de las dos cosas es inaceptable. —¿Por qué estás vestido así? — Reviso el correo que esta sobre mi escritorio. No lo miro. Estrictamente hablando, no es prudente hacerlo. Una mirada a él en la puerta y me robará mi energía vital. Es como un vampiro, pero sin los colmillos que se hunden. Su mirada por si sola corta más profundamente que cualquier colmillo y drena energía importante mejor de lo que cualquier Drácula podría hacerlo. Se aclara la garganta y entonces me doy cuenta de que algo no está bien en él. Deja el café sobre la mesa con una expresión atormentada en su mirada. —El funeral de mi abuela será más tarde— Me muerdo la parte inferior de la mejilla. —Mierda. Lo siento Rivs— Se encoge de hombros. —¿Pasa algo con mi forma de vestir? — —No, no— me apoyo en el borde de mi escritorio, frunciendo el ceño. —Es perfecto para un funeral— —Entonces, ¿Cuál es tu excusa para como estás vestida? — Parpadeo y me doy vuelta lentamente para mirarlo. No puedo creer que haya dicho eso. O que me devolviera el mismo tono que usé con él. —¿Tienes algún problema con mi forma de vestir? — Su mirada acalorada me recorre. La tensión aumenta entre nosotros. Creo que tengo pruebas de que mi malvado plan está funcionando. Decido probarlo más a fondo. Para reunir más pruebas. Para la ciencia. —Llevo una falda común y corriente. Sencilla— digo, cruzando los brazos justo debajo de mis pechos. Su mandíbula se tensa. —Una camisa muy normal y conservadora— —Conservadora— repite. Cruzo las piernas, agradeciendo de que mi falda ya este alta y ahora la mitad de mi maldito muslo esta expuesto. Me siento en el borde de mi escritorio, desafiándolo a admitir que me veo bien. —Yo diría que este look es elegante y profesional— levanto una pierna, girando el pie para admirar el tacón. —¿Te gustan mis zapatos? — Suspira concisamente y se mueve en su asiento. —Parecen un poco altos para alguien recuperándose de un accidente de esquí acuático. Aunque creo que los he visto antes en la tienda de un dólar— Me sale una carcajada. Probablemente no sea la reacción que esperaba. —Está bien, amigo. Insulta mis zapatos de diseñador. Estoy muy ofendida. ¿quieres que empiece a hablar de tu coche alemán? ¿Es ese el siguiente paso en esto? — —Insulta mi auto nuevo y habrá consecuencias— dice con un tono sexy en su voz. —No hables de mi ropa entonces— —Bien— Me levanto de un salto. —Bien— Me acerco a la parte de atrás del escritorio, sintiéndome frustrada y resuelta a la vez. Quiero más de él, pero no sé cómo conseguirlo. Creo que la solución tiene algo que ver con ese apéndice frustrantemente agradable entre sus piernas. —Vamos a darnos prisa. Tengo una cita a la una en punto a la que no puedo faltar— River se incorpora y hurga en el bolsillo interior de su chaqueta. Saca el teléfono y responde una llamada. Su rostro se vuelve pétreo y todo el aire de la habitación se tensa. —¿Tengo que recordarte…— empieza, con un tono de irritación en su voz que no había oído antes? —… que estoy de vacaciones? — intento no parecer demasiado interesada mientras atiende la llamada, apilando carpetas que no necesitan atención. —No— responde bruscamente después de un largo silencio. —Ocúpate tú. Y si me vuelves a llamar hoy, te reduciré el sueldo— Un momento después, River guarda el teléfono en su bolsillo y me mira. —¿Qué? — —Vaya. No sabía que pudieras ser aún más desagradable de lo que ya eres— Se levanta y se ajusta los puños del traje. —Sería bueno tener empleados que pudieran respetar el único día del año en el que no puedo estar disponible— El sentimiento que hay detrás de sus palabras me ablanda un poco. Está de luto, lo que hace que su estupidez sea aún más estupidez. —¿No estás de vacaciones? — Las vacaciones significan otra cosa en Nueva York. Significa que estoy trabajando, pero no estoy físicamente— River se pasa una mano por el pelo, la tensión le tensa la mandíbula. Sea cual sea su trabajo allí, no le encanta. No sé qué decir. Si fuera otra persona, intentaría consolarlo, aprender mas sobre su vida. Tal vez encontraría formas de mejorarla, como un abrazo u ofrecerle un hombro. Pero no puedo tratar a River como a cualquier persona mayor. Es mi enemigo. Debo estar alerta. —Encuentra un trabajo que te guste y no trabajaras ni un solo día de tu vida—le digo mientras me dirijo hacia la puerta. No es de mucha ayuda y lo sé. El me sigue y cierro la puerta de la oficina. Es un hermoso y soleado día de verano. Una brisa me levanta el pelo y me lleva la punta de mi larga coleta por encima del hombro. —Si, si— murmura, metiendo las manos en los bolsillos. —¿Nos vemos allí? — pregunto señalando con la barbilla su coche al otro lado de la calle. —Yo conduzco— Miro hacia la calle donde me espera mi coche de fabricación estadounidense. Sinceramente, su coche es mas sexy. Me encantaría ver el interior. —¿Estás seguro de que puedes tolerar tenerme en ese espacio reducido durante cinco minutos? — Saca las llaves y abre la puerta. El Mercedez emite un suave pitido como respuesta. —Creo que puedo arreglármelas— Mis tacones hacen clic sobre el asfalto de la carretera mientras nos dirigimos a su coche. River se sienta en el asiento del conductor y yo me acerco al otro lado. Ya estoy apretando los muslos. Esta es mi debilidad: un hombre sexy con un auto sexy. Si a eso le sumamos ese traje, estoy perdida. Debería haber insistido en conducir por mi cuenta. El interior del coche esta impecable. Un coche bien cuidado es una locura. El motor ruge y puedo decir que tiene un motor poco convencional debajo del capo. Me muevo los labios hacia adentro y la parte posterior de los muslos disfruta del tacto del cuero suave. —Bonito coche— murmuro, mientras agarro el cinturón de seguridad. —¿Conduces este coche en Nueva York? — Mueve la cabeza bruscamente para decir que no. Retrocede y se detiene. —Pasa la mayor parte de su tiempo en el estacionamiento. Solo lo saco principalmente para hacer viajes por carretera— —Hmm— Mantengo mis manos en mi regazo, aunque en realidad quiero tocar cada centímetro del interior. El interior incluso huele a él. Como si un cedro y una botella de colonia hubieran tenido un bebe. Mi cabeza da vueltas para el momento en que llegamos a la casa de su abuela. Entro en modo agente inmobiliario tan pronto como el auto se apaga. El atractivo exterior destaca primero. El patio delantero es un desastre. El paisaje está totalmente cubierto de maleza. El escalón delantero que conduce al porche en ruinas está roto, con pedazos de cemento desmoronados a un costado. River me guía hasta la puerta principal y empuja hacia adentro. La casa está vacía y se nota que lleva así mucho tiempo. En las esquinas del techo se han acumulado telarañas. La luz natural es estupenda, pero todo el lugar parece recién sacado de un catálogo de los años 70. —¿Cuándo fue la última vez que alguien vivió aquí? — pregunto. —Creo que en los 80— dice River, arrastrándose detrás de mi mientras yo toco alrededor de todas las habitaciones de la planta baja. Todo mi trasero chisporrotea. Me pregunto si me está mirando. Miro por encima de mi hombro; su mirada me está esperando. Un escalofrió expectante recorre mi columna vertebral al recordar la intensidad de su tacto en mi sofá el otro día. No debería querer más de eso, pero lo quiero. Es lo único que quiero ahora y no tiene sentido. —¿Podemos subir las escaleras? — pregunto. Él nos guía, nuestros pasos resuenan por la escalera de madera. Arriba, los pasillos están un poco oscuros. Todo parece cerrado. Se me eriza la piel al imaginar que se instala un tragaluz. Eso le daría al lugar una gran renovación. Él podría hacer cientos de pequeñas cosas para que este lugar fuera más atractivo para los posibles compradores. Y alrededor de un millón más que podría sugerir según mis gustos personales. Sin embargo, no sé si le importa lo suficiente como para hacer los cambios básicos. —Es una casa realmente bonita— digo finalmente, después de un breve recorrido por los dormitorios. Nos detenemos en el dormitorio principal, mirando hacia la calle arbolada. Bonita es un eufemismo. Es la casa que me hubiera gustado comprar, con su porche envolvente y su patio trasero a la sobra de los árboles. Me encanta la casa, de verdad. Sería muy divertido arreglarla. —Obviamente, la ubicación es increíble— —Entonces, ¿qué crees que puedas conseguir a cambio? — Apoya la palma de la mano en la moldura de madera que rodea la ventana, mientras hace crujir algo en el bolsillo de sus pantalones mientras mira fijamente hacia la calle. —Bueno, eso depende de qué tipo de mejoras se hayan hecho. Me refiero al calentador de agua, al techo…— Utilizo mi bolígrafo para señalar el radiador de agua caliente que sobresale de la pared. —Eso no es un gran argumento de venta. Se calientan y la gente se quema. Si una familia con tres niños menores de cinco años quiere comprar, de repente surge un problema grave de seguridad— River parece molesto. Se da la vuelta para mirarme. —Está bien. ¿Qué puedo obtener a cambio? — Suspiro, pasando las yemas de mis dedos por la línea de mi cabello. —¿Aproximadamente? Probablemente trecientos cincuenta mil. Pero eso se basa estrictamente en la ubicación y el mercado actual. Probablemente te desaminaría un comprador inteligente que reconoce que la compra de esta significa rehacer la calefacción y el techo. Yo diría que un precio de cierre realista podría rondar los trecientos mil dólares— River mueve la mandíbula hacia adelante y hacia atrás, sus ojos están llenos de tormenta. —Eso no es lo que quiero oír— —Me querías como tu agente inmobiliario, no te voy a mentir— —El lago está a una cuadra— dice, señalando hacia el norte. —Pero la casa está abandonada desde los años 80— Suspira, frotándose la nuca. Da unos pasos por la habitación y luego se gira hacia mi otra vez. —Necesito que ese número sea más alto. Mucho más alto— —Cuanto más atractiva sea la casa para el comprador, mejor precio obtendrás por ella— digo, encogiéndome de hombros. —Algunas mejoras pequeñas pero importantes podrían hacer subir el precio de esta propiedad. Mi recomendación seria hacer tantas mejoras como se posible. Pero, por supuesto, puedes venderla tal como está— River no parece entusiasmado con esta información. —La verdad que esta zona está muy concurrida en temporada turística— continúo. —Tiene miles de visitantes que llegan todos los días debido al parque de atracciones que hay en el pueblo vecino. ¿Por qué no quieres la propiedad? Podrías hacer tantas cosas con ella— Y es verdad. Veo signos de dólares por todas partes. No solo los que irán a parar a mi bolsillo por la venta de esta casa, sino también el potencial que tiene. Podría convertirla en una casa compartida de moda. Ya puedo imaginarme al pequeño cartel de madera en la pared que dice. Lago. Atardecer. Vino. Repetir. Las alfombrillas de baño con diseño de pata de gallo y un helecho falso en la esquina. Seria increíblemente divertido convertir esto en una propiedad para alquilar. Y es algo que yo misma haría si tuviera un poco de tiempo libre o, no sé, un compañero que pudiera seguirme el ritmo. —¿Hablas en serio? — pregunta River, con el ácido prácticamente goteando de su boca. —Ser propietario de una propiedad en Bahía Azul es lo último que quiero hacer en mi vida. luché durante dieciocho años para escapar de aquí y ahora que estoy fuera, nunca más volveré a anclarme aquí. Ruedo mis labios hacia adentro y toda la sensualidad que se había acumulado durante el fin de semana se disuelve en una débil bocanada. —Bahía Azul ha cambiado mucho desde que éramos niños— digo, sintiendo que debería defender a Bahía Azul, aunque no tenga sentido. —Tal vez sea así. Pero sigue siendo Bahía Azul. Demasiado pequeño para lo que quiero hacer con mi vida— Aprieto los dientes y me resisto a las respuestas que me vienen a la mente. No es una buena idea empezar a hablar con el ahora. Necesito aprovechar su deseo de vender su casa, ganar dinero y seguir adelante. Pero, aún así, siento que River está completamente equivocado respecto de nuestra ciudad natal. No entiendo por qué la odia tanto. Tal vez tampoco la odie. No debería pasar ni un segundo más queriendo cambiar a este hombre. Además, ¿en qué estoy pensando? ¿Qué las chispas que sentí durante el fin de semana pueden encenderse y crecer en algo más grande, algo más satisfactorio? En este momento me doy cuenta de que me he estado engañando a mí misma, aunque en un nivel muy abstracto e inconsciente. Después de todo, ahí es donde se producen los mejores engaños. Una parte de mi tenía la esperanza de que River pudiera resultar ser un soplo de aire fresco, ese romance inesperado que tanto ansío, esa pareja de igual a igual con la que solo había soñado durante mi adultez. Pero no, él no es nada de eso. Él es simplemente el mismo idiota competitivo e infeliz que siempre ha sido. ¿Excepto que ahora? Mas infeliz. Aún, más imbécil. Y eso es lo último que necesito en mi vida.
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