¡Quieres el divorcio, no!

Gala “¿Acaso no piensa aparecer?” me pregunto, mirando hacia la salida del lugar, a la espera que Allen Nguyen, mi supuesto esposo, aparezca. Me casé con quién por años ha sido el amor de mi vida, el que me roba el aliento con tan solo verle, pero que me odia con todo su corazón y para él, soy la responsable de que su vida ahora sea un completo dolor de cabeza. Fui dada en matrimonio como prenda de garantía para Allen, tras un acuerdo con mi padre, pues ese sería la única manera de mi padre de ayudar a los Nguyen con su empresa, cosa que, claro, ha hecho desde el primer día, pero ha sido mi desgracia desde entonces. Llevo dos años de matrimonio con este tipo fastidioso que solo se queja de su miserable vida y con quien no tengo hijos, no es de esperar que nuestra intimidad sea un 0,2 por ciento, ya que solo dos veces hemos hecho el amor o bueno, si a eso se le puede llamar hacer el amor. Claro que hay una razón por el que Allen no me ve, su nombre es Brigitte, su clara y descarada amante, quién me ha robado la esperanza de construir un hermoso matrimonio con él, aunque creo que esto es un fallido de cuento de hadas. Pues, Allen tiene una historia con Brigitte, una muy estúpida, por cierto, él cree que ella lo ama, pero solo es un pase de segunda clase para una vida de comodidad, una, que tiene gracias a mí, ¿Cómo lo sé? Fácil, ella no deja de vaciar su cuenta bancaria y yo, bueno, he tenido que restringir la cuenta que ambos compartimos, no vaya a hacer que un día despierte y haya perdido el dinero que he guardado para mi viaje a Italia, ante todo, soy una mujer calculadora y muy precavida. Pero como dice mi mejor amiga Francia —no hay peor ciego que el que no quiere ver —y sé que ella tiene razón, espero que el golpe que se lleve al ver la verdadera cara de Briggitte no sea tan fuerte—además tú eres la esposa, Gala Nguyen y ella la amante —me consuela Francia, sin embargo, sus palabras no ayudan mucho, una vez más no llegó a casa anoche y sé que Allen estuvo con ella en su cama. —¿Sabes qué pasa? Que esa mujer debería ser yo, y me carcome saber que yo soy la esposa, pero ella lo tiene todas las noches en su cama. No es inevitable sentirme de esa manera, no cuando es la noche más importante para mí y él no se tomó la molestia de aparecer, al menos, para que vean que sigo casada con él. —¡Gala! —dice Francia con voz triste —Allen es un idiota, no ve la mujer que tiene, no es justo que le des tanta exclusividad a él, deja de ser tan boba, vales más que esa mujer arrastrada. No sé si en eso ella tenga razón, pero quién gana cada duelo es ella, y eso lo tengo muy claro, no soy el tipo de mujer que a Allen le atraiga, me lo ha dicho muchas veces. —No importa, es decir, tenemos una noche por festejar, y estás conmigo, estoy completa. Finjo una sonrisa, no obstante, por dentro soy un mar de emociones que están a punto de salir a flote. —Buen intento, pero sé que estás a punto de llorar, mejor salgamos de aquí, ese tipejo no merece tus tiernas lágrimas. Ingresando nuevamente al salón, me encuentro, milagrosamente, a quien faltaba por llegar y al verme me escanea, haciendo un gesto de desagrado con su cara. Francia, que no se lo soporta, me golpea la mano y en lengua de señas me dice: —Existiendo tantos hombres, ¿por qué te casaste con esta cosa? Sonrío, pues esta es la forma en que nos burlamos de él en su cara. —No fue mi idea, recuerda que fue un negocio entre tres —le respondo en el mismo lenguaje, aprovechando que Allen no tiene idea de qué estamos hablando. —Parecen estúpidas hablando en señas, ¿acaso no saben hablar? —refuta enojado. —Sabemos, pero hay cosas que son mejor no decirlas o el dolor de estómago será insoportable —le responde Francia y yo sonrío, ella sabe cómo poner a Allen en su lugar. Allen resopla y se marcha, Francia me mira y me guiña un ojo, sintiéndose poderosa ante lo sucedido. Las personas se acercan a nosotras y nos saludan, me felicitan por el aniversario de la empresa y me desean eterna prosperidad, hasta que mi sonrisa se esfuma al ver a la mujer que tanto desprecio integrarse en la multitud. Un frío atraviesa mi cuerpo y como una daga se clava en mi estómago, inmediatamente busco a Allen para que saque a esta mujer de aquí cuanto antes, pero este solo se ríe de mi petición. —Mi respuesta es no, Gala, ella se queda, vete tú si quieres. —Es mi evento, ¿por qué está ella aquí Allen? No tiene ninguna invitación —le reprocho con molestia. Allen es tan cínico que me mira y me tira un beso, para burlarse de mí —yo la invité ¿algún problema? Me duele el pecho por su confesión, jamás le ha importado como me hace sentir. —Quiero que te vayas Allen y llévate a esa mujer ahora, es mi última palabra. —Pues te irás tú —resopla en mi cara —mi novia se queda conmigo y se acabó. Se pierde entre la multitud y yo intento disimular lo acontecido, pero Allen se aproxima con ella de su mano, esa escena hace que me dé un dolor agudo de estómago. —Mira quién vino a desearte eterna prosperidad, esposa —se burla Allen, sabiendo que estoy enamorada de él —¿no es agradable la visita?. Mira con tanto amor a Brigitte que siento celos de todo lo que ella disfruta y yo deseo. —Así es querida, no todos los días una mujer como tú —me escanea de arriba abajo la bella Brigitte —tiene tanto éxito como futura heredera. Mi cuerpo tiembla, porque es la primera vez que veo a Allen de la mano con Brigitte, pero esto Allen lo va a pagar muy caro y se va a arrepentir de haber jugado de hombre. —Te agradezco —respondo haciéndome la fuerte —lo que pasa es que para ser como yo necesitas al menos cinco años de constante estudio para alcanzar, al menos, un bachillerato, en cambio, si yo quisiera ser como tú, simplemente iría con un cirujano plástico y me dejaría igual o quizás mejor. La cara de Brigitte es un maldito teatro que me gozo como no hubiese un mañana, si estos dos creyeron que me lastimarían, estuvieron en lo cierto, aunque eso no significaba que me dejaría humillar. —Pídele disculpas —me exige Allen y yo solo rio al ver su cara. —Hay dos razones por la que estás aquí —me dirijo a Allen —una, eres mi esposo y dos, tienes una imagen que cuidar, pero de no ser así, ¿crees que habría un lugar para ti aquí? Allen frunce su boca y no responde, está asombrado por mis palabras, es la primera vez que me defiendo de sus humillaciones y malos tratos, pero eso, hoy, se acabó. —Con que muy valiente, ¿eh? —responde él en tono de burla —te desquitas con la posición social solo porque tus atributos carecen en tu cuerpo, y porque no sabes cómo seducirme, ¿es eso lo que sucede? Definitivamente, a Allen le falta algo y eso es cerebro. —Unas enamoran con sus atributos de plástico —digo mirando a Brigitte —otras enamoran con su inteligencia, y definitivamente aquí no eres el inteligente. Me disculpo con esos dos y paso por su lado, pero no puedo evitar derramar lágrimas, es una humillación muy grande la que Allen causó al traerme a esa mujer. Lloro en silencio en una esquina muy alejada de todos, intento reponerme de esto, más no puedo, los veo a lo lejos besándose, escondidos de los invitados. La besa con tanta pasión, de la misma forma que una vez él lo hizo conmigo, cuando me utilizó para saciar sus necesidades de hombre y herir a Brigitte. —Ves que él no te merece amiga, espera a que ella se dé cuenta de que, sin ti, él no puede proveerle lo que ella tanto presume —susurra Francia, abrazándome. —Pero no deja de doler Francia, no puedo evitarlo, lo amo, si pudiera me quitaba este sentimiento ridículo, sin embargo, mírame, Francia, mírame, amo a ese hombre y me obligo a sacármelo del corazón, lo he intentado, no creas que no. Lloro desconsoladamente, mientras Allen le demuestra a su amante que está por encima de mí, aunque ahora que lo recuerdo, así ha sido estos dos años y yo sigo de tonta, creyendo que algún día él me verá. —¡¿Gala?! —Francia me da un segundo abrazo, uno más fuerte, uno que me hace llorar más —cuanto lo siento hermosa, te juro que no sé que decirte, mas que no estás sola, estoy contigo para lo que necesites. Por más que quiero irme del lugar, la función debe seguir, es mi responsabilidad dar los agradecimientos y despachar a los invitados. Llego a casa y Allen no está, voy a mi habitación y acostada, aun vestida, lloro contra la almohada para no ser escuchada. “Tonto, maldito, tonto” me repito, pensando en Allen. La imagen de ellos besándose me hieren. ¿Cómo puede ser tan atrevido? ¿Cómo es capaz de llegar a ser tan cruel? Sus palabras fueron las mismas de siempre, pero cada vez duelen más y no sé cuánto más pueda seguir aguantando esto, ya estoy cansada y quiero parar con esta farsa, ¿qué estoy ganando yo con este matrimonio? Solo me está dejando sin corazón.