Dejé de mirar a mis hijas y a Luisa cuando el estrépito de los disparos rebotó en mis oídos. El peligro estaba por todas partes, y no podía permitirme distraerme. Con un solo objetivo en la mente, comencé a disparar a los hombres que nos atacaban, mi vista fija en ellos mientras intentaba despejarles el camino a Nick y a los demás. Mi cuerpo se movía como si estuviera en piloto automático: disparaba sin pensar, cada bala una respuesta a la amenaza que representaban aquellos malditos. Mi única prioridad era garantizar que mi familia pudiera escapar. Los cuerpos caían a mis pies, uno tras otro, pero cada vez que derribaba a uno de esos bastardos, más aparecían. Mis manos estaban firmes, pero la tensión en mi pecho aumentaba con cada minuto que pasaba. No podía fallar. Tenía que cubrir su hu

