Mei Lin abrió los ojos y encontró el rostro de Duncan frente al suyo. Él le sonreía, llevaba mucho tiempo mirándola y estaba ansioso por gozar de esas piezas de jade pulido que le roban el aliento. —Buenos días, señorita Woodgate —la saludó. Ella le devolvió la sonrisa y el dejó la cama de un salto, para inclinarse respetuosamente. —Por favor, acepta algunos pasteles de arroz que la buena señora William a preparado para ti —le pidió Duncan—. Te daré algunos minutos de privacidad en lo que busco el té. Mei Lin quiso reír y se contuvo solo por no parecerle malagradecida. Aprovechó la oportunidad y en cuanto el hombre dejó la alcoba, fue a orinar en la cómoda toilette francés de porcelana pintada con motivos florales y protegido en el interior discreto de un mueble de madera lacada que d

