Ha pasado un mes desde que Thomas y yo rompimos cualquier comunicación, cuando me ve por los pasillos de la universidad baja la cabeza con tristeza y yo elevó la mía con indiferencia, me volví muy teatral, y he recibido invitaciones a salir en sus narices pero no las acepto porque estoy saliendo de una relación y haciendo ideas de que serán las cosas cuando Cole vuelva.
Alexa me ha preguntado por el beso que nos dimos antes de que se fuera, no le he dicho nada porque no debe saber el pacto que Cole y yo nos hicimos, no debe saber nada de nada, no hasta que sea el momento en el que sé qué quiero con él, que es lo que mi corazón tiene por Cole Sullivan.
En este momento estoy con Alexa disfrutando de dos cosas que como persona agradezco de manera infinita. La primera es que tengo un receso tranquilo después de tres exámenes intensos, y la segunda, de una Coca-Cola bien helada, mientras vemos el desfile que conduce a la Tómbola Real.
Es un concurso real, que se hace cada vez que el hijo mayor de los monarcas va a tomar la corona, en este caso el príncipe Alexander es quien va a obtener una esposa a través de ese concurso. Todas las doncellas de quince años para arriba participan, con excepciones, casadas, con hijos, adictas a alguna sustancia y enfermas de algo grave no participan. El concurso es obligatorio y es a nivel nacional.
En lo personal no disfruto de estas cosas, pero admito que me gustaría ver quien es la chica que portará la corona con el príncipe Alexander.
—Que hermosos carruajes—dice llamando mi atención—, son realmente bellos.
Mi amiga será lo que sea pero le encantan estas cosas, porque se burla de personas ricas y dice que algún día defenderá a uno de esos hijos de puta y ella les dirá que se encargará de verlo en prisión.
—Alexa yo solo quiero ver quién es la pobre chica que se convertirá en nuestra monarca—la reina actual es la primogénita del rey Esteban y para ella se usó la tómbola con el nombre de los chicos del reino y el ganador fue nuestro rey actual, el rey Marco Soler.
Padre de los tres príncipes, el príncipe Alexander es el mayor, cuenta con veintisiete años y será coronado a los veintiocho junto con su esposa, ósea la chica que gané la maldita tómbola, el segundo príncipe es Dorian, tiene veinticinco años, es de mi edad, y por último el príncipe Ernesto de seis años, lo que para el reino fue una gran sorpresa, pues la reina no daba señales de tener un tercer hijo por años y de la nada el pequeño fue presentado el día de su bautizo. Todos los príncipes cuentan con el cabello n***o, como el rey pero los ojos de los dos menores son violetas como los de su madre y los ojos del príncipe Alexander son grises como los de su padre.
Mi amiga ve el carruaje de la Casa de la Familia Golden nuestros gobernadores, todos son rubios y su hija Dina, es un bruja por eso es amiga de Fabiola.
Una perra y una bruja. Genial.
—Mira ahí están los príncipes—parece una niña cuando algo le interesa.
Giro mi vista a la pantalla y ahí están efectivamente los dos hijos de puta más guapos del reino y el pequeño príncipe. Llevan un traje n***o con una corbata roja. Su padre lleva un traje igual sólo que la corbata es azul marino, la reina lleva un vestido del color de la corbata de su esposo.
—Hoy es un día memorable para todos—dice el rey dando inicio a la Tómbola—ya que se escoge a la futura reina y compañera de mi hijo Alexander—el rey señala al mayor de sus hijos—. Hoy se decidirá frente a todos ustedes a la afortunada futura reina. Alexander, por favor.
El príncipe por el cual la mayoría de las chicas se mueren da un paso firme seguido de otro hasta así llegar a la tómbola donde mi nombre y el de un montón de chicas están escritos en papelitos blancos, el príncipe gira la tómbola dos veces para mezclar todos los nombres, todas las posibilidades de portar la corona.
Los nervios de todas las chicas se respira en cada rincón de la escuela, mejor dicho del país, Alexander saca un papel y lo lee, se acerca al micrófono, da dos toques pequeños en el pódium para después hablar.
—Mi futura reina y mujer—mi amiga cruza los dedos pues ella es una de tantas por la que se muere por pasar una noche en la cama del príncipe—es: Ana Jacos.
Casi me atraganto con el refresco por el nombre que sus labios arrojaron...Ana Jacos...
Mi hermana menor.
No, ella no.
Ana tiene un futuro asegurado con sus estudios y diseños que le roban las tardes, ella tiene sueños que la corona le arrebatará, tiene metas que la corona le impedirá realizar.
Todo mi mundo se derrumba, todo cae a mis lados y nadie puede evitarlo, trago grueso, tengo que ir a casa. Alexa me mira con la boca abierta.
—No, ella no—también le duele pues como su hermanita también.
—Vamos a casa—le digo y nos ponemos de pie.
Ambas corremos hasta su auto y no tarda en arrancar el coche, Ana no puede ser la reina, mi hermana quiere hacer demasiadas cosas que una corona le impedirá hacer. Llegamos a casa en unos cinco minutos, al entrar veo a mis padres que están llorando mientras mi hermana está sentada en medio de ellos con sus ojos llenos de lágrimas. Los abrazo y lleno la cara de mi hermana de besos.
Como puedo me la llevo a mi recámara y dejó que desahogue en mis brazos, ella lo hizo cuando Thomas me lastimo, yo estaré en este momento y nunca la dejaré sola, no tardarán mucho en venir por ella pues es indispensable que aprenda las reglas de palacio antes de ser coronada junto al príncipe Alexander. Entre el llanto nos quedamos dormidas.
—Les presentó a la reina Ana Jacos—dice el presentador a través del megáfono.
Es mi hermana pero a la vez no lo es, está Ana es triste y sin vida. Una lágrima cae por mi mejilla, mi hermana es reina y ella no quiere. Más lágrimas caen por mis mejillas cuando es forzada a darle un beso al rey, esa no es mi hermana, yo estoy encadenada sin poder ayudarla. Mi hermana camina tomada de la mano del rey y así salen del templo dejándome amarrada sin poder gritar o ayudarla.
Despierto y mi hermana ya no está en mis brazos, pero los gritos que da papá me dicen dónde está, bajo las escaleras casi corriendo los sollozos de mamá me llegan a los oídos ya cuando estoy por llegar a la planta baja. Camino por el pasillo hasta llegar a la escena, los guardias reales están aquí junto con el joven que viene del palacio, mi madre sostiene a mi hermana mientras mi padre sostiene a Gregory.
—No hagan esto más difícil—dice el joven—, es ella o un familiar.
—Ya les dije que yo voy—exclama Fabiola.
—Señorita ya le repetí tres veces que usted no es una Jacos.
Se cruza de brazos y maldice en voz alta, mi hermana me ve de reojo, sus ojos destellan mil emociones, y todas son tristes. Un familiar... yo puedo remplazar a mi hermana, soy tres años menor que el príncipe Alexander, y... soy una Jacos.
—No podemos mandar ningún familiar—dice mi madre con un hilo de voz apenas entendible.
No tengo que pensar mucho en saber que puedo tomar el lugar de Ana, suspiro antes de hablar, no veo ninguna de mis opciones, no veo nada, nada que no sea la posibilidad de que Ana viva una vida mejor que la que yo he tenido, una vida llena de posibilidades.
—Sí podemos—digo y mi voz hace que todos giren su vista a mí—. Soy su hermana mayor y yo soy una Jacos.
El joven revisa la Tablet que lleva en las manos y comprueba lo que estoy diciendo, este es un sacrificio que estoy dispuesta a pagar, todo por Ana.
—Usted sí puede venir y la chica Ana se queda—doy un suspiro y doy un paso al frente, cuando la mano de mi madre me detiene.
—No cariño. Puede existir otra forma—miro los ojos de mi madre que son como los míos.
Azules como las aguas claras de la orilla de una playa veraniega. Sus azules están llenos de lágrimas que le faltan por derramar. Me suelto de su agarre y avanzó sin decir palabra alguna.
—Es una de las dos señora Rosa—dice el joven.
Mi hermana, mi dulce hermana. Los hombres esperan una respuesta es ella o yo, pero ella solo tiene quince años, una edad dónde le falta mucho por vivir, una edad dónde se puede encontrar muchas cosas alocadas y amigos de toda la vida, no es para ser una princesa y casarse con un hombre que no conoce. El joven espera impaciente, miro a mi madre que sostiene con fuerza a su pequeña y luego a mi padre que sostiene a mi hermano, así que no hay mucho que pensar.
—Yo iré en su lugar.
—Tiene cinco minutos para empacar una maleta—anuncia el joven—y para despedirse. Esperamos afuera.
Mi hermana corre a abrazarme cuando el joven sale de la casa, llora en mi pecho y mi madre tampoco pierde su tiempo en venir a abrazarme, todos me abrazan menos Fabiola, recuerdo el tiempo que me dieron, y entre mi hermana y mi madre me ayudan a empacar una maleta con mis cosas básicas. Salgo de casa cuando Alexa llega, me da un fuerte abrazo, es mi vecina y es muy seguro que viera cuando ellos llegaron.
—Ana, estará bien—dice pues no sabe del cambio de planes.
¿Cómo decirle que su mejor amiga será su reina en un año?
—Ana no se irá...
—Que genial—el joven me hace la mueca de que el tiempo corre—. Ana estará bien y todo será normal...
—Alexa... La que se va, soy yo—mi amiga se pone pálida y empieza a sacudir la cabeza en negación, pero no es algo que ella pueda cambiar.
—No, tú no Elena—me abraza con fuerza otra vez.
El abrazo dura un rato.
—Alteza tenemos que irnos—¡wow! nunca me habían dicho así.
Me gusta "el alteza".
Me separo de mi amiga y subo en el auto n***o que espera a que yo suba, miró atrás una vez y mi familia llorando es lo último que veo antes de subir y dejar mi vida para obtener otra.
Recargo un poco la cabeza en la ventana y miró a través de ella, esas cuadras tan conocidas y esas hermosas flores que me gustaba arrancar con Ana, pero si ella estará bien con esto que estoy haciendo todo está bien, ella seguirá su vida y yo tendré la mía al lado de una corona.
Vale la pena el sacrificio por ella.