Capítulo 35. Sueños y Realidades.

1318 Palabras

Volver al pueblo no me trajo la paz que esperaba. Después de los rechazos en los bancos y la constante sensación de derrota, al llegar al Pazo vi el coche de David aparcado justo frente al portal. Un suspiro de frustración escapó de mis labios. Lo último que necesitaba era otra conversación con él. —Victoria, buenas tardes. ¿Podemos hablar? —dijo David, acercándose mientras yo abría la puerta de mi coche. —Perdona, David. No tengo ganas —le corté, sin darle oportunidad de explicarse. —¿Te pasó algo? —preguntó, agarrándome del brazo antes de que pudiera subir—. Perdona por no esperarte esta mañana, pero vino la grúa y tuve que llevar mi coche al taller. Lo miré, incrédula. ¿De verdad estaba más preocupado por su Jeep que por haber casi atropellado a una anciana y chocado contra mi coche

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