Nunca mire atrás.
Y no lo haré ahora.
Tengo veinte minutos esperando a que Jordan me deje pasar a verlo, después de anoche no pensé que me fuera a llamar ahora. Pero no dejo que los nervios salgan a flote que de hacerlo terminaré como tantas otras chicas que han venido a este lugar a pedir un cliente rico que puedan pagarles sus lujos a cambio de un rato de sexo.
Yo estoy aquí con propósitos más grandes que no puedo echar abajo por lo que sucedió con su cliente.
Giro mi cabeza a un lado del largo pasillo que está en lo más alto del club donde sólo pasan personas que están en problemas o que buscan negocios sucios con Jordan. Un americano que logró posicionarse muy bien aquí en Moscú y donde tiene los mejores clientes de todo el planeta.
Y es aquí mismo en Moscú donde puedo encontrar a las ratas más importantes de todo el mundo, y por los cuales haré que mi apellido se les grabé en la cabeza.
Jordan abre la puerta y me deja pasar, la azotea a mi espalda antes de pasarme de largo y sentarse en la enorme silla de cuero n***o que hay detrás de un bonito escritorio de cristal donde sienta a una que otra de mis compañeras para meterse entre sus piernas y cogerselas sin importar que lo sepan sus clientes.
Su justificación es qué él puede coger con cualquiera de ellas y también les pagará por su servicio, nunca me ha pedido a mí y es por el hecho de que soy alguien a la que no le conviene hacerlo.
Solo presta mis servicios a tres sujetos importantes de Rusia y son los que me mueven, pero creo que después de lo de anoche ya no me moverá a ningún lado.
Resignada a la conversación que se aproxima, camino para sentarme frente a él, me siento y escucho como vacía un par de hielos en el vaso que usa para sus licores caros.
—Tienes suerte de qué no te mataran por pendeja, Wrist.
—No creí que su esposa fuera la que estaba del otro lado de la línea—simplifico antes de acomodarme en la silla.
Jordan arquea una ceja antes de bufar molesto por mi respuesta tan simple, ¿Qué más quiere?
No es mi culpa que su cliente no sepa ocultar lo que hace en un hotel caro de la ciudad con una mujer joven.
El sujeto tiene como cincuenta y es… no sabe dar orgasmos que hagan que las piernas se doblen de lo rico que se siente, en este año he tenido más decepciones que en mis años locos.
—¿Cuándo entenderás que así no te puedo acercar a un pez gordo?—le he pedido muchas veces que me mandé a las ligas por las que los Petrov pagan, pero no me manda.
Nunca lo ha hecho.
—Lo siento.
—Descansarás toda la semana.
Asiento antes de ponerme de pie, recibe una llamada que lo hace maldecir un par de veces, me pide de la manera más grosera que me ponga a su lado y que cierre la boca.
Lo hago.
Espero unos minutos mientras Jordan hace lo que puede para no tener un infarto, aunque con el licor que tiene en el vaso debe ser suficiente para calmarse, la puerta de su despacho se abre y deja entrar a la persona que he estado tratando de conseguir en mi lista de clientes, pero a los que Jordan nunca me dejó acercarme.
—Buenas noches, King—saluda el hombre más temido del país.
—Buenas noches, Petrov—parece que teme y no lo culpo por hacerlo—¿Whisky?
—No. Gracias. Me interesa más tu mercancía que tu buen servicio como jefe.
—Hace mucho que no venías por una—dice, sirve más whisky en su vaso—. ¿De qué tienes ganas está vez?
—Recuérdame tu repertorio—dice tranquilo, en su cuerpo refleja que se siente cómodo de estar aquí.
—De todo un poco, Petrov.
Asiente despacio, por un instante sus ojos me escanean completa, desde el color de mis ojos hasta el conjunto que llevo puesto el día de hoy, como iba a tener una reunión con Jordan, me puse algo no llamativo, un simple vestido n***o aderido a mi silueta.
—¿Y ella?—me señala.
Trago despacio.
Petrov no deja de observarme desde que dijo que si yo estaba a opción, y no importa si es una vez de mí depende de qué me quiera más veces.
—No creo que te agrade.
—Sabré como callar esa boca—mierda.
—No es sólo de su boca de lo que debes preocuparte—sonrío por ese comentario—. Tengo más mercancía, hay un par de rubias que sin duda…
—Creo que la quiero a ella—miro a Jordan y niego con una sonrisa en los labios.
—Con todo respeto—empieza a decir Jordan con cuidado—, no es una buena chica, y tengo muchas que sí, deja que Bryce siga haciendo bien su trabajo con otros clientes… y a ti te doy a una sumisa que estará a tus pies.
—Ya me cansé de esas—se levanta para caminar a mí, no me muevo de mi lugar y me mantengo con la cabeza alta.
Algo en sus ojos grita que debo obedecer lo que salga de su boca, pero no seré como las otras, a mí me debe respetar, soy una mujer no un objeto y eso es lo que llama la atención de mis clientes, de los dos que me quedan.
—¿Qué te hace diferente a las demás?—mis ojos van a Jordan para ver si me autoriza una respuesta—. Te estoy pidiendo una respuesta, no que pidas permiso.
—No lo estoy pidiendo—no sé cómo salió ese tono de voz.
Supongo que son las ganas y el deseo de venganza lo que me impulsa a contestar.
—¿Entonces?—está cerca de mi anatomía, tanto que puedo olfatear el rico perfume que lleva puesto.
—Sí lo que busca es una sumisa… no la va a encontrar en mí—respondo con el mismo tono.
Doy un paso atrás y después dos más para después caminar al escritorio de Jordan, le dejo el billete de cien euros que me dio el cliente de anoche.
—Te veo el próximo martes, Jordan.
Camino a la puerta cuando me jalan la mano con fuerza y me dejan en el interior de la habitación. Arqueó una ceja al ver la determinación en los ojos de Alexander, sin duda me quiere para un rato, pero no quiero que me quiera para ese rato.
Me debe querer para matar por mí.
—El pago lo tienes mañana, Jordan—eso llama mi atención.
Se supone que una parte es para él no el pago completo, me safo de su agarre para mirar a Jordan que se muestran neutro.
—Jordan.
—Alexander, déjame hablar a solas con ella.
—Cinco minutos.
Alexander sale por la habitación antes de cerrar la puerta con cuidado, tragó saliva antes de ver a la puerta. Me giro a Jordan que parece nervioso de lo que acaba de pasar.
—Con Alexander es diferente el trato—explica despacio—. A mí me paga el porcentaje de lo que tú me das y te quedas con él por el tiempo qué deseé.
—Si me quiere un año…
—Te quedas con él ese tiempo.
Asiento despacio.
A los cinco minutos exactos se abre la puerta para Alexander que me ordena irnos, me retiro de la oficina de Jordan para salir y hacerme la idea de que estaré con Alexander por el tiempo que él quiera, mi trabajo debe ser que me quiera más del tiempo debido en esa oficina.
Salimos del lugar para que el aire helado de Moscú nos reciba, sé bien que Alexander no vive en la ciudad y que nadie sabe a ciencia cierta donde vive este criminal que ya me quiere en su cama.
Pero no del grado que deseo.
Subimos a una camioneta negra que me hace tragar.
—¿Cuántos años tienes trabajando para Jordan King?
—Un año.
—Con razón, no te había visto antes—dice calmado—. ¿Qué edad tienes, Bryce?
—Veinticuatro—contesto.
Mis ojos los llevo fuera de la ventanilla para escuchar un suspiro de su parte, no comprendo porque. Sonrío por ver una pareja con un bebé, eso me delata un poco porque escucho una leve risa adentro de la camioneta.
—¿Una prostituta desea una familia?—me giro a él antes de arquear una ceja.
—Mi contrato con Jordan terminaba en un mes—es verdad—. De ahí pensaba retomar mi carrera universitaria en Nueva York, y olvidarme de este año en Moscú.
No parece muy convencido pero por lo menos deja de preguntarme, retoma el porte serio antes de decirle al chófer que aceleré que tiene algo que hacer y no quiere perder más tiempo.
Algo me dice que es abrirme las piernas y ser poco amable al hacerlo, esto es parte de lo que quería y de mí depende el continuar hasta que mi venganza se complete o que muera como tantas cosas que han pasado por mi vida.
Llegamos a una mansión muy bonita como a unos dos kilómetros de la ciudad, tragó saliva de manera gruesa al ver a dónde me trajo Alexander. Estacionan frente a la puerta, el primero en bajar es Alexander que me detiene la puerta para que baje, lo hago.
Admito que me sorprende que se porte como un caballero cuando es un asesino a sangre fría que no se tentara el corazón en matarme si mi plan fracasa.
Caminamos al interior de la mansión, sus pasos lo llevan delante de mí por unos metros más, estoy segura de que este lugar no será el único donde viva por los siguientes días.
—Doris te mostrará tu habitación—dice al darse la vuelta para verme.
—Creo qué necesito más, que saber dónde voy a dormir.
—Conformate con saber que te daré de comer.
—Creo recordar qué dije que no soy sumisa—arquea una ceja.
—No olvides que eres una puta que llamo mi atención—niego con una sonrisa en los labios.
—No lo olvido—respondo y eso parece llamar la atención de la tal Doris.
Juré ser su dolor de muelas y eso haré.
Pero antes, debe enamorarse de la versión que le estoy dando.
—Pero que no se le olvide que estoy para complacerlo en la cama y fuera de ahí, no.
Alexander cruza los brazos, seguramente piensa en devolverme o meterme una bala que me lleve al otro mundo, de ser así, al menos lo intenté.
No daré mi brazo a torcer. No con él.
—Doris, dile a Hansel que no iré hoy a su reunión—la mujer asiente sin que él la vea—. Tengo que castigar a cierta persona.
—Doris, llévame a mi habitación, quiero dormir.
Doy un paso cuando ya tengo un arma apuntando a mi cabeza.