El avión privado que la familia tiene es enorme, más de lo que mide uno normal, muchos guardias se le quedan viendo a mi cabello o a mi apariencia en general que es algo exótica, comparada con la que tienen las chicas de la corte.
Subimos al avión, el joven que va a mi lado resuelta ser el aprendiz del concejero real actual, él será el del príncipe Alexander cuando suba al trono... conmigo. Dios, hasta este momento me doy cuenta de que seré la reina de la nación, y en menos de un año... y Cole... ya no hay nada que pesar con respecto a lo que será nuestro futuro, simples amigos y nada más.
Mis ojos se fijan en la ventana del avión que me muestra el aeropuerto en el que me despedí de Cole después de que nuestros destinos se separarán una vez más, pero el mío dio una vuelta que jamás dará marcha atrás.
La nave de metal prende vuelo dejando mi ciudad natal para llevarme a la capital, donde seré juzgada por mis reyes actuales y presentada a mi futuro marido que tal vez no se alegre de saber que soy un desastre con boca para hablar y responder cuando algo no me guste.
—Tranquila, estarás bien en el palacio—no me sorprende que el joven frente a mí tenga la edad del príncipe Alexander.
—No lo creo.
—Elena, muchas chicas darían lo que fuera por estar en tu lugar—mis ojos lo buscan y casi me hubiera gustado conocerlo en otras circunstancias.
El cabello rojo resalta muy bien en su piel avellana, los ojos marrones se vuelven llamativos por el rojo de sus pestañas, las pecas que bañan su rostro apenas se notan. El traje azul marino resalta junto con la camisa blanca que lleva debajo del saco.
—Yo no quiero esto—simplifico desviando la mirada de él y enfocándome en otra cosa.
—Entonces debiste dejar que tu hermana viniera—dice en voz baja, pero no tanto para evitar que yo lo escuche.
Hace media hora que subimos en el avión y que volamos sobre el territorio de la nación, las imágenes de mi último momento en casa se me hacen presentes y casi juro que quiero llorar, llorar por todo lo que deje en mi mundo, en mi ciudad, en mi hogar.
—No—sueltan mis labios en una caricia de voz—, ella tiene sueños y esperanzas de ser diseñadora o modista—le digo sin mirarlo pero adornado mis labios con una débil sonrisa que morirá en cualquier segundo.
—Es un gesto muy dulce de tu parte—escucho un sonido de lo que parecen unas llaves y eso es lo que me hace mirarlo de nuevo—. Sacrificarte por tu hermana menor.
Las llaves que escuche son las que lleva en el cuello como si fueran una cadena, pero lo que las enreda en su cuello es un cordón de tela, parece seda por su brillo integrado.
—No muchas lo harían, eso lo sé.
No muchas mujeres se sacrifican por su hermana menor, pero también que no muchas darían el lugar que Ana dio para que ella pueda vivir su vida, y yo vivir el tormento que viviré en palacio durante toda mi vida.
—Tiene sus cosas positivas.
—¿Cómo qué?—parece pensarlo unos segundos, hasta que tiene la respuesta que me dará quiera o no.
—Tendrás ciertas libertades—su expresión es fácil de descifrar pero no me da una respuesta a mi pregunta anterior.
—¿Cómo cuál?—ladea los labios y después forma una sonrisa con ellas.
—La de escoger a tu dama de compañía—la mujer que me seguirá a todos lados—, o el escoger el nombre de tus... Mejor me callo porque si hablo de más...
Es fácil saber a dónde va, mis hijos son lo único que será bueno de estar en el palacio y de ser la reina de la nación.
—El escoger el nombre de mis hijos—asiente y yo suelto el aire que mis pulmones me ayudaron a contener—¿me dejaran adornar sus habitaciones siquiera?—no sé si fue mi tono de voz o qué sé yo, pero la sonrisa que se forma en sus labios se extiende por su rostro.
—Tenlo por seguro.
Seguimos hablando de cosas que me darán cierto beneficio al ser la elegida indirecta de la Tómbola, como que tendré que aprender modales y clases privadas de historia y política, que me aburrirán de cierta forma, además de clases de danza que me darán acompañada por ciertas personas. Creo que el palacio me abrirá la puerta para intentar un par de cosas que he quiero hacer que por falta de dinero no había hecho, como nuevos refugios de animales o centros de ayuda para personas abusadas sexualmente.
La idea vuela en mi cabeza mientras planeo ciertos proyectos que puedo hacer cuando porte la corona de la nación, puedo hacer la diferencia de ese modo, sacaré un beneficio comunitario para mi nación. Seré recordada por ese cambio no por sentarme en el trono y ser la chica estúpida que le cambio el lugar a su hermana por la corona, que es lo que se dirá en vez de que cambie de lugar para que ella pudiera vivir como quisiera.
No cuento con que me da sueño durante el vuelo y que de una manera u otra me quedo dormida después de pasar un rato evitando el sueño que me consume de una manera rápida y sencilla.
(_/_)
La capital no es muy diferente a mi ciudad natal, aunque los edificios conservan ciertas cosas antiguas que los hacen atractivos a la vista; cuando me desperté ya habíamos llegado y estaban bajando las cosas para subirlas al auto que nos pasó a recoger al aeropuerto. Jack me va diciendo la historia de las calles y no sé qué tanto, no le pongo mucha atención debido a que me gusta más lo que mis ojos van viendo que lo que mis oídos puedan captar de información.
Los edificios modernos se encuentran alejados de los que parecen ser más viejos, eso me gusta, que separen lo nuevo de lo clásico, ya no escucho que Jack hablé me giro para verlo perdido en una Tablet, sus ojos me dicen que disfrute de la vista, ya tendremos tiempo para mis clases de historia y cultura. En este punto del viaje el país completo sabe que Ana será la reina, o eso creo.
Las esculturas que van quedando atrás muestran el arte y la cultura general que todos conocemos desde que estamos en la primaria, mis ojos se maravillan con cada cosa que ven y mi nariz se da banquetes con los olores de comida que se prepara en los restaurantes que adornan las calles.
Me podría enamorar... pero de la ciudad.
El auto toma otra dirección alejándome de los edificios modernos y viejos para llevarme a algo más tradicional que representa al país, veo las bellas construcciones hasta que pasamos por una construcción que parece ser un palacio viejo, miro a Jack que sigue en su Tablet.
Mi curiosidad puede más que otra cosa.
—Jack, ¿qué es eso?—deja la tableta y pone atención a lo que yo veo.
—¡Ah!—se acomoda de nuevo mientras espero su respuesta—Es el palacio de Siete Rosas, el palacio que mando hacer el rey Frederick para la reina Elizabeth hace casi cien años atrás.
—¿El que fue hecho...?
—Por amor y no por una Tómbola, fue el regalo de bodas de parte del rey para su reina—miro de nuevo la construcción y sí es muy hermosa.
El auto sigue por el mismo camino y después de unos kilómetros las compuertas del palacio real se abren y todo mi ser se emociona, para pasar a la bipolaridad y querer ocultarme debajo de una roca.
—Bienvenida a Palacio—dice Jack con una sonrisa en sus labios.
Trago nerviosa, los jardines de la entrada son realmente hermosos, los colores de las flores resaltan en los arbustos en los que están, es muy hermoso el lugar y tengo que admitirlo. Jack va digitando algo en el celular que lleva en las manos así que deduzco que es un mensaje, que supongo es para anunciar nuestra llegada o algo así.
—Los reyes quieren vernos en la sala del rey—me avisa aumentando mis nervios.
—¿Es normal que me muera de nervios?—me sonríe de manera sincera, pero yo no estoy muy segura de querer sonreír en este momento.
—Sí, pero descuida—el auto se detiene y mis nervios aumentan de una sobremanera que me pone a temblar, las manos de Jack se cierran en las mías y mis ojos no dudan en ir a los suyos—. Estaré aquí para cuidarte, considérame un amigo adentro del mundo en el que estás por ser parte.
Mi cabeza se mueve aceptando ese poco consuelo que me da, bajamos del auto, los enormes ventanales del palacio están abiertos dejando que el aire entre en él para evitar tanto aire artificial, Jack y los guardias me conducen por los pasillos hasta que llegamos a un espacio algo grande con cosas de lujo extravagantes y costosas por lo que no me muevo de mi lugar.
Espero un par de minutos hasta que las puertas se vuelven a abrir para la familia real a excepción del pequeño príncipe Ernesto.
—Ella no es Ana.
Esto será así, con más detalle y cosas así, y más cortos pero serán más jajaa