bc

PRESAGIO

book_age18+
1
SEGUIR
1K
LEER
oscuro
BE
una noche de pasión
familia
destinado
maldición
playboy
drama
tragedia
misterio
detective
ciudad
pequeña ciudad
mundo mágico
like
intro-logo
Descripción

Tras haber vivido una experiencia de encierro tan perturbadora como fue la pandemia en Argentina, Liza Fuentes, una viuda joven, sin problemas económicos, se vuelve adicta a predicciones variadas: horóscopos, consultas a tarotistas, y todo aquello que la oriente a futuro. Tanta incertidumbre y soledad la desquician. Unos amigos le proponen que conozca a Pedro, el hermoso Pedro, y a pesar de mostrarse renuente, finalmente acepta. Un Pedro impecable, de sonrisa cautivante y perfume bonito. Al partir, luego de una enfermedad incurable, la sentencia de Pedro la persigue. ¿Será el vaticinio de su fecha de muerte?

chap-preview
Vista previa gratis
LA MALDITA PANDEMIA
¡Por fin alguien entraría en mí vivienda! Casi un festejo. Preví ponerme un vestido blanco con mangas, playero, casual, que no estrené, pero me pareció excesivo. Me decidí por un jean, una campera de un tono violeta y unas zapatillas. Me delineé los ojos, me encantó recuperar el hábito olvidado. La planchita en el cabello. Lápiz labial discreto y un perfume de los que uso para grandes ocasiones. ¡Antes muerta que sencilla! Venía una profesional al fin y al cabo… La noche anterior me había ocupado de destejer la obra de las arañas patas largas. Okupas de tiempo completo. La casa olía a lavandina y Lysoform. Prendí cinco minutos antes de su llegada, un sahumerio de Palo Santo que destruye todo lo que sea mala onda. Releí las precisas directivas sobre la circulación de las personas dentro del domicilio y las medidas rígidas sobre el uso de barbijos y máscaras. De la bioquímica, claro. Vivo sola, nadie más que mi gata circula por la casa que igual chilló como loca cuando le limpié las patas con agua clorada y la encerré en el baño. En la entrada puse un trapo de piso que no conseguí que dijera Welcome pero que estaba debidamente desinfectado. ¡Yo me sentía tan linda! Tan presta a un encuentro intelectual, a una conversación… la gata no me habla, (sigue ofendida) Una bioquímica me extraería sangre a domicilio para análisis. Por un audio que salía con voz como de ultratumba (con el barbijo puesto, sin duda) me dijo que llegaba en cinco. Llovía, pero para mí había sol; arribó la profesional y pasó por encima del trapo atiborrado de alcohol y aromatizante. Me señaló donde sentarme, quise iniciar una charla que eludió pidiendo la orden. Todo fue mecánico, calculó los pasos, los deshizo, se llevó mi sangre mientras todo el tiempo me dio la espalda. Sólo alcancé a leer 99 en un tubo de ensayo. Rehuyó mi mirada todo el tiempo; la gata parecía que iba a tumbar la puerta. Ellos intuyen… Para mí, algo me inyectó o me introdujo un chip en miniatura. Ya no soy la misma. No sé cuánto estuve sentada con el brazo extendido, la mirada perdida; balbuceante, convidando un café a nadie; temiendo ver qué había debajo del algodón con el que cerró la herida. Soy un autómata. De la cama a la heladera y quizás al baño. Creo que me espían. Sé que lo hacen. No hay casualidad en tanto silencio. Yo vi DÈJÁ VU y sé lo que la física cuántica logra. (Esa peli me dejó traumada) Atraviesa paredes y adelanta el tiempo y controla a la gente. Debo ser muy brillante o tal vez me eligieron al azar. Pero seguro, seguro, formo parte de un plan maestro. Poco a poco retomé mi rutina de meditaciones y pensamientos positivos. Pero había algo dentro de mí que… Es tan corta la vida, pensaba y me encaminé a regar mis plantas. El afuera es otro. Hay un silencio que rompe el martillar constante de un vecino que no ha dejado de construir. Resulta molesto. Voy a buscar la manguera para regar. Las plantas están preciosas. De camino veo que hay larvas de gusanos a rayas y mentalmente agendo tirar insecticida, descubro un hormiguero grande, cerca de mis rosales. Otro ítem para recordar. Retorno para llevar la basura al contenedor de la esquina. Como un robot me calzo mis zapatillas de cuarentena, me pongo el barbijo y salgo a la calle. Un perro enorme comienza a ladrar y esa es la señal para que muchos otros lo imiten. Han recuperado terreno y yo, una confinada con barbijo, los invado. Un tero, ¡un tero me corrió! Temiendo por sus hijitos, quizás… Nadie por las calles, recorro con la vista el boulevard ¡siempre tan concurrido! Del comercio funciona sólo la farmacia y el supermercado. Lo crucé a Juan, mi vecino de atrás, iba como extraviado. La sonrisa al saludar la adiviné en la mirada. Esto es irreal. Falta el bullicio de los niños, ¿cómo los acallaron? Vuelve mi vecino y esta vez saluda de lejos. Sabemos que estamos, todavía la tecnología nos mantiene al tanto: ¿si necesitás algo me decís, ok? Camino lentamente, alerta ¿Qué nos pasó? ¿Amor o exterminio? La tierra que se volvió salamanquera o milagrosa… Y esta incertidumbre que me vuelve gris… Y el tan temido empezar de nuevo… ¿Otra vez? Harta de empezar de nuevo. Cada vez más despacio, vuelvo. No elijo esta libertad limitada. Nada sana como: “un te echo de menos”, un café con amigos, el abrazo… Sin embargo, el aire parece oler diferente, aún sin invierno me detengo a mirar las flores silvestres, ésas que deslumbran sin llamar la atención, pequeñas, coloridas. Aferradas a una tierra reseca que parece desafiar su natural esplendor. Abro el portón que mantengo como sellado contra un enemigo invisible. El piar de pájaros sacude mi nostalgia y detrás de los malvones, ahí donde estaban las larvas que memoricé aniquilar, salen seis magníficas mariposas. Ese cactus raro que traje de San Juan, tan áspero, tan poco agraciado, me regaló el c*****o más exótico que nunca tuve. La lluvia reverdeció el parque y hasta el huerto está más florido. Tendré calabazas por mucho tiempo. La enredadera ésa cuya flor nombran como la corona de cristo, me hace un guiño. Mburucuyá se llama. Dejo afuera mis zapatillas encuarentenadas. Debo regresar a mi arresto domiciliario. Pero mi ánimo es otro. Resiliencia. Me asomo a la ventana y una plumita de ave, rara, como celestial, se mece en la brisa que dejó el chaparrón. Señales. Nadie pensó que este encierro duraría tanto. El barbijo vino para quedarse y hoy se elaboran haciendo juego con las prendas. En toda clase de colores y texturas. Para el día y con brillos para la noche. Las ventas de otras prendas bajaron marcadamente. Los días de a poco fueron recobrando el bullicio. Faltaban los niños. Y la eterna sensación de un enemigo silencioso, que se mezclaba entre nosotros y hacía que nos odiáramos. Hasta los más cercanos marcaban la distancia exigida. Podías explotar como un batracio, pero no estornudar, ni por casualidad. He visto gente corriendo por cuadras y cuadras y así poder toser a escondidas. Hay quienes todavía se cruzan de vereda porque parece que hubo una lista de quienes no recibieron la primera dosis de vacunas cuestionadas. Los que creen que no está bueno vacunarse; los que creen en que te insertan un microchip; los que se oponen… Y que también tienen derecho a no estar de acuerdo. Y de a poco empezaron a aparecer: los niños verdes. Los nacidos blanquitos, pero que por decisión de sus padres nunca salieron, al aire, al viento, al sol. Los morenitos, que por morenitos terminaron caoba-verdosos, pero no menos infelices, temerosos. Alejados de los elementales que por cuestiones también elementales les metieron el mismo miedo que los carcomía. Porque nacemos libres de miedos, ávidos de vivir y querer conocerlo todo. Con toda la energía que los papás terminamos aplacando con nuestros propios karmas, por las herencias recibidas y las malas costumbres y encima el “bicho”, el innombrable. Aparecieron los niños, decía, y eran minúsculos pedacitos de creación que miraban todo con una angustia en sus caritas, también cubiertas con el tapabocas, (del hombre araña y quién sabe cuánto personaje que usaron para convencerlos) afligidos, parándose detrás del muro de un padre o de una madre porque ellos también sabían del horror de una pandemia. Recién naciendo a una sociedad que lo desconocía todo, como sus autoridades, el universo. Asomados a un mundo de riesgos reales o imaginarios. Un planeta donde nunca habrá un peluche con forma de murciélago, no. Aunque mucho se habló al respecto y poco pudo verificarse. Donde se terminaron muchos matrimonios por falta de amor y exceso de permanencia y nada mejor que una pandemia para culpar. El tiempo que me pertenecía, o que creí que así era, para desahogarme, llorar y encontrar el modo de seguir, aceptando, convenciéndome; mi tiempo con la psicóloga lo perdí. Porque había casos tan urgentes, tan violentos, que me pidieron el espacio y sí, el tiempo no es de nadie. El tiempo es aquella medida del movimiento con relación a lo precedido y a lo sucedido, o como afirmaba San Agustín: el tiempo se relaciona con el alma. Donde no hay movimiento tampoco hay tiempo, hay necesidad del alma. Pero bueno, era San Agustín y yo lo entiendo. A pesar de que me quedé sin mi tiempo puse el alma, aunque nadie parece poder detenerlo, pero me embrollo. Nadie puede sujetar al tiempo y durante mucho de éste estuvimos apresados, conociéndonos, aprendiendo u odiándonos. Y la educación también fue una víctima, salió maltrecha del cimbronazo. No sé cuántas vidas he de vivir para verla recuperada. Luciéndose, respetada, valorada. Hoy, vivimos como podemos. Con una economía hecha trizas por el bicho, ¿por un bicho? Si hasta te restringen la cuenta en las redes cuando lo nombras. En fin, vivir no es puro cuento. Peor es sobrevivir, y de eso nos cuidamos. Esta pandemia nos enfrentó a todos con todos, pero fue terrible cuando nos puso de frente con nosotros mismos. Con nuestros valores y miserias. Y todo este relato es porqué necesitaba no estar tan sola, necesitaba hablar, un poco de contención, una sonrisa de consuelo y miren donde llegué… Mi abrazo sentido a los que perdieron a sus seres queridos, a los que no pudieron decir adiós, a los que pudiendo no les salió, en fin, mi solidaridad a todos nosotros.

editor-pick
Dreame - Selecciones del Editor

bc

La Esposa Exiliada

read
99.3K
bc

No soy un contrato.

read
253.8K
bc

Amor a la medida

read
114.0K
bc

Querida Esposa, eres mía

read
86.1K
bc

Los Trillizos del Ceo

read
21.7K
bc

Mi Deuda con el Mafioso

read
11.3K
bc

Belial

read
19.4K

Escanee para descargar la aplicación

download_iosApp Store
google icon
Google Play
Facebook