—Es claro que estos hijos de puta tienen a alguien más grande detrás de ellos y necesito saber quién o quiénes son —digo mirando el video nuevamente en la pantalla—. ¿Ellos vendrán ahora? —pregunto a mi hermano.
Él asiente.
—Se supone, pero no recuerdo si mi incompetente secretaria preparó todo eso.
Lucius se pasa los dedos por la frente como si estuviera agotado, cuando en realidad solo estamos empezando. Sofía se levanta quitándose el abrigo dejándome una perfecta vista de su culo redondo en esos pantalones que son como una segunda piel.
—Yo me encargo —dice ella tomando su iPad y saliendo de la oficina.
—Cómo me pone esa mujer —suspira Lucius cuando Sofía desaparece por la puerta—. La ropa parece que se la hicieran a medida, y ese culo…
—Lucius, concéntrate —regaño—. Así es como conseguiste una incompetente secretaria por estar mirándole el culo.
Estoy molesto con Lucius, porque si no se hubiera estado follando a su secretaria podría haberse dado cuenta de las cosas. Pero en cambio, siempre pensando con la puta polla.
—El culo de mi exsecretaria ni siquiera se compara con el de Sofía —dice y me sonríe de medio lado—. No sé cómo no te las tirado.
Me acuesto en el asiento y suspiro.
—Por extraño que parezca, ella nunca se me ha insinuado, y hace demasiado bien su trabajo como para perderla por una cogida.
—¿Quién lo iba a pensar? —dice riendo—. Una mujer que es inmune a los encantos de los Devereaux. Ya veo que lo voy a tener muy difícil.
Niego con la cabeza y sigo revisando los documentos de las contrataciones hasta que Sofía aparece por la puerta con una sonrisa.
—Caballeros, está todo listo y los señores vienen en el ascensor.
Asiento con la cabeza.
—Hazlos pasar a la sala de conferencias, ya vamos —digo.
—Claro, jefe.
—¿Cómo puedo conseguirme una secretaria como la tuya?
—Elige por su cerebro y no por su cuerpo.
Lucius enarca una ceja.
—¿Me estás diciendo que no te fijaste en su cuerpo al momento de contratarla?
Bufo porque Lucius ya me está sacando de mis jodidas casillas.
—Claro que vi su cuerpo, pero sus antecedentes académicos eran muy buenos. Eso fue lo que me convenció —digo mirándolo mal.
Lucius asiente con la cabeza.
—¿Qué será de ti cuando ella se vaya?
Odio cuando dice esa mierda.
—¿Por qué se va a ir? —pregunto con los dientes apretados, aunque yo sé perfectamente la razón.
—No va a querer ser tu secretaria toda la vida, Chris. Ella fue a la universidad, aspira a un cargo más alto. Esto solo le sirve de experiencia.
Lo sé, pero prefiero no pensar en eso ahora. Me levanto con mi computador y camino hacia la sala de reuniones junto a Lucius. Al entrar está todo preparado al igual que lo hace Sofía en nuestra ciudad. Los asistentes ya están y al verme me miran sorprendidos, pero puedo ver el miedo en sus rostros. Solo pensaron que quien estaría a cargo de esta reunión sería mi hermano, pero conmigo aquí, la cosa es diferente.
Si bien Lucius hace bien su trabajo, al ser el mayor controlo gran parte de la economía mundial, y si ellos no me agradan, nunca van a volver a trabajar en ningún otro lugar. Se pudrirían en la pobreza para siempre. Hacen bien en temer, sobre todo después de lo que hicieron.
—Buenos días —saludo con indiferencia mientras tomo asiento a la cabecera de la mesa. Lucius se sienta a mi lado izquierdo y Sofía al lado derecho.
—No sabíamos que estaría hoy en la reunión, señor Devereaux. Queremos decirle que lamentamos…
Levanto una mano interrumpiéndolo.
—No me interesan sus disculpas, sino más bien quién ordeno que hicieran ese desastre en mi hotel.
Él traga saliva y mira al hombre a su lado. Este hombre es diferente porque me mantiene la mirada, y parece tan aburrido como yo lo estoy. Claramente él es el culpable de esto y el tipo que me está hablando es simplemente un conductor. Hago memoria en caso de haberlo visto antes, pero no lo creo. Y mi memoria nunca falla.
—Señor —susurra a mi lado Sofía.
Ella me muestra la pantalla del iPad, en dónde podemos ver todo el perfil de ese hombre.
“Hudson Hayes”
—No hay nada de él, ni siquiera antecedentes penales —dice.
La miro sorprendido.
—¿Cómo demonios estás metida en el servidor de la policía?
Ella me da una sonrisa inocente.
—Nosotros no sabemos qué fue lo que pasó, señor Devereaux. Los hombres que entraron no están contratados por nosotros.
—Dices que unos hombres usaron tu camioneta, tus uniformes, falsificaron tu firma para el papeleo, y, ¿no estaban contratados? —pregunta Lucius mirándolo con fastidio. El hombre asiente varias veces, pero no deja de darle miradas a ese tal Hudson.
Sofía me da la tableta y yo sigo mirando todo lo que ella encontró. Luego le preguntaré cómo fue que logró entrar al servidor de la policía. Quizás mi secretaria no es tan inocente o legal cómo pensé. Le doy una mirada y ella mira fijamente a Hudson, la curiosidad por ella sube completamente de intensidad.
Tal como dice, aparte de su nombre no hay nada más. Ni siquiera un multa. No hay reseñas de empresas donde haya trabajado ni dónde nació. Es como si hubiera nacido hoy, aunque su fecha de nacimiento date de treinta años atrás. Subo mi mirada y él está mirando a Sofía con una sonrisa de medio lado. Obviamente la quiere en su cama.
Ponte en la lista idiota.
—Tal como dice George, así fue. Es todo lo que tenemos —habla el idiota.
—No tienen nada, y estoy sorprendido del mal funcionamiento que tienen en su empresa —digo dándole el iPad a Sofía, Hudson vuelve su vista a mí—. Ahora quiero que arreglen lo que hicieron. Hoy mismo, y la indemnización a los clientes afectados la pagarán ustedes.
Hudson se ríe, pero no dejo de mirarlo fijamente.
—¿Qué es tan gracioso? —pregunta Lucius—. A quienes hicieron tontos fue a ustedes.
—No vamos a pagar las indemnizaciones —dice Hudson.
Tomo el vaso que tengo en frente y le doy un sorbo al agua que mi secretaria puso para cada uno de nosotros. Es probable que George no estuviera al tanto de lo que pasó, pero es claro que Hudson sí lo sabía. Es probable que incluso él mismo lo orquestara.
—No era una pregunta —digo con voz letal.
George parece que en cualquier momento se va a echar a llorar. Desde aquí puedo ver las gotas de sudor en su frente y el movimiento ansioso de sus manos. Por lo que yo sabía, George es el accionista mayoritario de la empresa, sin embargo, parece que no lo fuera.
—Tampoco la mía —espeta él.
Me rio de su forma de enfrentarme, pero no es una risa divertida, más bien es oscura y peligrosa. Sé que Hudson no es solo un empresario, y sé que él sabe que nosotros tampoco lo somos.
Bueno, esto se va volver jodidamente interesante.
Un juego para el destructor.