─Katherina, te lo suplico─ siento cómo escuecen mis ojos. Escucho unas botellas de vidrio, golpear entre sí. ─¿Sigues tomando?─ Pregunto, con un nudo en la garganta. ─Es mi forma de sobrellevar tu lejanía. La tuya siempre es huir. Su teoría, me lastima. ─¿Dónde estás? Iré ahora mismo─ Pregunta efusivo. Me quedo en silencio, reteniendo un llanto. Dile, le tienes que decir. Insiste mi interior. Necesitas de él, deja tu orgullo a un lado… ese beso es insignificante comparado a lo que emana de nosotros. ─Me voy─ suelto, con un sollozo. ─¿Qué?... ¿de qué hablas?─ Suena alterado. ─Estoy por tomar un avión─ miento. ─¿A dónde? ¡Dime!─ Exclama, sobresaltándome. ─No muy lejos─ respondo, levantándome. ─Por favor…─ suplica en un chasquido de dientes estremecedor. ─No sigas huyendo─ agre

