PRÓLOGO
La brisa fría pega en mis mejillas congelando mis labios y las lágrimas que no dejan de salir de mis ojos.
–Ven pequeña– una mano se extiende hacia mí –desde ahora eres parte de mi familia, puedes llamarme abuelo.
–¿Quién es usted?– pregunto desconfiada sin mirar hacia atrás
–Soy la persona que te cuidará de ahora en adelante contra todo y contra todos… Amelie, ahora eres parte de mi familia.
Levanto mi mirada y veo a un señor ya entrado en años, de barba blanca y ojos azules, su cabello bien peinado, del mismo color de su barba pero con unos visos dorados que me hace saber que fue rubio en su juventud. Cuando mis lágrimas cesan, mis piernas corren al encuentro con la persona que me extendía su mano. Recibir su cálido abrazo en este día lúgubre en pleno invierno en los Alpes suizos me reconforta pero al mismo tiempo las lágrimas salen con mayor ímpetu.
–Llora pequeña, llora… pero ten seguro que nada más te volverá a faltar por el resto de tu vida.
Hoy tuve que despedir a mis padres, apenas siendo una niña de 8 años, un accidente me arrebató la posibilidad de crecer sin todo el amor que me habían brindado hasta ahora. De la mano me lleva Don Finn Meier, amigo de mi padre, a quien conocí hace dos años en mi casa en los Alpes.
–Vamos pequeña, es hora de partir– me dice mientras ingresa en una camioneta negra.
No quiero irme, pero tampoco tengo nada más en este lugar
–¿Puede prometerme algo Don Finn?
–Lo que necesites pequeña, ahora soy tu abuelo, ¿lo recuerdas?
–Entonces, abuelo, prométeme que tú no te iras y me dejarás sola.
Sus ojos se ensombrecen entre lágrimas, toma mi cabeza y nos funde en un abrazo sentido.
–Jamás te quedarás sola otra vez pequeña, lo prometo.
Subo a la camioneta sin mirar atrás… ya no había nada de Amelie Schmid que se quedara en ese lugar…
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*20 años más tarde Narra Finn Meier*
Despeino mi cabello por la desesperación
–Señor Meier, realmente no hay nada que hacer, así lo reza la ley, ni siquiera puede insolventarse en vida, lastimosamente no hay ningún vacío legal que nos ayude en este caso.
Respiro lentamente y recargo todo el peso de mi cuerpo en el espaldar de la silla mientras sigo despeinando mi cabello.
–Entiendeme, no puedo simplemente dejarla desprotegida, sin nada por lo que ha trabajado únicamente por tecnicismos legales.
–Lo entiendo sr Meier, pero no puedo pasar por encima de la ley, son sus descendientes quienes recibirán su herencia, si bien usted asumió la tutoría legal de la Srita Amelie, nunca la adoptó y actualmente es una mujer de 28 años, por ende para el estado ella no es más que un tercero y a un extraño no puede heredarle toda su fortuna.
Golpeo el escritorio de mi despacho con fuerza… nunca quise que ella llevara mi apellido por respeto a sus padres.
–Para que todo quede claro abogado, si quiero que ella quede con toda mi fortuna debe ser parte de mi descendencia.
–Asi es sr Meier, parafraseando la ley, es así.
Una tórrida idea se me cruza por la mente.
–Entonces redactamos un contrato, abogado.– le digo más decidido que nunca –El heredero de Meier Financial Corporations, sus bienes, acciones y activos, será aquel de mis nietos que despose a la srita Amelie Schmid y tenga con ella descendencia. Además esa persona será elegida por la misma srita Schmid sin ningún tipo de coacción de mi parte u otro tercero. Para elegir, la srita Amelie tendrá un plazo de 6 meses a partir de la fecha, si cumplido el plazo la srita Schmid no ha elegido esposo entre mis nietos, le concedo a usted el poder total y absoluto de vender las acciones, bienes y activos de la compañía al mejor proponente e invertir todo en investigación científica y beneficencia.
–Escrito está sr Meier. Firme por favor.
Tomo el bolígrafo y estampo mi rúbrica en el contrato. No estoy seguro de cómo reaccionará mi pequeña ante esta situación, ojalá comprenda que no podré cumplir la promesa de quedarme por siempre a su lado, pero por lo menos sí aquella que le hice de que nunca le faltará nada.