-Es un poco imbécil, ¿no?-inquirió el muchacho.
Me volví hacia él. Aún no podía creer que me hablara a mi. Y, para colmo, ¡tal aspecto debía yo de tener! Traté de acomodarme el cabello disimuladamente y asentí con la cabeza.
-Vamos, yo te llevo-soltó y le sonreí.
Era jodidamente guapo. Guapo como esos muchachos en las revistas de Tessa. Guapo al nivel de que pude captar de pasada las miradas de sorpresa y disgusto de las chicas del instituto.
Daemon me llevó hasta un impecable auto blanco, de cola larga y faroles redondos (mi conocimiento acerca de autos era bastante reducido). Sin embargo, no había que ser muy inteligente para darse cuenta de que se trataba de un auto carísimo.
-Primero las damas-murmuró, abriendo la puerta del copiloto.
Me metí, consciente de ser el centro de todas las miradas, y el muchacho cerró la puerta con firmeza. Trotó bordeando el capó del coche y se metió en el asiento de al lado.
Me acovaché en el cálido asiento, hundiendo mi nariz en la bufanda de lana. Daemon puso la llave en contacto y dio un suave volantazo para poner el auto sobre la carretera.
-Deberás guiarme-sonrió con los labios y los ojos, y supe que cualquier chica caería rendida ante aquel gesto. Sin embargo, y no es que no fuera como cualquier chica que sabe apreciar tal belleza, me encontraba demasiado sorprendida de estar en su auto como para permitirme un leve fangirleo interno.
-Oh-me fijé en la carretera-. Sólo debes ir derecho, hasta la casa blanca.
-Muy bien.
Daemon aceleró, pero era sólo un vaivén en comparación a la velocidad que solía tomar Yoongi en su vespa.
-¿Por qué...?-me aclaré la garganta-. ¿Por qué te tomas la molestia?
-Si hay algo que no soporto, Junie... Es ver a una chica siendo humillada por un imbécil.
Me sonrojé. Buau, no podía creer lo que acababa de escuchar.
-Con que ahora viven juntos...-comenzó.
Lo miré con alarma.
-¿Es que ya se entero todo el curso?
-Se enteró todo el instituto, lo que es normal ya que es curioso.
-¿Curioso? Mi madre trabaja para la Presidenta Min, ¿por qué debería ser curioso?
Sacudió la cabeza.
-No, lo curioso es que eres la única chica que ese Min parece realmente detestar. Y ahora viven bajo el mismo techo.
-Bueno, ¡tal vez es una señal del universo!-exclamé y, cuando vi a Daemon mirarme por el rabillo del ojo con un destello de diversión, me sentí muy tonta-. No, o sea... Pues la verdad es muy irritante.
-Debiste de haberle hecho algo realmente horrible.
-¡Eso es lo peor! ¡¡¡No he hecho nada!!! O al menos nada que recuerde-me mordí el labio inferior, buscando entre mis recuerdos.
-¿Alguna vez lo has rechazado?
-¿¡Cómo!?
-Tal vez es resentimiento por amor...
-Nada de eso-me reí-. Créeme, me odia y eso es todo.
Daemon suspiró.
-¿Es esa?-inquirió, señalando con la cabeza hacia adelante.
Me fijé en la enorme mansión que se descubría entre los árboles.
-¡Esa es! ¡Gracias por traerme!-exclamé, mientras el muchacho aparcaba justo frente a la reja automática abierta.
Dentro, Yoongi se bajaba de la vespa y anclaba el casco en el manubrio. Al oír el rugido del auto blanco se giró para vernos. Primero me clavó una profunda mirada, y luego la detuvo en Daemon. Finalmente se metió en la casa, a paso vago y mandíbula apretada.
-Realmente debe estar loco-soltó Daemon.
Me giré para responderle, pero callé al instante al descubrir que el muchacho había sujetado su brazo al respaldo de mi asiento y se había inclinado hacia mí.
No esperaría que lo besara o algo así, ¿cierto? Es decir... eso sólo ocurría en las películas de los 80's.
-Graciasportraerme-hablé atropeyadamente, abrí la puerta y trastabillé al bajar del auto.
-Oh... ¿te encuentras bien?
-¡Perfectamente!-cerré la puerta del copiloto y lo saludé con la mano, antes de correr hacia la entrada de la mansión.
Ni bien pisar el parqué me quité los zapatos con apremio y corrí hacia las escaleras, ante la mirada de sorpresa de algunas empleadas de limpieza que le pasaban trapos a los vidrios con tan cuidado que resultaba molesto. Ya en el primer piso, acorté de a saltitos la distancia que separaba la sala de descanso de las habitaciónes.
-¿¡Es broma!?-exclamó Yoongi, del otro lado de la puerta firmemente cerrada.
Quise seguir caminando hasta dar con mi habitación, pero...
Pegué la oreja a su puerta y esperé a que volviera a hablar.
-¡Oh... maldita sea!-hizo una pausa. Claramente hablaba por teléfono y no hablaba solo, como había creído-. Pues no lo sé... ¡Bien, bien! Iré... No puedo creerlo-soltó una risa tan llena de alivio que sonreí yo también-. Claro, ahí estaré... Genial... Jajaja, si, fighting.
Cuando dejé de oír su voz, pegué más la oreja a la puerta. ¿Habría colgado o...?
La puerta se abrió tan deprisa que caí dentro sin poder evitarlo. Sin embargo, no caí directamente al suelo, sino sobre el cuerpo de Yoongi, que me sostuvo con fuerza. En un rápido movimiento, el muchacho cerró la puerta de su habitación y me apoyó la espalda contra el revés de su puerta. Solté un gemido ahogado, con el corazón palpitándome con fuerza. El muchacho se encorvó un poco para dejar su rostro a centímetros del mío y apoyo las manos en la puerta, acorralándome de tal manera que no tenía escapatoria.
Abrí la boca y el muchacho se llevó un dedo a los labios, indicándome que hiciera silencio.
Cerré la boca haciendo ruido al entrechocar mis dientes.
-¿Estabas escuchando, pabo?-inquirió.
Sacudí la cabeza, incapaz de responder. Yoongi me observaba con los ojos entrecerrados y el cabello sumamente despeinado cayéndole de cualquier manera sobre la frente, como si se lo hubiera sacudido.
-¿Puedes negarlo siquiera?
-¿Cómo sabías que estaba escuchando?-repliqué, aceptando mi derrota.
Inclinó la cabeza hacia un lado, como un gato, y el cabello le tapó el ojo izquierdo.
-¿Estás jugando conmigo?-abrí la boca para soltar uno de mis parloteos, pero el muchacho se acercó un poco más y me vi obligada a morderme el labio inferior con fuerza. Nuestras narices casi se tocaban-. ¿No te he dicho que no bromees conmigo?
-No... Yo... No quería...
Se enderezó y alzó la barbilla, entreabriendo los labios. Eché la cabeza hacia atrás para mirarlo.
-No te metas conmigo, Junie-sonrió de lado-. No juegues conmigo.
Contraje el rostro como si me hubiera abofeteado.
-Oye, ¿eso no es mucho...?-cerré la boca cuando Yoongi volvió a acercar su rostro al mío.
¿¡Por qué rayos tenía que hacer eso!?
Apoyó el antebrazo en la puerta, justo sobre mi cabeza. La cercanía era tan incómoda como tensa.
-¿Qué se siente? Dime-dijo.
-¿Qué?
-Ser otra más en la lista de ese imbécil.
-¿De qué estás hablando?
Yoongi se rió sarcásticamente.
-¿Crees que no me lo sé? ¿Que no es obvio?-se alejó un poco y levantó un dedo-. Primero es amable-levantó otro-. Luego te roba un beso-. levantó otro y entonces lo empujé lejos de mí.
-¡Eres un imbécil!-exclamé-. ¿¡Cómo puedes siquiera pensar que soy así de fácil!?
El muchacho se empezó a reír y sentí como las lágrimas ardientes ascendían hasta mis ojos. ¿Por qué tenía que ser tan...? Tan... ¡¡¡Ni siquiera tenía palabras!!!
-Vete a la mierda-abrí la puerta y me escabullí.
-¡Eso es, adiós!-exclamó antes de que cerrara de un portazo.
Corrí a mi habitación y me trabé la puerta antes de echarme sobre la cama de un salto y romper a llorar de pura bronca.
Desperté cuando mi madre me llamó a gritos del otro lado de la puerta. Corrí a abrirle y vi la preocupación reflejada en su rostro.
-¡Junie! ¡Me has asustado!-exclamó, y me echó los brazos al cuello-. ¡Te has encerrado y no respondías! Cariño... creí que te había sucedido algo-aflojó el amarre del abrazo y me miró a los ojos-. Pero... ¿Qué es esto?
Miré sobre su hombro y vi a Yoongi entrando en el baño. El muchacho me sostuvo la mirada unos segundos.
-¿Has estado llorando?-inquirió mi madre.
Entonces volví mi atención a ella completamente.
-¿Qué? No, claro que no. ¿Por qué habría de...?-volví a mirar sobre su hombro y Yoongi se metió finalmente en el baño, haciendo caso omiso a la situación-. Estoy bien.
-¿Tienes hambre? Te he hecho algo, ya que no has pasado por la cocina esta mañana-levantó una bandeja llena de comida del suelo y entró a mi habitación, cerrando la puerta con el pie.
La seguí con la mirada mientras dejaba la bandeja en el escritorio y se sentaba en la banqueta alta. Lanzó una mirada al dibujo que había empezado el día anterior y sonrió con ganas.
-¡Buau! ¡Junie!-exclamó, levantando el dibujo de las manos-. ¡Es realmente fantástico!
Miré mi trabajo: se trataban de dos manos entrelazadas, dos manos pálidas de dedos largos. De pianista.
Suspiré.
-Es basura-dije.
Me pasé toda la tarde con mi madre, compartiendo las buenas nuevas de aquellos dos días en los que apenas habíamos tenido tiempo de hablar. Mi madre me había contado de la historia de vida de Betty, de que cocinar en grupo era bastante divertido y que al parecer el jardinero estaba enamoradísimo de ella (y que, por supuesto, a ella le parecía muy guapo). Yo le conversé acerca de mi viaje con Daemon y de que me había quedado dormida en clase, obviando a buena gana todas las partes en las que Yoongi había participado.
Entonces cayó la noche. Me duche durante lo que me pareció una agradable eternidad, cepillé mis ondas rojizas y me puse el pijama en el cuarto de baño.
Alguien dio unos toquecitos suaves a la puerta.
-Necesito usar el baño-murmuró Yoongi del otro lado, con la voz sorprendentemente animada.
Abrí la puerta y vi cómo se le borraba de golpe la sonrisa de la cara. Tal como había sido la noche anterior, el muchacho iba usando un maquillaje bastante oscuro y mucha purpurina en el rostro. Esta vez no me pareció un punk, sino más bien un feo panda. Llevaba cadenas doradas en el cuello y un atuendo bastante diferente al usual.
-Es todo tuyo-salí del baño y oí cómo el muchacho cerraba la puerta tras mí.
Me giré y me quedé un momento contemplando la puerta cerrada, incapaz de creer en el tonto y malicioso plan que estaba formándose en mi cabeza.
Entré en mi habitación con una sonrisa de revancha en el rostro y corrí al armario. Rebusqué entre los cajones y saqué unas pantys traslúcidas y un vestido ajustado de un potente púrpura. Busqué las botas altas que mi madre me había regalado para usar en Halloween y las añadí a mi nuevo outfit. Al ponérmelas y verme en el espejo, descubrí que no se me veía tan mal como habría creído. Me despeiné aposta el cabello y utilicé un maquillaje oscuro que me dejó viendo estrellitas.
Entonces entreabrí la puerta de mi habitación y pegué la oreja.
Estaba a punto de darme por vencida cuando oí el chasquido de la puerta del baño al abrirse, y cómo Yoongi caminaba sin hacer ruido, pasando la puerta de su cuarto por alto.
Me armé de valor, me enfundé en mi abrigo de calle y salí con mucho cuidado de no hacer ruido.
Bajé las escaleras pegada a la pared, siguiendo a Yoongi en silencio. El muchacho dobló para entrar en la cocina y aproveché a correr fuera de la mansión. Me dirigí hacia el Mercedez n***o, abrí la puerta de atrás y me hice un ovillo tras el asiento del conductor.
Crucé los dedos y cerré los ojos con fuerza.
Oí cómo la puerta del conductor se abría y el asiento se hundía un poco bajo el peso de Yoongi. El muchacho hizo rugir el motor y apretó un botón del estéreo. El coche se inundó de una suave y grave voz que rapeaba en un idioma que no tardé en identificar como coreano.
Yoongi hizo girar el coche para tomar la carretera y no pude evitar otra sonrisa de victoria. ¡Lo había logrado! Y el muchacho ni siquiera lo había notado porque, siendo sinceros, de haberlo hecho me habría hecho la bronca.
Creí que nos dirigíamos a Corea del Sur cuando el muchacho aparcó el coche. Me apreté aún más tras el asiento. Yoongi bajó y se marchó a toda pastilla.
Conté hasta veinte lentamente y entonces me levanté hasta que mi nariz tocó la punta del vidrio de la ventana, creando un aura empañada. Fruncí el ceño al ver el lugar: no era un lugar para bailar, sino un simple bar nocturno... atestado de gente a más no poder.
Me bajé del auto y procuré no cruzar miradas con aquellos que me sonrieron insinuantemente y aquellos otros que se rieron de mi inesperada aparición. Todo el mundo iba muy brillante y de cuero, con cadenas y el cabello engominado en púas.
Min Yoon Gi era un verdadero punk, ¿qué pensaría su madre, la Presidenta Min, de eso? Sonreí con malicia y me adentré al club.
O lo intenté.
El gorila de la entrada me tomó del codo y me hizo retroceder bruscamente.
-¿Qué...?-comencé, y cerré la boca al darme cuenta que me encontraba frente a una mole de músculos. Me recompuse y saqué pecho-. Quiero entrar.
-Pues no puedes.
-¿Por qué no?
-Debes tener más de dieciocho años.
Tenía diecisiete, qué rayos.
Me mordí el labio inferior tratando de ser sensual en vano.
-Tengo diecinueve.
El gorila se rió y se acomodó los lentes de sol oscuros sobre los ojos. ¿Es que los usaba de noche para parecer más malo?
-¿Crees que soy estúpido? Dame tu identificación.
Tragué saliva.
-Me la he dejado en el coche-mentí.
-Entonces ve a buscarla.
-¿No hay otra forma de entrar? En verdad debo hacerlo y...
-A ver si me has entendido: o me muestras la identificación o te largas.
Apreté la mandíbula.
-¡Oiga, ha dejado pasar a Yoongi y ni siquiera tiene dieciocho!-exclamé.
El gorila enarcó las cejas y sonrió, divertido.
-¿Min Yoongi es amigo tuyo?-inquirió.
Me puse una mano sobre la cadera.
-Así es.
-Bueno... Supongo que tendré que hacer una excepción-se corrió de la entrada y, antes de que pudiera entrar, volvió a aferrarse a mi brazo-. Espero que no consumas ninguna sustancia o bebida alcohólica que pueda traerme problemas.
-No se preocupe, no pienso hacerlo.
Esas palabras bastaron para satisfacer al gorila, que me soltó y añadió una última cosa:
-Tu amigo ya debe haber empezado, te sugiero que te apures.
En vez de pararme a pensar en qué significarían esas palabras, me sumí entre la oscuridad y las luces estrambóticas del abarrotado club nocturno.
-¿¡Están listos!?-exclamó una voz alarmantemente conocida desde algún micrófono que aturdió a todo el público.
Mujeres y hombres de diferentes edades lanzaron vítores a la vez.
Me inmiscuí entre los cuerpos sudorosos y los gritos histéricos, tratando de llegar más cerca para ver algo.
-¡Oye!-exclamó una mujer, lo suficientemente alta como para asustarme-. ¡Sal de aquí!
-¡Pero...! ¡No alcanzo a ver nada!
Ni bien terminé de decirlo, sentí como algo pasaba entre mis piernas y me levantaba de sopetón al aire. Miré hacia abajo, asustada, dándome cuenta que de repente me encontraban sentada en los hombros de un desconocido con el cabello de un fucsia potente.
-¡HEY! ¡QUÉ...!-exclamé, y me callé al instante cuando pude ver finalmente hacia el escenario-. Oh, mi Dios...