Hilarie Di Marco, estiraba sus pestañas frente al espejo en su pequeño espacio dentro del camerino de las modelos, dentro de una hora iniciaría un desfile en donde ella era una de las principales protagonistas. Alrededor, tanto sus compañeras, diseñadores, asistentes y personal de protocolo estaban centrados en sus asuntos corriendo de un lugar a otro. A través del espejo pudo apreciar cómo se acercó una jovencita, casi de la nada.
—Niña, ¿cómo entraste aquí? —Pregunta amargamente, a lo que ella se encoge de hombros.
—Puedo entrar a donde quiera... —Hilarie se giró.
—¿Eres hija de alguno de los organizadores? ¿O de uno de los dueños de las marcas que exhibiré? —Cuestiona con interés.
—No, pero puedo presumir mis riquezas si me lo propongo... —Dice con petulancia. —Soy Diana, la hermana de Bastian.
—¡Oooh! Qué linda... Me ha hablado mucho de ti... A ver, ¿admiras a la super modelo con la que tu hermano sale? Te puedo dar los autógrafos que quieras. —Diana arrugó la cara.
—No vine a pedir tu autógrafo, vine a saber cuáles son tus intensiones en tu hermano. —Le dice tajantemente a la vez que se acerca más a las cosas de Hilarie.
—Vaya, por lo visto eres una hermanita celosa. ¡Es adorable! No te preocupes, le permitiré que se vean de vez en cuando. —Diana levantó una ceja y continuó toqueteando si kit de maquillaje y cuidado.
—¿Permitir? ¿Acaso lo tendrás cautivo?
—Ya lo tengo comiendo de la palma de mi mano, pequeña. Así que cuando estemos viviendo juntos... —Comienza a pintar sus labios. —O mejor aún, cuando nos casemos, siempre hará lo que le diga, los hombres son así, tienes que saberlos manejar. —Menciona con intención de irritarla.
—¡Ah! Qué enriquecedora tu clase de hoy... para una niña... —Le responde con sarcasmo.
—Gracias, tendremos mucho tiempo para darte muchas más lecciones... Y... ¿cómo me ubicaste? ¿Bastian te habló de mí?
—No, no habla de ti... Y fue muy fácil ubicarte, me conozco todas sus contraseñas telefónicas. —Hilarie la mira con seriedad. —¿Y por qué estás con él? —Suspira y vuelve a vuelve en el espejo.
—Es fácil de responder... Es atractivo, sexy, con mucho dinero y estará al frente de la poderosa empresa de telecomunicaciones. ¡Qué más se le puede pedir a la vida!
—¿Ah sí? —Diana hizo sonidos con la lengua a la vez que negaba con la cabeza. —Hilarie, Hilarie, Hilarie... Te dejas llevar por las apariencias, creo que mi hermano te ha tomado el pelo.
—¿Qué quieres decir, muchachita? —Vuelve a mirarla de frente.
—Lo de atractivo, es verdad... Sexy, quizás... Pero que siempre estará frente a la empresa, no es del todo cierto. Creo que quién cayó en sus redes y jueguitos fuiste tu, a ti es a quien tiene comiendo de la palma de su mano... Siempre hace lo mismo con todas las chicas.
—¿¡Cómo que no es cierto!? —Cuestiona algo molesta. —¿Todas las chicas?
—Uy si, en realidad él está ahí mientras yo cumpla la mayoría de edad, luego se irá al extranjero con la mujer con la que realmente se casará. —Se encogió de hombros. —Así que eres el pasatiempo. —Le hace pucheros. —Ah, mi cuñada es adorablemente perfecta, así que tienes todas las de perder... Lástima...
Hilarie respiraba agitado por la rabia que tenía, sus rojos estaban enrojecidos, tomó el cepillo de la mesa y apuntó a Diana con él, a lo que ella retrocedió un poco con una sonrisa maliciosa triunfante.
—¡Tú! ¡Eres una pequeña mentirosa! —Gritó.
—¿Segura? ¿Y por qué te mantiene en el anonimato? —Hilarie empezó a pasar el cepillo por su rubia cabellera, enojada y pensando en que tal vez tenía la razón.
—¿Y por qué viniste a decirme esto? —Interroga con rabia.
—Porque es una pena que te ilusiones, pero ya lo hiciste...
—¡Vete de aquí muchachita impertinente! Cuando solucione esto con Bastian, me encargaré de que se vean lo menos posible. —La sonrisa de Diana no desapareció.
—Oye, me parece que deberías ser un poco más aseada con tus cosas. —Le dijo apuntado con su dedo hacia el cepillo con el que se peinaba Hilarie.
Algo confundida, Hilarie miró el cepillo y parte de su cabellera, pudo apreciar algunos gusanos blancos de fruta moviéndose en ambos lugares. La modelo inmediatamente palideció y pegó un grito ensordecedor, para luego desvanecerse y caer hacia el piso, golpeando su frente con el borde de la mesa antes de llegar a él. Rápidamente las personas cercadas se amontonaron a su alrededor para auxiliarla, en ese momento Diana se esfumó con una sonrisa triunfante.
«Una menos... Creo que me excedí un poco con los gusanos, pero no debe haber muerto...» Meditó. «Eso espero...» Salió del camerino carcajeada.
—Bastian Scott, te llamo para informarte que ¡estoy terminando contigo!
Hilarie llamó a Bastian por teléfono tan pronto se recuperó, estaba histérica, asqueda y con un gran hematoma en la frente. Una vez más, Diana logró su cometido. Su hermano estuvo molesto durante días con ella, pero el tiempo le dio la razón a Diana y le hizo ver a Bastian que esa mujer tampoco era la indicada, Hilarie estaba interesada en su posición y no en él.
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Un grito se escuchó en cada rincón del pequeño departamento que Annette habitaba con su madre.
—¡Mamá! ¡Mamá! ¡Me han aceptado! —Le grita eufórica a Emilia cuando se acerca corriendo y dando pequeños brincos con una hoja de papel en mano.
—¿En la universidad? —Pregunta Emilia con ilusión.
—¡Si! ¡Si!
—¡Felicidades, hija! —Le abraza con fuerza acompañándola en su celebración.
—Mamá, esto me hace tan feliz. Yo sé que no soy tan jovencita para estudiar una carrera y que no podré estar de lleno en los estudios por el trabajo, ¡pero algún día seré médico! —Exclama con determinación.
—Querida, lamento que las cosas sean así por mi enfermedad. Todo sería tan diferente… quizás ahora estarías a punto de obtener un título universitario o ya lo tendrías. —Su madre le dice con tristeza.
—Lo importante es que estés bien y que en algún momento tendré una profesión. Ya no seré tan ignorante en los asuntos médicos. —Emilia le sonrió orgullosa.
Después de 12 años, Anne había vuelto con su mamá a la capital, debido a que los tratamientos de Emilia eran más fáciles de conseguir allá y también para cambiar de ambiente. Los Scott continuaron depositando una mensualidad a su antigua empleada, pero los gastos en medicamentos cada vez eran más elevados. Cuando llegaron a la ciudad, Anne consiguió un empleo en una zapatería y más tarde uno adicional como mesonera en un pequeño restaurante; a pesar de estar ocupada en dos empleos empezó a aplicar en la Universidad Central, una de las más grandes del país, ella aspiraba a una vida mejor para ella y su madre después de tener una profesión, desde luego Emilia la apoyaba, salvo que se lamentaba por no haber podido darle una vida más cómoda.
En cuanto al amor, Anne no había tenido suerte, se topaba con hombres que terminaban traicionándola, que eran casados o machistas que intentaban golpearla.
El tiempo transcurrió y Anne no flaqueaba en su objetivo de obtener un título universitario, organizaba sus horarios en el día en su empleo como vendedora en la zapatería para poder asistir a clases, cada año lograba inscribir unas 3 asignaturas como máximo porque su tiempo no alcanzaba para más; luego de salir de sus clases y empleo diurno, se dirigía al restaurante en donde laboraba hasta media noche, llegando a casa exhausta intentando hacer sus actividades pendientes de la universidad. Emilia veía con preocupación cómo cada año su hija se desgastaba con tan agotadora rutina, antes era una mujer con algo de peso extra pero ahora estaba bastante delgada. Después de meditarlo por días, tomó la decisión de comunicarse con sus antiguos jefes, aunque a su hija no le agradara la idea.
Emilia se levantó a las 5 de la mañana, y como se lo imaginaba, su hija aun no dormía estudiando incansablemente en su pequeña mesa del comedor, pues, finalmente estaba en el último año antes de comenzar con su residencia médica.
—¡Mamá! ¿Qué haces despierta a esta hora? El frío de la mañana te hace sentir mal. —Pregunta extrañada. Emilia se instaló a su lado recostada de la mesa.
—Quería ver que estuvieras bien...
—Estoy bien, ya se acerca el fin de semana y quizás pueda descansar un poco más.
—Cariño, me angustia tanto verte en esos dos empleos, es demasiada la carga para ti sola.
—Cada vez falta menos para terminar con eso...
—Hija, tengo algo que decirte… —Sostuvo las manos de Anna entre las suyas.
—Dime… —Cuestiona algo confundida.
—Hablé con el señor Scott y te ayudará a conseguir un puesto en su empresa, debes ir a hoy temprano a una entrevista. Con información que le suministré, él mismo se encargó de elaborar un currículum para ti y de llenar un formulario para tu postulación. —Anne levantó sus cejas con sorpresa. —Esos documentos son por protocolo, me dijo que el puesto te lo darán con seguridad.
—¡Mamá! —Dio un brinco algo enojada. —Hemos hablado muchas veces de esto.
—Yo sé que no querías que los contactara para que te tendieran una mano, pero no puedo verte sacrificarte por más tiempo con dos empleos tan mal pagados. No he podido darte una mejor vida, pero si puedo conseguir que tengas un mejor empleo. —A su hija se le hizo un nudo en la garganta.
—Esas personas ya han hecho suficiente por nosotras durante todos estos años sin tener obligación de hacerlo.
—Por favor, Anne... —Le sale en un susurro. —Es lo único y último que te pido.
Anne soltó una bocanada de aire ante el tono suplicante de su madre, se rendía fácilmente por cualquier petición que le hiciera y más si era de esta manera. Se quitó los anteojos y apretó sus lagrimales meditándolo por unos segundos.
—Bien... —Dice resignada a regañadientes. —¿Cuál es el puesto?
—Creo que me dijo, secretaria en el Departamento Administrativo, hay una vacante. —Anne hizo un gesto con la boca a la vez que asentía.
—No está mal... aunque no tengo la más mínima idea de qué hacer.
—Eres inteligente y te adaptas rápido... —Acarició la mejilla de Anne. —Lo harás bien. —Su hija colocó su mano sobre la frágil mano de su madre.
—Lo intentaré...
—Yyyy... es probable que te topes con tu amigo de la infancia, es el Ceo de la empresa ahora. —Se le escapó una sonrisa.
—¡Oh! No lo sabía... Debe estar muy cambiado, han pasado muchos años, y aunque nos topemos es probable que no nos reconozcamos.
Unas pocas horas después, Anne se encontraba en camino a NovaMobile, estaba bastante nerviosa, no tenía idea de qué preguntas hacían o qué respondería en ese tipo de entrevistas. Por otro lado, se preguntaba si vería a Bastian y si se reconocerían, y si lo hacía no sabía si sería capaz de hablarle, después de tanto, suponía que eran completos desconocidos. Bajó del autobús frente al edificio y se encontró con su sorprendente inmensidad, muchas veces escuchó sobre la expansión, pero no imaginó cuán grande era, ocupaba casi toda una cuadra. Ella exhaló y entró.
Durante la entrevista, la directora del departamento se portó muy comprensiva con ella, su primer mes sería de entrenamiento y estaría 3 meses de prueba, podría asistir a sus clases en la universidad sin inconvenientes, salvo que tendría que quedarse un poco más para recuperar horas en caso de que hubiera mucho trabajo acumulado, la remuneración era dos veces más de lo que ganaba en sus otros dos explotadores trabajos juntos, lo cual le impresionó mucho, era demasiado bueno para ser cierto. Iniciaría al día siguiente.
Anne salió de la oficina conteniendo su euforia, realmente no creía que tendría un empleo de ese tipo y sin mucha experiencia, estaba consiente de que era gracias a la ayuda de los Scott, pero aún así era una oportunidad económica que le ayudaría tanto a ella como a su madre, mientras terminaba su carrera.
Una vez dentro del ascensor, marcó el botón que la llevaría a planta baja y empezó a dar pequeños brincos junto con un extraño baile sin que este terminara de cerrarse aun, pues, no había nadie a la vista; sin embargo, una mano lo detuvo antes de que terminara de cerrarse, haciendo que se congelará de vergüenza al instante cuando el atractivo hombre entró.
—Continúe… no tengo problema, haga como si solo fuera un dibujo en la pared, prometo guardar silencio. —Él le dijo en todo bromista.
—L…lo siento, buenos días. —Dijo Anne agachando la cabeza con sus mejillas rojas.
—No se preocupe… —Ríe y marca el piso al que se dirigía.
—¡Qué pena! —Masculla. El extendió su mano hacia ella.
—Bienvenida… me parece que es nueva por aquí. —Ella la estrechó aún apenada. —Bastian Scott, mucho gusto.
Anne sintió cómo su rostro pedía el color y un frío lo recorría. Como lo supuso, no se reconocían.
—A…Anne… —Soltó su mano como si quemara.
—Tranquila, A…Anne. —Bromea. —Los empleados se asustan cuando me conocen, pero no soy un ogro, puede estar segura de eso, y ya se acostumbrará a verme recorrer los pasillos todas las mañanas. —Ella asintió.
—Entiendo…—El ascensor se abrió.
—Bueno, aquí me quedo… nos vemos señorita A…Anne… —Él salió.
—¡Bastian! —Lo llamó por su nombre sin pensar para luego arrepentirse, a lo que él se giró.
—Dígame…
—Q…que tenga buen día señor Scott. —Se despidió tímidamente.
—Igualmente, espero esté a gusto aquí. —Respondió antes de que las puertas del ascensor se cerraran.
Bastian era muy responsable en su cargo como Ceo de la empresa, llegaba a primera hora y daba un recorrido por los departamentos cerciorándose de que las cosas iniciaran bien, respondía inquietudes de empleados, si las había, ya que era bastante cordial y carismático.
Ambos habían cambiado físicamente, ella ya no era la niña rechoncha de cabellera larga, ahora era una mujer de 30 años, más delgada, con su cabello por encima de los hombros y usaba gafas. Bastian era todo un adulto, no quedaba nada de la apariencia de aquel adolescente delgado con ortodoncia del que se despidió Anne, sus hombros eran muy anchos, su cabello bien arreglado junto con su corta barba. A ella le agradó darse cuenta, en su primera impresión, que mantenía su buen humor y humildad.