La luna llena iluminaba el cielo nocturno sobre el asentamiento de Luna de Oro, sus rayos plateados bañando el refugio en un resplandor suave y sereno. Pero esa paz era engañosa. Bajo la superficie, el peligro acechaba, y las criaturas mágicas que habían encontrado refugio allí lo sabían. Cada uno de ellos se movía con cautela, conscientes de que, en cualquier momento, la oscuridad podría descender sobre ellos. Kael, desde una de las torres de vigilancia, observaba el horizonte con una sensación de inquietud creciente. Sabía que su tiempo era limitado. Kai no era un enemigo que se quedara de brazos cruzados, y aunque el refugio estaba mejor protegido que nunca, la certeza de que el enfrentamiento final estaba cerca lo mantenía en vilo. A lo lejos, en las profundidades del bosque que rod

