Charlotte bajaba del auto con prudencia frente a un restaurante a las afueras de la ciudad, pidiéndole a los guardaespaldas que guardaran la distancia para no llamar la atención. Ellos obedecieron, pero no la perdieron de vista. Por ser fin de semana y muy temprano en la mañana, el restaurante estaba un poco solitario, solo se encontraban unas 5 personas distribuidas en diferentes mesas. Charlotte entró al establecimiento vistiendo un pantalón deportivo, una ancha sudadera que conservaba de su hermano y llevaba su cabello recogido bajo una gorra, no necesitaba verse elegante para la reunión que tendría y mucho menos quería ser de interés para los clientes del lugar. Desde la puerta del restaurante escaneó el rostro de cada uno de los que se encontraban ahí, sacó su móvil del bolsillo de

