-¿Y si no me aceptan?-inquirió Minnie, mordiéndose una uña mientras con la otra mano me arrastraba por los pasillos llenos de casilleros.
-¿Por qué no iban a aceptarte?-repliqué, rodando los ojos.
-¿Y si no soy lo suficientemente buena?
-Lo eres.
-¿¡Cómo lo sabes!?
-Te he visto bailar y sí que sabes mover esas piernas largas que tienes.
-¡Esto es diferente! No es como si fuera a bailar la música basura que pasan en las discotecas o algo así.
Viramos en una esquina y subimos los escalones hasta el otro piso. Un par de chicos vestidos con camisetas y shorts sudorosos pasaron, mirando mucho a mi amiga, y nosotras seguimos por el lado contrario.
Señalé detrás de mi con un pulgar.
-Tal vez me una al equipo de baloncesto-murmuré.
-¿Tu? ¿Baloncesto? ¿¡Desde cuándo te has vuelto una chica deportiva!?-se rió.
Hice una mueca.
-Tal vez debería hacer algo con mi vida aparte de sentarme a escribir.
Minnie me miró con ojos muy abiertos, deteniéndose junto frente a la puerta del estudio de baile.
-¡Pero tu eres eso! ¿Por qué de la nada...?-la puerta se abrió, enmudeciendo a mi amiga.
-¡Hola!-exclamó una mujer de mediana edad, delgada y musculosa-. ¿Lee Jimin, cierto?
-Si, soy yo-mi amiga se sonrojó.
-Excelente, pasa-me miró-. ¿Y tu eres...?
-Oh, yo sólo vengo a acompañarla-sacudí una mano.
-Puedes quedarte si quieres, tenemos un grupo de fans en las gradas-la mujer se rió y Minnie me sonrió mucho.
Y realmente, ¿cómo negarme a la sonrisa de mi mejor amiga?
Asentí y me metí, cerrando la puerta detrás de mi. El estudio era enorme y tres de las altas paredes yacían totalmente espejadas. El parqué de madera clara brillaba a nuestro pies, y en las gradas... bueno, claramente cinco personas no era un club de fans. Los bailarines practicaban por grupos, algunos estiraban, otros hacían una especie de freestyle robótico, por allí había unas chicas levantando la pierna en ángulos jamás vistos. Me apresuré a escoger un asiento en un rincón apartado de las gradas y descansé la barbilla sobre la baranda fría.
Podía ver a Minnie charlando acaloradamente con la mujer tonificada y su grupo de compañeras, que le sonreían tanto como cualquiera le sonreiría a mi amiga. La muchacha levantó la mirada y me buscó, me sonrió y luego dio un largo repaso al estudio completo. En un momento su sonrisa se ensanchó y le dijo algo a su grupo antes de acercarse corriendo.
Me enderecé cuando la vi trotando hacia mi con una sonrisa gigantesca.
-Oye-dijo, apoyándose en la baranda-. ¿Recuerdas a Jimin?
Ojalá pudiese olvidarlo.
-Eh... ¿si?
-¿No era pelirrojo?-siguió, y sus ojos brillantes.
-Pues... si no ha cambiado su color de cabello de ayer a hoy, supongo que sí. ¿Por qué lo preguntas?
-Porque hay un chico de ensueño por allí que suena justo como tu príncipe de brillante armadura.
Entreabrí los labios de golpe. ¿Jimin no había dicho algo sobre que le gustaba bailar?
Miré hacia la multitud y, Dios, sí que era él. Es decir, ¿cómo confundirlo? El muchacho estiraba las piernas con una agilidad que dejaba con la boca abierta. Llevaba unos shorts cortos, muy cortos, y negros que permitían a mis inocentes ojos fijarse en sus muslos marcados. Sus labios gruesos apretados en una línea de concentración. El motivo por el que no le había visto antes era porque llevaba la capucha de la sudadera negra puesta y sólo su flequillo sobre su frente, húmedo de sudor, revelaba el color de su cabello.
Jimin cambió de posición, se paró y rozó su nariz con sus pantorillas. Abrí los ojos muy grandes.
-Pues es elástico, el chico-mi amiga me codeó.
Me sonrojé.
-Cierra el pico, hm... ¿Minnie?-me mordisqueé el labio, nerviosa.
-Ah no. ¡Eso sí que no!-sacudió la cabeza.
-Pero...-susurré, mirándola a ella y al muchacho alternativamente.
-¡No vas a dejarme sola aquí porque te intimida un bombón de muslos de miel!-se rió-. No me pongas esa cara, no es mi tipo: está buenísimo, pero es un poco pequeño.
-¡No es petiso!
-¡No para ti!-se burló y me dio unas palmaditas en la espalda-. Si eres una buena amiga, te quedarás hasta el final de la práctica.
-¡Pero...!
-¡Jimin!-exclamó su profesora, llamando su atención.
Sin quererlo dirigí la mirada hacia el pelirrojo, que también había levantado la mirada respondiendo a su nombre. Me apresuré a taparme la cara con una campera que encontré por ahí cuando el muchacho miró a mi amiga con curiosidad.
Minnie se marchó al troté y yo saqué la nariz de la campera ajena para ver al chico. Para mi suerte, éste seguía con su cara de póker mientras estiraba los brazos detrás de su cabeza.
Solté un suspiro de alivio y colgué la campera en la barandilla, que resultó ser una excelente pared de protección.
Mi amiga comenzó a elongar, y debía aceptar que tenía una elasticidad envidiable que ella solía recordarme que era por hacer ejercicio todas las noches. Cada que podía se giraba y me hacía alguna mueca graciosa que me hacía reír tapándome la boca, pues las otras cinco personas en las gradas parecían muy aficionadas a mantener silencio.
Habían pasado unos diez minutos cuando la campera que me servía de protección se me fue arrebatada en un brusco tirón. Me hice hacia atrás, sorprendida, para ver al muchacho de cabello castaño y sonrisa graciosa.
-¿Te estabas ocultando en mi ropa?-se burló.
-Eh...
Se rió.
-Déjame adivinar: te quieres unir al grupo de bailarinas pero eres demasiado vergonzosa.
-¡No soy vergonzosa! -bueno, tal vez un poco-. Y... no, sólo acompaño a una amiga.
-Ahhh -asintió con la cabeza y me guiñó un ojo-. Soy Hoseok.
-¿Hoseok? -¿De qué me sonaba ese nombre?-. Yo soy Isabelle.
-¡Bienvenida! -exclamó, antes de marcharse.
¿Bienvenida? ¡Pero si yo no quería unirme a su grupo de baile!
Lo vi marcharse y supe que, sin su campera a modo de pared frente a mi, no podía quedarme en el estudio. Me paré y comencé a retirarme tratando de no molestar a los demás. Es decir... no era una mala amiga por irme, ¿no? Minnie tendría que entenderlo. Tendría que entender que...
-Belle.
¿Alguna vez has sentido como si el universo estuviera totalmente en tu contra, casi riéndose de mi? Pues así me sentía yo. Es más; casi que podía oír las risas del universo burlándose de mi mala suerte.
Lo miré con una sonrisa apretada.
-Qué... coincidencia.
Jimin sonrió bajo su flequillo húmedo. La capucha seguía sobre su cabeza.
A nadie le quedaba mejor ponerse una maldita capucha, de eso estaba segura.
-¿Coincidencia?-entrecerró los ojos y negó con la cabeza-. No creo que sea una coincidencia.
-Pues de hecho sí: sólo vine a acompañar a mi amiga. Pero ya me iba, así que...
-¿Ya te ibas? Eres una mala amiga.
El bichito de la culpa me revolvía el estómago, pero el de la humillación era más fuerte.
-Lo siento-me giré.
-¿Ah sí? -inquirió, tomándome del brazo para que no me marchara. La piel, allí donde se habían posados sus dedos, por alguna razón ardía. ¿Sería alérgica a Jimin?-. ¿Por qué te sigue escapando de mí?
Sentí que me ardían las orejas.
-Llego tarde a un lugar.
-¿A dónde?
-A...-me relamí los labios-. A la clase de baloncesto.
Enarcó las cejas.
-¿Juegas baloncesto?
-En realidad no... aún.
-Pues vamos, no quiero que llegues tarde-comenzó a empujarme para que siguiera caminando.
-¿Vamos?
-Ya he terminado-se encogió de hombros, con una sonrisa traviesa en el rostro-. No me molestaría acompañarte.
Dentro de mi estaba llorando y festejando a la vez. ¿Por qué querría acompañarme? ¡Aish! ¡Tan lindo! Aunque era un metido, ¿quién le mandaba a meterse en mis cosas?
-De cualquier manera tengo un amigo ahí-agregó.
El muchacho me soltó y metió sus manos dentro de los bolsillos, caminando cabizbajo a mi lado. Mientras salíamos del estudio y pasábamos por los pasillos, lo miraba de reojo. Se veía casi tímido, aunque tenía el porte de una persona inmensamente segura de sí misma. ¿Sería cierto eso de que no le agradaba llamar la atención? ¿¡A qué chico de tal belleza podía no gustarle la atención!?
-Oye, la biblioteca está por allá -me dijo un chico sudado de pies a cabeza, que sostenía una pelota anaranjada contra su costado, señalando hacia ninguna parte.
El otro muchacho que iba con él se rió como si fuera el chiste más gracioso del mundo.
-Sabemos perfectamente donde está la biblioteca; aunque tal vez seas tú necesites hacerle una visita más que nosotros.
Abrí los ojos como platos y miré a Jimin. ¿Por qué habría dicho eso? Estaba acostumbrada a que bromearan conmigo así, no tenía por qué saltar.
Los dos muchachos se marcharon, haciendo burlas al pelirrojo.
-No tenías que... pero... gracias-dije, atropelladamente, mientras abría la puerta del gimnasio.
Jimin apoyó una mano sobre mi hombro y me sacudió un poco.
-No te preocupes.
Traté de ocultar mi sonrisa mordiéndome la mejilla interna y casi me caigo de culo al piso al ver la cantidad de... testosterona del ambiente. Todo olía a goma y sudor, y los martilleantes ecos de las pelotas rebotando por el parqué ya me estaban sacando algunas canas.
-¿Hola...?-intenté, acercándome a un grupo de chicos que bebía de sus botellas.
Los cuatro chicos me miraron como si fuera una marciana perdida en el planeta tierra.
-¿Se te ofrece algo?-inquirió uno.
-Mi amiga quiere unirse a su equipo -me ayudó Jimin, detrás de mi, apoyando su barbilla en mi hombro.
No, no; no hagas eso.
Me lo sacudí de encima y el muchacho hizo una mueca.
-¿El equipo femenino...?-comencé, pero uno de los muchachos levantó una mano para callarme.
-Habla con aquel-señaló a lo lejos un chico de cabello blanco, y los cuatro volvieron a ignorarme.
-Oh... está bien. Gracias.
¿Que si sabía quién era el chico de cabello blanco? Lo sabía perfectamente: Min Yoongi, alias Suga. Era un chico de pocas palabras, rudo y con algunos problemas en álgebra (estaba en mi clase). El tipo de chico que crees que es gay por apariencia y denegar todo tipo de citas, aunque luego de conocerlo un poco mejor sabes que lo mejor es simplemente no meterte con él o terminarás herido. ¿Que si era guapo? Guapísimo, lamentablemente. Era bien conocido por haber encestado más de treinta veces en un mismo partido. Toda una súper estrella, ¿no? Pues sí, en efecto ese era Yoongi.
Ahora, lo que no sabía era cómo cruzar todo el campo hasta el muchacho. Era como en esas películas que tienen que cruzar toda la pirámide, pasando por una serie de trampas que deben esquivar.
-Rodeemos la pista-Jimin tiró de mi manga y yo asentí.
Manos a la obra, nos pegamos a la pared y comenzamos a rodear el campo. Algunos habían parado a mirarnos, curiosos. ¿Qué harían la snob y el bailarín en el gimnasio? Pues era una excelente pregunta, no los podía juzgar.
Ni siquiera me había parado a pensar realmente en lo que estaba haciendo. Es decir... ya era oficial, me estaba apuntando en el equipo de baloncesto. ¿Quería hacerlo? Debería habérmelo pensado un poco mejor, pero no es que me pareciera una idea muy terrible. De cualquier forma, hacer alguna actividad física me vendría muy bien y el baloncesto era... interesante. Me daba un poco de miedo, sí; pero aún así podría. ¿No? Un poco de práctica y ya... Bueno, tal vez muchísima práctica.
Cuando llegamos al círculo de muchachos sudorosos que hablaban de jugadas (un idioma desconocido), me acerqué a la espalda de Yoongi y le di un toquecito en la espalda. Éste se giró lentamente, como lo haría un matón en las películas, y enarcó una ceja.
-¿Si?-inquirió.
-¡Yoongi!-exclamó Jimin, a mi lado.
Lo miré horrorizada, ¿¡cómo le iba a hablar así a...!? Momento, el rubio sonreía. ¡Le estaba sonriendo!
-Qué hay, ChimChim-respondió.
¿ChimChim?
Jimin arrugó la nariz ante el apodo y luego me miró con una sonrisa orgullosa en el rostro.
-Mi amiga quiere unirse al grupo femenino.
-Pues el grupo femenino está completo -anunció Yoongi mirándome ahora con un poco de simpatía-. Pero puedes unirte a nuestro grupo mixto -señaló la ronda-. De hecho nos falta alguien.
Pestañeé lentamente, tratando de entender por qué aquel grupo mixto era sólo de chicos.
-Alto, ¿soy la única chica?-inquirí, titubeando.
Yoongi sonrió y vi una especie de relámpago brillante detrás de él. Jamás le había visto sonreír.
-La número doce-me palmeó el brazo, tal vez con demasiada fuerza-. Comienzas mañana, cinco en punto. Si llegas tarde te quedas en la banca durante una semana y limpiarás el gimnasio todos los días.
Tragué saliva. Ese chico se tomaba en serio a su equipo, daba un poco de miedo. Aunque, asimismo, me embargó una ola de adrenalina y un cosquilleo que subió de mi estómago. ¿Por qué me ponía tan contenta? ¿Tanto había deseado pertenecer al equipo? Es decir, siempre me los había quedado mirando embobada cuando pasaban; y no me perdía ningún partido pero... ¿Habría encontrado lo que buscaba hace tiempo? Otro pasatiempo, otro hobbie. Porque si lo había hecho, se sentía sensacional.
-La camiseta te quedará un poco holgada, pero será cómoda-se encogió de hombros, mirándome de arriba a abajo.
Me encogí un poco, incómoda, y asentí con la cabeza.
-Yoongi, ¿has pensado en lo que hablamos? -inquirió Jimin. Lo miré con curiosidad-. Te necesitamos, y lo sabes.
-No lo sé, se acerca un partido -el rubio se rascó la nuca.
-¡Faltan dos meses para el partido!
-Y tengo cuatro miembros nuevos -me miró-. Bueno, cinco miembros nuevos.
Sonreí como una tonta y tuve que apartar la mirada para que ninguno de los dos me viera.
Jimin frunció el ceño.
-Hoseok no estará nada contento con esto -dijo.
¡Hoseok! ¡Era el chico que no bailaba mejor que Jimin! Ahora lo recordaba.
Yoongi se corrió un mechón sudado de la frente y puso los brazos en jarra.
-Hoseok podrá ganarles a ambos sin mi ayuda -se burló
El pelirrojo hizo una mueca.
-Como sea, si cambias de opinión avisa antes de que compremos las sodas.
-Así será.
-¿Vamos? -Jimin tomó mi brazo antes de que respondiera y miró hacia el campo lleno de obstáculos-. Eh... Yoongi... ¿Podrías...?
-¡EH! -exclamó el rubio, y pegué un respingo de la sorpresa-. ¡ALTO!
Todas las pelotas dejaron de picar y lanzaron miradas inconformes hacia nostros.
-Gracias -dijo el pelirrojo.
Ser arrastrada por un muchacho de sonrisa enorme y complacida, entre los cuerpos sudorosos de los atletas molestos no era exactamente lo que había tenido en mente para ese día; pero ¿qué importaba?
Cuando salimos del gimnasio, un cuerpo casi se lleva por delante a Jimin.
-¿Minnie? -la miré, confundida.
La muchacha estaba muy despeinada y su respiración era agitada
-¡Aquí estás! ¿Qué...? -se fijó en el pelirrojo al que casi derribaba. Sonrió con ganas y se enderezó-. Olvídalo, terminé por hoy así que ¡suerte!
Antes de que pudiera agregar algo más, la muchacha había salido corriendo. Jimin se la había quedado mirando y sentí una punzada de celos. ¿Por qué sentía celos? No debía; y además estaba acostumbrada a que todo el mundo se la quedara mirando así. Ahora mi amiga y Jimin compartirían una pasión, ¿no? Tendrían mucho en común.
-Me tengo que ir -dije, soltándome de chico pues aún tenía sus dedos alrededor de mi brazo.
-¿Qué? ¿A dónde?
No respondí, simplemente comencé a caminar como un rayo.
Era una cobarde, tal vez; pero marcharme a las corridas era la mejor y más factible forma de escapar de todo. Aunque, en ese momento, de lo único que quería escapar era de mis propios pensamientos. Me había anotado en el equipo de baloncesto por impulso, por casualidad; innegablemente por influencia del momento. Del momento o de Jimin. ¿Por qué continuaba comportándome como una estúpida? Trataba de escaparme de él como si fuera un monstruo, pero no lo era. Y sin embargo, allí estaba yo: huyendo como si le tuviera miedo. Y tal vez le tenía miedo, sí. Tal vez eso era todo. Miedo. Miedo de que se enamorara de mi mejor amiga porque estaba buenísima y al mismo tiempo miedo de estar a metros de él. ¿Eso siquiera tenía sentido? ¡No! Era egoísta y yo no era una chica egoísta, para nada.
Pude oír al muchacho suspirar detrás de mi y seguir su camino. No es que esperara que me siguiera o algo, realmente quería escapar de su presencia; pero por algún motivo me pareció terriblemente desalentador. ¿Volvería a verlo? Tal vez.
Seguramente.
¿Qué estaba diciendo? ¡Claro que volvería a verlo!
"... No puedes ocultarte: ya te he encontrado"