Al cruzar la puerta me encontré con el Sr. Rodríguez, estaba senado frente a su
escritorio, mientras revisaba su computadora utilizando una mano y con la otra
sosteniendo el teléfono al lado de su oreja atendiendo una llamada. Cuando se dio
cuenta de mi presencia me indico con un gesto rápido de su mano que me sentara
en la silla frente a él; se veía reamente atareado con todo lo que hacía. Hace 2
años cuando lo conocí tenía un cabello rizado y n***o, y su piel morena lucia
bastante tersa pese a su edad, unos 54 años; ahora, con el paso del tiempo y los
meses gran parte de su cabellera se había tornado en canas y ya su piel no lucia
tan joven, mas su sonrisa aun irradiaba confianza y una chispa de juventud, así
también sus ojos que parecían escudriñarlo todo. Supongo que el estrés había
provocado aquel desgaste, y aun así el conservaba su escénica. Sentada ahí,
espere un momento a que terminara su conversación, aquellos minutos me
parecían eternos, como extendiendo un poco más la ansiedad que me asediaba,
dándole lugar a pensamientos sin sentidos y hasta música de fondo en mi mente.
En ese momento escuche el tamborileo de unos dedos sobre el escritorio
sacándome de mis pensamientos y apagando la música.
Rayos
—Señorita Diana Caballero, bienvenida— escucho la cantarina voz de Mario—.
Veo que esta algo distraída. — Se queda en silencio observándome con una
media sonrisa algo incomoda.
Intento relajarme en mi asiento evitando pensar en
otra cosa que no sea esta entrevista.
—Gracias por estar aquí a tiempo. Sé que esto ha sido bastante inesperado para
usted; pero debe entender que hay razones mayores para que vuelva cuanto
antes a su hogar, una de las que más me preocupa es su salud, y la otra ya son
por razones administrativas.
En meses anteriores había presentado complicaciones de salud que me
provocaron mucho agotamiento físico y mental, al punto que creí que no podría
continuar. Los dolores de cabeza eran intensos al punto de perder movilidad en la
mitad de mi cuerpo. Debido a esto tuve un tiempo de reposo y pese a los estudios
médicos que se me realizaron, ninguno arrojo resultados. Pero... ¿Razones administrativas? Eso no tenía sentido; pero tampoco deseo discutirlo.
—Sí, no me esperaba que esto ocurriera hoy— dije con algo de amargura—; pero
está bien, todas las cosas tienen un fin y este es el momento en que deja mi cargo.
—Me alegra que lo entienda. Durante este tiempo que ha trabajado con nosotros
su desempeño ha sido grandioso pese a las circunstancias, ha logrado mucho y nos ha ayudado grandemente en el progreso de esta empresa, y por ello le estoy muy agradecido. Confío en que
ahora seguirá avanzando; sé que la jóvenes de hoy serán los líderes del futuro, y
usted estará en se futuro aun cuando ahora le parezca lejano.
— ¿Y qué se supone que debo hacer ahora? Tengo planes, metas y expectativas;
pero no sé cómo cumplirlas o alcanzarlas todas. Siempre hablamos del futuro y las
cosas que haremos, y no del el trayecto que se recorre, las altas y bajas que se
sufren, todo el esfuerzo que conlleva, lo solitario que puede ser. Para mi este trabajo fue un tiempo de
aprendizaje y crecimiento, disfrute lo que hacía hasta entonces y ahora… siento
como si se me arrebatara algo preciado y quedara sin nada, simplemente no
estaba preparada para esto— se me quebraba a voz y algunas lágrimas se
asomaban mientras hablaba, y sentía como se encogiera mi corazón.
—Esos sentimientos pasaran y con el tiempo vera las cosas que ha logrado y las
que está haciendo y hará realidad — me dedico una gran sonrisa y estrecho mi
mano—. Es usted una gran mujer, y reconoce que todo en esta vida merece y
necesita de nuestros esfuerzos diarios y constantes si deseamos alcanzar el éxito.
Me siento agradecido de trabajar a su lado, ambos hemos aprendido y confio en
que no se quedara estancada, sino que fluirá.
Aquellas palabras me infundieron ánimo y confianza en mi misma.
—Esta entrevista ya se ha alargado bastante. En una hora y media vendrá a
buscarla el chofer que la llevara hasta su hogar; pero antes de eso me gustaría
que nos acompañara a mi esposa y a mí a almorzar.
—Muchas gracias.
Antes de salir del edificio entregue el celular que me había dado la empresa, las
llaves del departamento y una licencia en manos del Sr. Rodríguez. Cuando hubo
culminado a entrevista un secretario llevo hasta la oficina un sobre para mi, dentro había un certificado de la empresa por mi desempeño, una carta de
recomendación laboral, una foto de cuando llegue, un informe de los lugares
donde estuve y una carta dirigida a mi familia. Aparte me entregaron otro sobre el
cual me pidieron que no abriera hasta que se me indicara. Supuse que me
informarían por una llamada o correo electrónico.
Ivon, la hermosa esposa de Mario nos esperaba en la planta baja del edificio,
era una persona que se la vivía ocupada y aun así sacaba tiempo para cada
situación, ella supervisaba constantemente al personal y ayudaba a mantener el
orden, ambos se esforzaban por hacer lo mejor posible para obtener buenos
resultados.
La encontramos sentada en un mueble, llevaba un hermoso vestido
azul y su cabello perfectamente arreglado, cuando me vio me felicito por culminar
mi tiempo de trabajo con ellos, y esto me hacía sentir rara, me abrazo y comenzó a hablarme de lo
impresionada que estaba.
— ¡Ay! Querida, no puedo creer que ya haya transcurrido tan rápido el tiempo y ya
vuelvas a casa— Su voz sonaba tan dulce como siempre y llena de sinceridad.
Me
costaba creer que alguien como ella estuviera casada con Mario, a mi me parecían
como agua y aceite.
—Sí, la verdad yo tampoco me lo esperaba— me encojo de hombros—. En unas
horas estaré en mi casa y será todo un cambio, será nuevo.
— ¿Ya le avisaron a tu familia?
Hasta ese momento no había pensado en aquello, el único familiar que tendría
esa información seria mi mama, tengo un hermano pero se había ido del país hace
un año y no tenía contacto con él. Regresaría a vivir con mi madre en las
tranquilas afueras de Colinas de Cayenas, un lugar bastante tranquilo, que
pertenece a la ciudad de Oremurt, en la provincia de Todragi.
—Aun no lo sé; pero supongo que si— era parte del protocolo el llamar a la familia
antes de que uno volviera, así alguien nos recibía, era una manera muy bonita de
hacerlo.
—De seguro estarán muy felices de verte, y que suerte, ya pronto es navidad y
podrán estar juntos este año, ¡Oh! También viene tu cumpleaños.
Me sorprende que aun recuerde mi cumpleaños.
— Recuerda visitarnos cuando estés por la ciudad.
—Por supuesto que sí.
—Disculpen señoritas, es hora de que vayamos a almorzar—dice Mario con algo
de prisa.
Siempre tan apurado.
Salimos, y subimos al auto para ir a un
restaurante.
Quedé bastante sorprendida al ver el restaurante al que me llevan, uno llamado
Arturos dedicado al pollo rostizado, las papas fritas, las salsas, ensaladas dulces,
refrescos y helados. Me esperaba algo más formal, pero no me desanimo, me
gusta el pollo y este es un buen establecimiento. Mario e Ivon me observan como
a la espera de que diga algo, pero decido guardar silencio, no tengo nada que
decir en ese momento, y en caso de que si, ¿Qué diría?, ¿Qué me encanta el
pollo? Nos sentamos en una mesa para tres, y yo me quedo esperando mientras
ellos van a pedir; no tardan mucho, ahora solo hay que esperar que nuestra orden
esté lista para retirar.
Pasan alrededor de 10 minutos y ya está lista la comida, Mario se levanta y a
buscarla mientras Ivon y yo esperamos en la mesa, ella revisa su teléfono y
contesta mensajes para aprovechar el tiempo; veo la hora y ya son las 12:45pm,
estoy hambrienta, sobre todo con ese delicioso olor en el aire. Por la hora también
sé que tan pronto terminemos volveremos a las oficinas y de allí seré trasladada
hasta mi hogar, pensarlo me da nostalgia nuevamente, soy un montón de
emociones combinadas.
Sin darme cuenta me sorprendo al ver a Mario que ha
llegado a la mesa, han comprado un combo familiar, mucha comida, el pollo se ve
apetitoso y las papas crujientes.
—Bueno, ya está aquí— dice Mario emocionado—. ¡Coman, coman! Agarre sin
pena señorita Diana.
Ja, pena seria lo último que sentiría justo ahora.
—Oh, gracias. Se ve delicioso— tomo un plato y unos cubiertos plásticos para
servirme, tomo un muslo y pechuga, una ración de papas, ensalada y un pequeño
pan, adicional Ivon me pasa el refresco. Ellos también se sirven pero no parecen
tener tanta hambre, me siento rara siendo la que se sirve más.
—Teníamos tiempo sin venir a este lugar— escucho decir a Ivon—. Es uno de los
lugares que más me gusta para comer. Gracias cariño— le dice a su esposo y le
da un beso.
Muy pocas veces los he visto darse afecto, así que supongo que
serán diferentes en privado.
y creo que todas las parejas lo son.
Cada uno estuvo en silencio durante el almuerzo. Oh, de verdad estaba
delicioso, ya estaba terminado mi parte.
—Esto es mucho para nosotros— dijo Ivon—. Por favor Mario, sírvele más a
Diana.
¡Si! Música para mis oídos.
— ¿Seguros que ustedes no quieren más? — dije en voz baja.
—No, nosotros estaremos bien— dijo Mario mientras me colocaba dos piezas de
pollo y más papas fritas—. Usted es la que va de viaje y aún falta el postre.
Oh,
¿También hay postre?, voy a llegar rodando.
Nunca me ha gustado dejar comida, así que lo comí todo. Me sentía satisfecha
con toda aquella comida. Ivon se había parado a buscar el postre, cuando regreso
traía unos helados enormes, no sabía cómo terminaría con toda esa montaña dulce. Ella se veía muy
feliz con todo aquello, no pude evitar sonreír mientras ella me miraba divertida,
como si estuvieran complaciendo los caprichos de una niña pequeña, y ella era esa niña. A ese punto
me di cuenta de que seguro había sido su idea ir allí. Terminar todo aquello
pareció un reto, a la final nos fuimos del establecimiento con nuestros helados en
la mano.
Faltaban 15 minutos para las 2:00pm, ya me habían avisado que mi transporte
estaba a punto de llegar y que debía de esperar en la entrada del edificio. Viajaría en auto ya que estamos a 2 horas y medias de la ciudad, relativamente cerca en
comparación con algunos que vivían mucho más lejos como para viajar en avión.
Estaba lista, con mi equipaje y mis plantas. Mario e Ivon me acompañaban a la
espera de mi transporte, vi como a Ivon le saltaron algunas lágrimas, era muy
sentimental. No tardo mucho cuando vi un auto blanco estacionarse al frente de
nosotros, toco la corneta, se era mi transporte. Un hombre se bajó y saludo
afectuosamente a Mario dándole la mano y un abrazo, por tanto se conocían.
— ¿Así que esta es la chica que regresa? — pregunto el hombre con energía.
—Sí, ella es la señorita Diana— dijo Mario—, debe llegar hasta la pequeña ciudad
de Oremurt, de allí la esperara otro transporte hasta su casa que queda en las afuera.
Se
había volteado para observarme y confirmar que estuviera al tanto de la información.
El hombre, que luego me entere que se llamaba Thomas, subió el equipaje al
auto y me pidió que subiera yo también. Vi que él y Mario hablaban antes de
nuestra partida; cuando hubo culminado la conversación subió al puesto del
conductor y encendió el auto, en ese momento sentí frio en el estómago, era
miedo o emoción, no lo sé.
—Adiós, Diana— dijo Ivon agitando su mano despidiéndose de mí.
—Feliz viaje— se limitó a decir Mario. Tan serio como siempre.
Agite la mano para despedirme, ahora iba a casa, con un nudo en la garganta se
me escaparon unas lágrimas, me limpie el rostro y sonreí. Daba un paso para un
nuevo mundo, este no era sino el fin de una etapa maravillosa y el cominzo de otra.