XV

3452 Palabras

Duncan entró al invernadero y la conjunción de aromas lo hizo suspirar. Las flores estaban cerradas, pero la iluminación le hizo creer que se adentraba en un refugio mágico y exclusivo para él. Mei Lin había colocado faroles chinos por todo el techo de cristal, haciéndolos caer graciosamente como una cascada de pétalos rojos cuyos reflejos danzaban al ser movidos por la briza nocturna y rivalizaban con las luces doradas fijas en las esquinas. En el centro, donde antes había una pequeña fuente, ahora sobresalía una pecera enorme de cristal muy nítido y en lugar de peces flotaban lotos blancos y de suave perfume. Duncan recordó la estampa donde una pareja de amantes se mostraba atravesados por el éxtasis en medio de una bañera como esa y comprendió las intenciones de la mujer. En los l

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