narrador:
Emma seguía dormida sobre la cama y Dimitri la observaba con detenimiento estudiando cada facción delicada de su rostro, cada movimiento o suspiro tranquilo que dejaba escapar de sus labios rosados entreabiertos. Quiso llevar sus dedos a ellos y acariciarlos, pero a medida que acercaba la mano derecha a su rostro, él la cerró y volvió a retirarla con rapidez.
> Se preguntó algo preocupado, mientras su lobo únicamente se dedicaba a gruñir, ya que hace años que no le habla más de lo necesario.
Las pequeñas vibraciones del teléfono móvil de Emma lo hicieron salir de su cavilación, percibió que vibraba constantemente dentro de la cartera de mano de ella, se puso de pie, se acercó a la mesa de noche en donde dejó la cartera cuando puso a Emma sobre la cama; tomo el bolso entre sus manos, la curiosidad embargo su mente.
> pensó contrariado.
—¡Al demonio, todo yo lo hago a mi manera! — bufó sintiendo irritación consigo mismo al querer ser diferente y cambiar su manera con ella. Introdujo la mano, sacó el móvil con la pantalla iluminada, sin soltarlo salió de la habitación y se fue rumbo a su estudio donde después de acomodarse empezó a leer los mensajes que el novio de Emma le había enviado.
En cada mensaje se le podía ver la desesperación y el miedo que José siente al creer perderla. Sonrió cuando leyó uno que entró en ese mismo instante, que decía:
~No soy perfecto, siento no saber que con mi forma de expresarte mi amor he herido tu orgullo. Todos tenemos derecho a equivocarnos y te ruego que me des otra oportunidad, una para poder enmendar mi error y mostrarte cada día que te amo más que a mi propia vida y me cuesta respirar sin ti a mi lado~ debajo de ese mensaje había una foto de un anillo y luego otro mensaje en el que le pedía a Emma que fuera su esposa.
Eso hizo que Dimitri empuñara el móvil con fuerza tanta que estaba a punto de volverlo nada cuando recapacitó y pensó que esa no era la manera, puesto que la humana podría preguntar por él en cuanto despierte, agarró su teléfono fijo y llamó al técnico en cibernética que trabaja en su empresa; sabía que ya no estaba en hora laboral, pasaban de las diez de la noche, pero poco le importaba.
Él es Dimitri el hombre que no siente respeto por las vidas de los demás, cree que todo debe hacerse en el momento y el tiempo que él así lo quiera.
Al tercer timbrazo el empleado Gabriel contestó el teléfono sorprendido al ver que era su jefe directo quien lo había llamado. Con la voz cansada y soñolienta le respondió con un débil tono — hola, buenas noches; señor que se le ofrece—
—Dejemos las formalidades para cuando te encuentres en la oficina, ahora quiero que me expliques cómo puedo desviar las llamadas y mensajes de un número— autoritaria, ruda y sin tacto sonó su escalofriante voz.
Gabriel le indicó paso por paso todo lo que tenía que hacer y él al pie de la letra lo hizo logrando así bloquear el número de José del teléfono de Emma desviando cada mensaje y llamada que José le haga en el futuro.
Borró los mensajes hasta la última conversación y antes de volver a entrar en la habitación usó su buen sentido auditivo para escuchar si ella aún dormía.
Entró sigilosamente, volvió a acomodar el teléfono en su lugar y luego fingió toser, provocando que con el sonido de su garganta ella abriera los ojos.
Emma sintió una fuerte punzada en la cabeza, se agarró con fuerza, su vista borrosa no la dejaba distinguir el lugar en el que se encuentra, pero sabe que esa cama no es la suya, que ese aroma no es el que posee su recámara y a su mente llegó el último recuerdo de cuando estaba golpeando el pecho duro del desconocido.
Se sentó con mucho apresuramiento, forzó a su propio cuerpo abrir los ojos, visualizó todo el espacio notando lo sofisticado y moderno que se contempla todo, desde el piso pulido, hasta las cortinas de sedas, y la luz tenue que es agradable.
—Ni con todo lo que poseo podría pagar un espacio tan costoso como este— pensó antes de mirar al hombre frente a sus ojos que la observa atento de sus reacciones.
—Entonces me engañaste para raptarme— le preguntó ella tratando de mantener la calma sin dejarle ver lo asustada que se encuentra. Él le dedicó una mirada desgarradora y un tanto macabra, antes de reírse detonando burla.
> pensó el chistoso.
—Sí y pienso casarme contigo, tener diez hijos y luego te abandonaré con ellos a tu suerte— le expuso y ella abrió los ojos con incredulidad sintiendo más pavor y a él le pareció tierna, luchaba por no reírse para que ella siga creyendo que esos eran sus planes, sin embargo, no pudo aguantar más y estalló dejando que sus carcajadas la hicieran sobresaltarse en su lugar y que algo dentro de ella, le hiciera sentir satisfacción al verlo reír de esa manera.
—Señor secuestrador se está burlando de mí— Su voz tenía una nota dulce como la miel, a pesar de lo temblorosa que se escuchaba. Sus mejillas ardían al creerse burlada por el desconocido que no dejaba de contemplarla de manera penetrante.
—Pueda que si o tal vez no, pero siempre es un placer tener carne fresca por aquí —dijo él, y le guiñó un ojo, ella tragó grueso, se arrastró hacia la orilla de la enorme cama, arreglada con sábanas sedosas y miró sus pies antes de ponerlo sobre el piso frío, miró para los lados y suspiró al encontrar su zapatilla bien organizada en un rincón. No le gusta andar descalza, pero hizo un esfuerzo en ir a buscarla, la colocó en sus pies, tomó su cartera, sin prestarle atención al hombre que se mantenía de brazos cruzados. Observando la silueta de su cuerpo como bestia hambrienta preparada para atacar en cualquier momento; los instintos de supervivencia de ella, así se lo hacía ver, por tal razón apuraba sus pasos para salir de allí lo más rápido posible.
Ella se paró y caminó hacia la salida observando el camino libre, sin embargo, inexplicablemente para ella él apareció delante y colisionó contra su torso ancho y musculoso, estuvo a punto de caerse de culo antes de que él le agarrara.
—Lo siento mucho, pero… —cerró la boca al levantar la mirada y ver de nuevo aquellos ojos azules que la estudian con detenimiento. Él le sonrió y por un momento le distrajeron sus dientes blancos y sus labios carnosos. Cuando ladeó él la cabeza, pudo observar que le dirigió una mirada sexy. A juzgar por cómo se le aceleró el corazón.
—Ven que te llevaré a tu casa— le propuso y ella sonrió chistosa y con sarcasmo le dijo:
—Eso mismo me propusiste hace — miró su reloj— cinco horas— levantó una mano abriendo sus dedos— y mira en donde estoy. Eres un hombre engañoso.
Emma sabía que estaba abusando de su suerte al hablarle así a ese hombre, que no entendía qué tipo de maleante es y porque la tiene allí.
—Bien puede irte sola si así lo deseas— él caminó hacia la cama y se dejó caer sobre ella y colocó sus manos bajo su cabeza— te advierto que estás muy lejos— ella estaba estupefacta.
> Se preguntó así misma sintiendo como la alarma de su cuerpo se enciende. Él es hermoso, lo reconoce, pero no quiere ser ultrajada por un desconocido que vaya a su casa a media noche.
Salió con el mentón en alto; y un jadeo de sorpresa brotó de su garganta cuando pudo visualizar que ese pent-house es mucho más gigantesco que su casa y que parecía un laberinto sin salida, tanteando se acercó a un ventanal de cristal de donde pudo ver muchas luces de varios colores.
—Es alto— pensó buscando una salida y un ascensor plateado captó su atención, avanzó a él, pero al pulsar el botón este no funcionaba; un sonido de fastidio salió de entre sus labios, cuando los minutos pasaban y nada de que abriera el elevador.
Dimitri apareció usando únicamente el jeans ajustado, con el torso desnudo haciendo que Emma empezara a hiperventilar a pesar del aire frío que genera el aire acondicionado del lugar.
—Todavía mi oferta de llevarte sigue en pie— le hizo saber a la vez que pasaba por su lado.
Narra Emma.
Me sudaban las manos, tenía el estómago revuelto y notaba un ligero temblor que se extendía por mis piernas, como si estas fueran de gelatina. Jamás me había sentido tan nerviosa. Probablemente, estaba a punto de sufrir un ataque de ansiedad. Respiré hondo repetidas veces, intentando alejar mis temores.
—Bien, desconocido tú ganas ―me encogí de hombros― pero nada de trucos raros y ponte algo decente—, no pude evitar decir.
Él volvió a sonreír como lo hizo dentro de la habitación y me parece hermosa la manera en que lo hace, sé que no debe, pero el hecho que tenga un novio no quita que no pueda reconocer cuando un hombre está guapo y este lo está. Únicamente que hay algo en el que me aterra, su porte de chico malo no va conmigo, ese torso tatuado es hermoso y su pelo despeinado también, pero soy más de lo normal, de hombres reales que visten decentes y que no son tan presuntuosos y atrevidos.
Un minuto más tarde, el desconocido pulsó al mismo tiempo dos botones del ascensor, luego me miró con esa mirada pícara que me está empezando a desagradar, y luego dijo con un tono burlón y alzando las cejas. —ves esas puertas dobles— señaló unas puertas y yo sin ser consciente asentí como tonta—es la salida de emergencia— terminó por decir y yo quería que la tierra se abriera y me tragara, pasé por bruta al lado de este extraño y sexy hombre.
No dije nada más hasta que llegamos al gran parqueo del edificio, reconocí su auto entre tantos que había; tan costoso como el suyo.
—¿Qué haces? — me preguntó cuando me vio caminar hacia su auto.
—¿Me llevarás o no? — indagué con molestia, puesto que ya su juego no me está agradando nada.
—Sí… claro, pero, no será en mi coche, sino en mi moto— sé que mi rostro se descompuso cuando mi cerebro pudo percibir que él mencionó la palabra moto.
> pensé más nerviosa que antes.
—Tal parece que lo que quieres es matarme ¿cierto? — le pregunté dejándole ver mi fobia.
― ¿Nerviosa? — bufé y Puse mis ojos en blanco; si mi madre estuviera aquí ya me hubiera gritado por tales gestos impropios de una dama.
—¿Subes? O, ¿no? — me preguntó con el ceño fruncido.