Cuando llegaron a casa, Estefano salía.
—Tío —Rudá llamó al subjefe.
—Tengo una orden de Xavier que cumplir. Vuelvo en una hora.
—Tu madre te espera para dormir contigo. —Estefano dijo.
Si Rayra se quedara, iría hasta el cuarto de Rudá, y Rudá se quedaría sin saber qué hacer.
—Papá.
—No nací ayer, niña. Duerme con tu madre. Yo duermo con Rudá.
Se dirigió hacia Rudá y pidió.
—Un abrazo.
—Rayra..
—Solo un abrazo, Rudá.
Él abrió los brazos, pero dio unos pasos atrás.
—Tío..
Estefano se quedó a su lado.
—Está todo bien.
Rayra pasó los brazos alrededor de él, pero supo que él estaba a punto de pedirle a su padre que la apartara, se separó de él y subió las escaleras.
Quedaron Estefano y Rudá en la sala.
—Ella te está presionando.
—Lo está, tío, pero...
—Están casados... Rudá. Y necesitas decírselo.
—Lo sé, pero las pesadillas están más vivas que nunca, y necesito saber... ¿tengo tu permiso? El matrimonio se hizo para protegerla, pero quiero saber si... si intento ofrecerle lo que Rayra busca. ¿Cambiará la forma en que me ve?
—No. Mi corazón late por ti de la misma manera que por Rayra. Fuiste tú quien abrió espacio para que Rayra se alojara. Fuiste el primer niño que sostuve en mi pecho. Y ningún otro hombre sería mejor para Rayra que tú.
—Aunque... yo... tú sabes.
—Sí... no importa lo que hayas vivido... Tengo que irme, cuida de nuestras niñas. Y mi corazón late por ti.
—El mío también, tío... el mío también.
Rudá, el ejecutor de la mafia americana no sabía qué era peor, contarle a Rayra sobre el matrimonio o el día que tuviera que finalmente contar las cosas que vivió, las cosas que lo transformaron en el ser que era.
Subió las escaleras.
Rayra salía de su habitación, llevaba un camisón corto, era la primera vez que la veía así.
Rudá se detuvo.
Rayra percibió el cambio.
—¡Por favor! No hagas esto, Rayra.
—Rudá.
—No me presiones, así.
—Estoy curiosa, sobre ti, sobre los dos, pero si me apresuro demasiado, terminaré dirigiendo mi curiosidad hacia otro.
Jadeó y puso la mano en la pared.
—No me conoces, no realmente, princesa. El tío es celoso.
Rayra sonrió, incluso después de tantos años de casados, su padre moría de celos de su madre.
—Soy peor... Mucho peor.
—Rudá.
—Buenas noches, Rayra, si diriges tu atención hacia cualquier otro, lo mato.
Se fue a la habitación y cerró la puerta.
Rayra fue a dormir con su madre. Se acostó, pensativa y preocupada.
Helena acarició el cabello de su hija.
—Mamá.
—Lo sé, pequeña, lo sé. Me da pena por Rudá.
—Incluso usted.
—¡Por supuesto! Te conozco. Eres una mezcla femenina de tu padre y de tu tío Henrique.
Rayra guiñó un ojo a su madre.
—No seas tan dura con Rudá.
—Si no lo presiono, mamá. Puedo buscar un convento u otro lugar para casarme. Y quiero a Rudá, siempre lo quise.
—Lo sé. Y no pongas a prueba sus celos, Rayra. Rudá solo es Rudá en casa, aunque tú y yo no sepamos lo que él es capaz de hacer.
Rayra sabía que eso era cierto, pero estaba decidida a no dejar que su ejecutor se escapara.
Madre e hija durmieron juntas, pero Rudá no durmió esa noche.
(...)
Por la mañana. Rayra estaba lista para la universidad.
La fotografía era su pasión.
Salió con una cámara al cuello.
Tomó las llaves del coche, fue una batalla cuando ella quiso conducir, su padre primero lo prohibió, pero Rayra insistió, luego Estefano hizo chantaje emocional, pero ella hizo más, después de todo ella era su hija y logró autorización para tener su propio coche, pero siempre tenía una escolta.
—Te llevo.
—No es necesario, Rudá.
—¿Por qué?
—Voy a conducir. Voy a hacer una parada en la librería con algunos compañeros.
—¿Compañeros?
Ella le sonrió, corrió fuera y entró al coche, Domini y Phill tenían autorización para seguirla, pero Rudá hizo señas a ellos.
Él mismo serviría de escolta, el ejecutor se sentó en el asiento del pasajero y Rayra condujo.
Cinco minutos después, estacionaron en el centro comercial, Rudá bajó detrás de ella.
—¿Vas a estudiar también, Rudá?
—No, pero hoy soy el escolta.
—No. Si estás conmigo, es como mi novio, prometido, futuro marido. No quiero que seas mi escolta.
—Rayra.
—¿Qué vas a ser? ¿Cómo debo presentarte a mis amigos a partir de ahora?
—Prometido, Rayra. Diles que soy tu prometido.
Era parte de la verdad.
Ella lo observó.
—¿Qué pasa?
—¿No me vas a ofrecer tu mano?
—Voy.
Entraron.
Sus compañeros estaban reunidos al fondo de la librería, en una sala privada, alrededor de una mesa enorme con varios libros de fotografía.
Rayra se quitó las zapatillas que llevaba puestas y tomó la mano de Rudá.
Sus compañeros solían ver a Rudá, pero siempre más a distancia.
—¡Buenos días!
Rudá se sentó en un sillón.
—¿Están juntos?
—Estamos comprometidos..
—Es reservado, pero es guapo —dijo una de las chicas.
—Sí, pero tiene dueña —respondió Rayra sin dudarlo.
Rudá escuchó la conversación, pero no dijo nada.
Rayra pensó que tal vez no le gustaba que ella dijera que era dueña de él, pero él no pareció importarle. Las colegas sabían que la familia de Rayra era extraña, algunos incluso sospechaban o tenían certeza sobre la organización, aunque no supieran cómo funcionaba realmente la organización. Un chico preguntó:
—¿Cómo logró pasar por tu padre? Tiene valentía.
Rayra sonrió.
—Él también es hijo de mi padre.
Algunos abrieron los ojos de par en par.
—Dios mío, ustedes son hermanos...
—Sí, lo somos.
Rudá casi dejó caer el teléfono, estaba hablando con su tío por mensaje.
La monstruita mostraba las garras, le encantaba sorprender a las personas.
Una amiga se rió.
—Es mentira. Viven en la misma casa, pero no comparten la misma sangre. Rayra solo está bromeando.
Los ojos de Rudá y Rayra se encontraron, ella aprovechó para sacarle una foto.
Tenía selección de fotos suyas, todas tomadas por sorpresa, pero lo que realmente quería era fotografiarlo desnudo.