Harías muy feliz a mi mamá.

3122 Palabras
River. Si me pregunto que fue lo que me motivó a ser amable con June, tengo dos respuestas. ¿Siendo honesto? Me siento como un idiota. Porque ella tiene razón: nuestra competencia la llevó a lastimarse. ¿Siendo un hijo de puta? Quiero que me rodee con esos muslos. Ahora. Algo se rompió cuando la vi caer al agua de esa manera. Me recordó que la rivalidad solo es divertida si ella forma parte de ella. Y no puede ser parte de ella si se rompe el maldito cuello. —Brisa, pásame la bolsa— le ordeno una vez que había ayudado a June a subir el muelle. Brisa le entrega el bolso. Luego le ofrezco mi espalda a June. —Súbete, vaquera— June suspira suavemente. —En serio, esto no es necesario. Déjame llamar a mi papá— —Pero tu vives en este barrio— le recuerdo. —¿Vas a hacer que tu padre conduzca hasta el otro lado de la ciudad cuando yo puedo llevarte a tu puerta en minutos? — —Mi abuela está más cerca— dice. —Si, pero ella tiene noventa años. Tendré que llevarlas a las dos en mi espalda— Brisa se ríe mientras Dakota se aleja del muelle. Los cuatro se despiden y Dante frunce el ceño, lo que significa que he hecho un buen trabajo. —Bien— gruñe June. La levanto y la subo a mi espalda. Sus piernas se deslizan como seda caliente alrededor de mis caderas. Agarro sus muslos, mi visión se nubla por un momento. Sus pechos rozan mi espalda; su aliento golpea la concha de me oreja. Y con ella tan cerca de mí, su aroma llena mis sentidos. Mandarinas y fresas Es embriagadora, como si hubiera capturado la esencia de la feminidad y el verano en uno. —¿Estás bien? — —Si— Su voz suena entrecortada. Tal vez esté pensando en cómo se sentirá si la hiciera girar levantándola para que me mire. No, probablemente soy solo yo quien está pensando en eso. Ella empieza a reírse. —¿Qué están gracioso? — —Eres todo un espécimen— Resoplo. —Al menos no dijiste tonterías— Otra risita, su aliento saliendo en bocanadas cortas en mi oído mientras empiezo el viaje a caballito hacia nuestro vecindario. La calidez de ella envolviéndome empuja la lujuria y mucho más por mis venas. Una nube pesada desciende, del tipo que persigue la lógica y la razón en busca de ese único y preciado premio. ¿Y quién sabe? Después de todo, hoy me rodea con sus muslos. —River— dice con voz ronca, o tal vez sea mi imaginación, ya que su boca está a un centímetro de mi oreja. De cualquier manera, mi pene se pone firme. —Ni siquiera tienes zapatos puestos— —Si, los olvidé en el barco— Hago una pausa y la levanto de nuevo. Ella chilla, lo cual es demasiado tierno. Estoy empezando a olvidarme de como estar cerca de June. Tenerla conmigo ha borrado todas las líneas cuidadosas que hemos trazado a lo largo de nuestras vidas. Debería seguir con sarcasmo, pero no puedo. —Sera mejor que Dante nos los arroje al lago— bromea. Me resisto a sonreír. —Ah, ¿mi amigo Dante? ¿Por qué haría eso? — —Por favor— dice June, pero su voz carece de ese tono cortante. Esa navaja que puede cortar profundamente si la lanza bien. —Probablemente esté listo para denunciarte por acoso— Me burlo. —¿Acoso? Debería haber estado en segundo año— Ese fue realmente el punto álgido de nuestra competencia. Incluso intentó unirse al equipo masculino de tenis, solo para demostrarme que podía ganarme en los partidos. —Esto no es nada— Pasamos por la casa de mi abuela, la que heredé recientemente. No voy a mencionar que ella está en el aprieto de venderla ahora. Tendré que ser muy sutil para lograrlo. —¡Oh, hola, June— Una vecina sale de su casa cuando pasamos! Es la señora Piers. Lleva mucho tiempo en esta calle. Probablemente ya tenga ochenta años. —¿Y River? — Ambos la saludamos. —Hola, señora Piers— —Es bueno verte de nuevo en la ciudad, River. ¿Cuándo es la boda? — Por supuesto, está hablando de nosotros. La pareja perfecta que nunca lo fue. —Señora Piers…— comienza June. —¡Esta mujer no se casaría conmigo ni, aunque la lleve en mi espalda hasta su casa cuando esta herida! — digo con la voz llena de esta bondadosa comedia de los 90. —¡Sería una tontería que te rechazara! — asiente la señora Piers mientras se dirige al buzón. June suelta la risa más falsa de todos los tiempos. —Muy gracioso— Susurra una vez que estamos fuera del alcance de su oído. ¿Quieres que te recuerde porque me llevas en tu espalda? — —¿Me equivoco? — pregunto, June no responde. Porque no me equivoco. Yo unca me equivoco. —Ambos sabemos que tú nunca te casarías con alguien que puede patearte el trasero en todo— Se le escapa una risa aguda, pero es genuina, no sarcástica. —Nunca me casaría con alguien que estuviera empecinado en patearme el trasero en todo— responde. Una vez más, este sería un buen momento para empezar, pero me muerdo la lengua. —¿Dónde carajos vives? — Ahora nos acercamos a la casa de mi mamá. —En la siguiente cuadra. Gira a la izquierda por aquí— —Tan cerca de mis padres— murmuro, sin perder de vista la puerta de entrada de mi casa. Siento un hormigueo en la piel y lo noto: mi madre está apunto de salir por la puerta. La puerta se abre con un crujido cuando nos acercamos— —Oh Dios ¡June! — La voz de mi mamá perfora el aire y ella saluda con la mano como si estuviera viendo a una celebridad. —¿Qué está pasando aquí? — usa su voz de “Se lo que realmente está pasando” y yo niego con la cabeza. —June se lastimó mientras esquiaba— le explico, caminando más rápido. me duelen las plantas de los pies por todo ese movimiento en la acera de cemento caliente, pero no voy a permitir que eso me detenga. —Tu hijo me lastimó — añade June. Mamá hace un gesto desaprobatorio y sacude la cabeza. —Vuelven a lo mismo, ya veo— —No sería un buen regreso a casa sin eso— levanto a June. Ella chilla de nuevo, lo que hace que mi corazón se acelere, justo cuando mi hermano Wyatt, saca la cabeza— —¿Rivs? — Resoplo. No tengo tiempo para toda esta mierda. —Tengo un poco de prisa, chicos, estaré en casa pronto— Cruzo la calle para dejar claro mi punto. June se ríe suavemente en mi oído otra vez. —Dios ¿no puede un hombre caminar por la calle en paz? — —Esta calle es la definición de paz— señala. —No recuerdo la última vez que caminé por mi calle en Brooklyn y alguien se dio cuenta de mi presencia— June tararea en voz baja. El sonido que emite cuando está pensando en lo que le dije. Hace que un aleteo nervioso me recorra las extremidades. —Debe ser por eso que entraste tan nervioso. Desesperado por que te notaran— —No necesito hacer mucho para que me noten— le respondo. —No como a algunas personas y sus carteles publicitarios— —¿Eso es una indirecta para mí? — pregunta. —Eso es asunto mío, imbécil. Escucha, déjame aquí. Puedo caminar— Aprieto sus piernas contra mí con más fuerza y sigo caminando. No sé a dónde va esto, pero no quiero que termine. Y eso es más confuso que cualquier otra cosa. —Por cierto, tu cartel publicitario luce genial— Quizás eso suavice el golpe. Ella se relaja contra mí, pero suena sospechosa cuando dice. —Gracias— Doblo la esquina. Arbustos verdes bordean la acera, un seto que da privacidad y altos robles y arces se alzan sobre nosotros. Las olas se estrellan en la orilla que está lejos ahora. Una demoledora zumba en algún lugar del vecindario. Miro hacia el cielo, apenas visible a través de las ramas y hojas de los árboles. Eso no es tan malo. Para nada. —Esta justo aquí— Dice June, señalando. Hay una pequeña casa centenaria muy bonita, pintada de gris pizarra con un frontón sobre la puerta principal. Petunias, helechos y rosales bordean el camino de ladrillo que lleva a la puerta principal. Lámparas de hierro forjado sobresalen de la casa, lo que da un aire gótico. Es muy bonita… y totalmente June. Podría distinguirla como suya solo por las lámparas. —Wow— Me quedo asombrado, pero ya no tengo tantas ganas de disimularlo. Algo se movió entre nosotros mientras ella esta a caballito. Tal vez ella también lo sintió. —Esta es la mejor casa del barrio— —Si, se un par de cosas sobre el atractivo exterior— dice con un suspiro. —Puedes dejarme aquí— —Necesitas estar en un sofá o algo así— —Aquí está bien— dice ella, dándome una palmada en el hombro. —June, voy a llevar esto hasta el final— Me acerco a su puerta y la levanto en brazos por última vez. —Sabes que no puedo volver a ver a nuestros amigos y decirles que te dejé y me fui en cuanto llegamos a tu casa— Ella gruñe, pero saca una llave de su bolso. Me agacho para que pueda alcanzar la cerradura. La puerta se abre y revela una gran sala espaciosa de dos pisos. Los pisos de madera oscura están cubiertos con alfombras de color gris pizarra y pisos bajos y cómodos. Sofás de aspecto elegante. Entro y estiro el cuello para mirar a mi alrededor. Una escalera sube en curva hasta el segundo piso. Todo esta tan inmaculado como una sala de exposiciones, pero de alguna manera se percibe claramente que se ha vivido allí. —Maldita sea— murmuro. —¿Qué? — Aparto la mirada de la colección de búhos de cerámica que hay en las repisas de las paredes. Por supuesto, June tendría búhos por todas partes. —Pensé que una agente inmobiliaria como tu tendría una mansión— Sus músculos se ponen rígidos a mi alrededor. —Está bien, insultarme afuera, en el mundo normal es una cosa, pero ¿en mi casa? olvídalo. Bájame. Es hora de que te vayas— Hundo mis dedos en posterior de sus muslos y ella pierde parte de su capacidad de lucha. Espero un momento antes de responder. —No es eso lo que quise decir— —Entonces, ¿qué quisiste decir? — Me dirijo al sofá y me pongo de rodillas lentamente para que ella pueda deslizarse. Una vez que. miro esos ojos azul claro, apenas puedo recordar que estamos hablando. —¿River? — pregunta ella. Aparto la mirada de ella y la dirijo a la alfombra gris peluda que tengo debajo de las rodillas. No es peluda como la de los años 70, es peluda como la sección cara de una tienda departamental. —Quise decir que la mayoría de los agentes inmobiliarios están completamente obsesionados con el estatus y tendrían alguna mansión elaborada, carente de personalidad— Miro a mi alrededor de nuevo, encontrando calidez y hogar en cada rincón. —Esta es la mejor casa que he visto en mucho tiempo. En Nueva York, en mi circulo, todo el mundo tiene un lugar elegante, pero no hay personalidad en ellos— June parece haberse ablandado un poco. Sus labios se curvan hacia arriba. —Hm. Si. Veo eso a menudo. Como la versión de archivo de una casa bonita— —Exactamente— digo, colocando mi palma sobre el borde de su sofá, peligrosamente cerca de su rodilla. Ella cruza los tobillos mientras se acomoda en los cojines. Las puntas de mis dedos rozan su piel y encuentro su mirada nuevamente. Solo para ver si ella está en la misma página que yo. Para ver si siente incluso una fracción de esta tensión s****l. —Este lugar se parece a ti— añado. —No has visto más allá de mi sala — dice ella riendo. —¿Debería darme yo mismo un recorrido? — pregunto. —Asegúrate de recoger los auriculares junto a la puerta, para que puedas escuchar el acompañamiento de audio— bromea. Una risa estalla dentro de mí, y por un momento este sentimiento late entre nosotros. La mejor sensación del mundo. Dos personas que realmente disfrutan el uno del otro, disfrutando del momento. Ha pasado mucho tiempo desde que sentí eso con alguien. Incluso más tiempo desde que fue con June. Y, maldita sea, si la forma en que me está mirando ahora mismo no está haciendo que cada centímetro de mi cuerpo se ponga alerta. La electricidad estalla entre nosotros; el aire se tensa. Paso mis dedos por su rotula, luego trazo ese hueco sensible detrás. Su respiración se agita. De modo que la inquebrantable June puede ser sacudida por River, incluso diez años después. —¿Qué estás intentando hacer? — pregunta con un tono de voz perezoso, como si estuviera atrapada en un sueño y una distracción. Mi corazón late fuerte mientras mi mirada recorre la extensión bañada por el sol de su muslo. Las yemas de mis dedos chispotorrean por el contacto y trazo un patrón lento e invisible sobre su rodilla. Quiero ser sincero con ella. Estoy intentando besarla. Mierda. Para reducir un poco esta tensión en mi pecho. Para ver si me deja pasar el resto de la velada a su lado, perdiéndome tanto en el pasado como en el presente. —Sabes lo que intento hacer— digo, disfrutando la piel de gallina que florece bajo mi tacto. Nunca ha sido buena para convencerme del todo de que no le gusto. June habla muy bien, pero conozco sus debilidades. La zona detrás de su rotula bien, podría ser el lóbulo de una oreja. Vuelvo a pasar el dedo medio por esa hendidura y observo como se le dilatan las fosas nasales. —¿Aprovechándote de la mujer a la que heriste mortalmente en el lago? — Ella levanta una ceja, pero su mirada está en mi mano. ¿Dispuesta a que continue? —Mortalmente herida— me burlo y apartado mi mano de ella. Mi piel protesta por la decisión. Y aparentemente ella también lo hace. Acerca su rodilla a mí. Mi mirada se fija en ese trozo de tela que cubre su coño, ese dulce calor que tuve la suerte de sentir una vez, y me pregunto qué está pasando ahí dentro ahora mismo. ¿Esta mojada de tanto desearme? ¿Está palpitando, deseando que las cosas avancen mas? Ahora la pelota está en mi cancha. No sé qué hacer con tanto poder. Me pregunto si se dará cuenta de que perdió. La evidencia es su piel erizada. Su pecho agitado. Sus ojos azules atravesándome. —No hay nada de malo en ser amable con mi nueva agente inmobiliaria— digo. Me cuesta ocultar mi sonrisa malvada que quiere apoderarse de mi rostro, pero lo logro. —River Parker— dice, —No ganaste esa competición de esquí. No se decidió debido a una lesión de un participante— Arrastro mi pulgar a lo largo del costado de su muslo, en dirección a su rodilla. Ella hace rodar sus labios hacia adentro. —Significaría mucho para mi mamá— susurro y luego le pongo mi mejor cara de cachorro. —Está muy molesta desde que Enzo trajo a Isabella Blackstone de regreso de California— June se sienta de golpe y frunce el ceño. —¿Qué dijiste? — —Hay mucha tensión en casa— Me encanta lo interesada que está en esta información. Y la mayoría de las personas que crecieron con nosotros lo estarían. Isabella Blackstone es prácticamente la Julieta Capuleto del Romeo Montesco de Enzo. Excepto que no tienen dieciséis años, tienen veintitantos y son adultos que consienten. Incluso si mis padres y los padres de Isabella preferirían morir antes de permitir que sus hijos se apareen. —¿Enzo trajo de vuelta a… Isabella? — Ella prácticamente está gritando. —¿Cómo? — —Ambos viven en San Francisco— le explico. —y al parecer empezaron a salir allí. Pero no lo sé. Todo el asunto me huele mal— June me mira boquiabierta. —Se quedan en la casa juntos. los veo todas las mañanas, comiendo avena como si fueran octogenarios— —No puedo creer esto— susurra. —Vamos. Ayuda a mi madre a evitar que le rompan en corazón. Haz que mi padre sea un poco más tolerable. Se mi agente inmobiliario. Harías muy feliz a mi mamá — June deja caer la cabeza sobre el cojín que hay detrás de ella y frunce el ceño. —Bien, pero tienes que irte— La frustración y la duda me invaden. Estoy el noventa y nueve por ciento seguro de que ella quería seguir esto tanto como yo, pero ese uno por ciento de duda es de un océano inmenso. Tal vez no es tensión s****l lo que huelo; tal vez es exasperación de la vida real. Tal vez he estado atrapado en mi propia burbuja de Nueva York tanto tiempo que he olvidado lo que es tener un coqueteo censurado. Incluso con una mujer espinosa como June. > mi subconsciente me grita. Y necesito irme antes de hacer algo estúpido, algo realmente estúpido. Como preguntarle si puedo meter mis dedos debajo de esa bonita braguita de color morado. Mi polla se estremece de solo pensarlo. —Genial— le aprieto el tobillo antes de ponerme de pie. Parece asustada, pero solo por un segundo. —Podremos hablar más sobre esto en tu oficina el lunes. Me siento muy bien de tenerte a bordo— Ella suspira, cruzando las piernas. —¿Estás bien aquí? — Apoyo las manos en las caderas y escrudiño la habitación. —¿O necesitas más ayuda para curar tus heridas de perdedora? — Y entonces June ladea la cabeza hacia mí y sus ojos se reducen a rendijas. Pero veo las cosas que más intenta ocultar. Como el comienzo de su sonrisa en esos labios bonitos.
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