3- Carrera de despiste

2804 Palabras
-Anda, levántate ya-dijo, zarandeándome para que abriera los ojos. -Mdjshjhdjg-respondí, removiéndome entre el bulto de frasadas y almohadas que era en ese momento mi cama. -¿Eh?-mi amiga se rió. Abrí un ojo y la vi completamente vestida, maquillada y sonriente-. ¡Anda, niña! ¡De eso va la juventud! -Me duele la cabeza...-me quejé, molesta-. No debí haberte hecho caso, no debí salir de fiesta un domingo... ¿¡En qué estaba pesando!? ¡Arghhh! -Si te aireas se te pasará, confía en mi-Minnie me despojó de mis frasadas, tirándolas al suelo, y yo gruñí mientras me sentada. -Auch-lloriqueé, tocándome la cabeza allí donde había sentido una punzada-. Maldita sea. -Vístete, al menos deberías aparecerte en la segunda clase-me incentivó-. Te prepararé café instantáneo. Hice una mueca de asco, pero no me quejé. La cabeza estaba que se me partía y los pies me palpitaban de dolor. Entonces, como un rayo que cae en medio de la nada, imágenes de la noche anterior despejaron mi mente. Recordaba vagamente haber entrado con mi amiga, haber hablado con tal Mojito y... oh.  La piscina. Abrí los ojos como platos. -Jimin...-murmuré. -¿Qué?-inquirió mi amiga desde la cocina. -No, tu no. ¡Jimin! ¡Me he encontrado con el muchacho de la cafetería! -¿¡Bromeas!?-mi amiga corrió a mi encuentro y me puso en pie, dándome una nueva punzada de dolor en la cabeza-. ¿El pelirrojo de los labios gruesos? ¿El que estaba como un tren? -Si-hice un mohín-. Dios mio, me he quitado el vestido frente a él... -Oh, no; dime que tu no... Sacudí la cabeza. -Sólo nadamos en la piscina. -¿En la piscina?-soltó una carcajada-. ¿Por qué iban a hacer eso? -Porque... oh, no-volví a sentarme y me tapé la cara con las manos-. No puede ser, soy una estúpida.  La humillación era tanta que sentía que mi cara hervía y mi cuerpo se haría agua. Quería que la tierra me hundiera, ¿cómo era posible que yo...? Maldita sea con el alcohol. ¡Jamás volvería a tomar ni una copa! -¿Qué sucede?-la muchacha dejo la taza de café entre mis manos y yo le di un sorbo, quemándome hasta la faringe. -Le pedí... Soy una tonta, tonta... -¡Dime ya que le pediste! -¡Que me besara! Mi amiga se me quedó mirando un segundo en silencio, y luego soltó una sonora carcajada que me provocó más dolor de cabeza. ¿¡Cómo era posible que se burlara en un momento así!? ¡Había hecho el ridículo total frente a un chico que...! Oh, no. -¡Tiene novia!-recordé, de pronto; e hice una mueca de lloriqueo-. Le pedi a un chico que tiene novia que me besara; y él obviamente se negó. Soy una estúpida, no puedo creerlo. -Tranquila, sólo estabas un poco ebria-trató de tranquilizarme, en vano, mi mejor amiga. -¡Ebria! ¡Me ha visto total y completamente ebria! ¡Vaya forma de decirle a un chico que me parece lindo! Aish, no puedo creérmelo-di otro sorbo y luego le lancé una mirada envenenada-. Dijiste que no me quitarías ojo de encima. -Y tu te fuiste lanzándome una mirada de batalla; preferí dejarte a solas con tu chico-miró su reloj de muñeca, se acercó a mi y me dio un beso en la mejilla-. Me voy a clases, Is. Ve a la segunda si puedes-agregó, viendo mi aspecto demacrado. Le lancé una mirada de derrota detrás de la taza de mi café instantáneo y asentí sin mucha energía. Sin embargo, antes de que se fuera, le pedí que esperara. -¿Qué?-inquirió. -¿He perdido la apuesta? La muchacha sonrió, burlona. -Así es: eres una nerd, al fin y al cabo. ¡Suerte la próxima! Abrió la puerta y se marchó, dejándome sola entre arrepentimientos y disgustos. Luego de la piscina no recordaba mucho, ¿cómo habría vuelto a casa? No quería ni pensarlo. Seguí trotando, subiendo mucho los brazos y poniendo expresiónes de dolor y angustia. Sentía que me ardían los muslos y la parte baja del abdomen, y sin embargo mi entrenadora no parecía querer ponérmelo fácil. Debía de ser la única universidad en todo Seoul en la que nos obligaban a mantener una buena calificación en estado y preparación física, ¡maldita sea! Es que soy una chica de palabras, correr se me da pésimo. Mientras trataba de dar mi última vuelta por la pista, tratando de no cruzarme de carril y no morir atropellada por los otros adolescentes que tenían la misma pinta de estar sufriendo que yo, enfoqué la vista en la persona encapuchada que tenía en frente. El muchacho corría con agilidad, como si dar vueltas a la pista no le costara y disfrutara de ello. Primero entrecerré los ojos con envidia, y luego apreté los labios con ira ¿¡a quién rayos en este condenado planeta podía gustarle aquella maldita materia!? Falta poco, Isabelle. Sólo un poco más... Tomé aire por la nariz y exhalé lentamente por la boca, acelerando el ritmo. Quería terminar de una vez e ir a mi cuarto y seguir con la historia de aquellos dos tortolitos. De hecho, sonaba tan bien que por pura satisfacción comencé a correr.  Entonces, todo fue muy rápido. El encapuchado que tenía en frente frenó de golpe y se estiró hacia abajo para atarse un cordón. Choqué estrepitosamente contra su espalda, ¿¡quién carajo frena así en medio de una pista de trote!?, y caí de trasero al suelo duro.  Levanté la mirada y la clavé en su enorme y redondo trasero, pues es lo que tenía justo en frente de mis narices. Antes de que pudiera pensar en lo que perfecto y enorme de aquel punto, o siquiera darme cuenta de lo avergonzada que debía sentirme por estarle mirando así; el muchacho se giró y tomó mi brazo con fuerza para ponerme de pie de un tirón. -¡Lo siento mucho! ¿Estás bien?-inquirió, mirándome con preocupación. Iba a decir alguna grosería, pero simplemente silbé entre mis dientes. Lo primero que vi fueron unos ojos rasgados arrugados en una sonrisa de labios carnosos. ¿Le parecía divertido? ¡Claro que le parecía divertido! Y no sólo aquella caída, todo debería de resultarle malditamente divertido viniendo de mi. Jimin se bajó la capucha, dejando entreveer su cabello naranjo, y me pellizcó una mejilla. -Eh, Belle, responde-insistió. Me sacudí su mano de encima, lo que pareció animarle pues su sonría sólo se acentuó más, y dio une paso atrás para mirarme mejor. En aquel punto no debería quejarme demasiado, pero no pude evitar pensar en lo mal que me vería: rostro enrojecido, sudada como una botella de propaganda, cabello despeinado, ropa para nada sexy. ¿Y él? Parecía un ángel con hoddie gris y sus pantalones cortos negros, y ese trasero... Dios mío, ¿qué estaba pensando? ¿Trasero? ¿Había admirado su trasero? No podía negar que tenía un trasero que me había dejado sin habla. Y su cabello, caía sobre su frente como un flequillo prolijo. Y su piel era suave y tersa como la de un durazno. Y su boca... ¡ah, esa boca! Era como... -¿Debería preocuparme?-inquirió, sacándome de mis ensoñaciones-. ¿Estás en shock o algo? Pestañeé y tragué saliva. -Estoy bien, pero...-trata de no atar tus cordones en medio de la pista la próxima vez. -¿Pero? -Nada-sacudí la cabeza y agaché la mirada. Di un paso al frente para terminar el recorrido caminando, pero el muchacho se me cruzó para impedirme el paso-. ¿Qué haces? -¿Crees que voy a dejar esto así como así?-me sorprendió. Lo miré sin entender nada-. Déjame ver-enumeró con los dedos-. Nos hemos en una cafetería, luego en una fiesta y ahora hemos tropezado en la pista. Es como si el universo tratara de acercarnos. Alejarnos, quizá. Nuestros encuentros eran cada vez más penosos, ¡y era yo siempre la que terminaba queriendo meter la cabeza dentro de una zapatilla! -No me interesa-respondí, y volví a caminar.  Ésta vez Jimin no interrumpió mi paso, pero caminó a mi lado. -¿Que no te interesa? Pues vaya, ayer si parecía interesarte. Me tensé al escuchar sus palabras, sintiendo que el bello de la nuca se me erizaba completamente. -¿Q-qué dices? -Oh, si, recuerdo perfectamente: "Jimin, bésame"-se rió y yo quise darle un buen golpe en el bonito rostro que tenía-. Estabas realmente ebria; apestabas a alcohol. -Pues si vas a refregarme en la cara mis errores, sólo... -¿Cuál error?-me interrumpió, con una sonrisita pícara-. No dije que fuese un error.  -De verdad me incomoda lo que hice ayer, siento mucho haberte pedido tal cosa y ahora deseo, realmente, que lo olvidemos para siempre. -No puedo, lo siento-se mordió el labio inferior-. ¿¡Pero qué haces!? ¡Espera! Yo había empezado a correr para terminar la ronda que me tocaba y luego disparé hacia las gradas. Ni siquiera tenía ganas de cambiarme de ropa, estaba toda sudada de cualquier manera, así que tomé mi bolso y mi botella de agua y me giré justo para toparme con una figura atlética que se acercaba a mi. Rodé los ojos, ¿por qué rayos me perseguía ese cretino? Me sentía demasiado humillada como para mantener una conversación estable con él, ¡y el que fuera lindo sólo lo empeoraba aún más! No podía con aquello, no. Estaba hecha para escribir historias así, no para vivirlas; principalmente porque mi Darla jamás se habría puesto ebria como una cuba y James jamás la perseguiría con esa sonrisa de burla en el rostro. -No te me escapes-murmuró, inflando un poco los mofletes. Ay queridos santos y santas del cielo, este muchacho es jodidamente tierno. -Debo ir al edificio rápido-me excusé, abriéndome paso hacia las escaleras para bajar al césped. Lo malo es que había un largo trecho de la pista hasta mi habitación. -¿Por qué? ¿Mañana tienes examen? -No-fruncí el ceño, ¿qué le importaba por qué?-. ¿Y tu? ¿Ya terminaste las vueltas? -Hoy no me toca práctica; sólo lo hago por placer. Lo miré como si fuera un extraterrestre. ¿Placer? ¿Correr por placer? Eso explicaba que no estuviera ni un poco sudado, aquel chico solía entrenar como pasatiempo. Argh, ¿por qué me parecía tan condenadamente sexy? Tal vez porque podía ver sus muslos trabajados y duros bajo aquellos pantalones cortos de deporte... ¡Belle! ¡Mantén la mirada al frente! -¿No te molesta si pienso que eres raro? -¿Raro? ¿Yo? ¡Tu eres la que se sentó en mi lugar en la cafetería, casi se quita la ropa frente a mi en la piscina y tropezó contra mi trasero en la pista! Que chico tan infantil y caprichoso, no paraba de sorprenderme. Aunque me agradaba. Esa parte tierna y tonta sumada a su faceta sexy y candente lo hacían aún más deseable a mis ojos.  -¡Pues tu eres el del trasero gigante! Oh-oh. Oh, no. ¡Lo había dicho en voz alta! ¡Maldición, lo había dicho fuera de mi cabeza! Traté de no alterarme, aunque vi por el rabillo del ojo como Jimin levantaba lentamente la cabeza y me miraba con la boca abierta en una sonrisa, sorprendido y risueño. -¿Trasero... gigante?-inquirió con su voz chillona. Sus palabras me hicieron querer apretar la cara contra la tierra allí mismo-. No sólo eres gruñona y torpe, ¿sino también una increíble pervertida? -N-no... -¡Claro que sí! ¡Me has relojeado el trasero! Me giré hacia él, molesta. -¿¡Y cómo no iba a hacerlo si estaba justo delante de mi!?-hice un gesto con las manos, para demostrarle que era un trasero espectacularmente grande-. ¡No es mi culpa! -Pues sólo no lo mirabas y ya, pervertida-entrecerró los ojos, divertido. -Estás malentendiendo todo. -Pervertida. -¡Aish!-me giré y pise fuerte a cada paso que daba. Jimin me seguía. ¿¡Por qué me seguía!? Parecía realmente satisfecho con aquella conversación, ajeno al torbellino de emociones que causaba dentro de mi. ¿Por qué no, simplemente, se iba y seguía con su vida como habíamos hecho siempre? Es decir, jamás había visto antes al pelirrojo, ¿por qué tenía que encontrármelo justo ahora... de esa manera? ¿Acaso era un reality show? ¿Estarían filmando mis desgracias en ese momento? -¡Deja de seguirme!-exclamé con frustración, aunque seguía oyendo las pisadas del muchacho detrás de mi-. ¡Oye, te dije que...!-cuando me giré a mirarlo las palabras volaron de mi boca. El muchacho... mierda, se había quitado el hoddie, y al parecer no llevaba nada debajo. ¿Que no sudaba? Pues parecía que sí, porque ahora tenía la vista perdida en su torso tonificado y sus abdominales de ensueño, que brillaban bajo la capa de sudor. El muchacho se pasaba el hoddie por la cara y el cabello y cuando lo quitó para verme, sonrió con ganas; de esa forma que hacía que sus ojillos desaparecieran de su cara. -Así que no eres una pervertida, ¿eh? Me obligué, y debo decir que costó mucha fuerza de voluntad, a levantar la mirada de su torso desnudo y fijarla en su rostro. Sentía que la sangre me subía hasta la cabeza y que mi labio inferior temblaba incontrolable. ¿Por qué ese imbécil ponía todo su empeño en ridiculizarme todo el tiempo? -¿Q-qué...?-comencé, atontada. -¿Que qué? Cierra la boca que se te va a caer la baba-agachó la mirada para contemplar sus propios abdominales-. Bueno, la verdad es que comprendería perfectamente que se te cayera la baba porque... Oh, ¿oye? ¿Quieres tocarlos? -¿¡QUÉ!? ¡No me lo podía creer! ¿Lo estaba preguntando en serio? Por su expresión relajada, parecía que estaba hablando totalmente en serio. ¿¡Cómo podía siquiera cuestionar el que pasara mi mano por su jodido cuerpo!? ¡Que no! ¿O acaso trataba de tomarme el pelo... otra vez? -Eres un imbécil-terminé. Ladeó la cabeza, confundido. -¿Sólo eso? ¡Vaya!-pareció decepcionado, y volvió a ponerme el hoddie-. Me han dicho cosas más rebuscadas. Eh, ¿ya te vas? En efecto, había retomado mi camino por el enorme campus, que ahora se me hacía terriblemente extenso, hacia mi departamento. Sólo esperaba que el pelirrojo de cuerpo aceitado no me siguiera hasta allí porque, realmente, no sabía en que momento explotaría. Es decir, mis hormonas estaban como locas allí adentro. ¿Y qué hay de mi orgullo? Muerto. Me había quedado mirándole en varias ocasiones como una tonta, ¡y esas cosas no solían pasarme! ¡De verdad que no! Claro que jamás, jamás, había tenido enfrente a un chico tan bendecido por sus padres. ¿O era yo la bendecida por haber logrado ver su cuerpo de príncipe? -No me ignores...-murmuró, y por el sonido de su voz supe que estaba haciendo un mohín como un niño de cuatro años. -Mira, sólo para que quede claro: todo lo que sucedió entre nosotros fue por pura casualidad. ¿Has oído eso de en el lugar incorrente en el momento incorrecto?-lo miré y el asintió como si estuviera recibiendo una lección de matemática-. Pues bien, es eso. Así que si eres una muy buena persona harás como que nunca me viste y yo haré lo mismo y seguiremos con nuestras vidas tal y cómo están. -¿De verdad quieres que me vaya? ¡No! ¡Rayos! ¡No quiero! -Si, eso es lo que propongo. ¡Tonta! ¡Lo que menos quieres es alejar a ese chico sexy y angelical de tu vida! Pero debería pensármelo con mayor claridad y madurez: aquel tonto tenía novia. Y yo no iba a ser ninguna tercera con la que él se divirtiera. -¿Sabes? Jamás te había visto antes en la universidad-dijo, metiendo las manos en el bolsillo canguro de su ropa. Rodé los ojos. ¿En serio iba a echarme en cara mi falta de popularidad y todo eso? -Pues jamás te había visto tampoco-repliqué. -Eso es normal; no soy de las personas que les gusta demasiado la atención. Enarqué una ceja, pues no me lo creía ni un poco. Tenía toda la pinta de chico que le encanta la atención, sobre todo de las chicas.  Aunque pensándolo bien le había visto en la piscina durante la fiesta. ¿Quién saldría solo al jardín cuando adentro estaba toda la gente? Pues sólo una persona que realmente no disfruta de la atención, pero si de la vista... Hablo de la piscina. Jamás se fijaría en alguien como yo, y menos aún teniendo el bombón de novia que tenía. -Me paso la mayor parte del tiempo en mi habitación, junto a TaeTae; o en las prácticas de baile. -Oh, ¿bailas?-inquirí, sin mucho interés, tratando de rebuscar en mi cabeza alguien que tuviera ese nombre y que yo conociera. -¡Si! ¡Me encanta bailar! Y soy bueno en eso, realmente bueno. Aunque Hoseok también es bueno... ¡Pero yo soy mejor! Lo miré con una sonrisa tonta en los labios, sin poder evitarlo. Su felicidad al hablar de ello me conmovía, ¿así me veía yo cuando hablaba de escribir? Aunque sin duda era más modesta y jamás diría que era mejor que otra persona, aunque en el fondo estuviera segura de ello. -También me gusta cantar-agregó, al ver que no contestaba, mientras trataba de meditar mi reacción. -¿Ah si? Eso es genial, yo soy pésima cantando. ¿En qué momento nos habíamos hecho amigos? No lo sabía. -Lo dudo, tienes una voz muy linda-sonrió y luego abrió mucho los ojos-. ¡Oh! ¡Cantemos alguna canción! -¿¡Qué!? ¿¡Ahora!? -¡¡¡Sí!!! Miré frente a mi y solté un suspiro de satisfacción al ver que el edificio se encontraba a sólo unos metros. -Lo siento, debo ducharme para la siguiente clase-me disculpé. -¿Tienes clase luego de preparación física?-entrecerró los ojos, como si no me creyera. De hecho no tengo ninguna clase. -Si, ¿tu no?-apreté más el paso y toqué el botón del ascensor-. Ha sido bueno volver a verte Jimin, piensa en lo que te dije. -¿Lo de hacer como si no te conociera?-agachó la mirada y sonrió al piso. Cuando volvió a mirarme, sonreía con malicia-. Muy tarde para eso, ya no puedes esconderte: te he encontrado. Y, con esas palabras, se marchó, dejándome un poco temblorosa y (aunque jamás lo admitiría en voz alta) totalmente eufórica ante la posibilidad de volver a verlo.
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