River.
Los funerales son una mierda. Es un hecho universal. Tal vez no te importa tanto el familiar o el amigo perdido hace mucho tiempo, o tal vez sí. De cualquier manera, los funerales se convierten en una olla a presión de emociones y nostalgia y todo el mundo pierde la maldita cabeza.
No soy una excepción. En cuanto entro en la gran iglesia católica del centro de la ciudad, mi humor se vuelve n***o. Como un agujero n***o. Nada escapa a sus garras. Afortunadamente, se supone que la gente debe estar en silencio en las iglesias, lo que significa evitar el contacto visual y la conversación. Apúntenme.
Supe que algo andaba mal esta mañana cuando le grité a June de esa manera. Ni siquiera fue parte de nuestra competencia en curso. Eran estrictamente los monos del mal humor que salían a jugar. Mis pasos resuenan suavemente contra el piso de baldosas mientras me dirijo a la primera fila de la iglesia, donde está sentado todo el clan Parker. Mamá está en el centro del banco, flanqueada por Xander a su izquierda y luego a su derecha mi papá. Wyatt, Nolan y Enzo.
Me detengo al final del pasillo y todos mis parientes se dan vuelta para mirarme. Seis pares de ojos de color azul eléctrico. Mamá se seca la nariz con un pañuelo de papel. Papá , un hombre corpulento de pelo entrecano, esta embutido en un traje n***o.
—Hazte a un lado— le susurro a Xander. El frunce el ceño y me da una mirada que dice. ¿Qué demonios?
—Estaré sentado al lado de mamá— aclaro, empezando a pasar junto a Enzo. Papá se aclara la garganta ruidosamente.
—Podemos, recorrernos, ¿sabes? — se queja Enzo.
—Rivs, ese es mi pie— dice Nolan. Intento caminar con mas cuidado. En las filas que están detrás de mí, se forman muecas de desaprobación.
—Podrías haber llegado a tiempo— dice Xander mientras se inclina hacia adelante y me lanza una mirada severa que casi me hace caer al precipicio. Como si fuera mi padre. Como si fuera el padre de alguien.
—Podrías cerrar la boca— le respondo mientras la música del órgano va aumentando. Toses ahogadas resuenan en la enorme iglesia. Nuestro verdadero padre me lanza una mirada fulminante.
—Siéntense—
—Lo estoy intentando— susurro.
—¿Tu trasero siempre ha sido así de grande? — pregunta Wyatt.
—Déjame sentar— exijo.
—Soy el segundo mayor. Debería estar al lado de mamá—
—Oh, cariño— dice mamá, con la voz cargada de emoción. Como si no tuviera energía para nada de esto. Me encajo entre ella y Xander. Xander me lanza una mirada asesina mientras se desliza más hacia abajo en el banco para dejar paso a la gente que se mueve. Todos los chicos hemos pasado nuestras vidas peleándonos por mamá. Esto no es nada nuevo.
—¿Cómo estas mamá? — le pregunto, rodeándole los hombros con el brazo. Ella asiente y me da una palmadita en el pecho. En lo alto del presbiterio se encuentra el ataúd cerrado. Se me hace nudo en la garganta y aparto la mirada bruscamente, hacia cualquier otro lugar. Hacia las vidrieras que se alzan sobre nosotros, hacia las columnas ornamentadas que se elevan en espiral hasta el techo abovedado. La última vez que estuve en esta iglesia, probablemente tenía unos trece años… y estaba con la abuela Rose. Todo en este lugar me recuerda a ella.
Sabía que este día iba a ser un día desagradable. Emociones y todo eso. Honestamente, es parte de la razón por la que quise empezar con June. Para distraerme. No funciono muy bien. En realidad, pudo haber empeorado las cosas.
El servicio es breve y sentimental. Soy portador del teléfono, junto con todos mis hermanos y nuestro padre. Formarnos una fila de vagones que conducen al cementerio. Estoy agradecido por el espacio, porque me da tiempo para abordar la presión que se acumula dentro de mi pecho. Todo lo que puedo sentir es una magma y descontento. Se arremolina y empuja mis costillas, como una botella de champan agitada. Pero no tiene nada que ver con mi abuela. Eso si lo se.
Estoy triste y me arrepiento de no haber pasado más tiempo con ella antes de que falleciera. Pero esta presión que siento dentro de mi pecho, un lodo que ha subido a la superficie, como un alquitrán que ha estado cubriendo mis entrañas y que finalmente se ha soltado. Suena mi teléfono y lo cojo para mirarlo. Esta parte salvaje y desquiciada de mi quiere que sea June, aunque no haya ninguna razón para que me esté enviando un mensaje de texto, aunque no tenga mi número.
En cambio, es trabajo. Mi asistente, Rex. Su mensaje de texto es conciso: “Kaplan quiere reunirse contigo el lunes, ¿Qué debo decirle?”
Eso será dentro de una semana. Pedí unas vacaciones de cuatro semanas, con la firme intención de permanecer fuera de la ciudad durante ese tiempo, o incluso más. La rabia hierve a fuego lento en mis entrañas, un guiso caustico y espeso que ha estado ahí demasiado tiempo.
Siento una opresión en el pecho que casi no puedo ver nada durante un segundo. Agarro el volante y, cuando la procesión disminuye la velocidad, aprieto los frenos. La verdad sale a la superficie.
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No es la primera vez que se me viene esta revelación, pero cada vez que llega, como un visitante religioso no deseado en la puerta de entrada, prefiero esperar en las sombras en lugar de enfrentarme a ella.
Dar marcha atrás en la vida que he creado, la vida por la que he luchado no está sobre la mesa. Tengo todo lo que necesito. Todo lo que creo que quiero. No hay lugar para la infelicidad en Brooklyn, en mi lindo apartamento, con un trabajo de alto nivel y una inversión. Las oportunidades casi me ahogan con lo abundantes que son. Quiero decir, claro, todo el mundo es un poco infeliz en Brooklyn, pero es una miseria colectiva. El tipo de camaradería impersonal en la que estamos todos juntos en esta locura que se puede ver brillando en los rostros ceñudos de mis compañeros neoyorquinos.
Es todo lo que cualquiera podría desear Además, ¿Cuáles son mis opciones? ¿Irme a la burbuja tecnológica de San Francisco, que ha estallado, mudarme a Seattle y pagar el mismo alquiler por un apartamento aún más pequeño, o …que? ¿Mudarme a casa en Bahía Azul como un perdedor resignado, con el rabo entre las piernas?
Este sentimiento pasará. Excepto que no estoy seguro de que vaya a pasar realmente, no realmente. Porque, cuando sale a flote, tiñe el aire a mi alrededor. Me urge solucionarlo. Hacer algo. incluso simplemente reconocerlo. Pero no puedo. No sé a dónde más ir. Así que es más fácil ignorarlo. Ignorarlo y distraerme.
Se me ha ocurrido, como si fuera el chiste más inapropiado susurrando en medio de una habitación silenciosa, que tomarme mis cuatro semanas de vacaciones y planear pasarlas en Bahía Azul es como una prueba. No es que alguna vez haya considerado seriamente mudarme de casa. No es una opción. Pero a veces la idea sigue ahí, pesada e incómoda, como un médico que me mete el dedo en el culo durante una visita de rutina.
Y cuando ese sentimiento persiste, haces todo lo posible por ignorarlo, adormecerlo y seguir adelante.
El servicio en el lugar del entierro es emotivo. El sacerdote sigue hablando mientras y yo lucho contra las lágrimas. Mis hermanos y yo nos quedamos cerca del lugar, arrojando rosas sobre el ataúd bajado. Papá menciona que ya ha comprado su lugar y el de mamá en las cercanías.
—¿Y no te dieron el nuestro también? — pregunta Wyatt, tratando de aligerar el ambiente. Todos nos limitamos a mirarlo con el ceño fruncido y dar pisotones, pero Wyatt intenta levantarnos el ánimo. Es realmente el más amable de todos nosotros. No estoy del todo seguro de como salió tan alegre y de espíritu libre cuando el resto de nosotros somos, en general, unos imbéciles. Excepto mamá, por supuesto.
—¿No hay un Groupon para cosas así? —
Papa gruñe: —No sé qué es esto del ropón—
—Groupon, papá— suspira Nolan.
Regresamos a la casa aturdidos. Tengo mi brazo sobre los hombros de mamá, pero ella tiene una expresión impasible y permanece en silencio.
La abuela Rose no solo era su madre, también había sido su mejor amiga. Una de sus piedras angulares había partido de este mundo. Sinceramente, me alegro de estar aquí otras tres semanas y media. Necesito asegurarme de que mamá este bien antes de irme. Papa es un pilar para ella, pero no de la misma manera que lo era su madre. Es más un pilar que le da pensión y menos un pilar que le brinda apoyo emocional.
De regreso a la casa de mamá, llenamos la entrada y parte de la calle con nuestros autos. Cierro la puerta justo cuando Enzo e Isabella salen de su auto alquilado.
Enzo parece realmente angustiado. Las mejillas de isabella están rosadas e hinchadas, como si hubiera estado llorando. Admito que subestimé la relación de mi hermano con la hija de nuestra familia rival. Pensé que lo había hecho solo para enfadar a mamá y papá.
Pero Enzo desliza su brazo alrededor de la cintura de isabella como si lo hubiera estado haciendo durante años, y me doy cuenta de que mi hermano tiene toda una vida en California de la que no se nada.
El único hijo Parker que tiene novia. Tal vez deba tomar lecciones de mi hermano menor.
—¿Están bien los dos? — pregunto, esbozando una sonrisa. Isabella asiente y sorbe por la nariz. Enzo me aprieta el hombro y el sol ilumina su pelo castaño claro.
Poco a poco, todos nos abrimos paso hacia la casa, el hogar de nuestra infancia. No importa cuánto tiempo haya estado fuera, no importa lo que piense de Bahía Azul, el olor de mi hogar puede hacerme caer de rodillas. No es que mamá use ningún perfume especial ni nada por el estilo dentro de la casa, no hay ambientadores que la aromaticen.
No, es el olor de nuestra familia, impregnando en los pisos de madera, los rincones soleados y los senderos familiares a través de las habitaciones. Son los más de treinta años de vivir en la casa, mezclados con lágrimas infantiles y rabietas adolescentes y el inevitable dolor y alegría que acompañan a cualquier pizca de vida.
Ojalá y fuera un perfume para poder embotellarlo y llevármelo conmigo a Nueva York. Olerlo cada vez que me sienta mal. Aunque probablemente olfatearía la botella con tanta fuerza que el perfume se disolvería en una semana.
Todos nos aflojamos las corbatas y nos quitamos los zapatos en la puerta principal. Pronto la casa donde crecí se llena de parloteo. Mamá se dirige hacia las ventanas traseras y suspira mientras mira el patio trasero, donde mi papa esta entretenido junto a la parrilla.
—Deberías ir a que te den un masaje esta semana— le sugiero mientras me paro a su lado, tratando de descifra que es lo que está mirando. tal vez sean los cardenales en el comedero. O tal vez sea el borde irregular a lo largo del camino trasero, completado por un servidor porque, bueno, he estado viviendo en una gran ciudad durante una década. Ya no uso equipos para cortar el césped. —Yo pago. Puedo hacer una cita para ti—
Ella suspira y sacude la cabeza. —¿Sabes que estaría bien? —
—¿Qué? —
Ella se da la vuelta para mirarme, sus ojos tan claros y vibrantes me parecen casi helados. —Si todos mis hijos estuvieran en casa—
Inclino la cabeza. —Mama, estamos en casa ahora mismo—
—No me refiero a eso— suspira, envolviéndose más fuerte el chal n***o alrededor de los brazos. Pasa rápidamente a mi lado y se une a Isabella en la cocina.
—¿Alguna vez piensas regresar a Bahía Azul? — le pregunta a Isabella.
Isabella parpadea un par de veces mientras observa la encimera.
—Bueno… en realidad, sí. Los alquileres son ridículos en California—
—Yo no podría volver— digo, uniéndome a ellos en la cocina. Xander y Enzo también lo hacen. —Mi trabajo no existe en Bahía Azul— dice Enzo
—Actúas como si fueras el limpiador de mierda real o algo así— le regaña Xander.
Lo miro con los ojos entrecerrados. —Eso no tiene sentido—
—Te diré una cosa que extraño de casa— dice Enzo con un suspiro, sentándose en un taburete frente a las mujeres en la cocina. —El lago—
—¿Vez? — La sonrisa de mamá brilla con esperanza. —Solo tendré que encontrar mi propia manera de atraer a cada uno de ustedes a casa—
—Vivo a una hora de distancia— le recuerda Xander.
—Pero ella no será feliz hasta que tengas la escritura de una casa con una dirección de Bahía Azul— dice Nolan, uniéndose a la conversación. Tiene la melena más oscura de todos nosotros y, combinado con sus rasgos demacrados, parece un poco enojado casi todo el tiempo. Es como “Cara de señora perra” pero para hombres. Vamos a llamarlo cara de polla en reposo.
—No diría que no a eso— admite mamá.
Wyatt se une un momento después. Ya se ha cambiado y se ha puesto unos pantalones largos de lino y una camiseta suave que dice Paz.
—¿Todos se van a mudar a casa? ¿Quieres decir que tengo que ir a buscar mi propio lugar? —
—Ya deberías tener tu propio lugar— le recuerda Xander, y yo reprimo una sonrisa. Había estado a punto de decir lo mismo.
—No vale la pena alquilar— Wyatt abre la nevera y mira dentro. Tiene veinticuatro años, pero parece un adolescente mientras mira con expresión aburrida el contenido. —Además, ningún casero me alquilaría por unos meses. Los contratos de alquiler se firman por un año cada vez—
Su respuesta suena practicada. Como se lo ha repetido a papá un millón de veces, Wyatt se muda mucho. No estoy seguro de que hace ni de cómo se las arregla para pagarlo.
—¿A dónde fuiste últimamente? — pregunto mientras papá entra pesadamente por la puerta corrediza de vidrio hacia la terraza.
—Massachusetts— dice, y cierra la nevera sin sacar nada. —Hubo una con—
—Ah— Me meto las manos en los bolsillos, intentando localizar algo, porque no tengo nada que ver con este dato. Debería conocer mejor a mi familia.
—¿Qué es eso de nuevo? —
Papá resopla. Probablemente ya hayan tenido esta misma conversación antes.
—Una convención— dice Wyatt. —Ya sabes, como la Comic-con, la Star Wars Con…—
Entonces, ¿vas vestido de Jabba The Hut? — pregunta Enzo, sonriendo. Al menos no soy el único que no sabe lo que está pasando.
—No, no es obligatorio— Wyatt se pasa un mano por el pelo castaño claro. De los cinco, Enzo fue el que tuvo la suerte de tener mechones rubios. Yo solía sentir mucha envidia cuando era pequeño, pero cuando crecí, me di cuenta de que la combinación de alto, moreno y guapo era tan potente o si no más que la combinación de cena, película y vino.
—¿Qué haces ahí? — pregunto, sin poder callarme la pregunta. Eso demuestra lo poco que se, pero sospecho que Xander y Enzo se están preguntando lo mismo.
—Trabajo— Wyatt se encoge de hombros y nos mira a todos por turno. Cuando el silencio se apodera de la cocina, pregunta.
—¿Qué? —
Ya puedo sentir la decepción paternal de Xander, lo que me saca de quicio. Probablemente porque papá está de pie junto a él y ambos tienen los brazos cruzados sobre el pecho de la misma manera. Y entonces me doy cuenta de que yo también los tengo. Es como si fuéramos parientes. Que lo somos. Me encanta, pero también odio lo parecido que somos todos.
Me apresuro a bajar los brazos y añado: —Bueno, eso es genial. Ir de un lado a otro en diferentes convenciones— Muevo la mandíbula de un lado a otro, debatiendo si quiero o no decir las siguientes palabras.
—A veces daría cualquier cosa por alejarme de mi trabajo—
—¿La oficina te deprime? — pregunta Xander. Mierda. No debería haber dicho eso delante de él. Ahí está la munición que estaba buscando.
—Manejar millones de dólares al día es estresante. A veces sería bueno flotar, eso es todo lo que digo. como lo que haces…— Agito la mano en el aire con desdén. Xander es médico en un hospital de Green Bay.
—Suena relajante. Solo necesito ver pacientes y terminar con esto—
Xander mueve su mandíbula hacia adelante y hacia atrás, y yo trato de reprimir mi sonrisa. Es divertido irritar a mi hermano mayor.
—Gente y papeleo, ¿no? Muy fácil— dejo que mis nudillos golpeen la encimera.
—Salvo la vida de la gente— aclara Xander, con el mismo nivel de enfado que yo buscaba. —¿Cuándo fue la última vez que realizaste una operación de urgencia a alguien que pendía de un hilo? —
—Muchachos— comienza mamá en ese tono reservado exclusivamente para parar las peleas antes de que técnicamente hayan comenzado. Papá se dirige al refrigerador y un segundo después abre una cerveza.
—Es un trabajo importante— continuó, con satisfacción parpadeo en mi interior. Papá empieza a repartir cervezas. No estoy seguro de si es para sofocar la explosión inminente o para provocar algo mas grande. —Solo estoy hablando más sobre el tipo de personas a las que servimos. Ustedes están haciendo un trabajo importante sobre el terreno. Yo estoy… un poco mas arriba. El escalón superior—
Enzo resopla mientras Xander lo mira con el ceño fruncido.
—Si, limpiarles el trasero a pequeños multimillonarios parece un excelente manera de ganarse la vida— murmura Xander.
—No estoy limpiando traseros— digo, bebiendo un sorbo de mi cerveza. —Pero estoy seguro de que estoy limpiando—
—Rivs será quien pague la cuenta cuando estemos en el asilo de ansíanos— bromea papá mientras regresa al patio. Y de alguna manera, ese comentario significa mucho para mí. Probablemente porque papá siempre ha dejado más que claro que estaba a favor de la profesión de Xander simplemente porque estaba en el mismo sector: la atención médica.
Papá ha trabajado como director ejecutivo del hospital local durante los últimos treinta años, y Xander se convirtió en su orgullo alegría cuando anunció su decisión de asistir a la escuela de medicina. Esto dio pie a los años siguientes de desilusión, ya que el resto de sus hijos tomaron caminos diversos: banca de inversión, ingeniería de software, viajes a la deriva y, luego, la indecisión del más joven, cuya única profesión real parece ser emborracharse y follar.
—¿Podrías darme un millón? — pregunta Nolan.
—Ven a trabajar conmigo durante un año y después quizá pueda— Parece que está considerándolo.
—Tú no te vas a ir a Brooklyn también— advierte mi mamá. —Ya perdí un hijo en la gran manzana: tú no van a ser dos—
—Ehh, no creo que este hecho para lo que hace Rivs— dice Nolan con un suspiro. —Sea lo que sea—
—¿Nadie en esta familia sabe lo que hace el otro? — pregunta Enzo. Isabella ríe mientras corta trozos de queso de lujo.
Fue una broma, pero resuena en la habitación y me deja un mal sabor de boca. Tiene razón y, por primera vez en mi vida adulta, no me siento bien.
Es fácil olvidarse de las personas cuando no están en tu circulo todos los días, cuando están a cientos o miles de kilómetros de distancia. Es fácil olvidar porque son importantes, es fácil olvidar el pasado, las palabras y las personas que te formaron.
Pero ¿estar de nuevo en Bahía Azul, con mis cuatro hermanos a mi alrededor por primera vez en una década? ¿mi madre sonriéndonos a todos dulcemente a todos mientras mi padre enciende la parrilla afuera? Hay algo de alivio como si estuviera aquí, incluso en medio de la incomodidad y la emoción. Si cierro los ojos, es casi como si tuviera dieciséis años otra vez, y el pequeño Nolan esta corriendo por la cocina con su camión de juguete. Xander está estudiando minuciosamente los papeles de la solicitud de la universidad, mientras Wyatt cuelga de la casa del árbol en el patio trasero y Enzo susurra en secreto por teléfono a su novia de la preparatoria. Es extraño lo mucho que todavía me siento como ese niño, ese chico de dieciséis años en medio de todo el ruido y la familia. Es curioso lo lejos que me lleva Nueva York.
Aún más extraño es lo bien que se siente estar aquí de nuevo.