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1451 Palabras
Me lo pasé genial en la cita con Alex, sobre todo en la parte que nos pusimos a gritar «¡Sois hermanos!» a todas las parejas del centro comercial. Aunque también fue divertido entrar en la librería y hacer spoiler de todos los libros, hasta que nos echaron. O cuando conseguimos un globo de helio y nos reímos de nuestras voces como media hora. En resumen, me gusta Alex, pero solo como amigo y me he asegurado de que él también lo sabe. No soy tonta, no va a decirme que me quiere y me voy a quedar con la boca abierta como una imbécil. Alex se tuvo que despedir de mí unas calles antes de llegar a mi casa o perdería el autobús, no me importó y seguí el trayecto sola. Una moto paró unos metros por detrás de mí e hizo sonar el claxon; yo maldije el heteropatriarcado, lo ignoré y seguí andando. —¡Ana!—entonces el motorista se quitó el casco y me di cuenta de que era Bruno.—¿Te llevo? ❀~✿ ❀~✿ ❀~✿ ❀~✿❀~✿ ❀~✿ ❀~✿ ❀~✿ Ella se acercó a mí, no parecía muy cómoda con tacones, andaba tambaleante y fijando sus pies en cada paso todo lo firmemente que podía. —¿Qué quieres?—frunció el ceño, lo hacía mucho, de mayor le iban a salir arrugas ahí. —Ya sabes, te he visto y me ha apetecido ayudar a una damisela en apuros.—le guiñé un ojo. —Pues suerte encontrando a una, yo no necesito ayuda de nadie y menos tuya.— desde luego, ambos sabíamos cómo sacarnos de nuestras casillas. —Ya lo sé, pero deja que te ayude, de verdad que quiero y no te pido nada a cambio. Sé que harías lo mismo en mi lugar.—Ella miró a ambos lados y después a sus zapatos. —Espera, ¿cómo es que tienes carnet de conducir?—era una duda comprensible, ya que tenía 17 años. —Me costó una pasta.—cosa que no es mentira, me salió casi tan caro como el DNI falso. —Pero no tienes edad para conducir.— volvió a mirar sus zapatos. —¿No te fías de mí?— nunca me había parado la policía. —La verdad es que no.— achiné los ojos con una sonrisa. —Sólo agárrate fuerte a mí y no pasará nada.—aceleré para hacer ruido. —Ni de coña. Se pasó todo el trayecto hasta casa caminando dignamente por la acera mientras yo la seguía despacio pegado al borde de la carretera hasta llegar a la mismísima puerta de nuestro edificio. Yo iba a sacar mis llaves de bolsillo izquierdo del pantalón, cuando ella metió la mano en el bolso, pescó las suyas inmediatamente y las metió en la cerradura. —¿De dónde vienes tan arreglada?— para mí, se pusiera lo que se pusiera siempre estaría mejor sin nada. —¿A ti qué te importa?—pues también tenía razón. —Solo intentaba entablar una conversación normal.—Y de paso enterarme. —He tenido una cita. Me quedé callado, le había dado una cita a alguien y no a mí. En realidad no podía culparla, ella es libre y puede hacer lo que le plazca. Aún así, dolía. —¿Con quién saliste? Solo por curiosidad.—Solo por la curiosidad de qué poner en su tumba. —Con Alex.— no podíamos estar pensando en la misma persona. —¿Quién?— tuve que asegurarme. —Va a nuestra clase, le conoces.— intenté recordar con quién más había hablado Ana, pero solo había una posibilidad. —Has salido con ese friki.—me costó decirlo en voz alta. —Sí, supongo que tú nos llamas así ¿te pasa algo?— se fijó en el tic de mi ojo. —Claro que sí, si sales con ese bicho raro estarás sentenciada y nadie te hablará nunca más ¡estás loca!—era un s******o social. —No me importa lo que esos idiotas amargados piensen de mí.—cruzó los brazos. —Te haré un favor para arreglar esto y que no te mueras sola rodeada de un montón de gatos.—en realidad, el favor me le haría ella si aceptase. —Me gustan los gatos.— ignoré su murmullo. —¿Quieres salir conmigo?— ella sonrió y me puso las manos tras el cuello mientras, ya repasaba mentalmente mi agenda. —No.—Concluyó con una sonrisa y separó sus brazos de mí para llamar al ascensor. Estaba totalmente convencido de que diría que sí, pero me quedé estático, había olvidado que era ella. —¿Cómo has dicho?— todavía lo estaba procesando, puede que no sea tan inteligente como dicen, al menos no emocionalmente. — He dicho que no, ahora es el momento en el que te callas y solo me hablas para darme un incómodo saludo por las mañanas sin ni siquiera atreverte a mirarme a los ojos.—se giró con una sonrisa tan natural que no podía enfadar a nadie —¿Por qué tienes que hacerlo tan difícil? —Porque quiero.—dije devolviendo la sonrisa. —Pues...—su teléfono empezó a sonar y ella lo sacó para contestar. ❀~✿ ❀~✿ ❀~✿ ❀~✿❀~✿ ❀~✿ ❀~✿ ❀~✿ —¿Papá?—aunque había leído su nombre en la pantalla no podía pensar que fuese él, debía haber un error, no podía llamarme hasta que acabase el período de prueba. —Hola Ana, siento llamarte, soy consciente de que no debería. Pero tengo curiosidad por saber qué tal te va.—su voz sonaba tan tranquila y pausada como siempre. Ya podía quemarse la casa que mi padre seguía teniendo el mismo tono que cuando se leen los números del bingo. —¡Pásame la botella de ron y vuelve a la cama, Ana!—gritó Bruno a mis espaldas . —¿Ana?—si no me dió un infarto en ese mismo momento, jamás me pasará. —Lo siento papá, es un amigo...—le dediqué una mirada llena de rabia y él subió por las escaleras atragantado por contener la risa. —Yo diría que sois más que amigos.— ahora temía que el infarto lo tuviese mi padre. —No papá, solo está bromeando.—no iba a bromear más después de que le matase. —Me gustaría conocerle.— un trozo de mi alma se evaporó. —No, de veras que no tenemos nada.—preferiría llevar una ETS que llevar a Bruno. —Traele a casa a comer pasado mañana.—hizo una pequeña pausa— Recuerda que reconoceré su voz, no traigas a un actor.— ni siquiera tenía tiempo para escribir una buena carta de s******o. —Papá no puedo... a penas es un amigo.— pedírselo iba a ser horrible. —¿Entonces solo ha sido algo de una noche?— jamás esperé oír esa pregunta en boca de mi padre. —¡No! ¡Claro que no!—tan solo la idea de admitirle aquello a mi padre me revolvió el estómago. —Pues os espero mañana, la cocinera preparará paella. —Papá no...—era inútil, me di cuenta de que él ya había colgado y yo seguía hablando sola. Genial, ahora después de rechazar una cita con él tenía que invitarle yo a una. Lo que le faltaba a ese pedazo de creído, que yo le ayudase a que su ego subiera. ❀~✿ ❀~✿ ❀~✿ ❀~✿❀~✿ ❀~✿ ❀~✿ ❀~✿ El timbre sonó y al asomarme a la mirilla la vi. De ninguna manera iba a abrir la puerta, me iba a matar después de que su padre la matase a ella. —Abre la puerta, sé que estas ahí.— dijo dando golpes. Comprendí que si no abría el resultado podría ser peor. Siguió dando golpes y ya no pude aguantar más. Abrí la puerta y ella me miró de arriba a abajo analizando hasta el último centímetro de mi cuerpo. —Ya era hora.— no parecía enfadada, se estaba reprimiendo. —Lo...¿lo siento?—me ignoró. —Necesito que me hagas un favor.— cambió su cara completamente con una sonrisa angelical y agitando sus largas pestañas. Parecía que me iba a pedir un riñón.
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