Capítulo 1 "Callejón en penumbras"
Me subí al cuadrilátero, cada vez que lo hacía volvía a repetirse lo mismo, la emoción y la adrenalina apoderándose de cada poro de mi cuerpo.
Había perdido el miedo, aunque los nervios siempre querían joderlo todo, sentados a un lado de mi hombro, gritándome que no voy a ganar, que saldré de aquí roto, destruido y que corro con el riesgo de no volver a levantarme jamás.
Siempre trato de esfumarlos, de darme ánimos mentales, he ganado tantas que una más está a mi alcance.
Tengo mis razones para estar hoy aquí repitiendo esta misión suicida, parado sin saber que me voy a encontrar al otro lado, como si fuera una cajita sorpresa.
Las luces me enfocan, las personas al otro lado de las rejas gritas y las sacuden, algunos abuchean, mientras que otros me llaman campeón.
Debía ser esta una puta broma, una maldita broma de mierda, al otro lado se para una chica, deja caer la capucha de la bata que trae puesta y puedo ver su rostro sediento de sangre.
Podría ser que tuviera todas las ganas del mundo de enfrentarse a mí, que se tenga fe de que puede ganar y en realidad llego a admirar su coraje, pero no tiene posibilidad de salir ilesa peleando contra mí.
El oficiante de la pelea se para en medio de nosotros, con el micrófono en la mano y una sonrisa de burla sobrada, nos mira antes de empezar a hablar.
—Buenas noches, nuestros queridos apostadora, ¿ya pensaron en cuál será la inversión que harán esta noche? —pregunta y suelta una risa—Tenemos, por un lado, a nuestro ya conocido, Manto Sagrado.
Se escuchan los rugidos del público una vez más, la chica pone una sonrisa de lado, desde que se subió al ring no ha dejado de mirarme.
—Por la otra parte, del otro lado tenemos a Abismo sombrío —se escuchan algunos comentarios y el presentador vuelve a reír— Menudo apodo, da miedo.
Me puse a acomodarme el vendaje de mis manos mientras fardaba frente al público, me importa una mierda si es mujer, el estar aquí siendo una significa que no le tiene amor a su vida. No es la primera que se cruza en mi camino, por estos sitios suelen verse cosas poco comunes.
Debo admitir que la primera vez me tocó un poco los cojones tener que enfrentarme con una mujer, porque ante algún que otro idiota eso te hace menos hombre, porque a las mujeres hay que dejarles ganar, porque son más débiles y entonces si les golpeas eres un aprovechado, c*****o que se le olvida que tiene una madre.
Nos paramos frente a frente, para saludarnos antes de empezar la pelea, choque de puños, mirada fija en esos ojos profundos y ese perfume pijo era algo que no me esperaba.
Soy un muy entendido en asuntos de niñas de mami y papi saben, a las niñas pijas les gustan los chicos malos, darle en los cojones a sus padres, ponerles reventados por no poder controlarlas.
Sé reconocer bien cuando una tía tiene un perfume caro, sobre todo cuando tiene el mismo perfume que tenía la tía que te liaste la noche anterior.
—¡Viene la poli! —grita desde el fondo del público
Aquello se vio como un enjambre de moscas, todos tratando de huir lo más pronto posible y claramente nosotros no fuimos la excepción.
Salí corriendo sin rumbo, mientras me quitaba las putas vendas de las manos y me colocaba la chaqueta de cuero que había recogido del suelo por pura casualidad. Estaba tan sumido en mis pensamientos que ni siquiera me había dado cuenta de que el abismo me perseguía, me detuve en medio de la calle solitaria y ella a pocos pasos de mí.
—¿Por qué me sigues? —volteo medio rostro.
—Me quedé en blanco, no sabía a dónde huir —dice tratando de recuperar el aire.
Estábamos en medio de un callejón en penumbras, escuché unos pasos, en un movimiento rápido la tomé de la mano, le cubrí la boca y la empujé contra la pared, detrás de un contenedor de basura.
Podía sentir su respiración cayendo sobre mi mano, los pasos se acercaron y en el silencio profundo que estábamos empecé a escuchar.
—Vi a dos que habían corrido por esta zona —asegura un policía.
—Joder idiota, aquí no hay nadie, ¿acaso no ves? Es un puto callejón oscuro y seguramente lleno de ratas —se queja el otro.
Efectivamente, era un callejón oscuro y lleno de ratas, al borde del contenedor se tambaleaba una rata que al parecer disfrutaba de un festín de basura. Vi los ojos de la chica misteriosa abrirse, seguramente en su puta vida había visto una rata, empezó a temblar y me vi en la obligación de distraerlo.
Si seguía mirando a esa rata es muy seguro que con un movimiento que hiciera ella gritaría y esto se terminaría yendo a la mierda. No quiero terminar entre rejas, aún me queda toda la juventud para seguir arriesgando mi vida en un sin fin de aventuras.
Estampe mis labios sobre los suyos, quizá la locura más grande que había cometido, pero ella, ella, no se resistió como esperaba. Si no que me tomó por el cuello y ese beso se transformó en una maldita tempestad, sentí como el calor recorría mi cuerpo, hervía.
Me faltaba el aire, pero aun así no quería detenerme, se me olvidaron los putos policías, se me nubló la existencia.
Sin dejar de besarme, subió encima de mí, recorrí sus muslos firmes, mis manos pasaron dentro de su short de tela fina y las dejé sobre sus nalgas. Ahora entendía todo, esto era un abismo, el sentir que caes en un sin fin, sentir que nunca terminas por tocar fondo y esa sensación de vacío.
Una sonrisa arrogante se situó en sus labios, gruñó levemente y bajó levemente la cremallera de mi chaqueta de cuero, todo con la retorcida intención de lamer mi cuello.
—Este es el sabor del manto sagrado —susurra mordiendo su labio inferior— Quiero probarlo por completo.
No sabía como tomar sus palabras, en mi puta vida una mujer me había tomado de esa manera, nunca una mujer se había atrevido a tanto. Frotó mi m*****o con su mano, supongo que con el objetivo de saber con qué tamaño se encontraría debajo y por su gesto al parecer se llevó una sorpresa.
—Esto si es sagrado —murmura jadeando— ¿No quieres pasar una noche en el abismo?
¿Cómo le decía que no a esa propuesta? Me había dejado la polla dura, me estaba pidiendo a gritos ser follada y yo soy un tío débil, no podía decir que no.
Cuándo clamamos un poco las tensiones no había ni rastros de la policía, ella fue la primera en ponerse de pie y luego me incorpore yo. Estaba decidido a avanzar cuando me empujó contra la pared, me tomó por el cuello y volvió a besarme.
La levanté en mis brazos, ahora sí pude tocar el resto de su cuerpo, era la mezcla perfecta. Me causaba confusión, su perfume era el de una niña pija, pero su cuerpo denotaba su entrenamiento y esa es la parte confusa.
Una niña de mamá y papá no entrena para peleas callejeras, no se mete en peleas clandestinas a las altas horas de la madrugada. Una chica de esa clase se dedica a andar con tíos que no valen dos pesos, fumarse sus cositas y follar en los baños del instituto.
—¿En qué piensas? —pregunta despegando sus labios de mi cuello y mirándome a los ojos.
—Pienso en que hace una niña de papi y mami en una pelea clandestina —suelto con completa sinceridad— Y ahora tratando de follar con un tío que no conoce de nada.
—Le sacas la emoción al momento, joder —suspira y luego regresa esa sonrisa a su rostro— Follar con el tío que probablemente te iba a matar a golpes o te mataría a golpes, resulta excitante, pero que vamos, si no querías no me hubieras besado.
Evade hablar del tema, no quiere decir por qué está metida en esto, algo que me da aún más curiosidad.
—No puedo llevarte a mi casa, pero me apetece que follemos —le digo llevando mis labios a su cuello.
—Entonces te llevo a la mía —dice entre jadeos— Pero fóllame, fóllame por favor.
El puto detonante fueron aquellas palabras, escucharla rogar por mi polla podía ser al final mi punto débil y estoy seguro de que ella lo sabía.