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Caramel Macchiato

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Descripción

Lo primero que escuché fue su voz...

-Un caramel macchiato.

-¿Nombre?

-Jimin.

Sin quitar la vista de mi portátil, sentí como el extraño ocupaba mi misma mesa. Al levantar la vista, sentí como si entrara en una especie de onda supermasiva.

Era tan... lindo. Tan agradable, tan...

Tan dulce como un caramel macchiato.

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1- Park Ji Min
Estiré mis brazos entrelazando mis dedos, y luego alcancé mi café para calentarme las manos. Soplé un poco sobre la base, viendo como el humo se movía en la misma dirección. Absorbí el aroma a café y canela y le di un pequeño sorbo, sintiendo el agradable calor en la punta de la lengua. Levanté la vista, metiéndome de vuelta en el presente y la realidad: pues eso es lo que me sucedía al escribir, me iba a un mundo mucho apartado y, ¿por qué no decirlo?, mucho más bonito. Un mundo en el que con solo teclear un poco podía cambiar a mi antojo. Un lugar en el que todo podía suceder cómo y cuándo yo quisiera. Tan perfecto, ¿no? De ensueño. Pero cada que levantaba la vista de la pantalla para beber de mi taza de café humeante, veía a todas esas personas aburridas sentadas en aquel bar y recordaba, como un porrazo, que mi realidad era muy distinta a la que narraba en mi libro. Recordaba, de pronto, que yo no era una superheroína, sino una muchacha un poco cerrada y un poco torpe. Recordaba que el guapísimo James sólo existía en la ficción de mis dedos. De pronto recordaba que mi vida era aquella: una estudiante de intercambio en Seoul, en la cafetería cercana de su casa, a la que se le daban bien las letras.  La puerta se abrió, tintineando y dejando a su paso una oleada de ventisca fría. Fue como un recordatorio de que no debía irme de lo crucial: James y Darla estaban por encontrarse por primera vez, luego de haber hablado tanto tiempo por internet. Me mordí el labio, feliz, mientras comenzaba a teclear sin despegar la vista de la pantalla. -Un caramel macchiato-ordenaba una voz masculina desde la barra. Mmm, caramel macchiato, pensé; delicioso. Sin lugar la dudas, la próxima escogería lo mismo. El sabor dulzón del caramelo mezclado con el café era algo digno de probarse seguido, ¡¡¡sobre todo si se escribía una novela con tanta dulzura entre los dedos!!! -¿Tu nombre?-inquirió la vendedora. Que molesto era eso del nombre, ¿eh? ¡El lugar estaba casi vacío! ¿Era terriblemente necesario que...? -Jimin-respondió la voz masculina. Jimin. Jimin, igual que mi compañera de habitación, mi mejor amiga. Probablemente la mitad de la población se llamara Jimin, ya sea hombre o mujer. ¿Por qué estaba pensando en tal estupidez cuando debía concentrarme en el encuentro amoroso de mis personajes? Debía concentrarme, dejar de desvariar, ¡aquello era importante!  Me mordisqueé una uña, nerviosa. ¿Debía añadirle mucho romanticismo a la cosa o hacerlo más... real? Que triste sonaba aquello, ¿no? Rudo. ¿Es que ya no había amor en el mundo? ¿Es ya nadie se comportaba como Romeo y Julieta? ¿Acaso...? -¿Jimin? Aquí es tu café. -Gracias. ¡Shhh! ¡Silencio! Necesito pensar... -¿Puedo sentarme aquí?-inquirió la voz masculina, el tal Jimin, muy cerca mío. -¿Mmmh?-inquirí, sin levantar la vista. Alto. ¿Me había hablado a mi? Si no lo había hecho tal vez tenía suerte y no se fijaba en mi, ¡qué vergüenza! Pues lo siento Jimin, pero estoy muy ocupada en esto. -Que si puedo sentarme aquí-insistió. ¿No estaba suficientemente vacío el lugar como para sentarse frente a mi? Había escogido un lugar de a cuatro, de cómodos sillones; podía entender si escogía ese lugar. ¿Y si venía todas las semanas y yo me había robado su rincón?  -Claro-hice un ademán con la mano, sin levantar la vista de la pantalla. Mis dedos tecleaban con habilidad, sin preámbulos. No descanzaban mientras mi cabeza iba leyendo en voz alta lo que debía escribir. Las cosas iban bien, los protagonistas ya se habían reconocido. Ni siquiera hizo falta que preguntaran sus nombres, ellos se reconocían aunque nunca se hubieran visto en persona. Era así el amor, ¿no? Puro, desinhibido. Cosa del destino. -Parece muy importante. ¿Es para el instituto? -¿Qué? N-no, no...-por fin, levanté la vista. Pues me sentía muy cruda y carcomida por un portátil si no lo hacía. Pero...  "-James-inquirió Darla, mirándolo fijamente-. ¿Crees en el amor a primera vista? Porque estoy segura de que me enamoré de ti ni bien te vi entrar por esa puerta." Jimin era un muchacho. Sólo un muchacho. Es decir, un muchacho jodidamente atractivo. Tenía el cabello teñido, de un naranja que no resultaba para nada molesto o fantasioso. Su flequillo iba partido, por lo que podía admirar su frente y parte de sus cejas rectas. Sus ojos eran alargados y muy oscuros, y en aquel momento se veían pequeños pues todo su rostro iba enmarcado por una enorme sonrisa. Una sonrisa de dientes blanquísimos, una paleta un poco torcida, y unos labios de aspecto suave, carnosos y rosados. Su piel era levemente aceitunada, trigueña, y se perdía bajo una blusa de negra que dejaba bien al descubierto sus huesudas clavículas. El muchacho llevaba una chaqueta verde esmeralda y unos aretes de anillo que le hacían ver como el chico malo que, a juzgar por aquella tierna sonrisa, no era. En resumidas palabras era tentadora, caótica y espectacularmente guapo. Era de esas personas que uno dice "vaya, ¡está bien dotada desde todos sus ángulos!" pues no había absolutamente nada físico que pudiera asemejarse a lo defectuoso. Una mezcla perfectamente homogénea de lo tierno, lo dulce y lo sexy. Era tan sencillo como decir que aquel muchacho, aquel desconocido que ahora me miraba con una sonrisa un tanto incómoda (pues de seguro me lo había quedado mirando como una imbécil), me había arrancado un suspiro desde lo más profundo de mi ser. -¿Qué? ¿Por qué te me quedaste mirando?-su sonrisa se acentuó-. Espero que no me estés juzgando. Sus palabras me sacaron de mi ensoñación, pues me ahogué con mi propia saliva y tosí tapándome toda la cara con las manos. ¡Qué tonta! ¡A Darla no le habría sucedido lo mismo! ¡Ella se habría mostrado tierna, linda, simpática!  Pero tu no eres Darla, tonta; y él no es James.  -Lo siento, ¿un poco muy rara?-me disculpé, cerrando la pantalla de mi portátil y dando otro sorbo de mi café. Jimin sacudió la cabeza, despeinándose. -Nada de eso, he sido yo el raro. Lamento haberte interrumpido. -Ya había terminado-mentí-. Y no, no era para el instituto. De hecho... voy a la universidad. -¿De verdad? También yo-el muchacho revolvió con la cuchara dentro de su taza y dio un largo trago a su caramel macchiato. No pude evitar pensar que era como un niño pequeño. Aproveché para dar un buen repaso por el bar: se encontraba prácticamente desierto, había muchos lugares libres. -¿Y... por qué te sentaste aquí?-inquirí, tratando de no sonrojarme. -Porque creo que eres linda. Bueno, fallé. Me sonrojé de los pies a la cabeza. ¡¡¡Estas cosas no pasaban en la vida real!!! Tragué saliva sonoramente y traté de apartar la mirada, pero no pude. Sus ojos permanecían en los míos, divertidos. Era tan... Por Dios, estaba buenísimo. No podía parar de pensar en mi besando esos labios, mordiéndolos con fuerza y escuchándole jadear... -¡Eh!-chasqueó un dedo cerca de mi cara, haciéndome pestañear-. Despierta. -Lo siento, es que...-dudé-. Ningún extraño me había dicho algo así. -Por supuesto, es lo natural-descansó su mejilla sobre la mano y me contempló como si fuera algo realmente bonito-. Pero eres muy bonita, deberían decírtelo más seguido... Entreabrí los labios, pero no supe qué responder. ¿Qué se hace cuando un chico muy, muy lindo te dice que eres linda? Probablemente despiertas y te das cuenta que es todo un sueño. ¿Y si era un sueño? No, no lo era. Aquel chico no podía ser producto de mi imaginación, ni en mis más locos sueños había visto a alguien tan guapo.  -Yo...-comencé, pero el tintinear de la puerta volvió a desconcentrarme. Una chica altísima, de cabello n***o muy largo y abrigo blanco entró dándose luces. ¿Cómo no iba a darse luces? Era muy bonita... -¡Jimin!-exclamó. El muchacho se giró y sonrió ampliamente.  En un abrir y cerrar de ojos, la muchacha había llegado a nuestra mesa, le había pasado los brazos por el cuello a Jimin y le había dado un beso tan profundo como empalagoso. El muchacho rodeó la cintura de la chica para apegarla más a su torso, sonriéndole durante el beso. Contemplé la escena en silencio, ignorando lo mucho que me quemaba la taza en la mano y sin terminar de comprender del todo lo que estaba pasando. ¿El chico que había dicho que era linda... tenía novia? ¿A quién demonios se le ocurriría...? -¿Ya has ordenado?-inquirió la muchacha, haciendo un mohín con los labios pintados de rojo. -Tenía frío, lo siento-se burló el pelirrojo. Entonces la chica pareció reparar en mi, y hundió la mejilla en el cuello de su novio. -¿Y ella quién es? -Ella es...-Jimin frunció el ceño. -Isabelle-murmuré, en voz muy baja. -¡Ah! ¡Bonito!-exclamó la muchacha. -Eso, Isabelle-Jimin me miró fijo y toda la ternura que había visto anteriormente desapareció, para darle paso a una mirada fiera y penetrante-. Belle ya se iba, ¿no es así? ¿¡Qué!? ¡No! Aunque de hecho sí quería irme...  -Si, debo irme-asentí con la cabeza, tomando mi abrigo y mi portátil-. Ha sido un gusto. Le di una última mirada por el rabillo del ojo al pelirrojo. No me lo podía creer. No me podía creer ninguna parte de aquella situación. No sólo me sentía humillada y ridiculizada, sino que las últimas palabras del chico me habían dolido como mil puñaladas. ¿Por qué? ¡No lo sé! Apenas le conocía, no podía influir así en mis sentimientos; y sin embargo... Allí estaba yo, saliendo del bar, muriéndome de frío porque aún no me había puesto el abrigo, con lágrimas en los ojos y un nudo en la garganta.  Estas cosas no pasan en la vida real, me repetí.

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