2- La piscina

3715 Palabras
-Tres meses después- -No se si quiero ir-repetí por milésima vez, mirándome al espejo. Jimin, mi compañera de habitación y mejor amiga, cepillaba mi largo cabello oscuro. -¿Por qué sigues con eso?-me regañó, lanzándome una mirada fiera por el espejo-. ¿Crees que te dejaré aquí, sola? -Me gusta estar sola, deberías hacerlo-suspiré y me apreté las mejillas, ¿por qué era tan jodidamente pálida?-. Además, necesito proseguir con James y Darla y... -¿Por qué no los dejas un rato en paz? Es hora de que su escritora también se diviera, ¿no?-me sonrió y dejó mi cabello para lanzarme un repaso de arriba a abajo-. Te ves bien, Is... Quién sabe, tal vez hoy encuentres a tu propio James. Hice una mueca. -Nadie es como él, Minnie-miré lo que llevaba puesto-. Además me veo como una prostituta barata. -¡Llevas un vestido! -¿¡Vestido!? ¡Es sólo una camiseta un poco larga!-hice una mueca-. No podré ni agacharme con esto... -Pues prueba-me guiñó un ojo y yo le di un golpecito en el brazo-. ¡Oh, vamos! No te amargues, ¿bien? -Me lo pensaré. -¿Bieeen?-insistió, haciendo un mohín-. Prométeme que tratarás de pasarlo bien. Suspiré con resignación y asentí con la cabeza. -Te lo prometo-puse los brazos en jarra-. Y tu promete que no te pondrás con ningún tipo de sustancia porque... -¡Ahhh, ya vamos de vuelta, aigoo!-se quejó-. Nada de plan madre: hoy seremos dos adultas que la pasarán bien y beberán mucho, mucho alcohol. No olvides quién es tu unnie. Puse los ojos en blanco y sonreí. Jimin era mayor que yo por un par de meses, pero parecía mucho más pequeña, ¿o era yo la que parecía una jubilada? ¿Me habrían pegado demasiado duro los diecinueve años? Volví a mirarme al espejo. No, no podía dar marcha atrás. Saldría. Si. Esa noche iría a la fiesta universitaria y me lo pasaría la mar de bien, me besuquearía con algún chico y bebería mucha cerveza... Era eso lo que hacía la gente de diecinueve, ¿no? -Espera-mi amiga se metió en la habitación, busco algo, y volvió sosteniendo dos tacones negros de vértigo-. No me pongas esa cara y póntelos. -Sabes muy bien que no puedo usar esos-sacudí la cabeza-. La última vez por poco me esguinzo el tobillo... -¡Oh, vamos! Es sólo un poco de práctica; créeme, te acostumbrarás luego de unos minutos-me los tendió-. Hazme caso, eres demasiado bajita. -Oye, que amable-se los quité y me los puse, alcanzando varios centímetros más. Incluso con aquellos diez centímetros de ayuda, no era capaz de pasar a mi altísima amiga. La muchacha llevaba unos mini shorts que dejaban al descubierto sus increíbles piernas largas, una blusa que se le pegaba a los abultados pechos y el cabello teñido de castaño claro ondulado. Se veía fantástica, sin duda el sueño de cualquier chico. -¿Estás lista?-inquirió, tomando las llaves en un dedo y haciéndolas girar con maestría. Sonreí. Vaya... si que estaba ansiosa. -Claro, vamos-di un paso y el pie se me dobló. Me sostuve de la pared en seguida-. Estoy bien-aclaré. Jimin se tapó la boca para ahogar una risa-. Si te ríes me arrepentiré al instante. -Eso es un trato, cariño. Mi amiga me dio la mano para ayudarme a caminar y juntas salimos de la habitación del edificio de la universidad. Un par de chicas que yacían por los pasillos miraron mal a Jimin y luego chismosearon, entre risitas, al ver mi estado. Es que mi amiga era muy popular, por linda y por su interesante personalidad de "no me interesan tus opiniones, paso de ti" que yo realmente admiraba. Y yo... Bueno, yo era la chica que jamás salía de su habitación y no solía simpatizar más que con pocas personas tan silenciosas como yo. -¿Y tu que miras?-inquirió Jimin antes de apretar el botón del ascensor que, para mi suerte (porque no quería comenzar allí mismo una pelea), no tardó en abrir. La muchacha que se la había quedado mirando como con odio se giró y se marchó pisando fuerte. Ambas nos metimos en el pequeño espacio y apreté el botón de la planta baja, a la vez que mi amiga se miraba en el espejo. -¿Crees que me puse demasiado maquillaje?-inquirió-. ¿Parezco una plástica? -Te ves increíble, pabo-me burlé-. De seguro todos los chicos morirán por ti. -¿Ah si?-sonrió burlonamente y yo me encogí de hombros-. Pues yo creo que también te miraran embobados. Solté una risita sarcástica que me creció como borbotones en la garganta. Mi amiga también me miró de una forma que no me gustó nada, y dejé de reírme al instante.  -Oh no-comencé. -¿Qué?-inquirió, con inocencia fingida. -Conozco esa mirada. -¿Cuál mirada? -Esa mirada de "acabo de tener una idea y no beneficia en nada a mi pobre amiga". -¡Claro que te beneficia! -¡Lo sabía! Y la respuesta es ni lo sueñes. -¡Ni siquiera te he dicho mi idea! -Si viene de ti, de seguro es malísima. Las puertas del ascensor se abrieron y mi amiga mantuvo el silencio, y también la sonrisa, hasta que salimos del campus y subimos a su coche. -¿No dirás nada?-inquirí, mirándola desde el asiento del copiloto al ver que no desembuchaba. -Te tengo un reto. -¿Un reto? Asintió. -Para probar que tengo razón; que te ves hermosa ni siquiera eres consciente de eso. -¡Ya suéltalo! -¡Está bien!-se rió-. Pero debes prometer una cosa. -¿Qué cosa? -Debes ser completamente libre de hacer lo que quieras. Es decir, a menos que sea realmente feo o estúpido, debes besar a todos los chicos que se te tiren. Abrí los ojos como platos y la miré como si se hubiera vuelto completamente loca. -¿¡Es un chiste!? ¡No! ¡De ninguna manera! -¿Por qué no?-su sonrisa se ensanchó, y eso me ponía de los nervios. -¡Porque no soy ninguna promiscua! -¿Estás dando por sentado que muchos chicos se te tirarán? Me quedé muda. No, no era a lo que iba; pero era un buen punto. -Pues no: nadie se me tirará-me crucé de brazos. -Entonces es un trato, ¿no? De cualquier modo, si nadie se te tira no hay mucha diferencia. Entreabrí los labios, pero no supe que responder. Me aclaré la garganta y clavé la mirada en la carretera. Ya era bien entrada la noche, y lo único que iluminaba el camino rodeado de árboles eran las pequeñas y viejas farolas a los costados. -No soy tan bonita, Minnie... En serio, no... -¿Tenemos un trato o no? -¿Disfrutarás con verme perder? -Sin duda lo disfrutaré, y no la parte de verte perder-se relamió los labios y giró un segundo la cabeza para mirarme-. Debes prometer que aceptarás a cualquier chico que te parezca meramente lindo e interesante... o sólo lindo, aunque tus instintos de Romea te digan que eso está mal. -Esta bien, acepto-me resigné. ¿Qué caso tenía discutir con Minnie? Ninguno, ella ganaría de todos modos-. ¿Contenta? -Contenta-se encogió de hombros, con una gran sonrisa en los labios-. Estoy contenta porque te lo pasarás genial esta noche, ya verás. Suspiré y apoyé la frente en la ventana a mi derecha. Yo no estaba tan segura, pero la firmeza en las palabras de mi amiga me animaron un poco. -¡Qué hay, zorras!-exclamó Minnie ni bien entró al porche de la casa. ¿Casa? ¡Mansión, debería decir! Aquello era tan típicamente americano que me quedé impresionada: la casa gigante de varios pisos, el porche enorme, la exagerada cantidad de gente, la música fuerte, el olor a alcohol y el ambiente a universidad. En general, el aire viciado de hormonas me generaba un fuerte impulso de quitarme el vestido y ponerme a bailar. Pero, claro, esos eran mis instintos ocultos que jamás saldrían a la luz. Un grupo de chicos y chicas salieron al encuentro con mi amiga. Yo, por mi parte, me quedé un poco atrás. Observé todo como una niña observaría un avión surcar el cielo: maravillada. ¿Así que este era el hábitat natural fuera del campus? Daebak. Mientras la canción "Show me your Bba Sae" sonaba de fondo; mi amiga, su grupo de fans y yo nos metimos dentro de la propiedad. Si el exterior me había llamado la atención, el interior me dejó anonadada. Un muchacho se toqueaba con una chica en un sofá, un par de chicos jugaban a picar pelotas de ping pong y que cayeran dentro de vasos de plástico descartable, una muchacha hacía un fondo blanco mientras todos gritaban "¡fondo, fondo, fondo!". Era una locura. Un tipo me llevó puesta y, justo antes de que cayera por culpa de mis tacones, éste me tomó por los hombros y me dejó en mi lugar. Era alto, tenía el cabello de un rosa pastel y unos anteojos amarillos.  -Oh, lo siento...-dijo y se me quedó mirando, con los ojos entrecerrados. Hice una mueca, aquel muchacho estaba demasiado ebrio-. ¿Y tu eres...? -Hum... ¿Isabelle? -Que bonito-sonrió y unos hoyuelos aparecieron en las comisuras de sus labios-. Nos vemos por ahí, Isabelle. -C-claro... El muchacho se marchó y yo me miré a lanzarle una mirada a mi amiga. Minnie me observaba con una sonrisa cómplice en el rostro y yo negué con la cabeza. La muchacha puso cara de cansancio y luego me hizo un gesto con la cabeza para que me acercara. Me abrí paso entre las personas y atrapé casi al vuelo un vaso de plástico que me tendía. -Aquí tienes-llenó mi vaso con cerveza, empinando una botella, y luego bebió directamente del pico-. Bebe. -Eres así como la amiga que me da malos consejos y me lleva por malos caminos. -¿De qué hablas? No te quitaré ojo de encima y no dejaré que te acuestes con nadie... a menos que estés sobria, claro.  -Estoy grandecita para que me cuides-le sonreí y le di un trago a la cerveza. Si bien no era una amante de la fiesta, siempre me había gustado beber. Es decir, nunca me había ido de las manos, pero conocía mis límites y aquel vaso de cerveza no iba a hacerme ningún daño. Me lo bebí con ganas. -¿Qué te parece aquel?-inquirió Minnie señalando a uno con un dedo. Seguí con la mirada hacia donde señalaba y ladeé la cabeza, pensativa.  -¿El vaquero que baila sobre la mesa? -Jungkook-Minnie asintió-. Es guapo, ¿no te parece?  -Creo haberlo visto antes... -¡Claro que sí! Primer año, presidente estudiantil... fue el que organizó la fiesta en las piscinas del gimnasio. -Pues vaya presidente estudiantil-enarqué las cejas, impresionada-. Ese niño sí que parece haberse ganado a sus hyungs. Jungkook bailaba "New Thang" sobre la mesa, rodeado de chicas que chillaban enloquecidas y muchachos que le alentaban y le lanzaban frituras mientras se desternillaban de risa. -¿Ese niño?-inquirió, con picardía-. Hace un par de semanas has cumplido los diecinueve, ¿qué te hace menos niña que un chico de dieciocho experimentado? Sonreí y me mordí el labio inferior, sirviéndome otro vaso de cerveza sin espuma. -Pues ser su noona. Minnie puso los ojos en blanco y siguió buscando con la mirada. Le puse una mano en la cara y la muchacha lanzó una carcajada, quitándola de encima. -¿¡Qué haces!?-exclamó. -¡Deja de buscarme una cita! -Eso es lo que no entiendes: no es una cita, ni mucho menos. Sólo debes besar a algún chico, ¡anda! -¿Y qué si no lo hago? Minnie enarcó una ceja. -Déjame hacerte una pregunta, ¿eres una chica rara, nerd y sin amistades? -Eh... no, ¿qué clase de...? -Pues si no te besuqueas con ningún muchacho, lo serás para siempre. Hice un gesto de "¿en serio?" pero luego sonreí con ganas. Por supuesto que podría hacerlo. -Trato hecho. Mi amiga me vió apurar el vaso de cerveza y servirme un tercero. -Eh, cariño. Cuidado con lo que bebes. -¿Estás siendo aguafiestas ahora mismo?-me reí. -Y tu te ves muy feliz, ¿te ha sentado bien ya el alcohol? Me encogí de hombros. -No soy una niña-me limité a responder, mirando hacia cualquier parte. -Ya... okay. ¿Has comido algo antes de venir? -No, ¿por qué? -Deberías comer algo o se te va a subir muy rápido a la cabeza. -¡Fondo blanco!-exclamó un extraño. Ni siquiera me limité a ver quién era, pues de cualquier manera sus palabras me habían incentivado y no quería quedar como la nerd que todo el mundo creía que era; así que bebí mi vaso de tirón. -¡Waaaaoh! ¡Qué mujer!-el extraño se me acercó mucho y yo le empujé, aunque me había parecido gracioso. El muchacho sacudió su flequillo castaño y se relamió el labio superior-. ¿Cómo es que nunca te había visto antes? -Pues es que soy una chica de pocas palabras-me encogí de hombros. -¿Quieres tomar algo... más fuerte?-inquirió. Me giré hacia mi amiga Jimin, que no parecía demasiado satisfecha con la situación, y le hice un gesto de superioridad. Ahí tenía a mi jodido chico qué besar, ¡en su cara! -Claro-acepté, y me dejé guiar por el muchachito de piernas largas y sonrisa graciosa. Cruzamos el hall de entrada y la escalera, en la que al parecer dos chicas se estaban montando una fiesta particular, y entramos a un pasillo. Caminamos hasta el fondo, y finalmente salimos a la cocina. El lugar estaba atestado de gente amontonada que olía a alcohol, sudor y hormonas. Arrugué la nariz, ¡puaj! -¿Y cómo te llamas?-inquirió el muchacho, tomando mi muñeca entre sus dedos para tirar de mi y que no me quedara por ahí estancada. Me sentó en una silla, frente a la barra de la cocina, y la rodeó para ir a buscar bebidas. Me recargué en el mármol frío, sosteniendo mis mejillas con mis manos. -Isabelle-contesté. -Está bien, Isabelle-se acercó a mi, puso un vaso de vidrio alargado-. Te gusta el mojito, ¿Isabelle? -Ni idea; nunca lo he probado. -¿¡Nunca!?-el muchacho enchufó una licuadora y metió cosas y líquidos... ni idea qué hacía, en realidad-. ¿Y bien? ¿No preguntarás por mi nombre? -No-sacudí la cabeza y sonreí. El muchacho también sonrió, divertido. Dios mío, ¿hacía cuánto no flirteaba? -Si no sabes mi nombre, ¿entonces cómo vas a agendarme en tu teléfono?-probó. Mmmm, me agradaba el juego. También quería jugar. -No tengo celular, deberás probar algo más Mojito. -¿Mojito? ¿Ahora ese es mi apodo?-se rió y dejamos de hablar en cuanto apretó el botón de la licuadora, pues aquel ruido enmudecía nuestras palabras. Cuando frenó, virtió el líquido en el vaso de vidrio y lo arrastró sobre el mármol para acercarlo a mi-. Ahí tienes, pruébalo. Bebí un poco, masticando el hielo verde y sintiendo el alcohol en el paladar. Abrí los ojos como platos. -Vaya, Mojito, ¡está increíble!-seguí bebiendo, inconscientemente-. Genial, genial. Deberías dedicarte a hacer mojitos. Se rió y se sentó frente a mi, descanzando la mejilla sobre la palma de su mano enorme. -Que manos tan grandes tienes-murmuré, impresionada. -Son para tocarte mejor-dijo, luego se sonrojó y bajó la cabeza-. Lo siento, mal chiste. Lancé una estruendosa carcajada y di otro trago. Y otro... y otro. -¿Sabes qué quiero ahora?-inquirí, estirando las palabras. -¿Qué cosa? -Quiero...-miré sus labios, y de repente me quedé muda. -¿Quieres... que te bese? Enarqué ambas cejas, asombrada. -¿Me quieres besar?-inquirí. Se encogió de hombros, risueño. -No lo sé, tal vez... Eres bonita, ¿lo sabías? -No me considero demasiado bonita-me bebí el último sorbo del vaso y lo dejé, vacío, a un costado-. Es decir, soy inteligente. -Pues la inteligencia resulta muy bonita también-se mordió el labio. -Mmm... si, si. Mi amiga es linda, pero no es muy inteligente. -¿Ah si? ¿Quién es tu amiga? -Jimin pero shhhh no digas nada, que se va a enojar. -¿Jimin?-repitió, y corrió un mechón de cabello de mi ojo para dejarlo tras mi oreja-. También tengo un amigo llamado Jimin. -¿De verdad? Buaaaaau tantos Jiminies en Corea... -Si-se rió-. ¿Sabes algo? -¿Mmmh? -Realmente creo que eres muy, muy bonita. -Mmmh... -Y realmente, realmente quiero besarte ahora. Sacudí la cabeza e hice un mohín. -Es que eres un buen chico, Mojito-suspiré-. Y yo soy una mala, mala chica. -¿Y eso?-se rió. ¿Por qué se reía? No era gracioso, era horrible. Yo lo sentía muy, muy horrible. -Pues que no quiero romper tu corazón-solté, y él se rió más fuerte. Fruncí el ceño, molesta-. ¿No me crees? Mi amiga Jimin me dijo: tu solo ve y dale un beso a alguien, y entonces ya no serás una nerd... -Pues concuerdo con que tu amiga es muy poco inteligente-frunció el ceño-. Además, ser nerd es genial. Digo, si tu eres nerd, serlo debe ser genial. -Oh... que lindo-suspiré, me levanté de mi asiento y comencé a marcharme. El muchacho se quedó un segundo como en shock, y luego exclamó mi nombre. Me giré y le miré sin entender, ¿no había quedado claro ya? No iba a besarlo, yo sólo buscaba a alguien que no me interesara. Es decir... ¿y si Mojito resultaba ser un chico completamente adorable? No quería comenzar una relación así, en una fiesta... Un momento, ¿relación? ¿Yo, relación? Oh Dios, estaba un poco ebria, un poco mareada.  -Tu, maldito imbécil-lo señalé con un dedo molesta-. Me has puesto alcohol para aprovecharte de mi, ¿¡no es así!? El muchacho pareció totalmente sorprendido. -¿Qué? ¡No! -¡Aléjate! ¡No des ni un paso más! -Pero... -¡¡¡VETE!!! -Oye, ¿te está molestando?-inquirió otro muchacho, que no conocía del equipo de baloncesto; sólo de vista. -No, no...-me sacudí su ayuda de encima y comencé a caminar hacia alguna parte. Dios, me sentía muy inestable. ¿Me habría puesto drogas en el trago? ¿Cómo se sentiría estar drogada? ¿Estaría drogada? No lo sabía, nunca había usado drogas. Pero sí había estado entonada y se sentía así... Sólo que ahora no estaba entonada sino... ebria. Borracha como una cuba. De repente ya no estaba en la cocina. Había usado la puerta de atrás y había escapado al jardín trasero, donde una enorme piscina llena de espuma y con luces en el fondo me hizo abrir muy grandes los ojos. Me acerqué mucho al borde y levanté un pie para quitarme el zapato, pero inmediatamente perdí la estabilidad. Chillé, pero alguien me casó al vuelo; haciéndome retroceder para no volver a perder la estabilidad. -Deberías sacarte esos-me dijo, con su voz dulce. Me separé un poco de él y pateé lejos los tacos, con furia. ¡Culpa de esos malditos...! Entrecerré los ojos y le miré bien. Lo conocía, estaba segura, pero... ¿de dónde? El muchacho pareció sorprenderse y luego sonrió tanto como sus mejillas se lo permitieron. -¡Belle!-exclamó. Dicen que cuando estás a punto de morir una serie de imágenes rápidas surcan su mente. Algo así me pasó, sólo que no estaba a punto de morir sino a punto de caerme de culo porque mis piernas se me hacían demasiado débiles. Reconocí aquel cabello pelirrojo, aquellos labios carnosos y aquella nariz pequeña. Sus ojos yacían cubiertos tras un par de lentes de pasta blanca y vidrio espejado, azul eléctrico. Llevaba una blusa blanca holgada, y unos jeans rotos.  Dios, nunca había visto a un chico tan candente en mi vida. Y no es que fuera una muchacha poco hormonal en lo que a chicos se respecta (maldita sea, soy escritora); pero ese chico verdaderamente me estaba volviendo loca. -Jimin...-murmuré-. Tu... el del... caramel macchiato. Sonrió. -Si, ese soy yo. Me abaniqué con una mano. De repente hacía mucho calor. Mucho, o sea mucho, ¡aquel vestido me quemaba en la piel! Solté un quejido y amagué a levantarlo, pero el pelirrojo se apresuró a tomar mis manos y dejarlas inmóviles. -Buou, buou, buou, ¿qué estás haciendo?-inquirió, con una sonrisa entre traviesa y nerviosa en los labios. -Tengo calor, ¡suelta! Traté de apartarlo, pero el muchacho sujetaba mis muñecas con la fuerza suficiente como para inmovilizarme pero no hacerme daño. -No hasta que dejes de tratar de desnudarte-respondió con tono burlón-. ¿Qué intentas, niña?  -Intento quitarme este vestido ¡porque tengo mucho calor! -¿No te das cuenta que estás a solas, en un jardín oscuro,ebria,  junto a un chico que podría hacer o pensar cualquier cosa de ti? Me mordí el labio inferior, molesta. -Pero tengo calor... -Pues yo también tengo calor, pero te sugiero-me soltó las manos- que busques otra forma de... ¡N...! ¡Aigoo! Se tapó los vidrios de los lentes, riéndose, mientras yo me despojaba completamente de mi vestido y me quedaba en ropa interior. -Mucho mejor-dije, y me estiré. Jimin se quitó los lentes y miró hacia otra parte, conteniendo con fuerza la risa. Se pasó una mano por el cabello, tirándolo hacia atrás, tratando de no mirarme. Sus ojos delineados con n***o se me hacían gatunos y sexys... ¿Por qué estaba teniendo este tipo de pensamientos? ¿Era acaso el alcohol? ¿El alcohol me ponía así?  -¿Quieres ponerte, por favor, la ropa?-inquirió, con paciencia. -No quiero. Ahora si, el muchacho me miró. Me miró a la cara, y solamente a la cara; con el rostro enrojecido y la sonrisa enorme. -¿Por qué no? -Porque tengo calor. -Oh, vamos, ¡no hace tanto calor! -¡Pues yo sí que tengo mucho calor! ¡Aishh! ¡Quiero sacarme...! -No te atreverías-Jimin dió un paso hacia mi, admirando mi cuerpo semi desnudo. Tensó la mandíbula-. No lo harás. Estiré una mano hacia mi espalda y toqué el broche de mi corpiño. Realmente quería quitármelo. Realmente quería sentir la libertad de mis pechos sin ese sostén duro e incómodo. Sin embargo, no pude hacerlo, pues el muchacho me había arrojado con él dentro de la piscina llena de espuma. Cuando salí a la superficie y tomé aire, lo miré con odio el odio que pude. -¿¡Por qué rayos has hecho eso!? -Para alivianarte la humillación mañana...-se rió, haciendo olas con los brazos sobre el agua-... si es que recuerdas algo. -¡Eres un imbécil!-lo salpiqué en la cara con el agua, aunque no pareció importarle demasiado-. ¡Ahora estoy toda mojada! -Pero ya no tienes calor, ¿verdad? Bueno... no. Ya no tenía calor, el agua estaba helada. Suspiré e hice la plancha, olvidándome de mi lencería mojada y del pelirrojo a mi lado. -Oye...-comenzó.  Sentí su mano en mi espalda y como comenzaba a pasearme por la superficie del agua.  -Jimin-lo interrumpí. -¿Qué sucede? -¿Me haces un favor? -Eso depende del tipo de favor. Dejé de hacer la plancha y toqué con mis pies el suelo. El agua me llegaba a la barbilla y a él le tocaba las clavículas, que ahora se marcaban con su blusa mojada. Me mordí el labio inferior con fuerza, pensando en sus abdominales marcados y... Sacudí la cabeza. -¿Me besas? -¿¡Eh!?-se rió, divertido. -Que me beses. Es por una apuesta. -Oh, vaya-fingió sentirse herido-. ¿Quieres que te bese sólo por una apuesta? ¿Cómo debería hacerme sentir eso? -Pues... ¿bien? -¿Bien? -Si, te he escogido porque creo que eres candente. Abrió mucho los ojos y luego se rió, haciendo que éstos volviesen a desaparecer. -¿Candente? Buau. -Así que, ¿me besas? -Lo siento, no voy a besarte. Vaya. Aquello había dolido. Jamás había sido rechazada, aunque no solía pedirle ese tipo de cosas a los chicos; y sin embargo el que ese muchacho de ensueño me rechazara así dolía. -¿No soy bonita?-inquirirí, herida. -Estas borracha-murmuró, acercando su rostro al mío-. Y sé que mañana mismo te arrepentirás de todo esto. -Pero quiero que me beses... -No voy a besarte. -¡Bésame! Jimin lanzó una carcajada y se hundió dentro del agua, perdiéndose bajo la espuma. Esperé a que saliera para insistirle un poco más, pero el muchacho parecía estar jugando conmigo. Aunque había pasado mucho tiempo... Dios mío, había pasado mucho tiempo. -¿Jimin?-inquirí, ¿se habría ahogado? Comencé a revolver entre la espuma-. ¿¡Jimin!? -¿Si?-una voz detrás de mi me hizo pegar un salto.  Me giré y vi al muchacho en el borde de la piscina, secándose el cabello rojo con una toalla. Me quedé boquiabierta, tratando con toda mi decencia de no dirigir la mirada hacia la blusa pegada a su cuerpo. -¿Quieres olvidar que te dije que me besarás?-inquirí. Jimin se rió. Simplemente se rió.
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR