Capítulo 5: Sofía

1407 Palabras
Llego de las primeras al avión privado de los Devereaux, lo que es una verdadera maravilla porque nada como viajar en un asiento amplio y cómodo con azafatas que te llevan unos tragos riquísimos. Las ventajas de los millonarios, pero quién soy yo para burlarme de ellos si me estoy beneficiando. Sin embargo, no me subo al avión, así que espero que llegue mi jefecito. Cinco minutos después aparece su auto, por supuesto Christian viene perfectamente arreglado en un traje n***o sobre n***o. De la puerta del copiloto baja Lucius que me mira con una gran sonrisa. No puedo evitar sonreír porque este hombre es realmente insistente. —Que me lleve el infierno, ¿algún día te ves menos que hermosa? —pregunta. Veo a Christian rodar los ojos y caminar hacia mí. Hoy llevo un abrigo largo de color café claro y unos pantalones del mismo color junto a una blusa blanca. Él recorre rápidamente mi cuerpo con su mirada, pero vuelve de inmediato a mis ojos. —Me alegro de no haberla tenido que esperar, señorita Guerrero. Ah, ahí está mi ácido jefe. Sonrío grande y hago un ademán con la mano como si no tuviera importancia. —Menos mal que la que esperó fui yo. Lucius se ríe entre dientes mientras Christian me fulmina con la mirada. —Esa boca —gruñe. Me doy vuelta y camino hacia el avión. Lo miro por sobre mi hombro y ambos todavía están parados en el mismo lugar. Lucius con una sonrisa y Christian con el ceño fruncido. Me imagino que él nació con el ceño fruncido porque literalmente es parte de él. En todos estos meses nunca lo he visto sonreír, con suerte se levantan las comisuras de sus labios, pero nada más. Como si fuera un robot, uno de esos nuevos y modernos que hablan y hacen cosas. Espero que su pene robótico funcione en condiciones porque sería una lástima que alguien que se ve como él, no le funcionara. —¿No vienen? No queremos llegar tarde —digo. Sonrío al darme vuelta y escuchar el gruñido de Christian. Ese hombre no aguanta nada. Cuando estamos ya listos en el avión, me pongo cómoda elevando mis pies y reclinando el asiento, abro mi bolso y saco el libro que he estado leyendo por segunda vez. La primera vez que lo leí estaba en el colegio, pero nada como una buena dosis de sexo sucio para pasar el hecho de que no ha habido sexo para mí en varios días. Es decir, si viviéramos de sexo, yo ya me habría muerto. Bueno, quizás eso sea exagerado, pero se entiende. Abro el libro en la página que quedé y me acomodo mejor. Saco mis AirPods y conecto mi celular. Soy de las que escucha música cuando lee, o quizás solo no quiero escuchar los coqueteos de Lucius, porque claramente eso nunca va a pasar, no después de lo que hizo con mi amiga, y el hecho de que sea el hermano de mi jefe. —¿Qué lees? —pregunta Lucius justo antes de que la música comience a sonar. —Pídeme lo que quieras —digo y él levanta las cejas pensando que es una proposición. Me rio y le muestro la portada del libro, se ríe entre dientes moviendo la cabeza. —¿De qué es? —pregunta. Puedo divisar a Christian mirándonos de reojo. —Básicamente los protagonistas se enamoran, pero van a tener sexo en clubs donde intercambian parejas y prueban todas esas mierdas del sexo anal. Todo lo sucio y perverso que se te pueda pasar por la cabeza. Ahora incluso Christian me mira. Les doy una sonrisa inocente a los dos. —Joder —exclama Lucius. Christian no dice nada, solo me mira. Me gustaría saber qué está pensando en esa gran e inteligente cabeza. —Bueno, debo seguir. Le doy play a la música y me dispongo a leer. Los chicos siguen dándome miradas de reojo como si esperaran que yo comenzara a gemir o masturbarme mientras lo leo. Pero no soy de esas personas, yo no me excito cuando leo libros eróticos. Sí, me emociono cuando tienen sexo, y bueno, al menos ellos disfrutan. +++ —Buenos días, señores Devereaux —saluda la secretaria a ambos. Ella definitivamente se está tirando a Lucius y espera febrilmente hacerlo con Christian a juzgar por la forma en que lo mira. Sin embargo, mi jefe, a diferencia de su hermano no parece interesado en ella porque no le da más de un asentimiento de cabeza. Aunque claro, a lo mejor le gusta hacerse el difícil. O quizás se la folle al terminar la jornada. En ese caso yo tendría tiempo libre para pasarme a la recepción a tomar un trago por la noche, y a cazar un hombre guapo. Ella me mira a mí de arriba abajo, pongo los ojos en blanco y me coloco al lado de Christian. Él me mira dándome un asentimiento de cabeza. Nos llevan a la oficina de Lucius antes de pasarnos a la sala de conferencias en la que nos reuniremos con los encargados de revisar las tuberías. —Debes quedarte aquí afuera —me dice la secretaria de Lucius, Shannon creo—. A la oficina solo entran los jefes. Enarco una ceja mirándola. —Ella va a entrar —dice Christian sin mirarla. Le doy una sonrisa a la chica y lo sigo. —Vaya Lucius, y yo que creí que era a la única a la que querías —digo moviendo la cabeza. —Dios, nena. Es que me has tenido en vilo mucho tiempo, y tengo necesidades, ya sabes —dice guiñándome un ojo. Muevo la cabeza divertida y tomo asiento en uno de los sofás. Christian hace lo mismo, pero en el que está al frente. Lucius se acerca a nosotros y nos ofrece un trago, yo lo deniego, claramente. Pero Christian se ve sumamente estresado en estos momento y lo acepta. —¿Puedes enviarme las cámaras de seguridad de ese día? —le pregunto a Lucius. Él asiente dirigiéndose a su computador. Me llegan al correo el enlace de los videos y comienzo a revisarlos. Al principio se ven llegando, pero sale al menos cinco minutos después. Busco en internet cuánto es el tiempo de arreglo de cañerías. —¿Ellos deben revisar todas las cañerías del hotel en un día o lo hacen de forma alternativa en varios días? —pregunto. Lucius y Christian niegan. —Eso tomaría prácticamente todo el día si son eficientes, lo que claramente no son —dice Christian. Doy vuelta mi computador para que el vea mientras le apunto con el dedo la hora del video. —Se demoraron cinco minutos. —¡Ah, hijos de puta! —gruñe. Lucius deja escapar un suspiro y se deja caer en el sofá junto con su vaso. Sigo revisando el video para asegurarme de que no volvieran a entrar y claramente no lo hicieron. Ellos querían hacer eso. —Y nunca volvieron a entrar —digo. Christian se toca las sienes, tiene los codos en las rodillas y suspira como un toro embravecido. Odia que las cosas no salgan perfectas como él quiere. —¿Quién demonios se atrevió a esto? —pregunta furioso. Lucius aprieta un botón y su secretaria aparece. —¿Señor? —¿Cómo demonios no te diste cuenta de que los idiotas se fueron después de cinco minutos si te lo encargué personalmente? —le gruñe a su secretaria. Ella abre los ojos sorprendida y luego me mira a mí—. Sofía acaba de darse cuenta que se fueron en cinco minutos cuándo te dije que revisaras todo. Lucius está jodidamente enojado, y yo nunca lo había visto de esa forma, generalmente conmigo es todo sonrisas, pero daba miedo, al igual que su hermano. Supongo que los genes. Christian solo mueve la cabeza como si ella fuera la persona más negligente de la vida. No la juzgo, a cualquier se le puede pasar un error; ella simplemente estuvo demasiado cómoda follando con Lucius para poner atención a ello. —Estás despedida —le dice y la despide con la mano como si no tuviera importancia. Los ojos de ella se llenan de lágrimas, y aparto la mirada. No me gusta presenciar esas cosas, sobre todo porque el hecho de que yo lo descubrí provocó el despido de ella.
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