CAPITULO 7

1491 Palabras
TIERNAN —Solo regresé a por combustible. —Entonces me mira a los ojos mientras se dirige a la parte posterior de la casa—. Si te duchas, déjame un poco de agua caliente —me dice. Lo veo pasar junto a una gran chimenea de piedra, por un pasillo largo y, eventualmente, oigo un portazo en algún lado de la casa. ¿Irá a buscar al caballo esta noche? —Está oscuro, así que te mostraré los alrededores en la mañana — dice Jake, caminando hacia la derecha—, pero esta es la cocina. Rodea la isla en el amplio espacio, pero yo me quedo atrás. —Por supuesto, sírvete lo que quieras —me explica, mirándome a los ojos—. Haremos muchos viajes al pueblo antes de que comience el invierno en los próximos meses, para poder llenar la despensa con la comida que te guste. Haremos algunas conservas también. —Cierra la puerta del refrigerador, que supongo su hijo dejó abierta, y me informa—: Intentamos cosechar, cazar y matar todo lo que podemos. Tiene sentido por qué creí ver un establo y un invernadero entre otras estructuras. Cuando nieva durante tanto tiempo, es lógico evitar el mercado y el pueblo lo más posible. Hace un ademán para que lo siga y me uno a él cuando abre la puerta a un lado de la cocina. —Si necesitas usar la lavadora y la secadora, están aquí afuera —me dice, encendiendo la luz. Baja unos escalones y veo otra camioneta estacionada en el brillante garaje. Esta es roja. Jake levanta un cesto de mimbre que contiene ropa sucia y lo apoya sobre la secadora pero, cuando avanzo un paso, algo llama mi atención y me detengo en la parte superior de las escaleras. Un ciervo cuelga de sus patas traseras a la derecha, con una pequeña piscina de sangre alrededor del desagüe del que cuelga el animal muerto. Sus astas cuelgan a unos centímetros del suelo, meciéndose ligeramente. ¿Qué demon…? Me quedo mirando boquiabierta. De repente, Jake está parado junto a mí, en las escaleras. —Como dije… cosechar, cazar y matar. —Parece divertido por lo que sea que vea en mi cara—. No eres vegetariana, ¿o sí? Se ha marchado antes de que pueda responder y me alejo del garaje, vuelvo a entrar a la casa y cierro la puerta. No soy vegetariana, pero se me ocurre que nunca he visto carne antes de que fuera solo carne. Trago un par de veces para humedecer mi boca seca. —Sala, baño, televisión —señala mientras lo sigo—. No tenemos televisión por cable, pero hay muchas películas y puedes usar la transmisión en vivo siempre y cuando haya Internet. Lo sigo por la gran habitación, mirando los sofás de cuero de apariencia rústica, una mesa ratona y sillas. La chimenea es lo suficientemente grande como para sentarse en su interior y se estrecha a la altura de las vigas. Hay madera y cuero por todos lados. Huele como a tienda de bricolaje, con una pizca de tocino cocinado. —¿Quieres usar el Wi Fi? —me pregunta Jake. El recordatorio de que puedo estar conectada aquí me hace detenerme un momento. Pero si lo rechazo, se preguntará el por qué. —Claro —respondo. —El nombre es Cobra Kai. Le echo un vistazo. Ingenioso. Me dispongo a buscar las redes disponibles y encuentro que Cobra Kai es la única que aparece. —¿Contraseña? Se queda callado un momento y luego dice: —Un hombre se enfrenta a ti, es tu enemigo. El enemigo no merece… Me detengo antes de negar con la cabeza y escribir “Piedad”. Se conecta en segundos. Jake se acerca a mi lado y echa un vistazo. Cuando ve que puse la contraseña correcta, asiente, impresionado. —Puedes quedarte. Se queda cerca y contengo la respiración, alejándome un poco y echando un vistazo a la habitación, esperando lo siguiente. Pero él se queda en su lugar, observándome, y algo cruza sus ojos pero no lo dice. Al igual que yo, probablemente se esté preguntando qué demonios hago aquí y qué hará conmigo en una semana, o un año, hasta que me vaya. —¿Tienes hambre? —pregunta. —Estoy cansada. Asiente para sí como si recordara que mis padres murieron hace dos días y he cruzado cuatro estados hoy. —Claro. Pero no estoy pensando en todo eso. Solo necesito estar sola ahora. Recoge mis maletas y lo sigo por las escaleras, con la barandilla rodeando el rellano cuadrado en el piso superior. Me detengo y doy un giro, asimilando las siete u ocho puertas a ambos lados, sintiéndome perdida fácilmente en este nuevo lugar. —Mi habitación. —Jake señala directamente frente a nosotros, a una puerta de madera marrón, y luego continúa caminando por el rellano y señala las habitaciones a medida que pasamos por ellas—. Baño, habitación de Noah, y esta es la tuya. Deja caer mi equipaje en la puerta de la esquina del rellano; la luz tenue del candelabro forjado en hierro apenas deja ver el terreno desde aquí, pero en este momento no me importa. Entonces me voy cuenta que solo señaló su habitación, la de Noah y la mía. —Tienes otro… hijo —le digo—. ¿Me quedé con su habitación? Hay más puertas. No estaba metiéndome en su espacio, ¿o sí? Pero él solo gira la cabeza y señala con la barbilla hacia la derecha. La única puerta en la otra pared. La única puerta entre el baño y yo. —La habitación de Kaleb está en el tercer piso —explica—. Es la única habitación allí, así que no necesitas que te la enseñe. Tiene una gran vista, eso sí. Mucho aire y espacio. Le gusta el espacio. —Suspira; sus palabras pesadas con frustración mientras abre la puerta de mi habitación, con ambos perros apresurándose al interior antes que nosotros—. Ten eso en cuenta cuando lo conozcas y te no lo tomes a mal. Me detengo un momento, curiosa por lo que dice, pero todos dicen lo mismo sobre mí. Vuelvo a echar un vistazo a su puerta, suponiendo que hay escaleras allí, dado que Jake dijo que su habitación está en el tercer piso. ¿Kaleb está allí? Su hermano dijo que estaba “dentro”. Jake abre la puerta y lleva mis maletas al interior. Lo sigo, oyendo el chasquido de una lámpara, y veo cómo la luz de la bombilla que llena la habitación de repente. Mi pecho se calienta al instante y casi sonrío. Es agradable. No es como si esperara mucho, pero es acogedora y está ordenada. Incluso tengo mi propia chimenea. Hay puertas dobles al otro lado de la habitación, una cama, un vestidor y una silla acolchonada, todo en colores silvestres, dejando mucho espacio para caminar y estirarme en el suelo si quiero sentarme como suelo hacierlo. Un bostezo escapa de mi boca y mis ojos lagrimean un poco. —Hay toallas aquí —me dice Jake desde el pasillo—. Hazme saber si necesitas algo. Entra un paso en la habitación, llenando el umbral de la puerta, y se queda parado en medio del espacio. —¿Te parece bien? —me pregunta. Asiento, murmurando: —Es agradable. Siento que me observa y me tenso. —No hablas mucho, ¿verdad? Le echo un vistazo. Él sonríe. —Cambiaremos eso. Buena suerte. Jake agarra la manija de la puerta y comienza a cerrarla. —Odiabas a mi padre. —Me vuelvo hacia él, deteniéndolo—. ¿Cierto? Se endereza y me observa. —¿No será incómodo para ti tenerme aquí… tío Jake? Si odiaba a mi padre, ¿no le recordaré a él? Pero sus ojos me perforan y dice en tono calmado: —No veo a tu padre cuando te miro, Tiernan. Aun así, no estoy segura de lo que eso significa o si debería sentirme mejor. Te pareces a tu madre. En el aeropuerto, dijo que me parecía a mi madre. ¿La veía a ella cuando me miraba? ¿A eso se refería? Sus ojos se oscurecen y observo cómo se frota la palma de la mano con el pulgar antes de convertirla en un puño. Estoy pegada al piso, con mi estómago cayendo un poco. —Y no tienes que llamarme tío —dice—. En realidad no lo soy, ¿de acuerdo? Pero, antes de que pueda responder, chasquea la lengua para llamar a los perros, que lo siguen fuera, y cierra la puerta, dejándome sola. Me quedo allí, quieta, pero los nervios bajo mi piel queman. Una llamada, un asiento en clase turista y cuatro estados más tardes, me doy cuenta… No conozco a estas personas.
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