El viento frío azotaba las montañas, susurrando entre las rocas mientras Kael y los Guardianes de la Luna buscaban sin descanso. Habían pasado días, tal vez semanas, desde que Sky había sido arrebatada de sus brazos. El tiempo se había convertido en una niebla difusa, un borrón de noches interminables y días de desesperación. Kael, con cada día que pasaba, sentía el peso de una angustia que no disminuía, sino que crecía como una sombra implacable en su interior. El vínculo que compartía con Sky, esa conexión profunda que había sido su ancla durante tanto tiempo, estaba desvaneciéndose. Era como si un hilo invisible que los unía estuviera siendo cortado poco a poco, haciéndolo sentir cada vez más vacío, más solo. Y no era solo Kael quien lo sentía; Jaden, su hijo, lo sentía también. Jaden

