¿Dónde está papá?
La vida no ha sido fácil para mí; me han tocado cosas duras y aún sigo sobrellevándolas. Desde que tengo a Peter, mi hijo, he sido fuerte solo por él. No tuve el valor de decirle a su padre sobre él. Han pasado muchas cosas que, hasta el día de hoy, me fastidian la conciencia. He sido su madre y su padre al mismo tiempo.
—¡Mamá! Llegaremos tarde a la fiesta de Lucas —refunfuñó Peter, saliendo de la ducha con una toalla alrededor de su cuerpo. Ya es todo un hombrecito.
—Tranquilo, todavía tenemos tiempo —le digo, arreglándole la ropa.
—Me gusta ser puntual —replica, haciendo un pequeño puchero. Hasta en eso se parece a su padre.
—Está bien, está bien —comencé a vestirlo, aunque no le gustaba que lo hiciera. Decía que ya era un niño grande que podía valerse por sí solo.
—Espero que le guste su regalo —comenta mientras lo estoy peinando.
—Estoy segura de que le va a gustar.
—Eso espero.
•
Llegamos a casa de Miranda. Ella estaba en la cocina terminando de preparar los últimos bocadillos. Le encantaba cocinar, y más aún si era para su sobrino, a quien consideraba como su hijo.
—Miri —la llamé.
—¡Llegaron! —me abraza— Omar estaba preguntando y preguntando por qué no llegaban.
—Le dije a mamá que vendríamos tarde, pero no me hizo caso —replicó Peter—. Me voy con Omar.
—Ten cuidado —le dije.
Miranda se rio.
—Ese niño es idéntico a su padre, hasta en los modales —murmuró. Me sentía incómoda cada vez que se hablaba de Wilden, mi ex, pero no podía evitarlo.
—Ya lo sé, siempre lo pienso —tomé un vasito de licor y me lo bebí.
—Relájate, Lorena, apenas está empezando la fiesta.
—No pude evitarlo, lo siento.
—Ya he terminado aquí. Vamos con los demás —me dijo, tomándome de la mano y llevándome al patio trasero, donde se celebraba la fiesta. Había muchos niños y algunos padres. El día estaba soleado y perfecto para celebrar el cumpleaños de Lucas. Miré a Peter a la distancia; estaba jugando con un carrito a control remoto mientras reía. Adoraba ver a mi hijo feliz. Si tuviera a su padre, sería aún más feliz. Todo por culpa de Wilden y sus celos.
—¿Piensas decirle algún día a Wilden sobre Peter?
—No lo sé, Miranda, y ahorita no quiero hablar sobre eso. Estamos aquí para divertirnos, no para entristecernos.
—Tienes razón, discúlpame —sonrió. Miranda estaba feliz con Lucas, lo quería como si fuera su propio hijo. La fiesta estuvo bastante entretenida y tuve que detener a Peter para que no comiera tantos dulces.
—Luego te va a doler el estómago —le advertí.
—Mamá, casi no como nada de esto, una vez no pasará nada.
—Hablas como si supieras todo sobre la vida —rodé los ojos. Es bien obstinado.
Reventaron la piñata y, al final, partieron el pastel.
—Gracias por venir —me despedí de Miranda y de los demás.
—¿Te sientes bien? —le pregunté a Peter cuando llegamos a casa.
—Sí, solo pensaba en que los padres de Lucas no estuvieron en su fiesta —dijo, pensativo—. ¿Por qué?
Todavía es muy pequeño para contarle historias de adultos.
—Creo que tenían algunas cosas que hacer. Mejor ve a lavarte los dientes y ponte la pijama.
—Quiero ducharme, estoy sucio. Y no me dices nada nuevo, es obvio que hay problemas en esa familia —replicó.
—Sí, pero son cosas que no nos conciernen.
—Qué mal por Lucas, no merece una familia así —se quedó pensativo—. Mamá...
—Dime —respondí, sacando su pijama.
—¿Dónde está papá? —me preguntó. Esa pregunta me dejó desconcertada y algo nerviosa. Sabía que algún día me lo preguntaría, pero no esperaba que fuera tan pronto.
¿Y ahora qué le digo?
—Tu padre... tomó un viaje muy largo.
—¿Adónde?
—No lo sé, cariño, no me dijo nada.
—¿Volverá algún día? —insistió.
—Sí, en algún momento lo hará.
—Qué bueno, porque casi todos los niños de la clase estarán con sus padres en el festival de fútbol, y yo soy el único que no irá con uno.
—Me tienes a mí —le dije, fingiendo estar ofendida.
—Son cosas de hombres —respondió.
Una lágrima quiso escaparse, pero la limpié rápidamente.
—Sí, supongo que es cierto. No te preocupes, cariño, tu padre estará aquí muy pronto.
—¿Lo prometes?
—Lo prometo —sonreí—. Ahora ve a bañarte, que ya es tarde. Te has desvelado mucho.
—Pero mañana no hay clases —dijo, como siempre, sin dejar pasar una.
—Aun así, no es bueno desvelarse.
—Está bien —se metió a la ducha y, por fin, pude sentarme a procesar todo lo que me había dicho. ¿Ahora quiere ver a su padre? ¿Cómo se supone que haga eso? Mi exmarido y yo dejamos de vernos por nuestros propios problemas, que fueron graves, por cierto, y ahora tengo que contactarlo.
No puedo hacerlo.
Peter estará triste si no lo hago, y además, no quiero que se pierda cosas que solo pueden pasar entre un padre y un hijo. No quiero que crezca así. No quiero que, en el futuro, me odie por eso. Sería injusto para él.
¿Cómo me contacto con Wilden?
Me limpié las lágrimas y esperé a que Peter saliera de la ducha para dormirlo y acurrucarlo, como todas las noches.
—Buenas noches, cariño, descansa —me fui a mi habitación y marqué un número. Lo que me temía: ese número ya no existe. Espero que para mañana Peter ya no piense en eso.
•
El sol salió y Peter me despertó porque le dolía el estómago.
—Ya ves por qué no debías comer tantos dulces —lo regañé y le di unas pastillas para su malestar—. Vuelve a dormir, cariño. Cuando despiertes, te sentirás mejor —le di un beso en la mejilla y lo arropé.
Bajé a la cocina y me dispuse a preparar un desayuno nutritivo para Peter. Siendo domingo, teníamos todo el día libre para salir a algún lugar y disfrutar. Cuando terminé de hacer el desayuno, alguien tocó la puerta.
—¡Voy!
En cuanto abrí, me quedé estática. ¿Acaso estoy teniendo una pesadilla? ¿Aún sigo dormida? Que alguien me despierte, por favor.
—¿Wilden?
—¿Me extrañaste, mi amor?