Mi sueño fue profundo y con un descanso reparador. Abrí mis ojos lentamente, estaba acostada sobre un tapete tejido con cintos dorados. Lo primero que vi fue que, a la distancia Jon sostenía su espada haciendo movimientos veloces y asombrosos con su mano. Nigromante no se veía a mi alcance. —¡Buenos días! Pegué un brinco, Nigromante estaba recostado a mi lado. —¿Qué tal tu sueño? —Muy bueno, gracias. Sus ojos cenizos se posaban en los míos. Nigromante tenía medio recogido el cabello, los mechones le llegaban a su pecho fornido. —Tu canto a la luna a noche fue dotado de hermosura… Sonreía apenada. —No lo entendí hasta que Jon hizo una plegaria. —Eres muy perspicaz, tienes la capacidad de comprender sin necesidad de muchas palabras. Al ver su gentileza, preferí seguir en la conv

