TRAIDORES

1746 Palabras
Me quité la ropa oscura, la metí en el maletero del coche, me puse un par de tacones y me pinté los labios de rojo oscuro mientras mis ojos se centraban en Rowan. Entré por las puertas de roble y la campanilla sonó para avisar de que había un nuevo cliente. Mis zapatos rojos golpearon el suelo de mármol y varias cabezas miraron hacia mí. Algunos chicos me miraron con los ojos muy abiertos, mientras que otros sonrieron y me guiñaron un ojo. Ignorando sus miradas, no aparté los ojos de Rowan mientras me acercaba a él, cuyos ojos verdes estaban pegados a la pantalla de su smartphone. Al pasar junto a él, me detuve de repente y me giré para mirarle, poniendo cara de sorpresa. —¿Rowan Williams?— Dije inclinando la cabeza y él levantó la cabeza y sus ojos se abrieron ligeramente al verme. —¿Te conozco?— Preguntó mirándome de pies a cabeza, mientras se quitaba las gafas de sol y mordía el extremo de las mismas, mirándome con una sonrisa. —No, pero te conozco—, dije con una sonrisa de satisfacción y él se levantó rápidamente, acercándome una silla. —Por favor. Siéntate—, dijo también sonriendo y me senté en la silla que había sacado. Volvió a sentarse y me miró expectante. —Acabo de mudarme a la ciudad. Mi antigua empresa me sugirió que buscara nuevos negocios con las mejores empresas—, dije inclinándome hacia delante y él enarcó una ceja. —¿Las mejores empresas como la mía?— Dijo inclinándose hacia delante y una sonrisa coqueta suprimió sus rasgos. —Por supuesto—, dije con una sonrisa, —Me fijé en ti enseguida. Rowan sonrió complacido y se echó hacia atrás. El estómago me dio un pequeño vuelco y me obligué a alejar la sensación de nerviosismo. No iba a dejar que su orgullo arruinara mi plan. Nunca. —¿Así que quieres que te ayude?—. Dijo enarcando una ceja, —No solo ayudo a desconocidos. —Está bien. Podría tratar de encontrar a alguien más que tal vez pudiera darme una entrevista—, dije e hice una pausa, encogiéndome de hombros, —Solo escuché que eras el mejor. —Y de hecho lo soy—, dijo aflojándose la corbata. Al cabo de un momento, se inclinó hacia delante con cara de interés. —¿Cómo te llamas? —Dijo sin dejar de sonreír mientras me miraba, sus ojos me traían tantos recuerdos. —Victoria. Victoria Silvestre—, dije la misma fase que había repetido muchas veces antes. Era mi nuevo nombre y tenía que recordarlo. —Sí, Silvestre—, dijo Rowan con una sonrisa de lado, poniéndose las gafas de sol mientras se levantaba. —Te diré una cosa—, dijo haciendo una pausa y sacando una tarjetita, —me has encontrado en un buen momento. Llama a mi oficina y pregunta por la dirección del evento de esta noche—dijo entregándomela y yo la cogí, rozando mi mano con la suya a propósito. —¿Un evento?— Dije confundida, —¿Para qué exactamente?— pregunté también poniéndome de pie mientras me colocaba frente a él. —Lo hacemos cada pocos meses. Asiste gente de negocios de alto nivel. Es una oportunidad para que se mezclen e intercambien tarjetas de visita—, dijo con la mirada perdida. —¿Ah, no? ¿A esas cosas solo se puede ir con invitación?—. Dije con una sonrisa de satisfacción y su sonrisa se ensanchó. —Ya me caes bien. Te pondré en la lista. Asegúrate de encontrarme—, dijo cogiéndome la mano. Se la llevó a los labios y rozó ligeramente mis nudillos. —Claro que sí—, le dije con una sonrisa coqueta. Rowan sonrió satisfecho y con una última mirada se fue. Le vi marcharse y, cuando vi que su coche, de aspecto caro, se alejaba a toda velocidad, salí del edificio y subí a mi coche. Mis manos se aferraron inmediatamente al volante y las apreté con fuerza, haciendo que mis puños se pusieran blancos. Respiré agitadamente mientras por mi mente pasaban imágenes de Rowan matando a mis padres. —Relájate —me tranquilicé—, ya no eres Samantha. Ahora eres Victoria—, dije con firmeza mirando mi reflejo en el espejo de revisión. Al ver mi pelo teñido y mi rostro maduro, volví en mí y me relajé un poco en el asiento. Me iba a ir bien. Esta noche iría al evento, bebería vino de lujo y progresaría. * Si había algo que me gustaba era tener una excusa para arreglarme. Llevaba un caro vestido de seda dorada que me ceñía los pechos y la cintura y caía justo por debajo de los tacones, rozando apenas el suelo. La luz de la calle frente al edificio lo hacía brillar y la ligera brisa me hacía estremecer ligeramente. Me agarré con fuerza al bolso y utilicé la mano libre para arreglarme los rizos mientras me alisaba los labios, frotándolos para igualar mi pintalabios rojo oscuro. Miré hacia el edificio bajo mis pestañas y sentí que el nerviosismo se apoderaba ligeramente de mi estómago. —Es una chica, Victoria—, me dije mientras levantaba la cabeza y subía las escaleras del enorme edificio de aspecto antiguo. Me paré detrás de una mujer con el pelo color caramelo y un vestido blanco de seda que le llegaba por debajo de las rodillas. Estaba con su pareja, que dio sus nombres al hombre que llevaba una lista. —Señor y señora...—, se interrumpió el hombre trajeado, —Ah, Bryans. Pasen—, hizo pasar a la pareja, que no le dedicó ni una sola mirada. —El siguiente, por favor—, dijo el hombre y dejé que una sonrisa se dibujara en mi rostro. —¿Nombre? —Victoria. Victoria Silvestre—, dije con una sonrisa cortés. —No veo a ninguna Victoria ni Silvestre aquí—, murmuró el hombre casi para sí mismo. —¡Ah! Ahí está. Usted debe de ser la invitada del señor Williams, ¿me equivoco?—, dijo el hombre mirándome por primera vez e inmediatamente me dedicó una sonrisa con dientes. Era guapo y su pelo claro le sentaba bien. Pero parecía tan condenadamente crédulo. Como si tú fueras a hablar. —Eso es casi exacto—, le dije con dulzura y la amabilidad de sus ojos me hizo compadecerme de él. Eso no te llevará lejos, quise decirle. —¿Una buena amiga, supongo? No es propio del señor Williams invitar a gente—, dijo en tono curioso y las personas que esperaban para entrar detrás de mí soltaron un suspiro de fastidio. —Algo así—, dije con una sonrisa tensa. Me hicieron pasar y me abrí paso a través de las enormes puertas. Contuve la respiración mientras me empapaba de la escena que tenía ante mí. Gente. Gente importante. Mujeres con el pelo recogido en moños, pintalabios rojo y collares de perlas junto a hombres bien vestidos. Había varios grupos de personas esparcidos por la zona. Algunos reían y chocaban copas de vino, mientras otros hablaban seriamente e intercambiaban tarjetas de visita. Solté el aliento que estaba conteniendo y me acerqué a una mesa alta en la que pude apoyar los codos. Dejé el bolso sobre la mesa y cogí la copa, que supuse que era de champán. —Eres nueva en esto, ¿verdad?—, me preguntó una voz desde mi izquierda mientras me llevaba la copa a la boca. Miré al hombre del traje caro y alcé los ojos para encontrarme con los suyos. Mis ojos se abrieron de par en par y me atraganté con el champán. —¿Estás bien?—, preguntó con las cejas fruncidas mientras yo carraspeaba rápidamente, recuperando la postura. Asentí con la cabeza y le dediqué una sonrisa forzada. —Sí, bebí un poco demasiado rápido—, dije con una pequeña risa. Max. —La verdad es que tengo ese efecto en la gente—, dijo con una pequeña risita, —pero estoy ocupado. Esa belleza de allí—, dijo señalando detrás de él hacia una chica que llevaba un vestido rojo oscuro. Catalina. —Claro que sí—, dije con facilidad y volví a mi actitud tranquila. —Tenía curiosidad. Al verte aquí por primera vez estaba seguro de que eras nueva—, dijo Max apoyando el brazo en la mesa. —Soy nueva en la ciudad. En realidad estoy buscando un nuevo negocio del que formar parte—, dije mientras le miraba con una sonrisa. Parecía haber olvidado lo maravillosos que eran estos tres actuando. —¿Te metiste en un evento como este así como así? Dime, ¿eres amiga de Alexander Celeste?— preguntó Max con curiosidad. —Perdona, ¿quién?— pregunté, perdida, pero intentando parecer lo más profesional posible. Era un poco difícil mirar a los ojos a los asesinos de tus padres. —¡Solo el hombre más rico! Él organiza estos eventos. ¿Pensé que Rowan era el hombre más rico? Como si leyera mi mente, Max asintió con la cabeza pensativo. —Aunque, ¡Rowan y él han estado en duelo por años!— dijo Max sacudiendo la cabeza. Me miró y se rio por lo bajo. —Disculpa mis modales. Rowan es un buen amigo mío y me he dejado llevar hablando. —¿Rowan Williams? En realidad es él quien me ha invitado esta noche—, dije con un falso tono de sorpresa. —¿En serio? ¿Rowan invitando a alguien? Bueno, me has caído bien y espero que Rowan te trate bien—, dijo Max con una sonrisa. —Será mejor que me vaya. Me llamo Maxwell pero prefiero Max. Lo sé. —Victoria Silvestre—, le respondí con una inclinación de cabeza y una vez que Max estuvo fuera de mi vista me bebí mi copa de champán. Mis ojos recorrieron la zona y enseguida vi a Rowan entre otros hombres. Me enderecé y me acerqué a él, sus ojos se cruzaron con los míos. Sus ojos se iluminaron y una sonrisa se dibujó en sus labios mientras me guiñaba un ojo. —Caballeros, les presento a mi nueva amiga Victoria.
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