Cuando Duncan regresó a su lado, traía una botella de vino y dos copas. —Perdona si no deseo tomar el té —le dijo. Ella esperaba que comenzara ahora su interrogatorio, pero él bebió en silencio, esperando a que su amante decidiera hablar. —Puedo contarte cualquier cosa que desees saber sobre mi —le dijo la muchacha—, pero no me preguntes nada sobre otros. Sus secretos jamás saldrán de mis labios. —Me alegra saber que eres tan leal y discreta —le respondió él, ofreciéndole la copa de vino. Mei Lin la aceptó para beber en sorbos largos. —Te contaré todo lo que desees saber cuando llegue el momento, mientras tanto confía en mí. —Lo haré —aceptó el Vizconde—, aunque confieso que me gustaría saber de dónde sacas esa experiencia en juguetes para curar la histeria. Esas palabras la hicier

