Aprendíz de Amante

Episodio 4

Alma estaba impaciente en su habitación esperando a Marcel, sentía deseos, la sesión de autocomplacencia la dejó satisfecha pero quería más.

Cuando Marcel llegó, ella se abrazó a él y lo besó en la boca, él le devolvió el beso y la apretó fuerte.

—¿Tan buena es esa doctora? —susurró en su boca.

Ella se rió y lo soltó.

—Creo que hice algún avance.

—Solo quiero que estés bien y volvamos a ser los de antes —dijo mientras comenzaba a desvestirse.

De pronto el deseo que sentía se esfumó, ya no quería hacer nada con él, con nadie.

Alma notó que ya no miraba a su marido siquiera, notó su bulto y deseo que estuviera erecto, pero no le dijo nada, no hizo nada, solo se quedó allí deseando, Marcel era un hombre alto y atractivo, lo único que nunca le gustó a Alma de él era su piel extremadamente blanca, pero hacía ejercicio con regularidad y estaba en forma. Su cabello era un desastre, era brillante y abundante, siempre despeinado, sus ojos color marrón eran hermosos. Tenía una curvatura curiosa alrededor de los ojos que lo hacían ver de rostro infantil a pensar de sus facciones duras.

Alma no se perdió detalle de él.

—¡Tendrás que venir con esa doctora algún día! —dijo ella mientras se preparaba para dormir.

—Si logra lo que ningún otro terapeuta logró contigo, haré lo que quiera —contestó Marcel.

Esa noche Alma fantaseo con hacerlo con su marido, le divertía la idea de tenerlo allí y no tocarlo, como hizo más temprano ese día con la doctora. Ella solo la observaba sin expresión alguna pero allí estaba delante de ella. Fantaseaba con estimular a su marido, se volteaba unos centímetros más y podría tomar su m*****o entre las manos y acariciarlo suave o salvajemente como se le antoje, quizás luego pasaría su boca sobre el y lo besaría, llegaría a más y se lo chuparía. 

Alma necesito tocarse debido a sus pensamientos, ahogó los gemidos y controló sus espasmos, pero Marcel estaba profundamente dormido junto a ella, ella iba con delicadeza dentro de ella misma con un par de dedos, cubriendo su boca para no gritar de placer y despertarlo y él dormía plácidamente.

Ella no se resistió y estiró una mano y tocó el m*****o de su marido, flácido y dormido pero podía sentir el tamaño, la promesa de ese m*****o erecto dentro ella. 

No se conformó, tomó una almohada y la puso debajo de ella, se giró quedando boca abajo y sin miedo ya de que Marcel despertara, se agitó con furia sobre la almohada con movimientos circulares hasta que su cuerpo fue construyendo el orgasmo que explotó en unos segundos.  

Esa doctora era más que buena, pensó Alma, había vuelto a sentir deseo, aunque le preocupaba que solo le apetecía su propio contacto, tenía tanto que experimentar aún.

—¿Dormiste bien? —le preguntó Marcel.

—Sí.

—¿Qué harás hoy?

—Tal vez repase algunas de las cosas que vi ayer con la doctora —sonrió con picardía.

—Vaya, no dejas de hablar de ella, eso me gusta, por lo general siempre tienes algo que decir de los terapeutas, esta ha dejado buena impresión en ti, punto a favor.

—Sí, es diferente al resto sin dudas. Eso me gusta.

Marcel se acercó a ella y le dejó un beso casto en la frente antes de salir a trabajar. Marcó el número de la oficina de Pía e hizo otra cita. Estaba muy intrigada por esa mujer, las sesiones, lo que experimentó.

Quería volver a  ver a esa mujer de rasgos hermosos, tan sensual y confiada, no era que esperaba contacto físico con ella, le bastaba su presencia.

La doctora había hecho una observación acerca de que no le importó acceder cuando pensó que tendría sexo con ella. Debía explorar el porqué, pero ya había decidido confiar en ella. Lo explorarían juntas.

Nunca sintió curiosidad de hacerlo con una mujer, pero no le disgustaba la idea, no pensó que deseara a la doctora, simplemente descubrió que se sentía más cómoda abordando ese asunto con ella que era mujer, tuvo terapeutas mujeres antes pero no una con la que se sintiera como si la conociera, con esa sensación de familiaridad que Pía le dejaba.