Dolor.

2304 Palabras
PVO Skyler. Apenas termina la ceremonia, me alejo todo lo que puedo, sin rumbo, sin pensar. Solo quiero perderme entre las montañas frías o en cualquier lugar donde no haya nadie, porque si me quedo un segundo más, juro que mataré a alguien, y no me arrepentiré de ello. —Duele, quema, y es tu culpa, Skyler. ¡Tu maldita culpa! Un alarido de terror sale de mi boca, uno que ya no puedo controlar, pero ni eso aplaca el incesante dolor que me brota del alma por lo que le he hecho. El dolor me oprime el pecho con una fuerza brutal, cada vez es más fuerte, desgarrante y ya casi imposible de soportar. Caigo de rodillas a la tierra, jadeando, mientras gotas de sudor me empapan, pero sé que me lo merezco. Lo que hice no tiene perdón, pero era necesario. Y lo sabes, Zane. Hice lo que pude para alejarme de ella, pero tenía que venir, maldita sea. ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué, Sasha?! ¡¿Porque viniste?! —¡Skyler! ¡Por Dios! ¿Pero qué…? Levanto la mano. No quiero que se me acerque, menos que me toque. —Vete, vete, Ivar. No quiero a nadie cerca o soy capaz de matarte y lo lamentaré después. ¡Vete! —grito desesperado, pero mi amigo ignora mi orden. —No. Algo te pasa, algo muy malo, y no te voy a dejar solo. —¡Ivar, lo alcanzaste! —esa otra voz—. ¿Skyler? ¿Pero qué le pasa? —N-no lo sé, pero… —¡Largo los dos! —bramo tocándome el pecho—. ¡O juro que los destrozaré si no desaparecen de mi vista! ¡Lo juro! Pero es en vano. Ivar y Dylan se quedan cerca, a una distancia prudente, supongo que esperando que me calme para después actuar. Puedo desmayarme, pero preferiría morir a tener que soportar el dolor por el que voy a atravesar, ahora con Sasha cerca. —¿Skyler? ¡Skyler! —los gritos de mis amigos retumban en mis oídos, cada vez más lejanos, hasta que todo se vuelve un eco. Mis piernas ceden y caigo contra la tierra fría, sintiendo cómo la luna me cubre con su luz, no como un consuelo, sino como un castigo. Su brillo me envuelve en el infierno que yo mismo construí, el mismo que nació el día en que me lo arrebataron todo. —¿Q-qué dijiste? —Eso, Skyler, lo siento, pero Asena, ella.. Todo dejó de importarme y corrí en mi forma de lobo hacia la zona donde había ocurrido la fatalidad, y comenzaba mi calvario. Ahí, a un lado de la carretera, se alzaba un fuego que podía verse a lo lejos. Y ahí mismo, yacía el cuerpo inerte de Asena, mi luna, mi vida, con la que pensé pasaría mi vida eterna a su lado. Pero el destino —ese maldito juego de la Diosa Luna— decidió arrancármela sin piedad. Nada de lo que soñamos se cumplió. La eternidad que prometí quedó hecha cenizas junto a su cuerpo. Y mientras la rabia me consumía, juré que esos malditos humanos pagarían. Uno por uno. Porque si la luna me la arrebató, yo les arrebataría su mundo. —¿Q-qué me pasó? —pregunto abriendo los ojos, lento. Aún hay oscuridad, y el abrirlos me causa dolor. —Dylan y yo te trajimos a la cabaña. Debes descansar hasta reponerte y decirnos qué fue lo que pasó para que te pusieras así de agresivo, Alfa. —¿Qué pasó? —susurro cerrando los ojos de nuevo, y un golpe al corazón me abruma, llevándome de nuevo a lo ocurrido hace horas—. Sasha… eso pasó. —¿Eh? ¿Sasha? ¿Y esa quién es? No respondo. Dejo que mis lágrimas caigan, y agradezco que tenga un paño húmedo sobre mis ojos para evitar que vean el estropajo en el que me he convertido. —Ivar y… ¿ya despertó o aún sigue dormido? —Oye, Dylan, ¿quién es Sasha? —un sonido parecido al de madera cayendo se escucha. —¿P-por qué me preguntas eso, Ivar? —Porque Skyler acaba de mencionar su nombre, y yo que tengo buena memoria sé que no hay ninguna Sasha en nuestro territorio. Así que pensé que tú sabrías algo, y creo que di en el blanco por esa expresión que tienes en la cara. Habla. Me quito la venda y me levanto del lugar en el que estoy. Aún tengo un poco de fiebre y el dolor en el pecho aún es galopante. Duele, pero es resistible. —¿Skyler? —No tienes que contarle nada, Dylan. Fue algo que pasó hace mucho tiempo y punto. —No, no. Tú dijiste Sasha, y ahora que lo pienso, desde que saliste a los jardines con Jelena has estado así, como si te faltara el aire y adolorido por algo. Miro a Dylan, que tiene la mirada ida. Él sabe quién es Sasha y qué relación tuve con ella. —Bien, veo que no me lo vas a decir, y yo que creí que era tu amigo, Skyler —Ivar se aparta y sale de la cabaña molesto. No lo culpo, él es quien debe cuidarme y encargarse de que nada malo me pase. —Sasha —dice Dylan acercándose—. ¿Es quien creo que es? Sigo con la mirada en la tierra, pensando y tratando de quitarme el recuerdo de su rostro de la cabeza. —Y yo que había regresado para relajarme después de mis exámenes de medicina, pero creo que esto va a ser más estresante. —Pues vete, no sé para qué regresaste. Si tanto te gusta estar rodeado de esos humanos, no debiste venir —escupo lleno de veneno en mis palabras, pero Dylan no se molesta por ello. —Pues te recuerdo que tú te metiste con una, y si no hubiese sido por mí, ahora estarías hundido con ella. Palabras reales, pero que duelen. —Sasha apareció en la entrada de la mansión —suelto, y Dylan deja caer la mandíbula sorprendido. —¿V-vino hasta aquí? ¡¿Sasha?! —aprieto un puño para intentar calmar la rabia que de nuevo comienza a golpearme—. ¿Y qué hiciste? —hago una mueca y dejo escapar un suspiro—. Porque sospecho que fue algo malo. —La negué, Dylan. La rechacé de la peor manera, pero era necesario. Mi amigo se levanta de su asiento y se acerca preocupado. —¿Cómo que la rechazaste? No entiendo. Me llevo ambas manos a la cabeza. El sonido de su voz, sus lágrimas cayendo e intentando soportar el dolor de mi rechazo… ese dolor que de nuevo me agobia. —Skyler, basta. Esto te está agotando y matando lentamente. Olvida, no pienses o… —¡La rechacé! ¡Le dije que no la conocía, Dylan! ¡Que odiaba a los humanos! Y ella lloraba sin entender por qué le decía esas palabras tan desgarradoras. —Mi cabeza está a punto de explotar de nuevo. «Es tu culpa, tú la alejaste de nosotros» Esa voz; Zane. —No debió aparecer, no debió venir hasta aquí. ¿Por qué simplemente no me olvida y hace su vida Dylan? ¿Por qué me sigue atormentando? ¡¿Por qué me sigue destruyendo la vida, por un demonio?! Lo empujo y vuelvo a caer al suelo. El calor del cuerpo me sofoca, me asfixia. Si dejo que esto me invada, moriré, pero creo que sería lo mejor. «No, tú no vas a morir. No vas a dejar que ella sea de otro. Antes desaparezco a todos los humanos que le pongan un ojo encima» Cállate, Zane. Lo mismo pensé, pero es imposible. Además, sabes que no podemos estar con ella porque es humana. —Skyler, debes regresar a casa. Tus padres se darán cuenta de que algo te pasa. —No, no es necesario —Ivar entra con el ceño fruncido y los ojos fijos en mí, a pesar de que estoy desfalleciendo—. Así que Sasha es humana y vino a buscarte. Acabo de escucharlo todo. —Eres un metiche, Ivar.—Le reclama —Eso no deberías hacer. —Soy su beta y debo estar enterado de lo que le pasa a nuestro Alfa, Dylan. ¿O acaso lo olvidaste? —No, pero tú no sabes nada y no deberías… —Basta —digo a duras penas—. Él tiene razón, Dylan. Está bien que lo sepa, de igual manera nada cambiará. Esa mujer es parte de mi pasado, uno que desheché y no me voy a arrepentir.—Aunque me queme por dentro. —No te vas a arrepentir, pero estás dejando que el dolor te gane, Skyler, y apuesto a que tu lobo está igual o peor que tú. —Espera, ¿que estés así es por esa humana? —Vaya, al fin te diste cuenta, genio. Muy observador de tu parte, Ivar, y eso que eres el segundo al mando. Ivar acaba de entender lo que pasa, pero está bien. Él me debe lealtad y no dirá nada a nadie, si no quiere que su cabeza sea separada de su cuerpo. —Encontraste a tu mate y la estás rechazando porque es humana. Es obvio. E hiciste bien, Skyler, es lo que un Alfa responsable debe hacer. —Cállate, Ivar. No deberías hablar así. ¿Acaso no ves cómo está sufriendo? Ivar no responde, solo suspira y me apoya de nuevo en la cama. Su mirada es una determinación de que algo quiere. —Me vas a contar qué rayos hicieron los dos en Nueva York, a menos que quieras que le cuente sobre Sasha a tus padres, Alfa. Y esto lo hago por el bien de todos, no solo de ti. —Vete al diablo.—Gruñe Dylan—No tenemos por qué contarte nada, Ivar. Lo que Skyler y yo hayamos hecho en esa ciudad, no es tu problema. Además, no hicimos nada malo. No. Dylan miente. Él sabe que sí hice algo que no debí hacer, pero por más que luché por alejarme, mi instinto y las ganas de hablarle, de que me sonriera y me viera de manera distinta, fueron más fuertes. —No. Te voy a contar lo que pasó, Ivar, pero solo porque eres mi beta, no porque me amenaces. Sabes que en unos segundos podría matarte sin importarme que seas mi amigo. Lo sabe, y puedo sentir los latidos de su corazón acelerado por el miedo que le causa mi amenaza. —Skyler… —Está bien, Dylan. Tú no sabes nada, ya que te dedicaste a seguir con tus estúpidos sueños de ser doctor, pero yo me quedé en Nueva York por ella, por Sasha. Ivar saca unas latas de cerveza y nos lanza a cada uno, como si fuéramos a tener una larga charla, como en los viejos tiempos, como cuando era feliz con Asena. —Bien, te escucho. Tenemos toda la noche, y con la luna de testigo, así que más vale que no me mientas. A pesar del dolor, que parece aplacarse quizás porque no escucho los alaridos de Zane, mi lobo, me acomodo y agacho la cabeza para recordar el principio del dolor. —Esto empezó incluso antes, hace años, después de que Asena murió y yo me perdí en la oscuridad de la nada, vagando sin rumbo. Cierro los ojos y vuelvo a los años en que me alejé de todos, de mis padres, de mi manada. Apenas era un jovencito al que le habían arrancado su otra mitad, y los culpables fueron los humanos. París - Francia. Algunos años atrás. —¡Váyanse o juro que disparo, malandros del demonio! —hay una voz, y por los latidos de su corazón, deduzco que es humana—. Oh, vaya, pero qué salvajes esos tipos. ¿Te robaron algo, chico? No respondo. Acaban de golpearme; yo se los permití, quizás para que la herida que ellos causaron quitándome a Asena, siga creciendo y tener así la excusa perfecta para matarlos a todos. —Duele... —susurro, abriendo los ojos y encontrándome en un ambiente raro. —Veo que ya despertaste, jovencito. Menos mal, ya que hice una deliciosa y nutritiva sopa para que esos golpes se curen rápido. Es una humana, y yo odio a los humanos; ellos me quitaron lo que más quería. —¿Qué pasa? ¿Aún te duele? No respondo y mantengo la cabeza y la mirada hacia el suelo, pensando en cómo matar a esta mujer, a pesar de haberme ayudado. —¡Ya llegué, mami! —¡Mi amor, bienvenida! —una niña entra y corre a los brazos de su madre, hasta que fija sus ojos en los míos con curiosidad. —¿Y él, mami? ¿Quién es? La niña se acerca, y a pesar de mi condición —y no lo digo por los golpes que debieron desfigurarme el rostro, sino por la mirada que le dedico, una fría y llena de odio—, se acerca y toca mi rostro. —Hola, desconocido amigo de mami. Yo soy Maddie, y soy su hija. Vivimos solitas, pero somos fuertes y no nos dejamos vencer, ¿verdad, mamita? Su madre le sonríe, causándome una extraña sensación en el pecho, un pequeño calor que no comprendí en su momento. Ese sería mi primer contacto con los Gautier, una familia de dos humanas que, con algunos años más adelante, me llevarían a conocer a la mejor amiga de la que sería mi hermanita menor, Maddie. Sasha, la humana que me haría perder la cordura y removeria sentimientos enterrados, aún sabiendo, que era prohibida para mí.
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR