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ANNA

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Descripción

Anna Rhodes la nueva interna del Hospital General Eaton de Chicago comenzará su año de internado, había estado muy ansiosa esperando el día y los cambios que estos traería en su vida. Lo que no imaginó fue conocer a su nuevo jefe, un médico con una carrera sólida pero con un carácter espantoso que logrará hacerla sentir como lo más bajo del mundo.

Damien Karp el nuevo jefe del Hospital General Eaton conocerá a una de las internas y de inmediato se percata que esa mujer será su perdición. Había logrado que nuevamente sintiera ese deseo incontrolable por una mujer y eso era imposible para él por lo que decidirá hacer su vida un infierno.

Tras ver como aguanta todos sus malos tratos y continuar, el hombre siente aún más curiosidad por conocerla hasta que finalmente lo hace y se encuentra que la pobre mujer ha vivido siempre con los mismos reyes del infierno por lo que decide cambiar su actitud y ayudarla.

Ahora el problema está en que necesitará de toda su fuerza para no dejarse llevar y enamorarse de ella ¿Lo podrá lograr? Quizás el destino les tenga algo preparado.

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Capítulo 1.
Gritos, insultos y más maltratos. No había un solo día en la que Anna podía terminar su día sin derramar un par de lágrimas, pero a estas alturas de su vida ya no eran lágrimas de tristeza eran de frustración. ¿Cuándo llegaría el día en el que podrá escapar de toda esta locura? Trataba de pasar la mayor parte de su día fuera, trabajando, estudiando o mismo sentada sola en un parque todo con tal de no regresar a su casa. Porque sabía que cuando volvía le esperaban muchas humillaciones. Ser una hija adoptiva es difícil porque puede que adaptarse a una familia cueste muchísimo, pero ella lleva 10 años con la familia que la adoptó tenía 13 años cuando finalmente alguien se había interesado en ella, lo que no sabía es que toda su felicidad se haría pedazos al año cuando su madre adoptiva finalmente quedó embarazada, tendrían a su primer hijo natural y biológico. Anna había estado muy emocionada porque sería una gran hermana mayor, amaría al niño o niña y la cuidaría con su vida. Toda esa ilusión había desaparecido cuando nació una niña hermosa, era la viva imagen de su madre y quizás fuera por eso, Anna había desaparecido del radar de sus padres desde aquel día. Ella pasaba por completo desapercibida en su familia, si estaba feliz o triste a nadie le importaba y hasta ese momento había creído que estaba pasando por lo peor pero no fue así. Lo peor había venido después. Cuando la niña fue haciéndose más grande y más consiente las diferencias se hacían notar mucho. Anna recibía la mínima atención como para no morir de hambre y seguir con sus estudios, aunque pasó de una escuela privada a una pública aunque eso a ella no le importó. Lo que si le afectó mucho fue los insultos que comenzó a recibir, la hostigaban en su propia casa y era su familia. La trataban peor que a un perro, cuestionaban lo que comía, lo que hacía y hasta incluso le habían prohibido un centenar de cosas. No podía comer ni tomar lo que quisiera, debía consultar, no podía dormir bien, no podía vestir lo que quisiera y tampoco podía mirar la televisión o escuchar música. Nada. Vivía esclavizada por sus padres, pero lo peor de todo es que puertas afuera eran la familia perfecta. Todos creían que ellos eran la familia más unida y amorosa, nadie veía su realidad y su sufrimiento. Las amenazas diarias de sus padres diciéndole que debía de comportarse frente a los demás, habían rendido sus frutos ya que cuando salía de su casa, una gran sonrisa automáticamente se le dibujaba en el rostro cuando en verdad lo que quería era llorar, gritar y correr tan lejos para no volver. — Por suerte mañana será un nuevo día lleno de comienzos y quizás nuevas oportunidades, solo espero que no lo arruinen a esto también. Anna terminó de colocar su nuevo ambo celeste en la silla, listo para el día siguiente. Su mochila con una muda de ropa y unos zapatos cómodos, también había comprado algunos snacks ya que sabía que no tendría mucho tiempo para sentarse a comer y debía ir picando cosas corriendo. Cuando terminó se recostó en la cama sabiendo que faltaban horas para el día más esperado de su vida. Había trabajado y estudiado todo para esto, había aguantado muchas cosas y había sacrificado tanto. Pero lo valía y sabía que así sería. Antes de dormir escribió un texto a su mejor amiga, sabía que estaría aún despierta porque al igual que ella se encontraría muy nerviosa. "Faltan unas horas para el mejor día de nuestras vidas" Al rato un zumbido le notificó que su amiga le había respondido. " Por supuesto que sí nos irá de maravilla" "Buenas noches amiga, duerme bien" "Igual tú, recuerda, nos lo merecemos." Al día siguiente cuando su despertador sonó se levantó muy rápido para llegar al baño y darse una ducha antes que nadie se levantara. Ya tenía mucha experiencia en que perdía mucho tiempo de su vida si no llegaba a ducharse temprano porque su familia ocupaba el baño y no la dejaban usarlo logrando así que llegara tarde a donde sea que iría. Subió rápidamente a su pequeña habitación nuevamente tomó la mochila, se calzó los zapatos y con un último vistazo verificando que no se haya olvidado de nada se encaminó hacia el hospital. Desde esa mañana Anna era la nueva interna en el Hospital General Eaton de Chicago, estaba muy emocionada había pasado el último examen hace un mes y ahora comenzaría a ejercer finalmente la medicina. Al llegar respiró profundamente y esperó por su mejor amiga. Génesis y Anna eran amigas desde hace ya muchos años, se conocieron apenas Anna había sido adoptada ya que sus padres eran conocidos. Se hicieron muy buenas amigas que se contaban todo, aunque Anna mantenía muy en secreto algunas cosas pero sí le había contado que no estaba muy a gusto por como la trataban. Su amiga y ella habían decidido estudiar medicina y así poder tratar de cambiar un poco el mundo salvando a las personas, les costó un largo y difícil camino pero finalmente hoy estaban de frente al gran edificio donde su gran nueva aventura las esperaba. — ¿Lista? — pregunta Génesis al ver a su amiga mordiéndose el labio. — Claro, entremos. Ambas entraron al edificio y de inmediato se percataron de la locura que era esto, personas llorando, algunas corriendo y enfermeras tratando de calmar a personas muy nerviosas que no paraban de hablar. Ahora la pregunta que ambas se hacían era ¿Dónde debían ir? Anna vio que la mejor opción era preguntar en recepción y así ambas se acercaron donde unas enfermeras con muy mala cara las estaban observando. — Buenos días, quería hacerles una preguntar espero no molestarlas. — ¿Internas? — preguntaron directamente sin siquiera saludar, ambas chicas asintieron — Vayan por ese pasillo encontraran el vestidor de internos, tienen 20 minutos para prepararse y deben estar puntual en la sala de reuniones número 3, aquí les dejo un mapa del lugar, deben ser puntuales hoy tenemos nuevo jefe y nos dijeron que odia los retrasos. — Muchas gracias, les debemos un café. — anunció Génesis ganándose una pequeña sonrisa de parte de las enfermeras. Las dos siempre habían oído de sus profesores que dentro de un hospital los médicos eran los superhéroes que eran reconocidos, pero los verdaderos héroes eran en verdad el quipo de enfermería y que como médico uno debe de siempre tenerlos como amigos, porque como enemigos son capaces de hacerte la vida un infierno. El movimiento de Génesis sin lugar a dudas había ganado puntos con esas dos mujeres que a simple vista se podía ver que tenían varios años trabajando aquí y que eran capaces de hacerte mucho daño si lo quería. Fueron corriendo al vestuario, al llegar habían 4 personas dentro, una de ellas lo pudo reconocer de la universidad donde habían estudiado. Anna eligió un casillero al costado del de Génesis, se cambiaron rápidamente y cuando se vieron con el ambo puesto no pudieron evitar sonreír. Era el sueño de ambas cumpliéndose. — Tenemos tiempo aún, vamos por café y se lo llevamos a las enfermeras y luego no reunimos en la sala. — Si vamos. La cafetería estaba repleta de doctores, aún el cambio de guardia no se había llevado a cabo por lo que estos debían de ser los del turno nocturno, Anna podía ver el cansancio en sus rostros, pero también reían y disfrutaban con sus colegas. Disfrutaban de sus trabajos, eso le fascinaba. Le encargó a su amiga su café ya que en ese momento le urgía ir al baño ya que los nervios le producían ganas de orinar. «¡Malditos nervios! ¡Maldita sea esta manía mía! » se recriminaba. Cuando llega a una de las salas de descanso abre la puerta sin detenerse a tocar para verificar que nadie estuviera dentro, su primer error como interna. En el momento que entró dentro de la pequeña habitación donde dos camas estaban dispuestas, un hombre salía del cuarto de baño con una simple toalla envuelta en su cintura y todo su cuerpo lleno de gotas de agua. «¡Santa Madre!» exclamó mentalmente. El hombre que tenía enfrente suyo era sin duda mucho mayor, sus rasgos faciales gritaban madurez y seriedad extrema, aunque en estos momentos viéndola parada allí sin parpadear en un charco de su propia baba por estar mirándolo, su mirada se tornó algo oscura y de repente vio furia. Pudo notar que estaba muy enfadado por haber ingresado sin anunciarse a la habitación. — ¿Quién eres? ¿Qué se supone que haces aquí? ¡Sal ya maldita sea! — bramó el hombre tan fuerte que Anna se sintió pequeña, tan pequeña que se congeló en ese mismo lugar. Vio como el hombre se acercaba a ella y cuanto más avanzaba pudo notar que era realmente guapo, fornido con muy buena musculatura en sus brazos, su magnífico six pack estaban muy bien marcados, sus ojos aunque estaban cargados de enojo brillaban de lo grises que eran. Era hermoso y perfecto por donde lo vieras, pero aterrador. A centímetros de ella pudo sentir su fragancia mentolada invadir sus fosas nasales, olía maravillosamente. — ¿Y niña? ¿Sabes hablar o solo te quedarás viendo como me cambio? — ¿Qué cosa dijo? — contestó finalmente Anna, su voz se sentía temblorosa. — No sabes respetar la privacidad de las personas, debes tocar antes de entrar. — Si lo lamento mucho, no me percaté. Venía en busca de un baño. — ¿Y bien? — pregunta el hombre enarcando una ceja, viendo que la mujer no respondía rio — Bueno supongo que ahora quieres quedarte para verme cuando me visto ¿No es así? — Por supuesto que no. — contestó Anna con su rostro teñido de rojo. — Entonces que sigues haciendo aquí ¡Vete ya niña! Me haces perder mi tiempo. Entonces pudo reaccionar nuevamente y sin despedirse y sin más, se marchó corriendo de allí dejando atrás a un hombre bastante enfadado pero también algo confuso. — ¿Qué diablos fue eso? ¿Quién era esa niña? — se preguntó en voz alta. Al principio se había enfadado por la intromisión pero cuando le había levantado la voz se percató del efecto que tuvo en ella y como instintivamente ella guardó silencio y quedó inmóvil en su lugar, aquello llamó mucho su atención. Pero luego cuando se acercó y la vio más de cerca no pudo evitar sentirse terriblemente atraído por esa pequeña niña, porque a pesar de ser una joven adulta tenía un rostro tan bello y delicado que parecía aún más joven. No podía creer que luego de mucho tiempo su cuerpo lo estuviera traicionando de esta forma, sentir atracción por alguien de una forma desmesurada y solo por haberla visto unos minutos, no tenía sentido. Más aún cuando por un año entero se había esforzado mucho en poder volver a acercarse a una mujer desde aquella vez y no lo había logrado. En cuestión de minutos esta jovencita hizo que volviera a sentirse hombre y eso no era bueno, debía mantenerse alejado como sea.

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