El Bunker de los Diablos Rojos tenia como cuatro manzanas de largo y dos de ancho; el estadio, estaba en las dos primeras manzanas, mientras que las dos restantes se dividían entre, las oficinas del club, el gimnasio y las canchas de entrenamiento. Nosotros estábamos en las canchas de las divisiones menores, mientras que, en las otras canchas veíamos como estaban entrenando los equipos de reserva y el primer equipo. - ¿Te acuerdas de Federico Palacios? –me preguntó el profesor Soso, que seguía sentado junto a mí en las gradas; nos habían dado 20 minutos de descanso antes de realizar la tercera y última prueba. - ¡Claro! –le respondí– Luego de que abandoné los entrenamientos con la reserva, seguíamos en contacto –empecé a recordar–, me iba a visitar seguido, pero luego emi

