CAPITULO I PRIMERAS IMPRESIONES

3881 Palabras
Estábamos a 25 de mayo de una hermosa primavera, (tengo que decir que la primavera y el verano son mis estaciones del año favoritas, a pesar de que en la costa Este de EEUU el frío nunca llega a ser muy intenso). Me levante cuando el despertador sonó por tercera vez a las 9:15 de la mañana, la cabeza me daba dolía, al mirar el reloj no podía creer que tuviera que levantarme a esa hora, cuando me había acostado hacía apenas dos. En realidad me había acostado hace mucho mas de dos horas, pero no para dormir precisamente. Mire a mi lado y vi la espalda desnuda y musculosa de mi compañero de “emociones” y la verdad no me acordaba su nombre. La noche anterior había salido con mis amigas a un nuevo club, (son eventos a los que tengo que ir si o si por mi trabajo, es solo por negocios, a pesar de que me encanta) Como siempre hacemos, fuimos al VIP, saludamos a los conocidos, hicimos sociales, bebimos, reímos, bailamos, seguimos bebiendo, y cuando me quise dar cuenta estaba arrinconada contra la pared con un rubio de cuerpo musculoso dándome unos muy apasionados y desesperados besos mientras sus manos recorrían con toda urgencia cada rincón de mi cuerpo. La verdad no recuerdo si le pregunte su nombre o si el me pregunto el mío, nos vimos y fue como un impulso animal el que sentimos. Lo que si se es que era una cara nueva, probablemente un turista, porque a los lugares que voy casi siempre veo a las mismas personas, y a él no lo había visto nunca. Honestamente no tenía intenciones de despertarlo así que me levante cuidadosamente de la cama pese a mi resaca, tome mi teléfono y me metí al baño. Antes de ducharme llamé a mi jefe, para avisarle que me demoraría, y al parecer mi llamada lo despertó. El también había estado en el club la noche anterior. - Hola – dijo con la voz todavía dormida. - Que voz – le dije – parece que fue dura la noche. - Ni lo menciones – respondió - ¿Qué quieres? - Si no sabes, no tomes – le respondí bromeando, para ver si le sacaba un poco el mal humor – Solo quería avisarte que voy a llegar un poco tarde, pero creo que tu también así que ya no tiene importancia. - Gracias por despertarme para decirme algo tan importante, recuérdame darte un aumento- dijo con su tono de siempre, ya se había despertado del todo. - Eso seguro, nos vemos mas tarde jefecito – hice el sonido de dos besos en el teléfono, el solo me dijo que estaba loca y colgamos. Me metí en la ducha, esperando que el agua me recompusiera un poco, la verdad que beber tanto y tener tanto sexo me dejaba destruida, y solo estábamos en miércoles. Mientras programaba mi día en mi cabeza, la puerta de vidrio de la ducha se abrió y unas manos me tomaron de la cintura. Abrí los ojos y vi al rubio que dormía en mi cama con una sonrisa de oreja a oreja en su perfecto rostro. - Buenos días – me dijo, sin dejar de sonreír y en un tono mas que sexy. Yo le devolví la sonrisa, y di una mirada más que sugerente a todo su cuerpo. Me le colgué del cuello y le dije buenos días a ti también mientras lo besaba. El beso comenzó dulce y delicado pero a los segundos la pasión, mejor dicho la lujuria, tomó lugar. Nos besamos como si el mundo se fuera a terminar mañana, con tanto urgencia y desesperación que parecía que nuestras vidas dependían de ello. Me apretaba la espalda con fuerza, pero sin lastimarme, luego bajo sus manos hasta mis nalgas y las apretaba, subía y bajaba su toqueteo por todo mi espalda. Luego comenzó a besarme el cuello, las orejas (mi encendedor personal), bajo por la clavícula, siguiendo hasta abajo sin descuidar ningún lugar de mi torso. Luego pasó a mi vientre y siguió mas abajo. El chico hacia maravillas con su lengua, yo me sentía en el paraíso. Después de unos minutos en esa situación comencé a sentir que la sangre me hervía dentro, el rubio me estaba llevando hasta el cielo de nuevo. El se dio cuenta cuando llegué al clímax y se puso de pie, lentamente, volviendo sobre sus besos por mi cuerpo. A mi me temblaban las piernas y seguía jadeando. - Me vuelve loco como acabas – me dijo susurrando al oído y me volvió a poner a mil. - Entonces hazme acabar de nuevo- le respondí, mientras tomaba su m*****o en mis manos. - Primero lo primero - me dijo con una sonrisa pícara – ahora me toca a mí. Y diciendo esto me tomo de los hombros e hizo un movimiento indicándome que bajara, no tuvo que decirlo dos veces, lentamente fui poniéndome de rodillas dejando un camino de besos por todos sus abdominales. Tenia que ser deportista para tener el cuerpo así. Estuve unos minutos ahí abajo “devolviendo el favor”, claro que yo no quería que el acabara con eso, y él tampoco porque me tomó de los brazos y me levantó. Sin decir más nada me giró para dejarme de espaldas a él y luego comenzó a darme lo que le había pedido minutos antes. Y así como si nada, al rato tuve mi segundo y mi tercer orgasmo de la mañana, sin contar los de la madrugada claro. Al terminar nos limpiamos, a pesar de que estábamos bajo la ducha y salimos. Cuando tomé mi teléfono y vi la hora me quedé sorprendida, eran las 11:30. Por mi mente cruzó la idea que yo debía tener algún problema de adicción al sexo o algo por el estilo, eso podía explicar como después de entrar casi arrastrándome a la ducha hubiera tenido una sesión de sexo de mas de una hora. Eso no era normal, seguro. Mientras pensaba eso sonreí y vi a mi amante secando su cuerpo detrás mío en el reflejo del espejo. Ahí comprendí mejor mi comportamiento, el hombre era perfecto físicamente y para el colmo sabía perfectamente como ponerme como un tren. Así que me consolé diciéndome a mi misma que cualquier mujer en mi lugar haría lo mismo. Y si no fuera porque el celular comenzó a sonar, hubiera dedicado lo que quedaba de la mañana a secar su perfecto cuerpo, y a tratar de excitarlo. Yo con solo verlo ya ardía del deseo, de nuevo. En el teléfono era mi compañera de trabajo, y odiosa asistente de mi jefe, Mabel. - ¿A qué horas piensas venir a la oficina? - me dijo en un tono que no se correspondía con su posición. - Cuando se me de la gana – le respondí. La verdad que ella me caía muy mal, pero no nos adelantemos, ya se van a enterar porque. - Víctor se va a enterar de esto cuando llegue – dijo amenazándome. - Víctor ya sabe que estoy retrasada – le dije – así como yo sé qué el también lo está. Mi vos, estaba cargada de doble sentido, y ella lo captó enseguida. - Zorra – dijo – tienes que revolcarte con todos los hombres que se te cruzan ¿verdad? - No con todos – le dije - solo con los que quiero. Y me reí de ella, me estaba imaginando la cara que había puesto al escucharme. Nos conocíamos hacía años, y antes éramos amigas, pero eso cambio cuando me entere que la muy perra le contaba a todos los que podía mis aventuras. Yo se lo contaba porque era mi amiga, y ella lo divulgaba como un noticiero. Aunque la verdad debería estarle agradecida, porque cuando mi actual jefe escuchó los rumores de que yo era lo que soy, me llamó para trabajar con él. Y si, acertaron en lo que piensan de nuevo, me acosté con él, pero no solo por el trabajo. La verdad es que Víctor siempre me había gustado, solo que yo lo consideraba inalcanzable, porque siempre estaba con modelos o celebridades. Después de unos meses de pura lujuria con él, decidimos dedicarnos a trabajar y comenzamos el proyecto de reclutar nuevos talentos y convertirlos en súper estrellas, y fue tal él éxito que tuvo que tanto Víctor como yo quedamos en una posición de privilegio con los dueños de la disquera, uno de los cuales es el padre de la inoperante de Mabel, único motivo por el cual aún estaba en la compañía. Después de dejar de hablar con la frígida de Mabel, me arreglé y salí. Llevé al rubio hasta su hotel, era turista, su nombre Lukas, era de un equipo de fútbol ingles, todo eso lo descubrí en el trayecto desde mi casa hasta el hotel. Ahí nos despedimos y le di mi tarjeta, para que si alguna vez pasaba por Los Ángeles de nuevo, me llamara. Camino a la disquera, mi jefe me llamó para invitarme a almorzar. - ¿Cómo estas preciosa? – dijo con su seductor tono de voz. - Mucho mejor ahora – le dije – ¿y tu? - Mejor imposible – dijo soltando una carcajada, yo me contagié. - Parece que alguien tuvo una buena noche – dije aún riendo. - No te imaginas – dijo él. - Claro que me lo imagino – le dije con mi voz mas sexy – ya estuve ahí ¿recuerdas? - Y cómo olvidarlo – dijo él – En fin, me imagino que aún no estas en la oficina porque la insoportable de Mabel no ha dejado de llamarme, así que vamos a almorzar, así la dejamos que se amargue un poco mas ¿Qué dices? - Que encantada de la vida, porque la verdad me muero de hambre. Acordamos el lugar y en menos de 15 minutos estuve allí, Víctor también, llegamos casi al mismo tiempo. El se bajo de su BMW último modelo, luciendo un pantalón de traje claro y una camisa celeste cielo, por fuera y desabotonada arriba y abajo. Tenia un aspecto tan casual, sexy y sofisticado a la vez que lo hacía lucir comestible. Las mujeres que estaban cerca voltearon a verlo, el hombre derrochaba s*x apeal. Me saludó como siempre, con un abrazo y un beso en cada mejilla y entramos. Como era costumbre no teníamos que hacer reservas en ningún sitio, por mas prestigioso que fuera. Víctor tenía los contactos para tener todos los privilegios. Comimos muy a gusto, mientras nos contábamos nuestras aventuras de la noche y mañana anterior. El también había tenido una sesión de sexo después del club y al despertarse esta mañana. Ni que nos hubiéramos puesto de acuerdo. (Siempre que hablamos pienso que él y yo pensamos igual, y a Víctor le pasa lo mismo). Como a las 14:00 llegamos a la disquera, todos llevaban trabajando ahí desde la mañana como corresponde, sin embargo nadie cuestionó nuestra hora de llegada, bueno casi nadie. Llegamos a nuestro piso y apenas se abrió la puerta del elevador vimos la molesta cara de Mabel. - Buenas tardes – nos dijo en un tono que denotaba odio. - Mas que buenas tardes – le respondí mientras salía del elevador pasando de ella. - ¿Cómo estás Mabel? ¿Por qué esa cara? – le dijo Víctor caminando con ella detrás mío. Tomé mis mensajes donde mi asistente y uno de mis mejores amigos, Paúl, él salio de su cubículo y caminó conmigo hasta mi oficina, mientras escuchábamos a la insoportable hablando con mi jefe. - Lo que sucede señor es que – se ponía tan nerviosa cuando hablaba con Víctor que hasta me daba pena por ella – tuve que cancelar todas sus reuniones de esta mañana, y – parecía que iba a darle un infarto – además recuerde lo que hablamos el lunes, la persona que tenia que conocer – dijo esto último casi susurrando, pero Paúl y yo escuchamos claramente. Víctor la miró desconcertado, como si no se acordara lo que habían hablado el lunes, lo cual era muy probable, porque el nunca escuchaba lo que ella decía. Llegamos a mi oficina y nos quedamos en la puerta con Paúl, esperando escuchar algo, pero ella lo notó y siguió caminando en silencio hasta la oficina del jefe. - Bruja – dijo Paúl, mientras entrábamos. - Déjala, igual en un rato nos enteramos – dije cerrando la puerta. - Es verdad, pero ahora me cuentas todo lo que hiciste con ese bombón – dijo mientras tomaba mi bolso encendía mi ordenador y me guiaba hasta mi sillón. El se sentó del otro lado del escritorio, cruzó las piernas y se dispuso a escuchar. - Todo no se puede – dije con picardía en mi voz – estamos en horario de protección al menor. El rió con mi ocurrencia, yo lo seguí. - Así que fue intenso – dijo guiñando un ojo y haciendo algún gesto libidinoso con su rostro. Era muy expresivo. - No sabes cuanto le dije – y comencé a relatar todos mis orgasmos con el futbolista. En eso estábamos cuando la bruta de Mabel entró a mi oficina sin golpear y nos interrumpió. - El jefe quiere verte – dijo con un tono de superioridad que no se de donde sacaba, porque ella no era superior a nadie allí. - Ya voy mal educada – dije mirándola de la peor manera que conocía. - Ahora – dijo ella y cerró de un portazo. - Algún día me las va a pagar a todas – dije. - Cuenta conmigo para eso – dijo Paúl y los dos salimos, el fue a su escritorio y yo a la oficina de mi jefe. - Nock, nock – dije mientras abría la puerta - ¿se puede jefe? - Adelante – dijo él desde su sillón. - Entonces – dije - ¿Qué quería la mosquita muerta? El sólo me sonrió, a pesar de lo mucho que nos conocíamos, siempre lo sorprendía con mis preguntas. - ¿Desde cuando tan chismosa? – dijo él con picardía en la mirada. - Solo curiosidad – dije encogiéndome de hombros. - No puedo decirlo – respondió mientras se ponía de pie y se dirigía a mí. Se apoyó en el escritorio, a unos centímetros de donde yo estaba. - Y ¿desde cuando le haces caso a esa malcriada? – le dije mientras me acercaba a el de manera muy sugestiva y seductora. El me tomo de la cintura y me afirmó en su cuerpo, con una mano me tomo de la nuca y comenzó a oler mi cabello. Yo pasé mis manos por su cuello y acariciaba su espalda. El quiso besarme y yo me corrí. Se rió por mi jugada y me volvió a atraer hacia él con más fuerza. El buscaba mis labios y yo lo esquivaba. - No hasta que me digas – le susurre dejando mi aliento sobre su rostro. - No puedo - respondió de la misma manera y acto seguido me besó, ahora si me deje, pero para chantajearlo luego. Comenzó a acariciar mi cuerpo, pero no como lo hacia Lukas en la mañana, Víctor era mas delicado, pero igual de excitante. Me besaba el cuello, los labios una y otra vez. Yo ya estaba dejándome llevar cuando desabrocho mi sostén por debajo de mi blusa. En ese momento, muy a pesar de mi, le sujeté las manos y separe nuestros labios. - ¿Qué pasa bebe? – me dijo al oído, y el sabia que ese era mi punto débil, bueno el mas débil de todos digamos. - Dime y seguimos – respondí con el aliento entrecortado. El sonrió y movió su cabeza, luego me separó un poco de su cuerpo y poso su frente en mi pecho agitado, pero sin sacar sus manos de mi cadera. Yo acaricie tiernamente su cabello n***o, despeinándolo. - Que cruel – murmuró en esa posición, parecía que se había dado por vencido. Yo estaba apunto de cantar victoria cuando el se incorporó del escritorio, se arregló su ropa, el cabello y me dio un beso en la frente, para luego volver a su silla. Yo quise acercarme pero el negó con la cabeza e hizo señas para que sentara en la silla de mi lado. Eso me molestó, normalmente mis encantos funcionaban siempre, me sentí rechazada. Supongo de después de la agitada mañana que tuvo no le costó decirme que no, aunque no podía negar que sus partes bajas de habían puesto duras. Me senté y no oculté mi enfado, con pucheros y todo, supongo que estaba acostumbrada a obtener siempre todo lo que quería. El río con ganas al ver mi rostro. - De verdad eres increíble – dijo – sólo para que te quedes más tranquila te voy a decir que no le hago el favor a Mabel no contándote lo que me dijo, es mas bien una orden de su padre, ¿lo recuerdas verdad? Uno de los dueños. Mi jefe, tu jefe – dijo esto haciendo señas con sus manos. - Como digas – respondí sin ganas - ¿para que me llamaste? - Primero cambia la cara, que la que no quiso fuiste tu – dijo con su tono de voz tan seductor, en realidad todo en el era seductor – Segundo, te llame porque tenemos un nuevo proyecto, tienes que ir esta noche a esta dirección – dijo acercándome un papel – y ahí veras a nuestra nueva estrella. - Genial – respondí, tomé el papel y me dispuse a salir. - Una cosa más Lucy – dijo antes de que saliera. Me voltee y el caminó hacia mi con su sonrisa de niño travieso. Yo lo miré con cara de “apúrate que me quiero ir” mientras golpeaba el piso con uno de mis zapatos, el típico gesto de la impaciencia. El se tomó su tiempo para llegar a mi, la oficina era muy grande. Cuando estuvo a unos pasos me acarició el rostro de manera suave y delicada y luego, de un solo movimiento me levanto de la cintura y me empujo contra la pared mas cercana. El movimiento fue con fuerza pero no me lastimó. - No me gusta que dejen con las ganas – murmuró a mi oído, para luego meter su lengua en el, haciéndome perder toda la razón que podía llegar a tener, que no era mucha. Ahí me deje llevar y me quedé con el un largo rato, ya se imaginan haciendo qué. Cuando terminamos, me vestí y salí acomodándome el cabello. Mabel no estaba en su escritorio así que no me tiró una de sus miradas asesinas por haberme acostado con su jefe. Seguramente había huido al escuchar nuestros gemidos. Como me gustaba molestarla. A pesar de que el sexo con Víctor siempre era genial, que digo genial era increíble, ahora si me sentía destruida. Entré a mi oficina y llame a Paúl para que me trajera un café triple y unos calmantes, pero no respondió. Salí de mi oficina, caminé al área común y estaba vacía, luego escuché voces y risas que venían desde la cocina. Fui hasta ahí y vi a todos los asistentes y algunos ejecutivos jóvenes con copas de champagne. Al notar mi presencia, muchos se callaron, algunos se atragantaron con lo que comían y otros salieron del lugar. Al parecer tenía la fama de ser un jefe muy estricto, lo cual era verdad. En una de las mesas estaba Paúl, con Mabel que reía despavorida y miraba su mano levantada. Solo le dedique una mirada de “que idiota” y me acerque a la cafetera. Serví mi café y me volví para saber que pasaba, pero no iba a preguntar. - ¿No quieres saber que celebramos? – preguntó Mabel con su risa insoportable. - Me da igual – respondí mientras me dirigía a la salida, de todos modos Paúl iba a contarme, así que para que mostrar interés en ella. - ¡Me comprometí! – gritó la bruja con mucha alegría en su voz. Me di vuelta con media sonrisa en el rostro, buscando la cara de Paúl, quería conocer al pobre estúpido que iba a cometer la locura de casarse con semejante plomo, y estaba seguro que Paúl pensaba lo mismo que yo cuando vi su mirada. Ella se puso de pie y vino hacia mi para abrazarme, como si fuéramos amigas, o como si a mi me interesara en algo su vida. Con la mano que tenia libre le palme la espalada unos segundos y después la empujé, al ver que no me soltaba. - ¿Y se puede saber quien es él…? – antes que terminara de decir la frase un hombre que no había visto antes se levantó de su lugar, que estaba junto al de Mabel y vino hacia mí. Estiró su mano para saludarme mientras me sonreía, me perdí en sus ojos de color celeste, igual que el del mar del caribe, sus perfectos dientes, su perfecto rostro. Parecía que venia a mí en cámara lenta, yo le devolví la sonrisa más coqueta que tenia y le ofrecí mi mano para que me saludara. El la tomó delicada, pero firme. ¡Que hombre! pensaba mientras lo desvestía con la mirada. Estaba sumida en mis pensamientos, devorándolo con los ojos, que no escuchaba una palabra de lo que decían. Sólo entendí que su nombre era Nicolás, hasta que la bruja de Mabel me despertó de mi fantasía, separando nuestras manos bruscamente, al parecer el saludo había durado más de lo normal. Yo seguía mirando sus ojos, su boca, su cuello, su todo. - ¿Podrías dejar de babosearte? – dijo indignada Mabel, supongo que se refería a mi. - ¿Por qué no te metes en tus cosas? – le respondí con mi tono de superioridad. - Por que son mis cosas – dijo ella tomando de las manos al hombre – él es mi prometido. Yo la miré incrédula y lo único que me salio fue una risa sarcástica y un - Si claro, en que mundo vivimos si un hombre así va a estar contigo, por favor – y le di una de esas miradas asesinas que tengo. - Es verdad – respondió él, con un tono de voz tan de hombre que sentía que me temblaban las piernas, pero luego volví a la realidad. Lo miré de nuevo de arriba abajo y le di una de mis sonrisas de ser superior, moví la cabeza negando, y sin dejar de reír. Luego me mordí los labios mirándolo a los ojos de manera muy sexy, y le dije lo que pensaba en ese momento. - Que perdedor – el abrió los ojos de par en par, como si nunca se hubiera esperado eso de mí, yo me di media vuelta y salí. La verdad que era un desperdicio que un hombre tan como él perdiera su tiempo queriendo casarse con ella, era mas que obvio que era un perdedor, un trepador o algo por el estilo, porque Mabel solo tenía de atractivo el dinero de su familia.
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