Capítulo 7: Sofía

1262 Palabras
El duelo de miradas de estos hombres resulta intimidante para varios trabajadores del hotel que están presente. Supongo que yo estoy tan acostumbrada a la actitud de Christian que no me sorprendo ni me intimido en lo más mínimo. Además, es toda una imagen el ver a mi jefe con la mandíbula apretada en una posición casi de pelea. En su rostro hay una mirada divertida, como si las palabras de Hudson fueran una broma para sus oídos. Debo confesar de que el hecho de que él no haya querido pagar la indemnización, y la forma en que lo dijo, me sorprendió. No es común estar una reunión con Christian y que las personas no hagan lo que él dice. —Es gracioso como piensas que tienes opción —dice mi jefe mientras mueve los dedos en su barbilla—. Incluso adorable teniendo en cuenta si eres nuevo en todo esto. Houston no cambia la expresión de su rostro. —Creo que es más gracioso que creas que no hablo en serio, es más, creo que eres bastante imbécil… No. Lo. Acaba. De. Decir. Joder. ¿Este tipo tiene testículos de acero? O está bastante mal de la cabeza. El cuerpo de Christian se tensa por completo y parece como si en cualquier momento fuera a saltar sobre él. Una vez tuve que ir a su gimnasio cuando hubo una emergencia en la empresa, lo vi boxear y el tipo es malditamente bueno. Con un solo golpe podría desencajarle la mandíbula. Sería divertido verlo. O muy enfermo. Me gustaría ver a Christian convertido en una bestia, porque estoy segura que hay un fuego del infierno dentro de él, y eso es claramente, excitante. Sin embargo, si hay algo que caracteriza a mi jefe, es la compostura. —Te enviaré todos los nombres y los datos necesarios de las personas a las que debes pagarle por la mierda que provocaron —comienza Christian. —Ya te di… —Y más les vale que los depósitos estén hechos estén realizados en estos tres días, porque si no es así, vas a desear retroceder el tiempo y hacer lo que te digo —espeta mi jefe—. Y por mucho que me encanta estampar la cara de idiotas como tú en el suelo, donde pertenecen, me gusta que mi empresa funcione cómo debe. —Le haré llegar la lista de los afectados a su correo durante esta tarde —digo. La mirada de Testículos de acero viene a mí. Enarca una ceja y una media sonrisa se forma en sus labios. No sé qué es lo que intenta hacer mirándome así, porque él me está mirando como si quisiera comerme. Ah. Es porque seguro piensa que soy una mujer que caerá fácil a sus encantos, y entonces tendrá acceso a información privilegiada de mi jefe. Qué lástima para él que soy la perra más odiosa que pudiera encontrar. —Podemos juntarnos en mi departamento si te parece bien —me dice con voz ronca. Ruedo los ojos. Literal, no lo hago internamente porque Christian siempre me ha dado la seguridad para ser yo misma en el trabajo. —No es necesario cuando solo tengo que adjuntar el archivo y hacer clic en enviar —respondo. —Claro, pero podría necesitar ayuda —dice sin quitar la sonrisa de su rostro. —Su secretaria puede ayudarle en lo que necesite. Él chasquea la lengua. —Pero he oído que eres la mejor, muy eficiente y que por eso Christian te cuida demasiado. Me sorprenden sus palabras, y a quién quiero engañar, también me halagan. Sin embargo, habla como si yo le perteneciera a Christian. —Puedo cuidarme muy bien sola, gracias —digo. —Como dijo mi secretaria, te enviará la lista por correo, ahora quiero que se larguen de mi puto hotel porque cada vez que veo sus incompetentes caras me dan ganas de matarlos —dice Christian levantándose y saliendo de la sala de juntas. ¿Dije que además, tiene una salidas de película? Bueno, ahora mismo salió y dejó a todos con la palabra en la boca. En el mundo empresarial, Christian es dios, y él lo sabe. Claro, si yo estuviera en su posición de poder, también me encargaría de que nadie lo olvidara. —Aparte de idiotas, ¿son sordos? —pregunta Lucius. —Dile a tu secretaria, que puede ir a mi departamento cuando quiera, sí que sabe usar la boca —le dice Hudson a Lucius—. Pero eso tú ya lo sabías. —Joder —maldice Lucius echando la cabeza hacia atrás. Ese es el problema de todo. Cómo los hombres piensan con la cabeza de abajo y se les nubla por completo el sentido. Me levanto para seguir a Christian, sobre todo para comenzar a revisar los documentos que tenía la antigua secretaria de Lucius. Sería genial que estuviera ya hecha la lista de los afectados. Claramente no fue así. Ahora estoy sentada en el escritorio de Lucius mientras él y Christian están en el sofá. Solo habían unos cuantos nombres en ella, pero son más de cien personas afectadas. Odio el trabajo a medias, aunque sé que todos no son tan eficientes como yo. Levanto la mirada y me encuentro con los ojos azules de mi jefe mirándome fijamente. Enarco una ceja en su dirección. —¿Qué? —pregunto y vuelvo la vista al Excel que estoy haciendo. —Nada, ¿te falta mucho? —pregunta. Niego. —Solo me faltan diez. —¿Cuántos son? —Con los diez que me faltan, son ciento diez —respondo. Él le da un trago a su whisky, suspira y vuelve a mirarme sin decir nada. Al principio pienso que quiere que siga hablando, sin embargo, rápido me acuerdo de qué tenemos una conversación pendiente. Al menos, él quiere saber cómo es que tengo acceso al servidor de la policía. Por ahí una tiene sus truquitos. Las amistades correctas abren una inmensidad de puertas y ventanas. Sin embargo, que yo pueda entrar es de extremo secreto, y ni siquiera él debería saberlo. Cal me mataría si se lo digo a alguien. Cuando termino la lista se la envío a Hudson y su respuesta no tarda en llegar. “La invitación a mi habitación aún está en pie” Ruedo los ojos. Hombres. Suspiro y me dejo caer en la silla. —Ya le he enviado la lista al señor Hayes, ahora necesito un descanso, así que iré a prepararme porque esta noche no me voy sola a la cama —digo dejando salir un suspiro. Lucius me mira rápidamente y niego con una sonrisa antes de escuchar lo que tiene que decir. —Nena, estoy jodidamente disponible para ti —gimotea. —Declino. Me levanto y luego de despedirme de mis jefes, salgo de la oficina en dirección a las habitaciones del último piso que no se inundó y que son malditamente puro lujo. Se supone que la habitación de Christian está frente a la mía. La arquitectura de los hoteles es magnífica, por lo que el diseño permite que hayan dos habitaciones que compartan el mismo piso, pero que tengan la extensión de casi un departamento. No me quejo, porque hay un jacuzzi que voy a utilizar apenas entre en la habitación, y luego bajaré por algo de comer. Quizás encuentre a un agradable hombre que me quite esta horrible abstinencia a la que estoy sometida por culpa de mi mandón jefe, y si todo sale bien, consiga uno o unos cuantos orgasmos.
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